No se sabe. Envenenamiento por insecticida han dicho, pero Pepe Herrera, en Caibarién, dice que no cree ese ni ningún otro cuento, que las autoridades no han querido investigar a fondo la muerte de su hija. Asegura haberles entregado pruebas suficientes, pero se aprovechan de que su esposa y él no pueden ir a La Habana debido a varios padecimientos de salud.

El jueves 22 de junio de 2023, Flavia Herrera Rodríguez, también conocida como La Veneno, una mujer trans de 30 años, natural de Caibarién, provincia Villa Clara, murió en La Habana sobre las siete de la noche, presuntamente a causa de un paro respiratorio mientras le inyectaban silicona en los glúteos.

La noticia de su muerte fue confirmada en redes sociales por amistades, personas allegadas y familiares. Una de las primeras fue su inseparable amiga Lulú, quien, un día después, el 23 de junio, se despidió con un emotivo post en Facebook:

“[…] no sabes el dolor tan grande que me dejas con tu partida nos vemos en el más allá y sé que donde estés me vas a cuidar porque sabes lo mucho que te quiero con todo mi corazón no te puedo explicar como es que me dejas y lo mucho que te voy a necesitar mi hermana que descanses en paz…”.

Más tarde también lo hizo su amiga Rubí Ramires (sic), quien expresó en su perfil de Facebook que a pesar del poco tiempo que la conocía, la joven fallecida le había demostrado lo que era ser una verdadera amiga, una hermana.

Los comentarios que dejaron otros usuarios iban desde el asombro y las condolencias hasta reclamos de justicia, para que su caso no quedara impune y se esclarecieran las causas de su muerte. Desde muy temprano circulaban varias versiones. Algunas apuntaban a un posible asesinato. La más repetida es la que sostiene que Flavia murió mientras le inyectaban silicona en los glúteos, en tanto otra plantea que fue por envenenamiento. En ambas versiones, se añade que hubo robo del dinero en efectivo con que realizaría el pago por el procedimiento estético, de su celular, del producto sobrante y de otras pertenencias de valor, como se detalló desde un perfil de Facebook llamado Santy Pérez Ruiz.

Este mismo perfil —al parecer falso y que más tarde fue eliminado— aseguró que Flavia fue estafada y asesinada. Exhortó a las autoridades pertinentes a que consiguieran su registro de llamadas para dar con la última persona con la que habló antes de morir y las “grabaciones de cámaras particulares con el grupo que la secuestró en plena calle, induciéndole posteriormente a tomarse lo que la mató”. La publicación no brindaba más detalles ni explicaba a qué cámaras se refería ni su ubicación.

La plataforma cubana de apoyo y acompañamiento a personas en situación de violencia machista YoSíTeCreo En Cuba solicitó ayuda para buscar más información sobre la muerte de la joven, y hasta la fecha la mantiene en un listado de casos que necesitan acceso a investigación policial.

***

Flavia Herrera (Foto tomada de su perfil de Facebook).

“Verse más bonita. Flavia lo que quería era verse más bonita, más femenina. Solo hablaba de eso”.

A mediados de junio, días antes de su muerte, Flavia viajó a Caibarién y se encontró con Sussi Carrillo, una de las amigas que siempre veía cuando regresaba a su ciudad. Estuvo en su casa. Almorzaron pizza y batido, y en la tarde se marchó en la guagua Caibarién-Habana. Había llevado la silicona que se iba a inyectar. Sussi vio los pomos. Eran tres.

No era la primera vez que se rellenaba alguna parte del cuerpo. Anteriormente se había inyectado el rostro de manera ilegal en Santa Clara y a cada rato se le hinchaba. Además de los pómulos, se inyectó los labios y el mentón. Como resultado de esa práctica, más de una vez tuvo que ir de urgencia a hospitales en La Habana y realizar tratamientos de antibióticos.

Sussi muestra una foto de Flavia antes de rellenarse el rostro, cuando estuvo en su casa y compartió con ella y con sus hijos en la Navidad de 2022, y otra después de sus tratamientos de feminización facial. “Era otra persona. Si te fijas bien sabes que es ella por el tatuaje del brazo, porque ya la cara no era la misma. Se le abofaba”, explica. Confiesa que se rumora no murió por la infiltración de la silicona en los glúteos, que nunca la llegaron a inyectar, aunque hay audios donde avisa que la persona que se lo va a hacer ya está ahí, que después escribe.

Confirma que para algunos se trató de un asesinato, y que le robaron algunas pertenencias de valor, ya que a los familiares solo les entregaron el dije de una cadena, dos pares de argollas y una argolla suelta.

Si en algo coinciden las personas allegadas que fueron contactadas y los conocidos, quienes lo expresaron mediante comentarios en las publicaciones sobre su muerte, es en que Flavia era muy querida, no tenía problemas con nadie, “no era venenosa”, ni conflictiva. Siempre hacía reír a la gente con sus ocurrencias. En Caibarién la recuerdan sus vecinos tomando café en casa de Lourdes, haciéndole la queratina a Ñaña, “jodiendo” con Lola por todo el barrio diciendo que ella era la más linda, que se prepararan, que cuando se inyectara los glúteos y volviera, Caibarién iba a temblar. No iba a haber un “pepillo” que no tuviera que ver con ella.

“Yo no me explico cómo su caso ha sido tan ignorado”, reflexiona Sussi. “No sé si es porque era trans… o porque se puso de malas y punto. Pero su vida ha valido menos que la de un perro, porque matan a un perro y salen dos millones pidiendo justicia”.

