Roxana dice que ella nunca pensó que a su esposo le pudiera pasar. Ambos sentían incertidumbre por las noticias de arrestos de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, incluso miedo, pero pensaban que quizás esas personas que veían en las noticias habían tenido algún problema delictivo. Randy no, nunca. Randy no ha tenido ni una multa de tráfico y declaró sus taxes dos veces.

Randy llegó a Estados Unidos el 14 de febrero de 2022, tras cruzar la frontera por México, y desde entonces no hizo otra cosa que trabajar. En Cuba era barbero y decidió que en Estados Unidos seguiría su carrera. Pasó un curso de Full Barber, obtuvo una certificación —porque todo inmigrante sabe que siempre viene bien un papel de aquí para salir adelante—, rentó un sillón en una barbería de Hialeah y se puso a vivir de su pasión.

Durante más de tres años, Randy trabajó los siete días de la semana, entre 10 y 11 horas al día, y descansó dos domingo al mes. Es un hombre de 30 años que sueña con poder abrir su propia barbería y tener hijos con Roxana. No quiere perder el tiempo. Vinieron a Estados Unidos para eso, en busca de libertad y oportunidades, con la determinación de construir una vida mejor que la que dejaron atrás, en San Luis, Pinar del Río.

Él vino primero, y Roxana nueve meses después, en noviembre de 2022. A él lo soltaron con I-220A y a ella con parole humanitario. Roxana tuvo suerte. Pudo acogerse a la Ley de Ajuste Cubano y ya hoy es residente. Randy no. Presentó su solicitud de Green Card y no ha recibido respuesta. Forma parte del grupo de cerca de 400 mil cubanos que recibieron un documento I-220A en la frontera, tras entrar a Estados Unidos de manera irregular, y viven a la espera de un acto de benevolencia o justicia que arregle su estatus migratorio.

No imaginaron que algo pudiera salir mal en la segunda aparición en corte de Randy, el pasado 3 de junio. La cita era a las 8:30 de la mañana, en la corte de inmigración de Brickell, en el centro de Miami, y llegaron un poco antes. La abogada de Randy recomendó esperar afuera, dentro del carro, por como andan las cosas en estos días, hasta que faltaran apenas cinco minutos para pasar.

Randy y Roxana 2

Randy y Roxana llegaron a Estados Unidos con el sueño de construir una vida juntos. Foto: Cortesía de la entrevistada.

A pesar de que la comunidad cubana inmigrante ha recibido un tratamiento excepcional en Estados Unidos desde la década de los sesenta, que la ha colocado en una posición de privilegio con respecto a otras, tras la entrada de Donald Trump en la Casa Blanca, en enero del presente año, la historia ha cambiado. Ya nadie que no sea ciudadano americano puede sentirse completamente a salvo de una deportación.

Supuestamente, la cruzada de Trump iba dirigida contra criminales. Eso fue lo que prometió durante su campaña por la presidencia: que tan pronto asumiera el cargo, lanzaría “el mayor programa de deportación de criminales” en la historia del país, y mucha gente creyó que así sería.

La primera ley que aprobó el Congreso en su segundo mandato fue la Laken Riley, que permite a las autoridades migratorias detener de inmediato y sin derecho a fianza a inmigrantes indocumentados que han sido condenados o acusados de distintos delitos. Se nombró así en memoria de la estudiante de enfermería de 22 años asesinada por José Antonio Ibarra, un venezolano indocumentado, mientras trotaba por el campus de la Universidad de Georgia, en una mañana de febrero de 2024. Sus defensores aseguran que, con ella, la seguridad en las calles aumentará y se evitarán otras muertes tan terribles como la de Riley.

Sus detractores opinan distinto. Consideran que es más bien un instrumento represivo para perseguir a inmigrantes. En primer lugar, porque la ley apunta no solo contra personas como Ibarra sino incluso contra quienes cometen shoplifting (robo en una tienda) o son acusados de cometerlo. En segundo lugar, porque entra en conflicto con la quinta enmienda de la Constitución al violar el derecho al debido proceso que tienen todas las personas en territorio estadounidense —no solo ciudadanos.

