Periodismo de Barrio entrevista a Adonis Milán, director de teatro. Esta entrevista forma parte de La Revolución de los aplausos, una serie de conversaciones con actores de la sociedad civil que se realizaron entre diciembre de 2020 y enero de 2021, a raíz del diálogo que tuvo lugar el 27 de noviembre de 2020 en el Ministerio de Cultura.

Hazme un paneo por tu vida artística, tu obra. ¿Por qué el teatro? ¿Cómo llegaste al teatro?

Soy Adonis Milán, director de Perséfone Teatro. Empecé en el teatro trabajando como actor. Fui alumno de Berta Martínez. Trabajé como asistente en varios grupos. Estuve mucho tiempo desempeñando esa tarea de actor-asistente, hasta que me fui inclinando para la dirección. Por las trabas institucionales, yo quería crear mi grupo independiente al margen del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, que es quien agrupa a los proyectos de artes escénicas en Cuba, y fuera de él es muy difícil existir o crear.

Entonces, yo fui creando a partir de la Asociación Hermanos Saíz. Ellos me dan una sede, empecé en un diálogo con ellos, en un trabajo más directo. Ahí estrené El árbol de los gatos, de Elaine Vilar Madruga, un texto que hablaba sobre la emigración, la identidad cubana…, y otros espectáculos hasta estrenar Máquina Hamlet, de Heiner Müller, un texto alemán escrito en la RDA que fue censurado por las instituciones culturales.

Yo creé Perséfone Teatro en el 2005 como un proyecto independiente. Siempre lo he defendido así, aun cuando ha estado asociado a la Asociación Hermanos Saíz hasta que me expulsaron en 2017.

Perséfone Teatro era en aquel entonces como es hoy: un punto de resistencia o de fe en el teatro y en la sociedad cubana. Era para volcar mi vida y mis percepciones, mis emociones, sobre la escena. Mis pensamientos estaban muy volcados en eso: muy volcados hacia la búsqueda de la identidad femenina; hacia este mito que, de cierta manera, es Perséfone como diosa griega con una dualidad vida-muerte, bien y mal, luz y oscuridad. Eso es, precisamente, lo que yo creo que son los actores. Lo que tú tienes que buscar. Un balance entre las dos cosas. Y también tenía mucho que ver con el discurso artaudiano y con todo esto del teatro y la peste y buscar el teatro como ese espacio donde drena lo más podrido de la sociedad, la sociedad más contaminada, más decadente. El teatro es el espacio para gritar esas verdades, para sacar ese pus, para sacar ponzoña a la superficie. Y creo que eso nos remite directamente a la realidad cubana.

Retomando a Artaud, yo hago una analogía: Cuba y la sociedad cubana es un cuerpo en putrefacción, es un cuerpo con peste y está drenando. Pero como decía Artaud en ese manifiesto, solamente puede ser purificado con la putrefacción extrema para pasar a la purificación extrema. Yo pienso que eso está pasando con Cuba.

Cuba tiene que podrirse completamente. Cuba tiene que drenar todo ese pus; tiene que salir, que es lo que está pasando. Por eso la marginación, por eso la decadencia, por eso el hambre, la contaminación, la suciedad, y también toda esa suciedad y toda esa contaminación en el pensamiento, en la emoción, en las proyecciones para podernos empezar a limpiar, partir de cero.

Es como cuando coges a un actor en escena, que tienes que borrarle todo, borrarlo como si fuera una pizarra y rescribir sobre él un discurso, rescribir sobre él una partitura diferente, que no te la pongo yo; no soy el dictador que voy a venir con mi pensamiento, eso lo tienes que encontrar desde ti. Ya sea un texto de Shakespeare o de Rogelio Orizondo. Ese texto que yo te doy, esa partitura, yo no te la impongo. Ese texto lo encuentras en ti. Ni el dramaturgo ni yo, ni el diseñador, te lo vamos a imponer si no lo encuentras en ti.

Y creo que esa visión del teatro, esa filosofía de ver el teatro como un espacio de resistencia, como un espacio de creación y, sobre todo, como un espacio de existencia en una sociedad que siento que está muerta; en una sociedad que cada vez que me levanto siento que estoy tan muerto como ella. Y solamente así puedo vivir a través de ella.

La muerte, la decadencia extrema, le teme a esa vida que representa no solamente mi teatro sino el arte cubano en general.