La confirmación de género no es exclusiva de personas trans

Según el informe de la encuesta mundial de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) de 2022, la demanda de cirugías estéticas se encuentra en aumento a nivel mundial, especialmente en los continentes americano y asiático. Encabezan la lista Estados Unidos, Brasil, Japón y China. Le siguen Corea del Sur, India y México.

La liposucción y el aumento de senos fueron las operaciones más demandadas. En el caso de la segunda, llama la atención que más del 50% de las solicitantes son menores de 35 años, mientras que la liposucción fue más popular entre mujeres de 35 años en adelante.

El informe también revela que los principales tratamientos realizados en mujeres, además de los ya mencionados, fueron la blefaroplastia o cirugía de párpados, la abdominoplastia y la elevación de mamas. En los hombres, por su parte, coinciden la blefaroplastia y la liposucción, acompañadas por la ginecomastia (reducción de pecho), la rinoplastia y los injertos de grasa facial.

Entre los tratamientos estéticos de mayor crecimiento con respecto a años anteriores se encuentran tanto el aumento como el levantamiento de glúteos, el levantamiento de cejas, el estiramiento de cuello y la labioplastia. Se constata también un auge de procedimientos cada vez menos invasivos, como las inyecciones de bótox y de ácido hialurónico.

En Cuba las estadísticas demuestran también un incremento de tratamientos de belleza. Un artículo publicado en Cubadebate en 2018 revela que, según datos divulgados en el II Congreso de la Sociedad Cubana de Cirugía Plástica y Caumatología, de 2001 a 2016 se realizaron en la Isla 309 469 cirugías plásticas, de las cuales la mayoría —200 508— fueron estéticas y el resto reconstructivas. Otro artículo de 2020, publicado en la revista Acta Médica con el título “Cirugía Plástica y Reconstructiva en cifras: Hospital Clínico Quirúrgico «Hermanos Ameijeiras»” (HCQHA), pone de manifiesto que entre 2016 y 2019 las cirugías más comunes fueron la mastoplastia de aumento con implantes, la abdominoplastia y la liposucción abdominal, principalmente en mujeres jóvenes. Hubo un total de 4180 pacientes intervenidos en dicho hospital.

Ninguno de estos informes y artículos especifican cuántas de estas personas son trans, y no es descabellado suponer que la mayoría de las beneficiarias de estos procedimientos estéticos de afirmación o confirmación de género son personas cis o cisgénero —aquellas que fundamentalmente no son trans—, dado que para personas trans acceder a cualquier tipo de cirugía o tratamiento estético de afirmación de género no está autorizado, o al menos es bastante restringido.

Como explico en el artículo “¿Qué es la identidad trans?”, publicado en la revista Árbol Invertido: “Suele llamársele afirmación de género al proceso y los recursos a los que acudimos las personas trans para exteriorizar o hacer visible nuestro género. Esto involucra cambios en la vestimenta, la expresión de género, modo de comportarnos, recibir consultas de salud mental, terapias hormonales para conseguir modificar la apariencia física, realizarnos cirugías y recurrir a otras tecnologías de feminización o masculinización”.

“Numerosos estudios reconocen la importancia de las terapias de afirmación de género, puesto que reducen los altos índices de depresión y suicidio en personas trans, tanto adultas como adolescentes y jóvenes. Existe un consenso en la comunidad médica internacional (incluidas la Asociación Médica Estadounidense, la Asociación Estadounidense de Psicología y la Academia Estadounidense de Pediatría) de que estas acciones afirmativas de género, incluidos los bloqueadores de la pubertad y las hormonas, son una atención médica necesaria”.

De igual modo, respecto a las cirugías estéticas que van en la dirección de confirmar la identidad de género, se constata una disminución del malestar social e inconformidad corporal (comúnmente conocido como “disforia”), de la depresión y de los intentos de suicidio, y un aumento de la autoestima y calidad de vida. Es por ello que numerosos activistas por los derechos del colectivo trans enfatizan en lo significativo de comprender este tipo de cirugías como “médicamente necesarias” y no meramente estéticas.

En el caso de mujeres trans como Flavia, los procedimientos más deseados suelen ser la hormonación, la llamada “adecuación genital”, la feminización corporal —especialmente en cintura, caderas y glúteos— y los implantes mamarios, al igual que en muchísimas mujeres cis.

Como evidencia un artículo de The Hastings Center Report, también las personas cis demandan cuidados afirmativos de género. Hombres y mujeres cisgénero tampoco parecen estar del todo conformes con determinadas partes de su cuerpo, las cuales modifican y remueven. Desde tiempos inmemoriales han intervenido su cuerpo y demandado diversos cuidados y técnicas afirmativas de género: se tiñen el cabello, se hacen cortes y decorados, perforan las orejas de las bebés hembras. Hoy día además es habitual que se sometan a depilaciones láser, lipoesculturas, inyecciones de testosterona para aumentar músculos, intentos de agrandamiento de pene, rejuvenecimiento vaginal, rellenos faciales, de labios y barbilla, disminución de papada, estiramiento de piel, lifting facial, microdermoabrasión, feminización del mentón, tratamientos contra flacidez y celulitis, terapias sustitutivas de hormonas para enfrentar la alopecia, el acné, la menopausia y otros padecimientos fundamentalmente de la mujer cis, más un sinfín de procedimientos inimaginables, algunos más invasivos que otros.

