Foto: Omar Meralla.

En la calle Inquisidor entre Luz y Acosta, Habana Vieja, se encuentra el taller de Norberto Bencomo, un ingeniero pecuario que devino artista a sus 55 años. Al igual que él, su taller pasó por una metamorfosis: de ser el lugar donde Bencomo se dedicaba a quitar con madera los golpes de los carros y a pintarlos, se convirtió en un espacio para la creación a partir de la madera.

Norberto Bencomo encontró en el arte la solución a sus problemas de salud. Sus manos fueron un punto de inflexión en su vida y continuaron tallando otras manos como tema recurrente, figuras religiosas y criaturas de su imaginación, siempre con el toque de surrealismo que acompaña a cada cubano (Texto y foto: Omar Meralla).

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Periodismo de Barrio

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