Vamos un poquito para atrás. Es difícil crear una compañía desde cero. ¿Cómo se hace eso?

Claro, es muy difícil. Primero que todo, yo no tengo una compañía. Primero que todo, yo he sido la barca y el timonel de Perséfone Teatro, el Carón único que siempre se ha mantenido en la barca. Yo he tenido que reinventarme una y mil veces las maneras de crear y producir esos espectáculos. Espectáculos que no tienen una plantilla de actores, ni de técnicos, ni de diseñadores, ni de dramaturgos. Simplemente yo invito a actores, personas que son afines a determinadas empatías o a determinadas sensibilidad, a trabajar en un proyecto. Un proyecto a veces más grande, un proyecto a veces más breve.

Justamente, cuando yo salgo de las instituciones, intento estrenar un espectáculo que hablaba sobre la mujer en la política cubana, la mujer en la resistencia, en el activismo en Cuba; espectáculo que no se pudo terminar de hacer. Nunca se supo por qué. La actriz lo abandonó. Nunca se supo por qué.

Entonces, te quedas en ese limbo y, justamente, las redes sociales, el Internet, me hicieron repensar porque yo no tenía teatro, yo no tenía espacio. O sea, yo no me podía presentar en un lugar porque si yo me presentaba en un lugar, la Seguridad cerraba el cerco y no dejaba pasar a la gente. O me arrestaban, o los actores terminaban arrestados. Una situación inaguantable. En el 11M fue una de las últimas veces que puse así, frente a público, que fui arrestado ese día desde por la mañana por el motivo que ellos entendieron.

Después de eso, he ido poco a poco bajando la parada política y concentrándome en la creación artística; he diseñado una escena para el audiovisual, una especie de videoteatro, una especie de cortometraje para las redes sociales hasta que actualmente estoy volviendo al teatro, volviendo a la escena desde los espacios más… independientes, culturales, pero no con intenciones políticas. Cada vez que esté en un espacio con intenciones políticas, ellos no me lo van dejar hacer. Eso es obvio.

Entonces, es llegar a una negociación. Sí. Tú tienes que llegar a unas negociaciones, tú te tienes que cortar los impulsos, los impulsos del pensamiento, los impulsos de posturas políticas que yo las tengo profundamente. Yo estoy convencido de qué es el Gobierno cubano, pero tengo que cortarme todos estos impulsos porque entonces qué… ¿Quedo en un limbo? O me corto mis púas disidentes, las pulo, o sencillamente voy a ser un disidente más y un arrestado.

Yo admiro a las personas que hacen arte político, un arte que tiene un propósito contundente para el cambio en Cuba. No es mi objetivo cambiar. Yo pienso que Luis Manuel Otero lo ha trazado muy bien junto a Tania Bruguera, que fue una de las precursoras de todo el arte político.

El teatro es muy diferente a la plástica. El teatro se gesta en comunidad, el teatro se gesta con actores, se gesta en un espacio físico, en un traje, en un objeto. El teatro es muy difícil gestarlo. No pienso que es imposible gestarlo solo con un director, pero no es mi intención. Mi intención es dirigir actores, una puesta en escena desde la más clásica a la más moderna. Trabajar con el espacio de la representación. Me puedo mover hacia otros lugares pero, básicamente, ese es mi objetivo.

Sigo para atrás, porque me dijiste que ahora mismo no tienes espacio, pero al principio me comentaste que sí te habían dado un espacio y que estabas vinculado con la AHS.

No, no, no. Yo fui expulsado de la AHS en el 2016.

Pero no hemos llegado a qué fue lo que pasó…

Te cuento. Yo me estuve teniendo una amistad con la actriz Lynn Cruz. Hay un amigo que se va de Cuba, un director, Eric Morales, fue censurado en el 2016 por un espectáculo que se llamaba La hija del carnicero y después otro espectáculo que se llamaba El niño que vuela. Ese grupo pertenecía a un subgrupo de un proyecto de las Artes Escénicas. En fin, yo le digo, mira: “Yo quiero hacer Charlotte Corday, de Nara Mansur”, el mítico personaje que mata a Jean-Paul Marat, el líder de la Revolución francesa. Él me dice: “Llama a Lynn Cruz”. Llamo a Lynn, le digo, le comento. Lynn reescribe la obra. En un momento determinado yo tenía un teatro, tenía actores y le digo: “Lynn, yo este texto no lo puedo hacer”.