Atención especial merece, sobre todo en estos tiempos, la concurrencia a gimnasios. Un elevado número de personas se interesa en acudir a estos espacios a realizar ejercicios y rutinas, en muchas ocasiones para aumentar glúteos, tonificar muslos y piernas, marcar bíceps, tríceps y los llamados cuadritos del abdomen, incrementar la proyección visual de caderas, afinar cintura, y conseguir variadas modificaciones corporales que no hacen sino remarcar las características asociadas a los géneros correspondientes. Son, al fin y al cabo, cuidados afirmativos de género que socialmente se camuflan como interés en estar saludable y en practicar una cultura fitness.

Sin embargo, solo en el caso de personas trans emergen la histeria colectiva y los pánicos sociales cuando de técnicas de afirmación de género e intervenciones quirúrgicas se trata. Grupos conservadores y antitrans suelen tildarlas de mutilaciones y operaciones antinaturales o por capricho, desplegando un arsenal de bulos sobre la salud trans. Se tiende a pensar que las cirugías demandadas por personas de este colectivo no son imprescindibles para su salud, y esto es debido a una mirada reduccionista del propio concepto de salud, solo enfocada en lo corporal, sin tener en cuenta lo que ocurre a nivel psicológico a partir de la percepción de cada individuo y el cómo quiere verse a sí mismo.

Todo ello es resultado de lo que desde los estudios trans y los transfeminismos se ha llamado “cissexismo”: la idea de que el género y el cuerpo de las personas cis son más auténticos, legítimos y naturales que los de las personas trans. La realidad es que tanto cuerpos cis como trans —y cualquiera que pudiera quedar fuera de estos—, hoy día, pueden dar cuenta de una serie de tecnologías cosméticas que modifican y afirman el género, y hasta de la propia artificialidad del cuerpo y la construcción del género.

¿Gratis para quiénes? ¿Quiénes pueden afirmar o confirmar su género?

En el ya mencionado artículo de Cubadebate de 2018, el entonces residente de tercer año en Cirugía Plástica y Caumatología del HCQHA, doctor Ariel C. Prada, expresó que en Cuba se puede acceder de forma gratuita a todos los servicios de cirugía plástica, tanto estética como reconstructiva, mientras haya una aprobación previa por parte del personal médico cualificado. “Existen procederes en los que se utilizan materiales aloplásticos (implantes mamarios, glúteos, etc.) que en el caso de la cirugía estética deben ser adquiridos por la paciente, teniendo antes la indicación de su modelo y volumen, por el cirujano plástico”, aclaró el doctor.

En 2010 el periodista Fernando Ravsberg contaba en sus Cartas desde Cuba para la BBC que los implantes de silicona eran la última moda entre las cubanas: “La demanda es enorme y no es extraño, debe ser el único país donde las operaciones de cirugía estética son gratuitas. Pueden recortarse los párpados, quitarse un poco de barriga, mejorarse el perfil con una bella nariz o remodelar los senos”.

Ante tanta demanda, explica también, el Ministerio de Salud Pública (Minsap) había decidido “protocolizar” los implantes mamarios, que hasta entonces se practicaban en los salones quirúrgicos de los hospitales durante el tiempo libre del personal médico. El citado artículo de Acta Médica, que recoge las cifras de cirugías plásticas realizadas en el HCQHA de 2016 a 2019, asegura que “El sistema de salud cubano, único por su modelo, ofrece los servicios de cirugía plástica, estética y reconstructiva de manera gratuita sin discriminar procedencia social, género, raza o profesión”. Lo cierto es que apenas tres o cuatro años después, la situación ha variado bastante y las personas trans, ni antes ni mucho menos ahora, han podido disfrutar de esos servicios del mismo modo que las personas cis.

El propio doctor Prada, quien ya no trabaja en Cuba, reconoce hoy día, en entrevista para este trabajo, que “eso ha cambiado mucho”, sobre todo por la crisis económica y del sistema médico. Aunque siempre se priorizan las cirugías estéticas reconstructivas en pacientes que han sufrido pérdidas por quemaduras, otros traumatismos, infecciones, tumores y anomalías congénitas, hubo momentos de esplendor, sobre todo antes de 2018. En cuanto al tiempo que transcurría entre que un paciente solicitaba una cirugía estética, la evaluación y la realización de esta, podía pasar un mes, dos, tres. Aunque era algo irregular, era bastante posible. Las listas llegaron a alcanzar números gigantescos.

“Recuerda que los servicios de cirugía plástica son gratuitos, hasta donde me quedé. Esto conlleva que el propio hospital tiene que distribuir los recursos quirúrgicos escasos en neurocirugía, cirugía general… Por lo tanto para nosotros, en cirugía estética, había quizás menos disponibilidad”, explica.

En cuanto a los beneficios, de acuerdo con un artículo de 2021 titulado “Consideraciones acerca de la cirugía plástica en Santiago de Cuba”, existen diferencias notables entre el antes y el después de los pacientes con cirugía estética. Una disminución de los niveles de depresión y ansiedad y un incremento de la valoración positiva de la imagen corporal, de la autoestima y calidad de vida serían los principales beneficios que a nivel psicológico aportan estas cirugías. “Muchos de los pacientes traen alterada su personalidad y su psiquis por el problema que presentan, que al resolverse les ayuda a afianzar su estabilidad emocional, algo que les hace sentir mejor consigo mismos, lo que reafirma que un cuerpo armónico lleva con él una mente sana”, sostiene el artículo.

