En 2018, Cuba importó el 53.84 % de su energía, según datos de Cuba Energía. Al mismo tiempo, cerca del 96 % de la energía eléctrica del país se produce a partir de combustibles fósiles, “con una alta dependencia de la importación, elevados costos de generación y una infraestructura tecnológica de altas emisiones de gases con efecto invernadero” (GEI), señala la Tercera Comunicación Nacional a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).

Esto la ubica en una posición de elevada vulnerabilidad ante interrupciones no planificadas en el suministro, encarecimiento de los precios de este tipo de combustibles en el mercado internacional, y la reducción de reservas a nivel mundial, lo cual genera impactos que afectan considerablemente el funcionamiento del país.

Importaciones cubanas de energía (en porcentaje del consumo total) de 1971 a 2014

Importaciones cubanas de energía (en porcentaje del consumo total) de 1971 a 2014. Fuente: Elaboración propia con datos de Our World in Data.

En su Contribución Nacionalmente Determinada de 2020 (compromiso de reducción de emisiones de GEI que realiza cada país), el gobierno cubano declaraba como uno de sus objetivos el incremento de generación de electricidad en 24 % a partir de fuentes renovables, en específico, un 14 % procedente de la biomasa de la caña de azúcar y el otro 10 % de energía solar, eólica e hidroeléctrica.

Periodismo de Barrio responde varias preguntas para comprender el uso de energías renovables en Cuba.

¿Por qué es importante invertir en energías renovables en Cuba?

El nivel actual de electricidad generada por las fuentes renovables corresponde a 1.8 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono, lo que equivale a las emisiones producidas por todo el sistema de transporte de Estados Unidos, según un informe publicado por el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, la Escuela de Fráncfort y Bloomberg New Energy Finance en 2018. Entre todas las fuentes alternativas, la energía solar sobresale como la de mayor capacidad de producción y la que atrae mayores inversiones (Ilustración: Irma Beatriz Peniche Silva).

El Decreto Ley No. 345 “Del desarrollo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía”, publicado en 2019, explica que las energías renovables son aquellas que provienen de “fuentes naturales virtualmente inagotables, ya sea por la inmensa cantidad de energía que contienen o porque son capaces de regenerarse por medios naturales”.

En este Decreto también se establece la prioridad asignada a cada una de sus fuentes en la Isla: biomasa cañera (residuos agrícolas de la caña de azúcar), solar, eólica, biomasa no cañera (recursos forestales, desechos de la industria y otros); residuos agrícolas, pecuarios, industriales y desechos sólidos urbanos, a partir de los cuales se obtiene biogás; recursos hidroenergéticos; plantaciones agrícolas para la producción de biocombustibles, sin afectar la producción y el consumo de alimentos; y la energía marina (la que se obtiene del movimiento de las olas, de las mareas, las corrientes y la diferencia de temperaturas entre la superficie y el fondo marino).

En el país, la inversión y el desarrollo de este tipo de energías no solo constituye una medida para reducir las emisiones de GEI provenientes del empleo de combustibles fósiles. De hecho, las emisiones de la Isla representan menos del 0.1 % del total global. Entonces, una política de transición energética, más allá de consistir únicamente en una estrategia de mitigación, busca reducir la alta dependencia del consumo de combustibles fósiles y el gasto en divisas derivado de sus importaciones, así como incrementar la seguridad energética de la nación.

La Agencia Internacional de Energía (AIE) define a la seguridad energética como la disponibilidad ininterrumpida de fuentes energéticas a un precio asequible. Al mismo tiempo, el concepto toma en cuenta la seguridad energética a largo plazo, la cual incluye las inversiones oportunas, alineadas con el desarrollo económico y las necesidades ambientales, con el fin de proveer energía; mientras que la de corto plazo se enfoca en la habilidad que posee un sistema energético para reaccionar rápidamente a los cambios repentinos en la oferta y demanda.

