Miguel Ramón Morales Díaz (La Habana, 1948) es uno de los artistas brut que conforman la colección Art Brut Project Cuba. Una trabajadora de la farmacia de La Timba nos acompañó hasta su casa; nos contó sobre las pinturas de Miguel Ramón en el barrio y sobre todos los sitios que llenó de personajes de la cotidianidad enriquecidos con su imaginación apabullante.
Pero a excepción de un mural descolorido, ya nada de eso existe. Al parecer, la indicación siempre ha sido tapar todo lo “raro” con marmolina o vinil barato. Sin embargo, algunos de los murales de Miguel Ramón permanecen documentados en el archivo de Art Brut Project Cuba. Es, probablemente, el único registro visual que exista de dichas intervenciones en el espacio público.
En su casa Miguel Ramón Morales nos recibe con uno de sus bastones. Además de dibujar construye objetos en los que utiliza un método muy personal de ensamblaje, atando elementos que encuentra abandonados: retazos de tela, madera, metal, muñecos viejos, energías… Al preguntarle sobre los mismos comenta que las personas viven como si estuvieran encima de una pelota: dando tumbos, buscando constantemente un equilibrio. Por eso los bastones.
Los dibujos de Miguel Ramón inundan la habitación; lo mismo pintados en la pared que sobre un tablón que antes fuera la puerta de algún mueble, o sobre un pedazo de tela.
En su juventud Miguel Ramón quiso ser médico. No pudo. Tuvo que trabajar desde joven para ayudar a su familia. Ejerció varios oficios, desde carpintero hasta albañil, pero siempre aprovechaba algún momento libre para pintar sobre muros abandonados, luchando un poco contra el tedio de la construcción.
“Nosotros pintamos desde siempre”, afirma, y en su respuesta implica a otros –ausentes, desconocidos– que lo acompañan en sus impulsos artísticos.
Enamorado de las fotos de Ailen….