En Holguín, el periódico Ahora informa que las autoridades adoptaron diversas medidas para disminuir los riesgos del impacto del huracán Matthew, que tocó tierra cubana a las seis de la tarde en las inmediaciones de Punta Caleta, en la costa sur de Guantánamo, y salió por Bahía de Mata, al este de Baracoa, municipio de la costa norte de la misma provincia.

Hay 127 mil personas evacuadas –17 mil en albergues habilitados por el Estado–, más de 800 toneladas de tabaco y 61 mil cabezas de ganado vacuno bajo resguardo, y 1.900 turistas internacionales y nacionales en instalaciones seguras. Además, hay 53 micropresas con problemas técnicos por causa del deterioro. La población, por su parte, se siente lista para afrontar lo que la naturaleza traiga.

Holguín, capital provincial

La vivienda de Nilda Pantoja, en la falda de la Loma de los Guillenes, del reparto Alcides Pino, de la capital provincial, se ha convertido en un refugio para sus vecinos. Es una de las pocas de mampostería en los alrededores, que por estar ubicada en un sitio alto, se salva de inundaciones ante la crecida de un arroyo cercano.

“Para mí y para mi hijo es un placer darles abrigo a nuestros vecinos. ¿Qué más puedo hacer que brindarles techo?”, explica Nilda.

Desde que supieron que el huracán pasaría cerca del territorio, empezaron a aprovisionarse y a crear las condiciones para poder resistir. Aseguraron las ventanas, podaron la mata de almendra que amenazaba el tendido eléctrico, compraron alimentos, velas y querosene, cargaron las lámparas y almacenaron agua. “Ahora vamos a compartir como una familia”, asegura la holguinera.

No es la primera vez que Nilda Pantoja convierte su casa en refugio comunitario. Cada vez que se anuncian tormentas fuertes, sus vecinos comienzan a tocarle la puerta. “Ya esto es una costumbre, ni siquiera tengo que decirles nada”.

Sagua de Tánamo

Sagua de Tánamo

Sagua de Tánamo (Foto: Mapio)

Uno de los municipios más vulnerables de Holguín es Sagua de Tánamo. El río Sagua es bendición, pero también peligro. Las inundaciones forman parte de la historia de sus 48 mil habitantes. Saben bien cómo lidiar con la furia de las aguas. Pero precisamente por eso, saben también que, cuando se trata de la naturaleza, hay un margen inmenso para lo impredecible.

Juana Emilia Matos, aunque en sus 78 años ha visto suficientes desastres, afirma que está nerviosa. “Los sagüeros tenemos gran experiencia enfrentando las crecidas del río, por eso creo que estamos un poco mejor preparados para cuando vienen ciclones, pero es impresionante ver inundadas las calles de la cabecera”.

No será distinto ahora con Matthew. Será, incluso, peor. El Sagua nace en las montañas, solo necesita una tormenta que le anime para desbordarse y llegar hasta la gente. Con el huracán será como si le animaran varias tormentas al mismo tiempo. Los pronósticos hablan de precipitaciones de hasta 300 milímetros.

La experiencia de los sagüeros también indica que las medidas de precaución nunca serán suficientes. Esta tarde todavía pasaban carros con altoparlantes dando orientaciones a la población. Nadie sabe, con certeza, la magnitud del peligro que acecha.

Juana Emilia, mientras tanto, se dice contenta por estar acompañada. En su vivienda se encuentran su nieta y una sobrina, pero está dispuesta a recibir a quien lo necesite. “Hay veces que me siento tan sola y ahora la casa está llena de gente”.

Gibara

En Gibara, al noroeste de la provincia, todavía Matthew no se hacía sentir en la tarde del 4 de octubre. El mar continuaba tranquilo, con poco oleaje, y la lluvia era leve. El pueblo, sin embargo, permanecía guardado en sus casas o refugios. Las calles se encontraban desoladas.

Zulima Cuesta salía a cada rato, porque todavía podía, para dar una vuelta a su casa y ayudar a algunos vecinos a resguardar sus bienes. “Entre ayer y hoy las personas parecían hormiguitas, cargando cosas de aquí para allá”, me cuenta al mediodía del 4 de octubre. Pero tan pronto cayó la tarde, Zulima se retiró al reparto Sandino, donde se encuentra evacuada con su madre, su hija y su nieto.

Desde hace varios días, la gente de Gibara comenzó a organizarse para enfrentar el huracán. Quienes residen cerca de la costa y tienen techo de fibrocemento colocaron sacos de arena encima de las tejas, recogieron sus cosas y se marcharon a otra parte. Zulima fue una de las que tuvo que marcharse a otra parte. Explica que, por precaución, quienes viven en zonas costeras se trasladaron a refugios.

Gibara, municipio habitado por unas 72 mil personas, cuenta con tres centros de evacuación: dos escuelas y la cueva Los Panaderos, que acogen a más de cuatro mil habitantes. En cada uno, el Estado garantiza asistencia médica y alimentación.

No obstante, nadie olvida los daños que causaron Gustave y Ike en 2008, los esfuerzos por reconstruir el pueblo entre tantas ruinas. A pesar de todas las precauciones, no desaparece el temor a perder.

Moa

Moa

Moa (Foto: Juan Cruz Rodríguez)

Este martes el municipio minero de Moa amaneció normal. Salió el sol como en un día cualquiera y al iniciar la tarde apareció la lluvia. Nada inusual en esta región.

Dice Alfredo Urrutia, original de Pinar del Río, provincia reconocida por su olímpico historial de huracanes, que aquí el pueblo está un poco asustado, pero que se siente preparado porque no ha dejado de informarse por radio y televisión.

“Por experiencia te puedo decir que uno siempre trata de garantizar lo necesario para que la familia esté bien y segura y poder luego ir tranquilo para el trabajo, a cumplir con la responsabilidad que se tiene”. Eso hizo esta misma mañana su hijo, un ingeniero de la empresa minera Che Guevara. Pasó por casa del padre, porque ahí estaban ya su esposa y su niña, les dejó velas y alimentos, fue a trabajar.

“Ya estamos todos a la espera, pero confiamos en que no pase tan fuerte por aquí. Nosotros los pinareños somos famosos por tres cosas fundamentales: el buen tabaco, los cuentos que hacen de nosotros que no son ciertos y los ciclones. Qué te puedo decir yo con casi 65 años en las costillas, si habré visto ciclones y habré pasado sustos”.

Los pronósticos, lamentablemente, indican que sí pasará muy fuerte. A Alfredo y a su familia les queda bastante por ver.

*En este reportaje colaboró José Pantoja.

Sobre el autor

Mónica Baró

Reportera. Graduada de Periodismo en 2012. Periodista de la revista 'Bohemia' (2012-2014). Egresada del Taller de Técnicas Narrativas del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2010). Participante del Taller Formación de Formadores (2011) y del Taller Latinoamericano de Comunicación Popular (2013) en el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. (Cuba). Coordinadora y ponente en el Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios (desde 2011). Coordinadora del Proyecto educomunicativo Escaramujo, en Matanzas (2012). Participante de la Corte de Mujeres de los Consejos Populares de Centro Habana (2013). Participante en el Seminario de Construcción Colectiva. Descolonización de saberes: subjetividad y luchas emancipatorias en América Latina y el Caribe, del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), Costa Rica (2014).

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