Narrativas similares se han utilizado durante décadas por parte del colectivo trans, que busca mejorías en la atención a su salud integral. Muchas personas trans manifiestan malestar y el deseo de variadas modificaciones corporales para conseguir una armonía entre cuerpo y mente, en pos de una mejora en su salud mental. Sin embargo, como ya hemos visto, existe una disparidad en cuanto al interés que se brinda a los procesos afirmativos de género que demandan las personas cis con respecto a los que demandan las personas trans. El menoscabo de la atención a estas últimas está motivado fundamentalmente por prejuicios y estigmas.

En Cuba están permitidas y son gratuitas desde 2008, para las personas trans que lo deseen, las llamadas cirugías de adecuación o readecuación genital, bajo el amparo de la resolución ministerial 126 de Salud Pública y con el apoyo del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).

En 2012 la sexóloga Mariela Castro, directora del Cenesex, anunció en entrevista que hasta la fecha se habían realizado 15 cirugías de este tipo y que existía una Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales, la cual había recibido 175 solicitudes desde 1979. Estas personas habrían sido atendidas “según parámetros internacionales acordados”. Ya en 2018, un artículo del periódico estatal Trabajadores aseguraba que el país contaba con cirujanos preparados para “adecuar genitales a transexuales”. Precisaba que ese tipo de intervenciones quirúrgicas —39 hasta junio de ese año— se realizaban con asesoría de expertos españoles y belgas.

Se trata de vaginoplastia e introducción de implantes mamarios en el caso de mujeres trans, y faloplastia y mastectomía en hombres trans. Pero este no ha sido siquiera un proceso expedito, y las listas de espera aumentan a medida que transcurre el tiempo. Para ser elegibles, las personas trans deben pasar por un periodo de dos años de seguimiento y acompañamiento por parte de especialistas de la Comisión Nacional de Atención a Personas Trans —psicología, psiquiatría—, mientras realizan el llamado tratamiento de reemplazo hormonal monitoreado por un especialista en endocrinología. Este consiste en el consumo de hormonas asociadas al género con que se identifican, en sustitución de la que ha sido dominante. En el caso de las mujeres trans, se realiza además una terapia cruzada con un algún tipo de antiandrógeno, medicamento que busca inhibir la testosterona. Con este tratamiento se consiguen algunas características y cambios físicos asociados al sexo/género deseado, como muestran las siguientes tablas:

Tabla tomada de “Atención de la salud integral de personas trans, travestis y no binarias. Guía para equipos de salud”, del Ministerio de Salud de Argentina.

Tabla tomada de “Atención de la salud integral de personas trans, travestis y no binarias. Guía para equipos de salud”, del Ministerio de Salud de Argentina.

Tabla tomada de “Atención de la salud integral de personas trans, travestis y no binarias. Guía para equipos de salud”, del Ministerio de Salud de Argentina.

Tabla tomada de “Atención de la salud integral de personas trans, travestis y no binarias. Guía para equipos de salud”, del Ministerio de Salud de Argentina.

Es importante aclarar que estos suplementos hormonales no son fabricados ni importados al país especialmente para el tratamiento hormonal de personas trans. Son, ante todo, medicamentos elaborados con otros fines: anticoncepción, suplir el déficit de estrógeno en la mujer cisgénero durante la menopausia o luego de histerectomías y extirpación de ovarios, en afecciones relacionadas con el útero, para combatir la androgenización (exceso de testosterona en mujeres cisgénero), tratar el cáncer de próstata, etc. El uso que se les da en personas trans se debe a sus efectos secundarios, pues estos medicamentos aumentan las hormonas asociadas al género con que aquellas se identifican y suprimen las otras.

El doctor Prada confirma que las pacientes trans que vio en el Ameijeiras eran previamente evaluadas y propuestas para cirugía por parte del Cenesex. “Algunas solo se colocaban senos y se feminizaban un poco la cara, se hacían rinoplastias, no todas continuaban para las cirugías de reasignación sexual, pero en general eran casos contados los que llegaban a hacerse feminización y rinoplastia”, precisa.

Con menos trabas llegaban quizás las que ya se habían puesto senos por otras vías, añade el doctor: “Iban a cambiarse las prótesis antes de 2018, cuando era todavía posible. Entraban por la parte reconstructiva: había que corregir el procedimiento con que se las habían introducido o algún defecto por la caída de los senos con el tiempo”.

Una enfermera del HCQHA, cuya identidad ha pedido no sea revelada, confirma que el tema de las cirugías estéticas es complicado, más aún en este momento en que no hay recursos: anestesia, materiales, equipos para ciertas operaciones. Algo que recientemente, en 2022, expresó parte del equipo de cirugía plástica de ese hospital y que atribuyen al embargo/bloqueo estadounidense.

“Fíjate que prácticamente no se está operando por cirugía estética, y las pocas que se están haciendo son, como dice uno, de «tira y bota»: llegas, te operan en el salón ambulatorio allá abajo y con la misma sales. Son cosas mínimamente invasivas”. Asegura esta enfermera que para realizarse una cirugía estética se debe conocer a alguien que trabaje directamente en cirugía o en otra área dentro del hospital. Ser una amistad, un contacto directo. De lo contrario, es casi imposible.

