En la tarde del jueves 29 de septiembre se cumplieron dos días del paso del huracán Ian por Cuba, que afectó de forma directa a las provincias occidentales y provocó un apagón general en todo el país, además de cuantiosos daños en viviendas, cultivos e infraestructuras de electricidad y comunicaciones.
Ese día un grupo de habitantes de La Habana, cercanos a la zona del malecón, encontraron un medio de recreación en las olas generadas por el huracán en el litoral norte, que impactaban en el muro e inundaban la avenida. Estas personas se encontraban en su mayoría sin fluido eléctrico en sus hogares y con una débil cobertura de telefonía móvil, además de las dificultades para el acceso a Internet.
Pude ser testigo del evento, protagonizado principalmente por menores de edad y adolescentes, aunque también participaban algunos adultos e incluso familias enteras.
Miraban atentamente para saber por qué lugar rompería la ola y hacia allí corrían todos, una y otra vez. En los momentos de calma se acostaban en la calle inundada a la espera de que regresaran las olas. En ocasiones, el mar arremetía con una potencia mayor de la esperada y entonces corrían en dirección contraria o se abrazaban entre todos para reducir el impacto. Todo esto sucedía entre risas y tensión liberada, reflejos de un ambiente de catarsis colectiva.
Este momento fue interrumpido por dos oficiales de la policía que pasaban en moto a baja velocidad. La tercera vez que pasaron se detuvieron en el centro de la avenida para desintegrar el acontecimiento. Dijeron que iban a llamar refuerzos y que podrían multas a quienes permanecieran en el lugar.
Después de esto el espacio quedó casi vacío, excepto por algunos niños que siguieron jugando, de forma más discreta, hasta la caída de la noche habanera.