Aun así, yo empiezo una relación de amistad con ella y me empiezo a involucrar, de cierta manera, con el arte independiente. Con estas figuras de Luis Manuel Otero, Lía Villares, que estaba aquí… Y ellos me tenían el ojo puesto encima y en Santiago de Cuba, bajan la obra de cartelera, Máquina Hamlet. El primer día va un comité sensor del Consejo de las Artes Escénicas y decide poner la obra. Yo tengo la grabación, la grabación está en Internet. Pero, después, el segundo día, la Seguridad del Estado llama directamente, se conmemoraba un año, dos años, fue en el 2017, de la muerte de Fidel Castro, y deciden bajarla. Automáticamente me dicen: “La obra no se puede poner. Se suspende la obra”.

Y entonces, nada, eso me arroja a los espacios independientes. Después empiezo a hacer una obra, un fragmento de Psicosis, de Sarah Kane, con Iris Ruíz, la mujer de Amaury Pacheco, la gente de Ovni. En casa de Lía hay unos enfrentamientos con la Seguridad del Estado, un enfrentamiento de ellos con nosotros. Ellos se llevan a Lía Villares ese día y se llevan a Iris Ruíz. Nosotros no podemos poner la obra. Se forma un altercado con Luis Manuel y con Tania Bruguera, yo creo que todo el mundo vio esos videos; fue en 2017.

Yo pienso que esos sucesos fueron detonantes del Decreto 349. De cierta manera, el Decreto Ley 349 yo lo siento como una respuesta a todas esas cosas que sucedieron. Los performances de Luis Manuel Otero, las obras de teatro en casa de Lía Villares, las cosas que estaba haciendo Tania, los talleres en INSTAR, etc.

Lo que pasa es que las cosas pasan en un tiempo y vemos el fruto a través de los años. Ahora, creo que todo esto que está pasando en San Isidro, creo que toda la respuesta de los artistas es consecuencia de este proceso en los últimos cuatro años.

Entonces, pierdes tus actores, pierdes tu espacio, ¿y cómo te reinventas?

Intento hacer teatro independiente, en espacios independientes, y fue totalmente imposible. Una porque no había actores. Venía gente de la calle que tenían interés, pero realmente no eran actores. No tenían material para hacerlo. Y entonces era como echar agua en un gran colador donde toda tu energía creativa se estancaba. Y estaba la parte política, la de la persecución de la Seguridad del Estado, citaciones, arrestos. En fin, fue todo un infierno realmente.

Así es imposible crear. Y después, en el 2019, es que me tiro para los audiovisuales. Para empezar a reinventarme desde el audiovisual, en estos cortometrajes a partir de un poemario: la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters. Grabamos en diferentes lugares, grabamos en casas de amigos. Boris Gonzáles Arenas y Omara Ruiz Urquiola nos prestaron la casa para grabar en dos ocasiones. Mario Guerra y Pancho García, que para mí fue un honor, aceptaron trabajar. Incluso, Broselianda Hernández, que en paz descanse, aceptó trabajar en uno de los cortos. Al final no pudo venir. Saben lo que pasó… Horrible.

Y de pronto, yo también creo que fue culpa mía. Cuando yo salgo de las instituciones, yo me encierro y me pongo en el extremo. En el extremo opuesto. Y yo me automargino del medio mío, que es el teatro, el medio de los actores, y había mucho resentimiento con ese medio, lo confieso, y yo me empiezo a marginar. Ellos me marginan y yo me margino aún más y me radicalizo en posiciones políticas, en posiciones, en actitudes. Pero yo creo que es parte del aprendizaje. Todo el tiempo te estás armando y reinventando.

O sea, que pasó más o menos como en San Isidro. Fue la Seguridad la que los llevó a la huelga de hambre; contigo pasó más o menos igual.

Yo pienso que sí. Ellos me llevaron… También es una acumulación. Son muchos años. Yo pienso que los cubanos nada más tenemos el estallido de algo y ya. Son muchos en pie. Las familias, los trabajos, las formas de vivir… y de pronto, tú, nada, lo canalizas todo en ese momento y realmente te vuelves su reflejo.

Y ese fue mi miedo. Lo que me hizo despertar a mí principalmente fue eso: qué yo quiero hacer. “¿Qué es lo tú quieres Adonis Milán?”. Un día me miré al espejo y me dije: “¿Qué es lo que tú quieres hacer?”. Tú quieres seguir con esa gente afuera de la casa, tocando, llamándome por teléfono; tú quieres seguir en esto o tú quieres crear, buscar otra plataforma para poder expresarte.