Con la Laken Riley, por ejemplo, un inmigrante indocumentado que ha sido acusado de robar un pintalabios de cinco dólares en Burlington puede ser detenido y deportado antes de acceder a la justicia, es decir, antes de que un tribunal determine su inocencia o culpabilidad.

En los primeros 100 días de la administración de Trump, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE), según datos oficiales, arrestó a casi 66,500 inmigrantes indocumentados y expulsó a más de 65,600. Un reporte de la institución dijo que tres de cada cuatro personas arrestadas eran delincuentes. Sin embargo, el pasado 16 de junio CNN publicó una nota que puso en entredicho esta afirmación.

Documentos internos revisados por CNN revelaron que más del 75 por ciento de los inmigrantes detenidos por ICE desde el inicio del año fiscal en curso —en octubre de 2024— hasta finales de mayo de 2025, no tenían ninguna condena penal aparte de una infracción migratoria o de tráfico. La cifra de condenados por delitos graves, como asesinato, agresión, robo o violación, no llegaba ni al 10 por ciento.

Contrario a lo que repiten los discursos ultranacionalistas, no existe evidencia contundente que vincule criminalidad con inmigración. La evidencia, de hecho, afirma lo contrario. Un reporte del Buró Nacional de Investigación Económica revela que, durante 150 años, entre 1870 y 2020, los inmigrantes han registrado tasas de encarcelamiento más bajas que los nacidos en Estados Unidos. En la actualidad, tienen un 60 por ciento menos de probabilidades de ir a prisión.

Randy y Roxana con su familia

La vida cotidiana de Randy estaba llena de trabajo, celebraciones y familia. Foto: Cortesía de la entrevistada.

Supuestamente, Randy no tenía entonces por qué temer un arresto. A las 8:25 de la mañana entró a su segunda cita en la corte con la expectativa de que todo saldría bien. Muy pocos son los casos conocidos de cubanos con I-220A que han obtenido su residencia, pero a muchos les han prorrogado su fecha de corte para 2029, con lo cual ganan tiempo. Quizás con él hacían algo similar.

Roxana no pudo permanecer dentro. La mandaron a salir, al igual que a otros acompañantes, y a esperar afuera. Frente a ella había una puerta de otra corte distinta a la que había entrado su esposo y por ahí miraba salir a la gente. Gente de distintos países, no solo de Cuba. En un momento, presenció el arresto de un inmigrante y se asustó. Dice que lo arrestaron tres hombres y dos mujeres: “Lo tiraron para la pared, lo esposaron y se lo llevaron”.

Sobre la una de tarde, la abogada volvió sola y le dijo que a Randy se lo estaban llevando. “Yo me quedé así: ‘¿Cómo? ¿Cómo que se lo están llevando?’ Y cuando yo me mandé para allá, ya lo estaban esposando y a otro lo tenían contra la pared”. Esa fue la última vez que vio a su esposo.

A Randy lo llevaron ese día para el Centro de Transición de Broward, en Pompano Beach, Florida, y en menos de una semana lo trasladaron para el Centro Correccional del Condado de Adams, en Natchez, Mississippi. Roxana no tuvo tiempo de verlo de nuevo. En la primera visita a la que asistió en el centro de Pompano Beach le dijeron que su esposo estaba en una cita con un oficial y no podrían encontrarse. En la madrugada, cuando lo buscó en el Sistema de Localización de Detenidos en Línea del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, descubrió que Randy se encontraba a más de 900 millas de distancia.

“Es bien traumático todo lo que estamos viviendo. Bien traumático. Se han separado muchas familias, familias con niños, gente que vino aquí a trabajar, buscando libertad, buscando la tranquilidad de poder expresarse. Y yo estoy agradecida de haber podido llegar a este país lleno de oportunidades, pero es fuerte lo que estamos viviendo ahora mismo”, dijo.

Randy, barbero cubano detenido por el ICE

Nada hacía prever que una simple cita en corte terminaría con su arresto. Foto: Cortesía de la entrevistada.