En los últimos años, si bien Cuba ha implementado medidas para incrementar la seguridad energética a largo y corto plazo, esta última aún presenta gran vulnerabilidad a los cambios repentinos en la oferta y la demanda que menciona la AIE.

¿Cuáles son las fuentes de energía que se usan en Cuba?

En la actualidad no está garantizada una producción de paneles fotovoltaicos que permita su comercialización en la red minorista (Foto: Sadiel Mederos).

La matriz energética cubana muestra una marcada dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía. De 2006 a 2019, estos representaron el 69.9 % de la producción primaria de energía en la Isla, con un 52.3 % de crudo y un 17.6 % de gas. El 30.1 % restante provino de productos de caña (27.1 %), leña (2.7 %), e hidroenergía (0.2 %), según especifica Cuba Energía.

A su vez, en 2019 la biomasa representó el 97.6 % de la energía procedente de fuentes renovables. El 2.4 % restante se distribuyó de la siguiente forma:

Fuente. Elaboración propia con datos de Cuba Energía.

Fuente: Elaboración propia con datos de Cuba Energía.

No obstante, esta capacidad de generación queda aún muy por debajo de la requerida para cubrir, al menos, la demanda de electricidad del país. Para 2019, solo un 4 % del consumo total de electricidad per cápita provenía de estas fuentes.

Generación de electricidad per cápita según tipo de energía y consumo total per cápita (en kilowatts por hora) de 2000 a 2019.

Fuente: Elaboración propia con datos de Our World in Data.

Fuente: Elaboración propia con datos de Our World in Data.

¿Qué se ha hecho para aumentar la participación de las energías renovables en la matriz energética cubana?

La edición ordinaria No. 95 de la Gaceta Oficial de la República de Cuba, publicó el 28 de noviembre de 2019 el Decreto-Ley No. 345, titulado “Del desarrollo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía”, que establece las regulaciones para elevar la participación de las fuentes renovables de energía en la generación de electricidad y sustituir progresivamente los combustibles fósiles, entre otros objetivos. (Ilustración: Alejandro Cuervo; Fuente: Gaceta Oficial de la República de Cuba).

Un artículo publicado en 2020 en la revista Cofin Habana explicaba que las inversiones en Cuba requieren un proceso evaluativo flexible, en concordancia con la estrategia mundial de desarrollo sostenible y su Agenda 2030. El texto también argumentaba que “los factores determinantes del proceso inversionista en Cuba se nutren de la interacción entre el comportamiento de la economía cubana en relación con las inversiones y el marco regulatorio vinculado, en cuanto a normativas, regulaciones y leyes”.

En este sentido, Cuba ha creado un marco de apoyo institucional, normativo y de gestión a nivel nacional, territorial y sectorial para incorporar la dimensión climática en la planificación del desarrollo productivo, lo cual implica la reducción de la dependencia de combustibles fósiles y la transición hacia un modelo resiliente y bajo en carbono, sostiene la Tercera Comunicación Nacional.

Para ello, desde la década del 90 se implementaron diversas estrategias, como el Programa de desarrollo de las fuentes nacionales de energía (1994); el Programa de ahorro de electricidad de Cuba (1997); y la Revolución Energética (2005-2006), los cuales contribuyeron a la reducción del crecimiento de la demanda de electricidad en la Isla y al aumento de la eficiencia energética.

De modo similar, en 2014 se aprobó la Política para el desarrollo perspectivo de las fuentes renovables de energía y la eficiencia energética, centrada en lograr un mayor empleo de fuentes renovables, no incrementar la dependencia de las importaciones de fósiles, y proponer soluciones energéticas a largo plazo, enfocadas en lograr la autosuficiencia.

Ese mismo año se implementó también la Ley No. 118 de la Inversión Extranjera, donde se determinaba que la inversión extranjera en la Isla estaría orientada, entre otros objetivos “al cambio de la matriz energética del país mediante el aprovechamiento de fuentes renovables de energía”.

Unos meses después de que Cuba ratificara el Acuerdo de París, en diciembre de 2016, se aprobó el Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, el cual requiere la concepción y ejecución de programas de inversiones progresivas a corto (2020), mediano (2030) y muy largo (2100) plazos.