Tenemos que tener mucho cuidado con ir a un extremo. Es muy difícil mantenerse en el centro, pero tenemos que tener la mente fría como la tuvimos en el Ministerio de Cultura. Quiero, sobretodo, agradecer a todas las personas que estuvieron ahí, que mostraron su valor e inteligencia, que lograron mantenerse en ese lugar. Que lograron, a pesar de todas las cosas que pasaron, lograron sentarse en un momento determinado, es increíble, a mí me pareció increíble, que los artistas, que somos las personas más “raritas”, y menos tranquilitas, de pronto fuimos las más adecuadas en ese lugar para enfrentar a la represión; estábamos siendo amenazados por la Seguridad que avanzaba. Nos quitan la luz, le echan gas a uno de mis amigos, actor, que trabaja conmigo actualmente, y supimos manejar esa situación.

“No pasa nada. Vamos a seguir esperando, vamos a seguir esperando y no buscando una confrontación”. Yo pienso que es importante decirlo también. O sea, lo que pasó en el Ministerio de Cultura fue un paso adelante.

No espero nada de Fernando Rojas. Ni de Alpidio Alonso. Tuve un momento en que la represión era casi inaguantable, a principios de año, cuando empezó la COVID-19. Llamadas telefónicas, amenazas y yo, automáticamente, le digo a la Seguridad del Estado:

―A ver, ¿qué es lo que ustedes quieren?

―No, yo quiero que tú te desvincules de todo.

―No, yo no estoy vinculado a nada. Yo no pertenezco a ningún grupo político…

―No, yo quiero que tú me firmes…

Yo les firmé. Ya. Ellos me han dejado tranquilo, aparentemente. Me siguen llamando. Siguen visitando. De vez en cuando se aparecen por la casa, pero al menos ese acoso continuo ha frenado bastante desde que yo hice eso. Y yo lo necesitaba para mi salud emocional y psicológica. Y sobre todo para poder crear.

Lo que empata esto con el Ministerio, perdón, es que nosotros fuimos ahí muy inteligentes. Yo pienso que en el último momento ellos estaban dispuestos a una agresión física. Todo el mundo lo decía. A mí todo el tiempo el teléfono me estaba sonando con mensajes de amigos de dentro y fuera de Cuba. Mi mamá estaba muy preocupada en mi casa porque sabía que había un ejército de casi 600 o 700 personas esperándonos. Y se tenía que evitar un charco de sangre.

Yo admiré, para mí fue un día lleno de emociones porque ahí estaban mis maestros. Ahí estaba gente que yo admiro, de la escena, actores increíbles, personas increíbles que perteneces a la oficialidad, que llevan años trabajando en el Ministerio, en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas; incluso, asesores de Fernando Rojas, el actual presidente del Consejo de las Artes Escénicas. Y estaban ahí.

Y se estaba evitando a cualquier costo un derramamiento de sangre o un acto de violencia. Ahí había menores de edad, por si no lo saben, ahí había muchachos estudiantes de nivel medio de ENA, San Alejandro, Amadeo; estos muchachitos que oscilan entre los 16, 17, 18 años. Ellos estaban dispuestos a cualquier agresión.

Fue el acto, fue la acción de estar presentes, de estar reunidos, de que un gremio se sienta, un gremio presente, un gremio sin divisiones entre institución-independiente, que tanto nos lastra. Ahí estábamos todos por un bien común. Todos.

Desde los más institucionales, desde los que más tienen una jerarquía institucional y cultural en Cuba hasta los más independientes y los que más tienen una visión contra el sistema, estaban ahí. Y se estaba hablando desde el respeto. Pienso que periodistas independientes que estaban ahí, artistas independientes estaba hablando desde el respeto y lo que pedían era un simple diálogo.

Ellos demostraron una vez más que no están dispuestos al diálogo. Que no están ni quieren dialogar. Se siguen aferrando a la utopía de un tal enemigo; siguen construyendo ese teatro, ese mal teatro, ese mal montaje de tal enemigo, de tal CIA, etc., y se apoya también a la creación de ese enemigo en el sur de la Florida, que crea totalmente el espejo y ayuda a que ese teatro se siga manteniendo. Es de las dos partes.