“Si he visto una o dos trans ha sido mucho, y nada de implantes mamarios o algo de eso. Ellos [los cirujanos] tienen un protocolo difícil, se demoran cantidad, pero te lo hacen, igualmente tienes que pagar. Hay algunas cositas, como levantamiento de pestañas, alguna otra bobería de la cara, que a lo mejor no te la cobran, porque eres contacto de alguien que trabaja ahí. Pero ya cuando se trata de lipotransferencia, aumentos mamarios, de glúteos, que son más riesgosos y que llevan prótesis, sí tienden a cobrar, a lo mejor un poco más barato, pero te cobran”.

Afirma que al menos los cirujanos del Ameijeiras no hacen cirugías de feminización a personas trans. Cuenta que hace algún tiempo una amiga suya que quiso ponerse los senos habló con la Dra. Alicia M. Tamayo Carbón, jefa del servicio de Cirugía Plástica y Caumatología del HCQHA, y esta se negó: estaba prohibido ponerles implantes mamarios a personas trans. Al final, la amiga se los colocó en otro hospital pero de modo más clandestino.

Algo similar considera Yenny Yanes Romero, una mujer trans de Ciego de Ávila que por años ha trabajado en el sector médico: “No tenemos en la mano la cirugía plástica y reconstructiva para feminización facial, para la construcción de nuestro género. Yo he sido afortunada, aún viviendo en Cuba y antes de toda esta catástrofe pude realizarme mis pequeñas cirugías para tratar de adecuar mi identidad de género a la mujer que yo quería ser, pero todo es por la vía ilegal, pagándoles a los médicos”.

Aunque hoy la situación sea crítica y se dificulten estas cirugías, han sido las personas cisgénero quienes desde siempre han podido afirmar su género con menos requerimientos y trabas. Comenta Yenny que sabe de mujeres trans a las que han puesto implantes mamarios en lugares no idóneos, como los baños de los hospitales, porque ha de ser de modo clandestino.

“Tengo amigas que teniendo los implantes en la mano no han podido ponérselos. Los médicos no se atreven, como es ilegal… No hay nadie que te diga que tienes un derecho a tal cirugía, y cuando se hacía reasignación genital, muchas veces no garantizaban ni implantes ni la feminización facial”.

Situación excepcional, al parecer, es la de algunas personas trans en Santiago de Cuba, en la región oriental del país. Jessica Casademunt de Castro, una mujer trans de esa provincia, asegura que desde hace algunos meses funciona una consulta integral con especialistas en endocrinología, psicología, psiquiatría, logopedia, proctología y cirugía estética. Añade que pese a la crisis del sistema, si alguna chica trans resuelve por su cuenta los insumos médicos necesarios, puede realizarse cualquier intervención quirúrgica de feminización de las que se ofrecen. A saber: rinoplastia, mamoplastia de aumento, liposucción, lipoescultura y feminización de pómulos. “Pero tú sabes, el regalito a los médicos para que te prioricen”, aclara.

Estos servicios de cirugía estética, que define como un logro, son resultado del trabajo y la constancia de Erika Alzola, anterior coordinadora de la red Transcuba en esa provincia. Transcuba es una red comunitaria, afiliada al Cenesex, con réplicas provinciales y municipales y con una coordinación nacional, que aglutina a personas trans, travestis, transexuales y transformistas, también a sus parejas y familiares, con el objetivo de brindarles apoyo, hacer promoción de salud fundamentalmente y respaldar la institucionalidad y el discurso oficial.

Erika siempre estuvo interesada en la estética y en el acceso a la mamoplastia de aumento, “una operación vedada para las chicas trans hasta hace unos años”. Pocos meses atrás pidió entrevistarse con el director provincial de Salud Pública y no desistió hasta que le dieron la cita. Con ella acudieron Jessica Casademunt y otra muchacha trans, Alexa. Juntas manifestaron al funcionario sus necesidades, quejas y propuestas para la atención a la salud integral de las personas trans, así como la importancia para la misma de estos procesos afirmativos de género.

“Luego el director nos dio otra cita para darnos respuesta. La respuesta tardó más de un mes, ya que él se reunió con la directora del servicio de cirugía estética, quien deliberó en pro de la comunidad”, cuenta Jessica.

La joven cree que en la capital —que tiene más recursos y donde más personas trans debe haber— no han posibilitado este tipo de servicios porque al parecer al equipo coordinador de Transcuba de la provincia no le interesa. Por si fuera poco, las cirugías de “reasignación genital” están suspendidas desde 2018, aunque se cree que en el caso de las de los transmasculinos/hombres trans, desde mucho antes. Las razones aún no han sido esclarecidas de manera oficial. Aunque se rumora que hay nuevos planes para descentralizar la atención a personas trans y se tiene conocimiento de estas intervenciones quirúrgicas en Santiago de Cuba, de manera extraoficial se plantea que la irregularidad en estos servicios y la suspensión de otros se debe, como en el resto de las cirugías en Cuba, a falta de insumos médicos y presupuesto por parte del Minsap, pero también de voluntad política.

***

Flavia Herrera, a la derecha (Foto tomada de su perfil de Facebook).

El día que murió, Flavia había planificado inyectarse los glúteos con silicona. De los tres pomos comprados, solo iba a emplear uno. Un segundo lo iba a revender, y había negociado con la muchacha que la inyectaría darle el tercero para completar los 22 mil pesos cubanos que le costaba el procedimiento estético.
Con un pomo era suficiente, le había dicho. Su cuerpo se iba a ver como un “espectáculo”. A todas sus amistades cercanas les había contado con tremendo júbilo, y estaban al tanto.