De igual forma, el Decreto Ley No. 345 define como un objetivo estratégico de la industria nacional la producción de medios y piezas de repuesto para el desarrollo de fuentes renovables de energía. Dentro de las estrategias planteadas destacan: la inclusión en el plan económico de las personas jurídicas estatales de inversiones para la instalación de equipos y medios que empleen fuentes renovables; el otorgamiento de créditos por parte de los bancos a personas naturales para la adquisición de equipos que utilicen este tipo de energías, tales como calentadores solares de agua y sistemas solares fotovoltaicos; y la compra por la Unión Eléctrica de la energía generada a partir de fuentes renovables por productores independientes, es decir, aquellos que no pertenecen a la propia Unión.

Por otra parte, también se ha obtenido financiamiento, a través de proyectos de colaboración internacional, para la transferencia de tecnologías e implementación de acciones en áreas como la bioenergía, la eficiencia energética y el desarrollo de fuentes renovables. Tal financiamiento ha provenido tanto de fondos creados bajo la CMNUCC (Global Environment Facility y Fondo Verde para el Clima), como de la Unión Europea y el programa Euroclima.

¿Qué se ha logrado hasta ahora?

Según la Tercera Comunicación Nacional los mayores avances han ocurrido en el empleo de la energía solar fotovoltaica, con la instalación de 14 488 módulos en zonas de difícil acceso, que permitieron que el país alcanzara el 100 % de electrificación a fines de 2018. No obstante, también se han implementado acciones como la construcción de parques eólicos, centrales hidroeléctricas, el tratamiento de residuales para la obtención de biogás, y otras.

Energía solar

La generación de electricidad a partir de dispositivos fotovoltaicos aumentó de 3 gigawatts por hora (GWh) en 2013 a 147 GWh en 2018, precisa la Tercera Comunicación Nacional. De acuerdo con datos del Ministerio de Energía y Minas (MINEM), actualmente se cuenta con 70 parques generadores de este tipo de energía en el país, los cuales poseen una potencia de 207 megawatts (MW), alcanzan una generación eléctrica de 310 GWh anuales y sustituyen aproximadamente 81 000 toneladas de combustible al año.

Energía eólica

La mayor capacidad de generación de este tipo de energía se ubica en el nororiente del país. Cuba posee 4 parques eólicos (dos en Holguín, uno en Ciego de Ávila y uno en la Isla de la Juventud), con una potencia total de 11.8 MW, y han comenzado a construirse dos en Las Tunas, con el fin de alcanzar una potencia total de 101 MW, especifica el MINEM.

Asimismo, el Grupo Empresarial de la Industria Sidero Mecánica (GESIME) fabrica componentes y agregados para tales parques, como torres, transformadores de potencia, cables, pizarras eléctricas y estructuras metálicas. El Grupo también se encarga de la construcción de pequeños aerogeneradores de hasta 10 KW, que pueden ser empleados en viviendas y en el sector no residencial. De igual forma, dos fábricas, ubicadas en Artemisa y Granma, producen molinos de vientos, empleados en su mayoría en el sector agrícola.

Hidroenergía

Si bien Cuba no cuenta con ríos o embalses que permitan la construcción de grandes obras de infraestructura de este tipo, el país posee 162 centrales hidroeléctricas, con una potencia instalada de 71.9 MW, y que generaron 83 GWh en 2017. De estas, 34 se encuentran conectadas al Sistema Eléctrico Nacional, es decir, forman parte de las redes de transmisión eléctrica del país, y las 128 restantes brindan servicio de forma autónoma a 8 486 viviendas y 416 instituciones económicas y sociales.

La fábrica Aguilar Noriega en Santa Clara se especializa en la fabricación, reparación y ensamble de turbinas hidráulicas, reguladores de velocidad, compuertas mecánicas, conformación de tuberías y otros componentes necesarios para el funcionamiento de las hidroeléctricas.

