Cuando los conquistadores españoles fondearon sus naves en la ensenada de Bariay, el 28 de octubre de 1492, ignoraban que los aborígenes que habitaban la Isla conocían las virtudes del uso de la sal marina en la conservación de aves y pescados. Serían, pues, los indios descendientes de la etnia arahuaco, originarios del delta del río Orinoco, los primeros salineros cubanos.

El archipiélago cubano, situado en el extremo occidental del mar Caribe, tiene el privilegio de un clima tropical con abundantes horas de insolación y una masa de aire seco movida por los vientos alisios, lo que facilita la producción de sal cristalizada a partir del agua de mar.

La explotación de las salinas depende de cientos de hombres y mujeres que enfrentan la agresividad de un medio altamente corrosivo, en un escenario natural que se torna cada año de mayor complejidad a causa de los efectos del calentamiento global y la creciente espiral del cambio climático.

Cuba posee suficientes reservas para avanzar hacia el crecimiento y desarrollo de la industria salinera, pero la modernización de infraestructuras y la reingeniería de los campos salinos es un paso cada vez más necesario.

“Caimanero”, nombre dado a la máquina con su aditamento de corte y empuje. Es un equipo diseñado por los innovadores guantanameros. Campos de la salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas (Foto: Erlán Morell Hernández).

Labores de carga y transporte de la sal en cosecha. Salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas, considerada la tercera en volumen de producción a nivel nacional (Foto: Erlán Morell Hernández).

Área del apilador. Sitio donde se acopia, beneficia y almacena la sal en forma de materia prima, dentro de los campos salinos. Salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas (Foto: Erlán Morell Hernández).

Detalles del apilador de sal. Una línea de proceso industrial fruto de la ingeniería cubana. Salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas (Foto: Erlán Morell Hernández).

Una vez ejecutada la campaña salinera durante varios meses (de abril a septiembre), se observa la acumulación de sal beneficiada. Salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas (Foto: Erlán Morell Hernández).

Área de envase manual en bolsas de 1 Kg, una labor donde la mayor parte de la fuerza de trabajo es femenina. Salina El Real, Playa Santa Lucía, Camagüey (Foto: Erlán Morell Hernández).

Área de envase y sellado térmico de las bolsas de 1 Kg destinadas a la canasta básica de alimentos para la población. Salina El Real, Playa Santa Lucía, Camagüey (Foto: Erlán Morell Hernández).

Supervisión del envase y sellado de las bolsas de sal, que son llevadas a bultos de 25 paquetes. Salina El Real, Playa Santa Lucía, Camagüey, considerada la segunda más productiva del país (Foto: Erlán Morell Hernández).

Almacenaje y preparación de las cargas de sal. Salina El Real, Playa Santa Lucía, Camagüey (Foto: Erlán Morell Hernández).

Carga en los vehículos de transporte. El 70 % del producto de la industria salinera cubana es sal fina. Salina El Real, Playa Santa Lucía, Camagüey (Foto: Erlán Morell Hernández).

Vista general del área industrial de la salina. Salina Los Jarros, Puerto Padre, Las Tunas (Foto: Erlán Morell Hernández).

Sobre el autor

Erlán Morell Hernández

Tecnólogo en producción de sal. Experto en manejo y explotación de salinas costeras. Trabajó como especialista en la República de Mozambique (1982-1983) y en la República de Angola (2013-2015). Autor de los libros 'Sal marina y Salinas costeras en el Archipiélago cubano (siglos XVI-XXI)' , 2019 y 'Salinas de San Felipe de Benguela', 2019 (inédito).

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