Cuando el día anterior Samantha, una amiga suya de Remedios y que tiempo antes la había acompañado a ponerse los implantes mamarios, le preguntó si estaba lista, Flavia respondió que no había de qué preocuparse. Todo iba a salir bien. “Mami, si yo lo que me he metido es lo que me he metido. Tranquila”, le dijo por mensaje de audio, aludiendo a las varias veces que se había inyectado y a otras tecnologías de feminización realizadas en su cuerpo. El procedimiento, aunque más peligroso, era rápido y no llevaba tanto tiempo de recuperación, a diferencia de la cirugía de los senos. Para mayor suerte, se lo iban a hacer en la propia casa donde estaba rentada en La Habana. En realidad tenía un poco de miedo. Le inquietaba recordar lo que le había pasado a Omega. “Pero palante… Todo va a estar bien… Yo soy una guerrera”, dijo.

Omega fue un icono del transformismo de la ciudad de Santa Clara. Murió en 2016, a los 29 años y en el esplendor de su carrera, según se ha contado, mientras un cirujano clandestino le aumentaba el tamaño de los glúteos inyectándole, como revelaría más tarde la autopsia, combustible de avión.

“A ver, que en la vida real a mí no tiene por qué pasarme nada, porque yo lo que voy a ponerme es un solo pomo. Yo me compré tres, pero me voy a poner uno solo. Y la que me lo va a poner es una persona muy metódica; te digo por las conversaciones conmigo… es una persona muy metódica… Quiere que todo salga perfecto”, recalcó Flavia.

Uno de los biopolímeros más utilizados como material de relleno para tratamientos estéticos es la silicona líquida, luego el metacrilato, la grasa animal y otros aceites minerales. Los biopolímeros son macromoléculas de variado origen: vegetal, sintético, hasta del petróleo, y no son aptos para el uso humano pues no son biocompatibles.

La silicona, en particular, se utilizó fundamentalmente en las décadas intermedias del siglo pasado, y hoy día su uso no se autoriza debido a las graves complicaciones que se han registrado en el tiempo. Sin embargo, el aumento del interés por tener una apariencia física deseable según estándares de belleza ha hecho que continúe su aplicación clandestina por personal no médico o por cirujanos de segunda mano.

Según investigaciones, las complicaciones pueden aparecer entre las seis horas y los veinticinco años de inyectado el producto, y pueden ser locales (dolor, eritema, pigmentaciones, edemas, fibrosis, queloides, fístulas, úlceras, necrosis de piel, migración hacia otras partes del cuerpo) y generales (dolor y malestar generalizado, fiebre, decaimiento, altralgia, insuficiencia renal, caída del cabello, depresión). En casos más extremos, la silicona puede provocar embolismo y la muerte.

Al principio habrá un efecto satisfactorio inmediato, salvo leves molestias. Con el tiempo es muy probable que la piel se adelgace, endurezca o llegue a ulcerarse, plantean los expertos. El organismo intentará defenderse y expulsar el agente externo. En ocasiones lo hará encapsulando el producto, de modo que creará deformaciones y abultamientos palpables.

A todo este cuadro de efectos adversos y letales se le conoce desde 2008 como “alogenosis iatrogénica”. El término fue acuñado por el Dr. F. Coiffman: “alogenosis” porque es producida por sustancias ajenas (alógenas) al organismo; “iatrogénica” porque la provocan los médicos o quienes infiltran tales sustancias. Sin embargo, otros autores han señalado algunas imprecisiones en este término, ya que “alogénico” alude a “tejidos y células de un organismo diferente de la misma especie, lo que no describe con precisión la causa de las reacciones”, y porque consideran que la mayoría de estas afecciones son causadas por cosmetólogos no autorizados y no por médicos.

Se estima que un millón de personas en América Latina cargan silicona líquida u otros biopolímeros en alguna parte de su cuerpo, por lo que este ha sido calificado como un problema de salud pública endémico de la región. Los principales afectados son mujeres (cis y trans) y otras disidencias sexo-genéricas.

Cuando la persona que la iba a inyectar llegó, Flavia avisó a varias amigas y les dijo que luego les escribiría: “Ya van a empezar en 15 minutos”. De lo que pasó después lo único que se sabe a ciencia cierta es que Flavia murió. Según su padre, una muchacha que vivía en el mismo alquiler que su hija y que al parecer estuvo presente mientras le inyectaban la silicona, le envió a las 7:45 p.m. del 22 de junio un mensaje de WhatsApp a Natacha, una de las mejores amigas de Flavia, comunicándole el fallecimiento. De acuerdo a esta versión, cuando iba por la tercera jeringa dijo que estaba mareada, comenzó a convulsionar y se desmayó. La llevaron al hospital y allí la persona que le habría hecho el procedimiento se dio a la fuga con su celular. Natacha fue contactada por WhatsApp, pero no respondió a la petición de entrevista para este texto.

Una segunda versión asegura que lo ocurrido fue lo siguiente: Flavia se encontraba en la calle cuando llamó por teléfono a Mónica, otra amiga que también residía en su alquiler, y esta salió a buscarla. Al llegar, Flavia estaba con otra muchacha trans, “de color”, y le pidió a Mónica que la llevara para la casa, se sentía mareada. Ya en ella, Flavia se desmayó, y entre ambas la llevaron al hospital. Allí la trans “de color” se habría ido con el celular de Flavia.