Biomasa

El MINEM estima un potencial de generación de 1 754 000 toneladas equivalentes de petróleo procedente de la biomasa no cañera, a partir de los 67 aserríos que existen en el país; las tres plantas pilotos para la gasificación de residuos forestales, ubicadas en Santiago de Cuba, Matanzas y la Isla de la Juventud; y la labor que se realiza para la construcción de otras cinco plantas. Con respecto a la biomasa cañera, se encuentran instalados 517 MW que permiten producir aproximadamente 700 GWh anuales de electricidad.

Además, el país posee 827 pequeñas plantas de biogás, las cuales son empleadas, en su mayoría, para la cocción de alimentos. A partir de los desechos sólidos urbanos y los residuales orgánicos industriales, agrícolas y animales, se podría llegar a 221 000 toneladas equivalentes de petróleo anuales.

Energía marina

La Tercera Comunicación Nacional explica que, para 2018, se trabajaba en la evaluación del potencial de las corrientes marinas para la generación de electricidad en Cuba. Así, según el MINEM, las bahías de la costa norte de la Isla presentan un importante potencial en este sentido. También se han localizado seis áreas de grandes profundidades alrededor del territorio nacional. En estos momentos, se cuenta con un estudio de factibilidad sobre el aprovechamiento de los recursos marinos y mareas adyacentes para la generación de energía eléctrica.

¿Cuáles son los principales problemas en el desarrollo e implementación de estrategias de energías renovables en Cuba?

El alumbrado público se ajustará en un 50 por ciento (Foto: Ismario Rodríguez)

El alumbrado público (Foto: Ismario Rodríguez)

A pesar de los avances logrados, aún se requiere completar los conocimientos y estudios de viabilidad para las tecnologías conocidas, así como la asimilación de las nuevas tecnologías necesarias para incrementar el aprovechamiento y desarrollo perspectivo de las fuentes renovables en el país, señala la Tercera Comunicación Nacional.

Por otra parte, el artículo 9 del Acuerdo de París establece que “las Partes que son países desarrollados deberán proporcionar recursos financieros a las Partes que son países en desarrollo para prestarles asistencia tanto en la mitigación como en la adaptación, y seguir cumpliendo así sus obligaciones en virtud de la Convención”. Agrega además que “esa movilización de financiación para el clima debería representar una progresión con respecto a los esfuerzos anteriores”.

Sin embargo, los flujos tanto de financiamiento como de transferencia de tecnología hacia estas naciones para la implementación de estrategias de desarrollo de energías renovables permanecen muy por debajo de sus necesidades y de los compromisos internacionales adquiridos al respecto.

La Tercera Comunicación Nacional precisa que “estas coyunturas de la financiación climática internacional repercuten negativamente en el acceso a los recursos financieros y a tecnologías por el país, lo cual es adicionalmente dificultado por los complejos mecanismos y procedimientos que imponen los fondos climáticos y otras fuentes financieras”.

También existen problemas en el escenario nacional que limitan una mayor efectividad en el incremento del empleo de energías renovables.

Con respecto a la inversión, el artículo publicado en Cofin Habana identificaba como problemas en esta área la ausencia de procedimientos o metodologías concretas para la sostenibilidad económica de la inversión en el sector de la energía renovable; y que el énfasis del proceso evaluativo de la inversión en la factibilidad económico-financiera de estas, impide que se tomen en cuenta los beneficios a largo plazo de las mismas.

A su vez, el Decreto Ley No. 345 señala la necesidad de ubicar las fuentes de generación cercanas a las de consumo, con el fin de minimizar las pérdidas derivadas de la transmisión a través de las redes eléctricas; la adecuación del Sistema Eléctrico Nacional a las nuevas condiciones de operación y la adopción de medidas para evitar su sobrecarga; así como el empleo de tecnologías de acumulación de energía.

Sobre el autor

Olivia Marín Álvarez

Doctorante en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México. Máster en Relaciones Internacionales por la misma Universidad (2018). Graduada de Periodismo por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2012).

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