La invasión de Rusia a Ucrania ha acaparado titulares de prensa durante las últimas semanas. Una de las preocupaciones a nivel global es cómo esto afectará a corto y mediano plazo las cadenas de suministro.

Cuba no está exenta de tales dinámicas. Por ello, Periodismo de Barrio responde algunas de las interrogantes asociadas a este escenario.

¿Por qué una guerra entre los dos países afecta el comercio internacional?

El impacto económico de las guerras abarca múltiples esferas: la población como capital de trabajo, las infraestructuras, el medioambiente y, por supuesto, el comercio.

No es ni siquiera necesario un conflicto bélico. Basta recordar cómo durante la administración del presidente estadounidense Donald Trump, su guerra comercial con China resultó disruptiva a nivel global debido al incremento de las tarifas arancelarias en productos claves para la industria, como el aluminio y el acero.

Las guerras afectan las estructuras productivas de los países involucrados, ya que interrumpen sus relaciones de comercio exterior, rompiendo integraciones comerciales globales. Esto repercute en el incremento de los costos, las entregas demoradas y la escasez de opciones de suministro para las empresas que transportan mercancías por todo el mundo. Y aunque ello da oportunidad a países neutrales para posicionarse como proveedores, es imposible que lo logren en un corto período de tiempo, lo que da lugar a épocas de desabastecimiento.

El actual conflicto Rusia-Ucrania ha puesto en riesgo el suministro global de productos de la canasta básica como el aceite de girasol (Ucrania es el principal exportador de este producto a escala planetaria), pero también de materias primas como el aluminio, el acero y el platino, indispensables en la industria automotriz y las industrias tecnológicas. A ello hay que sumar el cierre de fábricas, multitud de sanciones y la retirada de la mayor parte de las empresas multinacionales de Rusia. Pero especialmente, el conflicto ha agudizado la crisis del combustible que ya se venía gestando y que tiene sus orígenes en un tiempo anterior a la pandemia.

¿El aumento de precio del combustible fue provocado por esta guerra?

El precio del petróleo es un factor importante en la salud general del sector energético. Este hidrocarburo es una de las materias primas más negociadas, pues está influida por casi todos los acontecimientos macroeconómicos mundiales. La crisis actual, agravada por el conflicto Rusia-Ucrania, tiene su origen en la última década.

Sin entrar en disquisiciones técnicas demasiado profundas, debemos entender que el mercado del petróleo está regido por el crudo Brent y el West Texas Intermediate (WTI). El Brent es el crudo empleado en Europa, se extrae de los yacimientos petrolíferos del Mar del Norte y es el que usa la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC, según sus siglas en inglés)* como referencia para establecer precios; mientras que el WTI procede de los yacimientos estadounidenses. Existen otras variedades, como el Dubái/Omán, pero no dominan el mercado como las dos anteriores. En tiempos de crisis, el diferencial entre el Brent y el WTI se dispara, ya que la incertidumbre política provoca subidas en los precios del Brent. El WTI se ve menos afectado porque se extrae en zonas sin litoral de Estados Unidos, altamente protegidas.

Rusia, Arabia Saudita y Estados Unidos han sido los tres mayores productores de petróleo de las últimas décadas. Desde la implementación a gran escala por parte de los EE.UU. de la tecnología de extracción de petróleo de esquisto (fracturando las formaciones rocosas que contienen las capas de petróleo en lugar de extraerlo de la forma tradicional), el precio del crudo bajó de más de 100 dólares/barril en 2014 a menos de 30 dólares/barril en 2016. Esto trajo como consecuencia que en ese año Rusia llegara a un acuerdo con Arabia Saudita y el resto de los países miembros de la OPEC para recortar la producción de petróleo hasta 2 millones de barriles diarios (alrededor del 2% de la producción mundial), y de esta manera controlar la caída de los precios causada por la existencia de más oferta que demanda. A esta alianza informal se le conoció como OPEC+.

Sin embargo, en 2020 Rusia se opuso a continuar recortando su generación de crudo, y para ejercer presión los saudíes anunciaron en marzo de ese año un descuento de hasta 10% para sus clientes y un aumento del 25% de su producción. Ello provocó que el índice Brent cayera inmediatamente un 30% y el WTI un 20%. Sin embargo, los saudíes no contaron con la llegada del COVID-19 unos días después, lo cual desplomó la demanda: a escala mundial se estima que el consumo de gasolina disminuyó casi un 50% y el de combustible de aviones aún más. En esa crisis los precios del petróleo incluso llegaron a ser negativos durante un breve tiempo. El resultado: todos los países productores de crudo recortaron drásticamente su producción, incluido Estados Unidos.

Tras el control de la pandemia los precios se han recuperado más rápido de lo que muchos analistas esperaban. En marzo de 2022 el barril llegó a 130 dólares. Este incremento se ha dado en gran medida debido a que la oferta no ha seguido el ritmo de la demanda, pues las compañías petroleras han sido cautas para no cometer el mismo error del pasado, consistente en aumentar la producción cuando suben los precios, lo que provoca el colapso de estos.

La empresa de servicios financieros JP Morgan Chase ha vaticinado que si el crudo llega a los 150 dólares/barril el crecimiento mundial se quedaría en un 0,9%. Sería una reducción adicional, pues el inicio de la invasión a Ucrania hizo descender el estimado de crecimiento de 4,1% a 2,6% (según estimados de la propia entidad financiera), y la inflación se dispararía hasta el 7,2%, más del doble de lo previsto.

¿Qué impacto tiene esto en el comercio internacional?

La invasión rusa a Ucrania deja a Cuba a las puertas de una crisis energética de gran magnitud (Foto: Julio Batista).