Este es el testimonio que Mónica dio en la policía y también a los padres y familiares de la difunta cuando les llevó el cuerpo desde La Habana hasta Caibarién junto con la expareja de Flavia, quien se encontraba en el aeropuerto transportando a unos clientes en el momento de la muerte de su novia. Según esta versión, la fallecida nunca llegó a inyectarse y no se sabe qué pasó en el tiempo transcurrido entre el mensaje donde decía estar en su casa y que había llegado la persona que la inyectaría, y la llamada que realizó a Mónica para que la fuera a buscar a un sitio que no era su casa.

“Ella supuestamente no tenía ningún pinchazo en el cuerpo, según nos contó la que trajo sus restos. Tal vez Flavia al decir tanto que se iba a inyectar, todos piensan que se lo hizo, y no se hizo nada. Pruebas legales no hay. No sé ni qué pensar ya”, apunta Sussi.

La autopsia, se comentaba, había arrojado que Flavia murió por envenenamiento. Pepe Herrera no se convenció y ha prometido dar con la verdad de lo ocurrido. Muchas cosas no le cuadran en la historia, y más a él, que confiesa haber sido agente de la Seguridad: alguien tuvo que haberse robado los siete anillos, dos cadenas, tres pares de argollas y 50 mil o 60 mil pesos que pertenecían a Flavia.

Dice que si pudiera valerse, se hubiera ido a La Habana a resolver las cosas por su cuenta y a presionar a las autoridades que, a cuatro meses de la muerte de su hija, considera no han investigado lo suficiente. Una insuficiencia renal y el ácido úrico muy elevado debido a la propia enfermedad del riñón lo mantienen prácticamente encamado, apenas puede caminar. Y su esposa, Odaime, es inválida de las rodillas.

Para Pepe, el instructor del caso, teniente coronel Ispuria, no ha hecho nada por esclarecer lo que pasó el 22 de junio en La Habana: “Yo era el que todas las semanas lo llamaba y siempre me decía «estamos investigando, yo te llamo», y nunca me llamó”. Hace alrededor de un mes, su otra hija fue a la policía de Caibarién para ver si por esa vía averiguaba algo sobre el caso de Flavia. La policía de Caibarién hizo algunas llamadas al teniente coronel Ispuria en La Habana y este dijo que el caso ya había sido cerrado. Que Flavia Herrera Rodríguez había muerto de manera natural.

“¿Quién las manda a hacerse eso?”: Travesticidio/transfeminicidio social y revictimización

Más allá de las múltiples interrogantes de índole policial que suscita el caso de Flavia, y que no forman parte del objetivo de este trabajo, es común que ante este tipo de hechos abunden los señalamientos individuales que colocan la culpa en las personas que se someten a tratamientos estéticos. Sin embargo, pocas veces se pone el foco en el problema de salud pública que supone orillar estas prácticas a la clandestinidad, sin control sanitario ni acceso igualitario.

La actriz, presentadora y activista LGBTIQ Kiriam Gutiérrez ha contado en sus redes sociales los detalles de su cirugía clandestina de implantes mamarios. Los resultados posoperatorios de varias mujeres trans le habían generado mucho miedo. Aunque deseaba unos senos también, estuvo indecisa algún tiempo. Cuando por fin dio con un “cirujano de segunda mano”, cuyo trabajo le convencía, se los puso en marzo de 2014.

En la misma publicación denunció que para personas trans en Cuba era ilegal realizarse cirugías estéticas como implantes mamarios, lipotransferencia, liposucción, rinoplastias, feminización facial, mastectomías en el caso de los hombres trans, a menos que se sometieran a la llamada reasignación de sexo; pero que estas se podían hacer de manera clandestina, con mucha discreción y con dinero de por medio.

“El día de mi cirugía solo pude quedarme en el hospital 15 minutos después de operada, aún con la anestesia local me monté en el taxi y directo a casa, era ilegal y el riesgo era grande para todos. Antes de la cirugía compré rocefín, vendas, solución de yodo, duralginas y preparé mi recuperación. Afortunadamente no tuve ningún problema”. Reconoce la actriz que hubo riesgos y consecuencias para todas las partes. Sabe de travestis/trans que a punto de morir, por malas prácticas, han llegado a hospitales donde no les han querido brindar atención.

Casi un año después de colocarse sus implantes mamarios, fueron detenidos y juzgados su cirujano, los enfermeros y otros médicos que habían operado a más de veinte mujeres trans. El Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) citó a Kiriam y la interrogó varias veces. Fue amenazada incluso con que si no declaraba en el juicio, podrían extraerle los implantes. “Sí, él me operó y solo puedo decir gracias por hacerme feliz y cumplir mi sueño de tener tetas”, dijo durante el juicio y fue expulsada de la sala.

La prohibición de determinadas prácticas y sustancias que se consideran perjudiciales nunca ha sido una solución efectiva para la problemática que se pretende erradicar. Más bien es un generador de múltiples violencias y percances, como ha sucedido y sucede todavía hoy, cuando personas trans, no binarias y de la disidencia sexual se practican cirugías estéticas y de confirmación de género de manera clandestina, expuestas a muchos riesgos, sin garantía de nada, sin siquiera poder firmar un documento de consentimiento informado ni recibir acompañamiento sanitario profesional durante la recuperación.

En septiembre pasado el debate volvió a colocarse sobre la mesa en el ámbito internacional cuando se supo de la muerte de la modelo, actriz y presentadora argentina Silvina Luna. Una hipercalcemia e insuficiencia renal fueron el culmen de una serie de problemas de salud que enfrentó por varios años, desde que en 2011 se practicó un aumento de glúteos con metacrilato.

