11 de julio de 2021. La Habana. Cuba.

Una de la tarde.

El teléfono suena. Es mi madre.

–¿Dónde estás?

–En la casa. Tranquilo.

–No vayas a salir. Quédate ahí. Voy a llamar a tu hermano ahora. No sé dónde está.

La llamada se cae. Vuelve a sonar. Es mi abuela.

–¿Dónde estás?

–En la casa. Tranquilo.

–No vayas a salir.

–¿Alguien me puede explicar qué pasa?

La llamada se cae.

Logro conectarme a internet. San Antonio de los Baños está en la calle. Una marea de gente grita LIBERTAD frente a la sede local del Partido Comunista. También en Cárdenas, Ciego de Ávila, Camagüey, Santiago de Cuba.

Las directas inundan Facebook. Miles de personas en más de sesenta puntos del país corean: “Estamos cansados”, “Patria y Vida”, “Abajo la dictadura”.

Sigo las etiquetas #SOSCuba y #SOSMatanzas, que son tendencia en Twitter desde hace varios días. Veo que Díaz-Canel va rumbo a San Antonio en un carro negro rodeado de policías y “boinas negras”.

***

Dos de la tarde.

Reviso las redes. No sé buscando qué. Leo todo cuanto puedo a ver si entiendo lo que sucede.

Cuba llevaba varios días al borde del colapso. Médico, político y económico.

Si miramos atrás no hay que ser experto para notar que se les ha ido de las manos el control de la COVID-19. Son incongruentes las medidas tomadas por el Gobierno con las estadísticas de contagio.

Este 11 de julio la Isla reporta 6 923 casos positivos y 47 fallecidos, para un acumulado de 244 914 y 1 579 respectivamente desde comienzos de la pandemia. Esto contrasta con un toque de queda de nueve de la noche a cinco de la mañana en la capital, en otras provincias más extenso; interminables colas para acceder a alimentos y productos de primera necesidad y largos períodos de cuarentena en instalaciones hoteleras a los llegados del extranjero.

Por otra parte, la tensión política es palpable. El aumento de la persecución de periodistas, artistas, activistas y miembros de la sociedad civil en el último año es alarmante.

Hace poco más de siete meses las autoridades irrumpieron en la sede del Movimiento San Isidro (MSI), en La Habana Vieja, donde varios miembros se habían declarado en huelga de hambre, sed o ambas en protesta contra la detención y el proceso judicial del rapero Denis Solís.

Jóvenes artistas y activistas se reunieron a las puertas del Ministerio de Cultura a pedir diálogo. En menos de cinco días, las autoridades apoyadas por los medios de comunicación oficiales encontraron pretextos para difamar, deslegitimar y acusar de tener intereses “dudosos” a los participantes del movimiento que luego se conocería como 27N.

Según el portal Observa Cuba, solamente en junio se registraron 713 acciones represivas, de las cuales 114 fueron detenciones arbitrarias y 599 abusos como hostigamiento, sitios de viviendas, multas y amenazas.

Otro factor que ha golpeado al pueblo cubano es la dolarización de la economía. La Tarea Ordenamiento, impuesta unilateralmente el pasado enero, ha acrecentado el acceso desigual a recursos de primera necesidad.

A esta situación habría que sumar los daños permanentes del bloqueo impuesto por Estados Unidos, agravados por las medidas que implementó la administración Trump. Dentro de ellas, las sanciones a empresas relacionadas con el consorcio GAESA, que condujeron al cierre de los servicios de Western Union y a un recorte de las remesas.

La situación sanitaria también es crítica. Ante la escasez de implementos médicos, la falta de disponibilidad de camas para los ingresos y las largas jornadas a las que es expuesto el personal de salud, internautas cubanos comenzaron hace unas semanas las campañas #SOSCuba y #SOSMatanzas, provincia occidental más afectada por la pandemia hoy.

Varias celebridades tanto cubanas como extranjeras se hicieron eco de estas etiquetas. Residente, Mia Kalifha, Alejandro Sanz, Olga Tañón, Yotuel, Daddy Yanky, Karol G, Paco León y muchos otros.

Los discursos triunfalistas de las vacunas Abdala y Soberana opacan en los medios oficiales la verdad que vive el país. La gente está asfixiada. Ha sido un desenlace inevitable. Cuba lleva mucho tiempo al borde del colapso.

***

Tres de la tarde.

La Habana está caliente. Hay gente reunida en el parque Maceo. Están hablando de subir hasta el Capitolio.

Mi barrio es tranquilo. Siempre he pensado que esta zona vive una realidad paralela a la que veo por ahí. Aquí no se va la corriente. Los agros no tienen mucho, pero tienen. Hay varias tiendas en MLC bastante surtidas. Aquí la gente tiene MLC.

Frente a mi casa los abuelos burgueses sacan a pasear a sus perros. Varias patrullas bajan y suben la calle Paseo. Cortaron el tránsito por Línea. El internet está intermitente.

Suena el teléfono. Es Reynier, un amigo que hace varios meses se encuentra fuera de Cuba.

–¿Qué está pasando? –me dice.

–Asere, la gente no puede más.

–¿Tú tienes internet?

–Viene y va.

–Te voy a llamar a cada rato para irte contando lo que veo. Hay gente detenida. Hay gente golpeada. Viraron una patrulla en Cárdenas. Cuídate.

¿De qué me tengo que cuidar precisamente? ¿De la turba de gente que grita? ¿De los policías que reprimen? ¿De mi cobardía que no me deja salir? ¿Del miedo a que llamen a mi madre y le digan que estoy detenido, o peor?