Y nosotros, los del centro, los del pueblo, los artistas, estábamos precisamente en el centro, unos ayudando a que estos sigan creando su teatro de enemigos virtuales y los otros sosteniendo esos enemigos virtuales, que es la justificación mayor que ellos tienen para cualquier agresión.

Eso te iba a preguntar… para desmentir la parte del dinero. ¿Cómo haces para financiar tus trabajos?

Yo me he financiado del dinero que me manda mi familia de los Estados Unidos, que es un dinero simbólico, que es un dinero para vivir y para comprar comida. Y así yo he financiado la mayoría de los videoteatros.

Yo he recibido, en algún momento, una ayuda de una organización en Nueva York, de artistas, que creo que se llama Artistas Cubanos en Nueva York. Pero son artistas. Una organización que, incluso, ha puesto artistas oficialistas en las exposiciones y en las revistas que ellos hacen. Entonces, si hay alguien en el exterior, de Miami o de cualquier sitio, que te quiere mandar 100, 200, 500 o 400 CUC, que no es mi caso, para financiarte ese proyecto cultural, es la persona la que lo está haciendo.

¿Cómo tú puedes probar que ese dinero viene de la CIA, de la contrainteligencia norteamericana? Es una persona. Hay muchos contribuyentes en los Estados Unidos que se solidarizan con el caso Cuba, que se solidarizan, además, con los artistas perseguidos, marginados, como es el caso de Maykel Obsorbo, como es el caso de Luis Manuel Otero, que no tienen otra manera de vivir. O sea, esa cosa del dinero es un juego muy sucio que ellos han mantenido por muchos años para desprestigiar a la oposición cubana y ahora al periodismo y al arte independiente.

¿Cuáles eran tus demandas el 27?

Las mismas que estaban planteadas ahí. Yo pido la libertad de expresión. Pido que se reconozcan los espacios independientes; yo necesito que se me reconozca tanto en la crítica especializada, que por supuesto, no existe en los espacios independientes, como en los festivales y en los eventos que tienen las instituciones. Que me reconozcan como creador. También estaba ahí por Luis Manuel Otero y por Maykel Obsorbo, obviamente, que son mis amigos. Personas que estaban sufriendo, persona que estaban al borde de la muerte.

Yo me pasé todos esos días muy mal emocionalmente porque dije: “Se van a morir”, “los van a dejar que se mueran” y son dos personas jóvenes, con una vida por delante, con hijo, con familia y viven como pueden.

Quien ha ido a San Isidro, al espacio donde vive Luis Manuel, que ahora es que ha empezado a reparar, y quien ha ido a casa de Maykel, quien vive en una bodega, un gran almacén que han hecho casas ahí, con pedazos de madera y otras cosas, se pregunta: “¿Dónde está el financiamiento? ¿Dónde está?”.

Quien vea la casa de Maykel Obsorbo por dentro, por favor, que se compre un apartamento en el Vedado entonces. Pero, vivir ahí, en un almacén, varias familias, con el techo que se puede caer en cualquier momento… Yo he estado ahí.

Y Omara, Anamely, Katherine, son gente que viene del mundo de la academia, intelectualidad, reconocidas incluso. Omara con una labor impresionante, con una labor más que probada en el mundo de la academia y respetada muchísimo en el mundo del teatro porque fue durante años la mano derecha de Armando Suárez del Villar; él fue decano de la Facultad del Teatro y ella fue la jefa de la cátedra de diseño escénico. O sea, no son personas solamente queridas, sino con una obra hecha.

A mí me da mucha gracia cuando la Seguridad del Estado me dice: “No, Maykel Obsorbo no es artista, Luis Manuel Otero no es artista”. Y yo me pregunto: “¿Y qué capacidad tienes tú para decirme quién es artista y quién no? ¿Cuál es tu bagaje cultural? ¿Con qué regla tú estás midiendo a Maykel Obsorbo?”. Maykel Obsorbo corresponde totalmente en protección, en físico, en ropa, en todo, al artista que él representa. Él es un artista de música urbana, del rap; el rap viene de la clase baja, del gueto, de la proyección marginal. Y obviamente, yo pienso que esa ha sido la principal arma del Gobierno cubano: crear separaciones. Es decir, los del medio, los de abajo, los del centro; crear separaciones.