Roxana se encuentra ahora sola enfrentando todos los gastos de la casa. Sigue trabajando como asistente de mánager en un carwash y se mantiene fuerte por Randy. Eso le aconsejan sus amigos y sus compañeros de trabajo, que se mantenga fuerte. A cada rato, en el carwash, tiene que ir al baño a llorar, y luego volver a su rutina. Su jefe la entiende, le permite tomar descansos, pero Roxana no puede dejar de trabajar.

En medio de todo, le ha conmovido el apoyo de la comunidad cubana. Roxana organizó un GoFundMe para cubrir gastos legales —porque la abogada con la que fueron a la corte no quiso continuar con el caso y tuvo que contratar a otra persona— y en pocos días recaudó más de siete mil dólares. Su abogado actual pertenece al equipo de Wilfredo Allen. Roxana dice que confía en que sacará a Randy de la cárcel.

Mientras, continúan las noticias de arrestos de cubanos con I-220A tras asistir a sus citas en la corte. En los últimos días trascendieron los casos de Yordani López y Didie Espinoza, en las ciudades de Orlando y Miami, respectivamente. En ambos casos, sus esposas, al igual que Roxana, aseguraron que los cubanos no habían tenido problemas delictivos.

Laura Jiménez, abogada de Espinoza, en entrevista con un medio local, declaró que la detención de su cliente no es un caso aislado: “No me ha sucedido solo a mí. Ese mismo día, otros abogados vivieron situaciones similares. Es un patrón. Aquellos que tienen una audiencia próxima están en gran peligro de que esto les suceda”.

Randy y Roxana en el cine

Randy y Roxana, como otras miles de familias cubanas migrantes en Estados Unidos, solo quieren vivir en paz. Foto: Cortesía de la entrevistada.

En Pinar del Río, los padres de Randy, Dalia Padrón y Tony Mesa, no encuentran fuerzas para expresar lo que sienten. En un mensaje por escrito que hicieron llegar para este trabajo, comentaron que tienen un nudo en la garganta que no les deja hablar.

“Desde Cuba, estamos viviendo esto con un dolor muy grande. Nuestro hijo es un muchacho noble, educado, lleno de valores. No se merece estar en esa situación, esposado, tratado como un criminal, cuando lo único que ha hecho es buscar un futuro mejor y luchar por sus sueños”, contaron.

Gracias a Roxana escuchan su voz desde prisión. Cuando ella habla con Randy por teléfono pone el altavoz y usa un segundo teléfono para comunicarse con Dalia y Tony por WhatsApp. “Nos sentimos impotentes, con las manos atadas, sin poder hacer nada desde la distancia. Como padres, lo único que pedimos es que pueda salir ya de esta situación”, agregaron.

Roxana espera ahora una oportunidad para visitarlo en Mississippi. Ahí ha estado enfermo, con fiebre, al parecer por una infección en la garganta. A Randy no le han dicho nada sobre citas. Por ahora, hablan por teléfono. Randy llama dos o tres veces al día. Roxana le ha dicho que llame siempre que quiera y antes de dormir. Cuando pasa varias horas sin saber de él, lo rastrea en el sistema de localización. Introduce nueve dígitos y su país de nacimiento y revisa si sigue ahí o lo han vuelto a trasladar. Este jueves 19 de junio, Randy sigue ahí.

Sobre el autor

Mónica Baró Sánchez

Reportera. Graduada de Periodismo en 2012. Periodista de la revista 'Bohemia' (2012-2014). Egresada del Taller de Técnicas Narrativas del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2010). Participante del Taller Formación de Formadores (2011) y del Taller Latinoamericano de Comunicación Popular (2013) en el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. (Cuba). Coordinadora y ponente en el Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios (desde 2011). Coordinadora del Proyecto educomunicativo Escaramujo, en Matanzas (2012). Participante de la Corte de Mujeres de los Consejos Populares de Centro Habana (2013). Participante en el Seminario de Construcción Colectiva. Descolonización de saberes: subjetividad y luchas emancipatorias en América Latina y el Caribe, del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), Costa Rica (2014).

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