De 2000 a 2015, al menos un 35 % de las tierras cubanas había presentado algún nivel de degradación, según datos del Programa Nacional de Establecimiento de Metas para la Neutralidad en la Degradación de las Tierras.

Cuba ratificó la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés) el 13 de marzo de 1997 y, en el 2000, publicaba su primer Programa de Acción Nacional de lucha contra la desertificación y la sequía.

Periodismo de Barrio responde algunas preguntas esenciales para comprender los procesos de desertificación y degradación que ocurren en el país, así como las acciones adoptadas para contrarrestarlos.

¿Qué es la desertificación?

La UNCCD la define como la “degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”.

Su enfrentamiento comprende a las actividades de aprovechamiento integrado de la tierra para el desarrollo sostenible, la rehabilitación de suelos parcialmente degradados y la recuperación de los desertificados.

A su vez, los suelos degradados son aquellos que han perdido o en los que se ha reducido la productividad biológica o económica como consecuencia de los sistemas de uso de la tierra o un proceso o combinación de procesos, incluidos los resultantes de actividades humanas y pautas de población. Dentro de estos se encuentran la erosión causada por el viento o el agua; el deterioro de las propiedades físicas, químicas, biológicas o económicas de los suelos y la pérdida duradera de vegetación natural.

¿Cuáles son las consecuencias de la degradación de las tierras?

Según un informe publicado por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), 1.3 miles de millones de personas viven en tierras agrícolas degradadas, y la degradación afecta el bienestar de, al menos, 3.2 miles de millones de personas a nivel global.

Las tierras degradadas ocasionan una reducción en la producción de alimentos, almacenamiento de agua, biodiversidad y secuestro de carbono. Ello reduce la capacidad adaptativa de las sociedades y los ecosistemas para enfrentar los impactos del cambio climático, además de incrementar la inseguridad alimenticia e, incluso, los precios de los alimentos, al aumentar la incertidumbre por la reducción de la producción.

El costo de la pérdida de servicios ecosistémicos debido a la degradación de las tierras se estima entre 6.3 y 10.6 miles de miles de millones de dólares estadounidenses al año, aproximadamente, de 10 a 17 % del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, señala el reporte.

¿Por qué es importante la UNCCD?

La UNCCD surgió en 1992, durante las sesiones de la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro, y fue establecida formalmente en 1994. Su objetivo consiste en “luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía en los países afectados por sequía grave o desertificación”, mediante la adopción de medidas eficaces, apoyadas por acuerdos de cooperación y asociación internacionales, establece su documento fundacional.

Para lograrlo se señala el imperativo de aplicar estrategias integradas a largo plazo que se centren, simultáneamente, en el aumento de la productividad de las tierras, la rehabilitación, la conservación y el aprovechamiento sostenible de los recursos terrestres e hídricos.

La Convención constituye el único acuerdo internacional legalmente vinculante que relaciona el medio ambiente y el desarrollo con la gestión sostenible de la tierra. Su rango de acción cubre las zonas áridas, semiáridas, secas y subhúmedas, donde se encuentran algunos de los ecosistemas y poblaciones más vulnerables.

¿Qué es la neutralidad en la degradación de la tierra?

De acuerdo con la UNCCD, la neutralidad en la degradación de la tierra es un estado donde la cantidad y calidad de los recursos terrestres –necesarios para soportar las funciones y los servicios de los ecosistemas e incrementar la seguridad alimenticia– permanece estable o aumenta dentro de ecosistemas y escalas temporales y espaciales específicas.

El Grupo Intergubernamental de Trabajo de la UNCCD señala que existen dos maneras de lograrla: la primera consiste en prevenir, evitar o minimizar la degradación de la tierra, a través de la planificación de usos de suelo nacional y local que tomen en cuenta el potencial y la resiliencia de los recursos terrestres; así como la adopción de prácticas de gestión sostenible de tierras.

La segunda se enfoca en rehabilitar o restaurar las tierras degradadas, mediante la reducción de los factores e impactos que impulsan los procesos de degradación actuales y la implementación de proyectos y otras medidas de rehabilitación y recuperación.

El objetivo de lograr la neutralidad en la degradación de la tierra se planteó por primera vez en 2015, durante la XII Conferencia de las Partes de la Convención. Para cumplirlo se creó el Proyecto para la Fijación de Metas de Neutralidad en la Degradación de la Tierra, el cual busca impulsar el establecimiento de compromisos nacionales voluntarios como un medio para la sostenibilidad, el incremento de la seguridad alimenticia, la reducción en la pérdida de la biodiversidad y la contribución a la mitigación y adaptación al cambio climático.