Por lo ya comentado, es fácil entender que el conflicto con Ucrania distorsiona la cadena de suministro energético: Rusia actualmente produce 10 millones de barriles de petróleo al día, lo que representa aproximadamente 1 de cada 10 barriles a nivel global. El resto de los países no tienen la capacidad necesaria para sustituir el petróleo ruso de un día para otro.

A pesar de no poder darse el lujo de prescindir del crudo ruso sin afectar la calidad de vida de sus ciudadanos, se ha podido apreciar una respuesta global coordinada compuesta mayormente por sanciones. Por ejemplo, el 8 de marzo de 2022 el presidente Biden prohibió la importación de petróleo, gas natural licuado y carbón rusos a Estados Unidos, así como nuevas inversiones estadounidenses en el sector energético de Rusia. El Reino Unido se comprometió a eliminar gradualmente las importaciones de petróleo ruso para finales de año. Por su parte, la Unión Europea está en camino de aprobar una nueva propuesta de seguridad energética para diversificar su suministro de combustible. De hecho, a mediados de marzo de 2022 JP Morgan Chase estimaba que aproximadamente el 66% del petróleo ruso estaba presentando dificultades para encontrar compradores. China e India se vislumbran en ese contexto como los posibles “salvadores” de Rusia, pero aún no han tomado una postura definitiva.

En cualquier caso, ninguna de las medidas logrará un impacto a corto plazo, y ello se traduce en un incremento sostenido de los precios del combustible que termina afectando el bolsillo de los ciudadanos y aumentando el costo de la vida. Otra consecuencia es el aumento del descontento social, que incluye huelgas de transportistas y el subsecuente desabastecimiento de los mercados de alimentos, pero también de todo sector del comercio que depende de las cadenas de distribución.

¿Cómo afecta esta situación a Cuba?

La tensa situación energética de Cuba repercute en cada una de las esferas comerciales del país (Foto: Periodismo de Barrio).

La tensa situación energética de Cuba repercute en cada una de las esferas comerciales del país (Foto: Periodismo de Barrio).

A mediano plazo Cuba, como el resto del mundo, se enfrentará al incremento de los precios de prácticamente todos los productos de la canasta básica. Al ser un país mayoritariamente importador y en plena crisis económica, es de prever que la capacidad adquisitiva del Estado cubano se vea mermada, con la consiguiente contracción de los volúmenes de importación. Sin embargo, la principal consecuencia a corto plazo para Cuba (más allá de los desabastecimientos crónicos con tendencia al alza) puede ser la dificultad para acceder al combustible.

Según la Casa Blanca, en 2021 Estados Unidos importó de Rusia casi 700 000 barriles diarios de crudo y productos petrolíferos refinados. Inmediatamente después de que el presidente Biden prohibiera estas importaciones como parte del paquete de sanciones tras la invasión a Ucrania, el gobierno estadounidense realizó un inesperado acercamiento a Venezuela. A cambio, posiblemente Estados Unidos levante muchas de las actuales sanciones y termine reconociendo a Nicolás Maduro como presidente del país, en detrimento del gobierno paralelo y virtual de Juan Guaidó.

El peligro para Cuba en este escenario es que, de acuerdo con el portal CEIC Data, la producción de crudo venezolano en diciembre de 2021 y enero de 2022 fue de 718 000 y 668 000 barriles diarios, respectivamente. Es decir, que el total de la producción venezolana alcanza a duras penas para cubrir la demanda estadounidense. Por su parte, Reuters reportó que, aunque desde principios de 2020 Venezuela había disminuido sus exportaciones de combustible a Cuba debido a la contracción de su producción interna, entre noviembre de 2021 y enero de 2022 se produjo una recuperación, ya que PDVSA envió en esos meses al menos tres cargamentos con unos 197 000 barriles de gasolina, junto con otros productos refinados, a los puertos cubanos de Nuevitas, Matanzas y La Habana. Si Venezuela comprometiese gran parte de su producción destinada a los Estados Unidos, ¿amenazarían estas negociaciones las cuotas pactadas con Cuba, que precisamente ahora vienen recuperándose?

El escenario es para nada optimista, porque el otro posible suministrador de combustible sería la propia Rusia, que hace poco renegoció con Cuba el pago de la deuda existente, por lo que no parece factible que Putin esté interesado en engrosarla cuando la economía de su país se estima va a contraerse entre un 7% y un 35%.

La tensa situación energética de Cuba (agravada por recientes averías en las plantas generadoras) repercute en cada una de las esferas comerciales del país, reduciendo aún más el flujo de efectivo para adquirir el combustible, escaso y caro en el mercado global. Sin convenios ni créditos, a Cuba le resultaría prácticamente imposible obtener el combustible que necesita.

Con un sector turístico deprimido (que en el último lustro ha engullido las inversiones extranjeras sin aún reportar beneficios) y las secuelas económicas de la pandemia, la invasión rusa a Ucrania deja a Cuba a las puertas de una crisis energética de gran magnitud, sin los medios económicos para competir por la obtención de un recurso cuya oferta se espera continúe siendo inferior a la demanda en el mediano plazo. A ello se le une la inflación externa, generada por el aumento de los costos de las importaciones, que vendría a sumarse a la ya existente inflación interna, incrementando la distorsión de las tasas de cambio, la contracción del poder adquisitivo y los gastos asociados a la canasta básica (que no es lo mismo que libreta de abastecimiento) en cada hogar.

 

* Países que integran la OPEC: Argelia, Angola, Congo, Ecuador, Guinea Ecuatorial, Gabón, Irán, Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela.

Sobre el autor

Mónica Fernández Salinas

Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana, Cuba (2010). Máster en Comunicación Estratégica por la Universitat Rovira i Virgili, España, (2021). Aborda temas de política, economía, género y salud.

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