Volarte es un estudio de arte corporal ubicado en el último piso de un antiguo edificio de Centro Habana. Allí conocí a los dos jóvenes emprendedores que llevan el proyecto: Frank Aguilera, tatuador y dibujante surrealista conocido como Dark Life, y Bruzón Hernández, dibujante tatuador bajo la firma Bruh.k18.
El tatuaje va más allá de plasmar algo en un cuerpo; es la experiencia completa: encontrar a un artista que se ajuste a tu preferencia, agendar un día, y ser partícipe de cómo el diseño inicial se transforma y enmarca en la piel. Escuchar los primeros sonidos de la máquina, ese sonido inconfundible que cada vez está más cerca hasta que la aguja penetra por primera vez. Una secuencia necesaria para obtener la “pica” (término popular para referirse al tatuaje) deseada.
En Volarte conviven dos maneras distintas de pensar el tatuaje. Dark Life aboga por hacer del cuerpo humano la obra de arte en sí. El trabajo por el que más acuden a sus manos es por el blackwork. “Yo quiero que todo aquel que venga a tatuarse salga de mi estudio con todo lo que lleva por dentro dibujado en la piel”. Bruzón, sin embargo, sostiene la idea de que cada parte del cuerpo es un soporte más, como mismo puede ser un lienzo. Los dibujos que más le piden los clientes son letterings, flores y mandalas.