Mis amigos están en la calle. Mi colegas también. Mi hermano sigue sin aparecer.

Él tiene 21 años. Estudia en la universidad. Su único sueño es irse del país. Todo eso es una combinación peligrosa en Cuba ahora mismo.

***

Son las cuatro de la tarde. La Habana está que arde. La gente está ya frente al Capitolio. En Güines saquearon una tienda. Medios gubernamentales anuncian que Díaz-Canel volverá a hablar en la televisión. El internet caído.

Dice el presidente que la gente que grita está confundida. “Revolucionarios manipulados. Mercenarios bien pagados por la mafia anticubana”.

Los “no confundidos” salieron a la calle con bates de pelota, palos y tubos metálicos. Hacen caso a su presidente. Los “confundidos” tienen banderas cubanas y carteles que dicen: “No más tiendas en MLC. Tenemos hambre”. También gritan LIBERTAD.

Los “buenos revolucionarios” enfrentan a los “mercenarios”. La sangre empieza a correr.

Suena el teléfono. Es Reynier.

–La caliente es en el Capitolio –me dice.

–De madre que me tengas que contar tú desde allá lo que pasa aquí.

–Hay fotos y videos de agresiones. La cosa está fea.

–Todo estaba en calma. Fueron ellos –el Gobierno– los que incitaron a la violencia.

–Claro. Pero qué se piensan ellos que es una protesta, ¿una marcha pioneril?, ¿un primero de mayo?

–La gente tiene hambre, asere, con eso no se entiende.

–Dicen que hay un VPN. Trata de conectarte.

Suena el teléfono. Es mi compañera de apartamento que había ido a ver el fútbol a casa de un amigo. Juega Inglaterra contra Italia. Es la final de la Eurocopa.

–Díaz-Canel está hablando en el televisor –nosotros no tenemos televisor en la casa.

–Pero si estaba en San Antonio…

–Él se teletransporta.

–¿Qué dijo?

–“La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”.

–Ese tipo está loco, está convocando a una guerra civil.

La llamada se cae.

***

Cinco de la tarde.

La impotencia de estar dentro de la casa me tiene caminado de la sala al balcón. Del balcón al baño. Del baño al cuarto. Del cuarto a la sala. Solo espero que suene el teléfono y alguien me diga qué sucede afuera.

La puerta de la calle se abre. Es mi compañera de apartamento. Luego aparecen dos amigos que no pudieron llegar a las protestas y me piden asilo.

Ahora somos cuatro personas sentadas en el sofá.  Solo una tiene acceso a internet. Vemos los videos de la policía agrediendo a los manifestantes una y otra vez. Odio ese tipo de masoquismo.

Me levanto. Hago café para ellos y disimulo la angustiante idea de no saber nada de mi hermano.

***

Seis de la tarde.

Mis amigos se van. Deben llegar a su casa antes del toque de queda. El transporte en la capital está parado.

El teléfono suena. Es Amílcar, un amigo que vive en Centro Habana.

–Papa, ¿tú estás en tu casa?

–Sí.

–Voy a pasar por ahí. Deja que te cuente.

Minutos después llega cubierto en sudor. Los ojos inyectados de sangre. Jadeando.

–Eso por allá está en candela. Hay un mar de gente. ¿Por aquí no ha pasado nada? –me dice.

–Nada.

–Eso me contaron. En Playa tampoco ha pasado nada. Se ve que en esos barrios la gente está bien. Bueno, mejor que los demás. En este país nadie está bien.

–¿Tú tienes internet? –le pregunto.

–Dicen que por el Nauta con un VPN. ¿Tú crees que después de esto se pueda demandar a ETECSA? ¿Te imaginas? El país entero.

–Sí claro –le digo en tono irónico–, es más probable que levanten el bloqueo a que esta gente se dejen demandar. Estás viendo muchas series.

***

Siete de la tarde.

Suena el teléfono. Es Reynier.

–Maykel González Vivero, el director de Tremenda Nota, está detenido. Luz Escobar, Julio Llópiz-Casal, Manuel De la Cruz y Tania Bruguera en arresto domiciliario. Gretel Medina, Yunior García, Raúl Prado y Reinier Díaz fueron violentados en una protesta frente al ICRT y no se sabe dónde están. Dicen en el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas que hay 187 personas desaparecidas. Están dando bastonazos y echando gas pimienta. Los videos están fuertes.

Hace varios días tengo una dermatitis que recorre todo mi cuerpo. El doctor me dijo: “Lo ideal sería ketoconazol, miconazol o tolnaftato. No hay nada de eso. Prueba bañarte con manzanilla u hojas de guayaba”. El estrés no ayuda.

Suena el teléfono. Es mi madre.

–Ya tu hermano apareció.

–¿Dónde estaba?

Se cae la llamada. Ha sido un día intenso. Todo parece indicar que la noche será peor.

Sobre el autor

Ernesto J. Gómez Figueredo

Graduado de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana (2015). Especialista en política internacional y conflictos de África Norte y Medio Oriente del Periódico Granma (2015-2018). Cursó el Taller de técnicas narrativas de Periodiamo Literario, Casa de las Américas, Profesores: Paco Ignacio Tabio II y Federico Mastrogiovanni (2018). Asistente de investigación y curaduría del Estudio Figueroa-Vives (2019). Especialista en curaduría y Relaciones Públicas de Colón Cultural. Colaborador en diversos medios de prensa.

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