Nos vendieron un sueño de socialismo cuando todos nos hemos dado cuenta de que ese tal socialismo no existe. Es una utopía, una construcción barata que no funciona, que no es verdad. Ellos hacen todo por separarnos, por dividirnos, por decir: “Tú eres artista y yo no. Tú eres no sé qué y tú no. Tú eres bueno, tú eres malo, tú eres revolucionario, tú eres mercenario”. Dividendo, dividiendo, dividiendo.

Hay que empezar a educar a la sociedad cubana, dentro y fuera de Cuba, porque yo no veo a los que están en el exilio como no cubanos. Son tan cubanos como nosotros, lo que pasa es que están tan dañados como nosotros. Están tan jodidos por ese mismo sistema como nosotros; viven a partir del resentimiento, no aceptan un pensamiento en contra. Da igual que estés a favor de Trump o de Biden, o de Jesucristo… Tú me tienes que respetar a mí. Porque si yo te respeto a ti, tú no me tienes que tildar ni de comunista, ni de fascista. Funcionan iguales. Es increíble lo dañada que está nuestra sociedad. El sistema de democracia en Cuba va a ser complicado: no solamente es tumbar un Gobierno, hay que cultivar el civismo de la sociedad cubana.

¿Y qué función tendría el arte en esa democracia?

Yo pienso que el arte es el pilar. El arte genera un pensamiento y genera un cambio. El arte va hacia las libertades humanas y crea canales para encontrar esas verdades, esas otras verdades de lo que impone la sociedad, de lo que dice la sociedad.

Pero pienso que sí hay que reinventar el discurso, reinventar el discurso de la oposición cubana si se quiere llegar a alguna parte, porque con el trumpismo, con la ultraderecha, con el puritanismo, no vamos a llegar a ninguna parte. Tú, ahora, publicas una cosa contra el aborto y ya vas a tener un gran parte de la sociedad cubana que te va a rechazar; igual contra el matrimonio gay, en fin, contra millones de cosas. Y es lo que ha pasado.

Yo pienso también que ha sido una estrategia. A veces escucho a Tania y veo una gran sabiduría.  Ella sabe. Ella empieza por abajo, por abajo, por abajo. Ya se demostró que Fernando Rojas no quiere diálogo.

Fernando Rojas me tiene a mí esperando desde hace seis meses. Cuando la Seguridad del Estado fue a decirme lo del papel y no sé qué… “¿No, y como tú te puedes insertar en el teatro?”. Yo contacto con una directora y la directora me dice: “No…”. Le digo: “Te voy a montar este espectáculo”. Ella me dice: “Dale, ven para acá, te contrato”.

El contrato mío nunca fue aprobado. No por el director del centro de teatro como cualquier otro contrato. El contrato tenía que ser aprobado por el viceministro, actual presidente del Consejo de las Artes Escénicas, Fernando Rojas. Fui a su oficina en tres ocasiones. La secretaria me dijo con estas palabras: “Yo conozco, yo sé, él sabe perfectamente tu caso”, y Fernando nunca se presentó.

Me tiene ahí, esperando una llamada, como si yo fuera un objeto. Y yo le pregunté… La última vez que fui a su oficina fue justamente el día del Ministerio, en la mañana yo pasé por ahí. Y le pregunté: “Ven acá, y por fin, mi vida, mi obra”. “No, él no tiene respuesta todavía”. La mujer muy apenada.

En fin, él no ha dado la cara, él no ha dado esa respuesta. Yo no espero nada de las instituciones. Yo realmente ejercí esa presión para ver qué pasaba. Para ver hasta dónde ellos llegaban. Porque pienso que sí es importante no seguir el juego del chantaje, pero sí es importante decir: “Tú eres una persona y yo voy a hablar contigo y te voy a decir mis derechos, mis inquietudes, mis anhelos, mis deseos como ciudadano cubano, como artista, aunque tú me trates como nada”, como hizo él.

Él trató a esas personas como nada. Se burló de ellos vilmente. Eso nos sirvió también para darnos cuenta de que los Ministerios en Cuba no solamente no funcionan, sino que no deciden absolutamente nada.

En la sociedad cubana ya tú no decides ni por tu propio cuerpo, no decides nada. Hay algo más, allá arriba, hay un Dios todopoderoso, como el último espectáculo de Nelda Castillo en El Ciervo Encantado, estos ángeles mediadores que son Fernando, Alpidio Alonso, son ángeles mediadores, ángeles de eso, de la comedia farsesca que te dicen: “Sí, no”, pero al final no deciden nada. Son simplemente representativos. Tal vez, ni el propio presidente decide absolutamente nada.