Hasta el 11 de diciembre de 2021, 128 países se habían comprometido a establecer objetivos nacionales para la neutralidad en la degradación de la tierra, y más de 80 ya habían fijado sus metas.

¿Cuáles son los principales problemas que enfrenta Cuba como consecuencia de la degradación de la tierra?

Las causas principales de la degradación de la tierra en el país se encuentran asociadas a los cambios de uso de suelo; las prácticas agrícolas inadecuadas, como el empleo intensivo de maquinaria agrícola y de riego; el incremento de asentamientos humanos e infraestructura; y los efectos del cambio climático, señala el Programa Nacional de Establecimiento de Metas para la Neutralidad en la Degradación de las Tierras.

Debido a ello, los principales procesos de degradación presentes en la Isla han sido la pérdida de la protección de la cubierta vegetal sobre la superficie de la tierra contra la incidencia directa del clima; la disminución de los aportes de materiales orgánicos, los cuales contribuyen a la formación de capas que funcionan como fuentes de reservas de carbono orgánico en el suelo; la degradación de las propiedades de los suelos en los primeros 30 centímetros de profundidad; y la reducción en la cantidad y calidad de las fuentes superficiales y subterráneas de agua.

¿Qué metas nacionales planteó Cuba ante la UNCCD y cuáles son las acciones previstas para cumplirlas?

El 3 de julio de 2020, Cuba presentó sus metas nacionales para 2030 ante la UNCCD. Estas consisten en un conjunto de compromisos enfocados en el incremento en un 65 % de la superficie agrícola, a una tasa de 3 a 5 % anual; el aumento en 10 % del rendimiento productivo en áreas beneficiadas por el Programa Nacional de Conservación y Mejoramiento de Suelos para contribuir a la seguridad alimentaria; la extensión de zonas con manejo sostenible en 150 mil hectáreas; y lograr un índice de boscosidad de 32 %.

De igual forma, restaurar 465 000 hectáreas de bosques; implementar nuevos instrumentos económicos y financieros que contribuyan a alcanzar la neutralidad de la tierra, o mejorar el empleo de los existentes; e incorporar la transversalización de la educación ambiental en los proyectos gubernamentales y no gubernamentales.

Para su cumplimiento, las estrategias trazadas se centran en implementar políticas de conservación, mejoramiento, acondicionamiento y manejo sostenible de suelos y fertilizantes; establecer acciones de control y rehabilitación para reducir la contaminación de los suelos y aguas; y establecer alianzas con proyectos nacionales e internacionales, con el fin de potenciar las acciones de conservación de los recursos naturales implicados en la producción agropecuaria.

También, se identifica la necesidad de introducir medios de mecanización agrícola y manejo de riego que favorezcan el cuidado y conservación del suelo, el medio ambiente, el agua y el empleo de fuentes renovables de energía; mejorar el procedimiento para la evaluación de los indicadores de impactos económicos, sociales, tecnológicos y ambientales, con énfasis en el carbono orgánico del suelo; y potenciar el uso de los créditos, seguros e impuestos como incentivos económicos a los productores.

Al mismo tiempo, se planifica introducir modificaciones arancelarias a productos y/o tecnologías nocivas y peligrosas para desestimular sus importaciones; fortalecer el papel de los fondos ambientales que tributen al manejo sostenible de tierras; incorporar en los planes de estudio de todos los tipos y niveles de enseñanza, la educación ambiental para el desarrollo sostenible; e incrementar hasta un 85 % los procesos de capacitación dirigidos a lograr la neutralidad en la degradación de las tierras en organismos, instituciones y entidades nacionales.

Por otra parte, se plantea regenerar de forma natural áreas deforestadas; controlar el 70 % o más de los incendios forestales antes de que alcancen las 5 hectáreas (ha); disminuir en 15 % los incendios forestales por cada 1000 ha de superficie; mejorar 210 000 ha de bosques degradados mediante su reconstrucción o enriquecimiento; y aprovechar la entrega de tierras ociosas para la creación de nuevos bosques; además de implementar sistemas silvopastoriles y agroforestales en 35 000 ha.

Sobre el autor

Olivia Marín Álvarez

Doctorante en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México. Máster en Relaciones Internacionales por la misma Universidad (2018). Graduada de Periodismo por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2012).

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