En un artículo publicado por el medio de prensa Presentes LGBTI bajo el título “La silicona líquida, otra variante del travesticidio social”, a propósito de la muerte de la actriz, la activista travesti/trans afroindígena Pía Ceballos expresó: “Las travas sabemos de exclusión y así conocimos el silicón. Se trata de otra variable del travesticidio social, la exclusión de las instituciones que deben garantizar derechos básicos: a crecer y desarrollarte sin violencias, educación, salud, vivienda. La iconografía popular nos exige cuerpos perfectos, objetos que puedan dar placer, no importa el precio”. Invitó, pues, a cuestionar, problematizar y exigir políticas públicas de abordaje integral en torno a estas sustancias usadas como rellenos cosméticos, al tiempo que reconoció la necesidad de erradicar los estereotipos binarios y patriarcales que se imponen y causan violencias en todos los cuerpos.

Otras voces aportaron una mirada distinta sobre el asunto. Tal es el caso de la antropóloga y activista travesti Marce Joan Butierrez, quien en su artículo “A Silvina Luna la mataron. Lo demás es discurso” llamó la atención sobre las narrativas provenientes de sectores hegemónicos del feminismo que trasladaron la responsabilidad a la propia fallecida, por supuestamente haber sucumbido a los mandatos de belleza que impone el patriarcado. Si bien reconoce la necesidad de repensar estos mandatos y, en la medida de lo posible, evitar este tipo de procedimientos estéticos, afirma que esos “discursos” o “preocupaciones” en realidad no interpelan a nadie, solo son funcionales a la revictimización y liberan al Estado de la responsabilidad sanitaria que contrae con los individuos:

“Es cierto que vivimos atravesadas por mandatos, pero a veces los elegimos libremente o simplemente preferimos seguirlos para sobrevivir. A nadie se le ocurriría decirle a una compañera que decide gestar un hijo una cosa tal como la maternidad es un mandato patriarcal. Del mismo modo, tenemos derecho a elegir ser lindas a nuestro modo. Derecho a levantarnos y mirarnos a un espejo y estar contentas. Y donde nace esa necesidad, debemos construir un derecho al acceso a terapias seguras, a cirugías confiables y a una política sanitaria que le ponga límites al mercado. Todo lo demás es discurso”.

Para ella la cuestión es bien clara: o aceptamos y reconocemos que todas las decisiones que tomamos con nuestros cuerpos están mediadas por lo que hemos llamado patriarcado, estereotipos de género binario y la búsqueda del cuerpo deseado —que solo en el caso de las personas trans han designado la medicina y los discursos de poder como “cuerpo equivocado”—, o tocará dar una explicación convincente y precisa sobre por qué unos cuerpos son sujetos de derecho y decisión mientras que otros solo son vistos como víctimas de un sistema que les oprime y cosifica.

Expresiones del tipo “¿Quién la mandó a hacerse nada?” son tan peligrosas y revictimizantes como el “Ella se lo buscó por cómo iba vestida” o “por la hora en que andaba en la calle”. Si hoy día numerosas personas, en su mayoría mujeres, recurren a estos tratamientos, también es por una culpa y una responsabilidad colectivas. Hemos de responder entonces al “¿Quién las mandó?” que las mandó la sociedad y sus estándares, en los cuales cada uno de nosotros tiene participación, en mayor o menor medida.

Si estas personas han puesto la salud mental o la calidad de vida en función de esas operaciones, es que la salud mental o la calidad de vida han sido puestas socialmente en unos parámetros que se inculcan desde la primera infancia y con los cuales se nos bombardea por todos los medios de comunicación. No valen los discursos simplistas de aceptación en un mundo complejo de opresión.

Casos como el de Flavia, el de Silvina, el de cientos de travestis y mujeres (cis y trans) deben servir para motivar un debate más profundo, que renuncie a formulaciones vagas y reduccionistas y busque una real solución, encaminada a exponer el gravísimo problema de salud pública al que se enfrentan.

Hacen falta campañas de concientización sobre los riesgos sin estigmatizar estos procedimientos ni a quienes se los realizan, ofrecer alternativas más seguras, capacitar al personal de salud para mejorar la atención a la salud integral de personas travestis, trans y transexuales; para que cuando estas lleguen a un hospital con alguna molestia o afección por una sustancia infiltrada no sean revictimizadas sino tratadas con dignidad. De una vez y por todas, hace falta comprender los tratamientos de confirmación de género como necesarios y no solo estéticos.

Tampoco podemos pasar por alto el factor de clase y de solvencia económica que opera en estas situaciones. Aunque no es garantía absoluta, quien tiene dinero suficiente para pagar un buen servicio tiene una mayor probabilidad de acceder a productos estéticos más sanos, más seguros, y a profesionales más cualificados.

El Estado es co-responsable de los transfeminicidios sociales. Cómplice de la basura que personal muchas veces no acreditado nos infiltra mediante mala praxis. De las bombas de tiempo colocadas en estos cuerpos, que impactan en la calidad y esperanza de vida.

En caso de que se demostrara que su muerte se debió al aumento de glúteos o al contexto propicio a violencias en que se realiza ese tipo de procedimientos, no podemos olvidar que a Flavia la mataron también el sistema médico y el Estado. Su nombre pasará a engrosar la lista de muertes repentinas y misteriosas, cargadas de silencios, turbiedad, extorsión y complicidades, producto de la marginación en la que se desenvuelven las vidas que no importan.

Sobre el autor

Mel Herrera

Escritora y activista por los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

Un comentario

Deje un comentario