El problema es que ya el pueblo tiene que empezar a buscar otras estrategias para exigir. Y ya le demostramos, al menos, que somos un grupo, que somos grandes, y no estamos conformes.

¿Cuáles son tus estrategias? ¿Cuáles se te ocurren?

A mí, en lo particular, no se me ocurre ninguna ahora mismo. Yo pienso que sí es útil volver a un reclamo colectivo. Volver, quizás, penetrando los mismos organismos de ellos. Podría ser. Yo digo: “¿Qué organizamos tú me dejas? ¿Qué organizamos tú me dices que me representan como artista?”. La Asociación Hermanos Saíz y la UNEAC. Entonces, yo voy a pedir que tú quites al presidente que tienes, yo quiero que el gremio de artistas decida cuál va a ser el presidente que nos va a representar.

Por ejemplo, en la Asociación Hermanos Saíz, tenemos a jóvenes, no sé, como Yunior García, Camila Lobón, que me estaba diciendo que no era asociada… A mí sí que no me den ningún título mobiliario porque yo…

¿Cuál es el mecanismo que tú utilizas? Nosotros vamos a utilizar ese mecanismo para poder llegar a ti. Yo pienso que Osvaldo Payá lo hizo en su momento con el Proyecto Varela. El utilizó el mecanismo. Después ellos viraron todo. Osvaldo Payá era un hombre con tesón y con una manera de ver las cosas, más allá de sus proyecciones cristianas o no, me gusten o no, pero si era un tipo que gestó un acto de resistencia.

Vamos a ir poco a poco, paso a paso. Esto empieza ahora. Esto comienza ahora. Ya ellos saben que los artistas no están conformes. No yo que tengo un seguimiento de la Seguridad del Estado, no Tania Bruguera que no la dejan salir de la casa, no Luis Manuel Otero que lo desaparecen a cada rato. No estamos hablando de los artistas que ellos consideran disidentes. Estamos hablando de los artistas que incluso, llevan años trabajando en las instituciones, de los artistas que representan al arte cubano oficial.

¿Te parece que cambió algo en Cuba el 27 de noviembre?

Yo pienso que claro que cambió. Cambió la postura. Hubo un cambio. Ese día es histórico para el arte cubano. Es histórico. Yo hablé con esos muchachos de escuelas de arte. Estaban ahí porque ellos no quieren, cuando se gradúen, pasar por lo mismo que he pasado yo, que ha pasado Luis Manuel, que ha pasado Tania. Ellos quieren que cambie el curso. El curso tiene que cambiar. El curso de la Historia tiene que cambiar. También ellos tienen que reconocer los espacios independientes, ellos tienen que ser inteligentes porque yo no creo que debería ser una transición de sangre, ni una transición violenta; ellos solo entienden con la violencia, y la transición no debería ser violenta.

Que salgan del poder va a costar. Va a costar mucho tiempo. Costó en Argentina, y los juicios vinieron 20 años después, o muchos años después, no recuerdo, pero sí recuerdo cuando yo estuve en la ESMA, el centro de exterminio de la dictadura en Argentina; esa gente pagó ya siendo ancianos y muchos de ellos no llegaron a pagar.

Yo pienso también que no estamos buscando culpables tampoco ahora, no es una cacería de brujas, no es volver a las cacerías, es déjame vivir, déjame crear una sociedad diversa, una sociedad justa, no tienes derecho a imponerte sobre mí. Tú no te puedes imponer sobre mí. Y es así, tajante.

Sobre el autor

Jesús Jank Curbelo

Padre de Ignacio en 2014. Graduado de Periodismo en 2016. Ha publicado 'Los Perros' (Guantanamera, 2017) y textos en revistas y antologías fuera de Cuba. Guionista de espacios dramatizados para 'RadioArte' (2013–2015). Reportero y columnista del diario 'Granma' (2015–2018). Reportero en 'Periodismo de Barrio' y columnista en 'elTOQUE'.

Sobre el autor

Ismario Rodríguez

Graduado de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Ha colaborado en el periódico Granma, Prensa Latina, el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, Cubadebate y OC Magazine. Ha participado en talleres de periodismo en Reino Unido, Alemania y El Salvador. Desde 2016 es miembro del equipo editorial de Periodismo de Barrio. También ha participado en producciones de cine independiente en Alma Films Producciones, como fotógrafo y realizador.

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