Cuando Nelson Mandela fue puesto en libertad, después de haber pasado los últimos 27 años de su vida en prisión por razones políticas, el sufrimiento que le aquejó podía verse reflejado en su rostro. En cambio, como expresara el escritor estadounidense Arthur Miller, su fe no se quebrantó. ¿Cómo es posible que saliese de tres décadas de encarcelamiento con tal esperanza y tanta calma interior?

Las respuestas psicológicas a la adversidad suelen ser diversas. Los pronósticos son sensibles a la influencia de aspectos como las características de personalidad, recursos psicológicos adaptativos, resiliencia, factores situacionales y otras variables psicológicas. Un aforismo nietzschiano nos acerca a la sabiduría de reconocer que, si tenemos un por qué vivir, podemos ingeniarnos un cómo.

La pandemia de la COVID-19 en el mundo ha suscitado múltiples testimonios. Algunas personas han vivido uno de los momentos más difíciles de su vida, otras han afrontado este tiempo con más optimismo y han gestionado formas creativas de vivir y resolver la crisis. Lo común de esta experiencia ha sido tener que aprender a arreglárnosla ante la incertidumbre y el malestar resultante de no saber cómo será la vida en lo adelante.

Angustia, miedo, tristeza, ansiedad y cierta desesperación ante la búsqueda de certidumbres en medio de un escenario social tan complejo han sido algunas respuestas subjetivas a la pandemia. Ante el peligro real que acecha a causa de un virus que interrumpe y toma el control de la vida social, amenaza la vida individual e impone sus propios tiempos, esas sensaciones pueden sentirse latentes. Opresiones torácicas, palpitaciones y ahogos son algunas de las reacciones que nos advierten de su presencia. Algunas personas pueden sentir que un peligro se acerca, muchos han cambiado rutinas y proyectos inmediatos sin detener la vida ante el ritmo que impone la ley de la naturaleza.

El distanciamiento sanitario en Cuba ha tenido sus singularidades. No ha habido toque de queda, pero ha aumentado la vigilancia y el control de las fuerzas de orden público. La alerta “Quédate en casa” ha sido escuchada como un deber moral por gran parte de la población, pero el estrés cotidiano asociado a encontrar alimentos y el miedo a quedarnos sin provisiones básicas ha llevado a muchos a sentir que la realidad los supera.

Prepararnos psicológicamente y planificar una estrategia de acción efectiva (madrugar, llevar provisiones, sombrillas, nasobucos, sillas plegables y más) para afrontar con éxito las colas ha sido una necesidad inherente a este tiempo. Ante el recrudecimiento de la crisis económica que se avecina, estructurar un proyecto de vida laboral y personal tropieza con ciertas limitaciones. ¿Cómo reinventar la cotidianidad desde la apuesta por el bienestar subjetivo y el bienestar social?

Las herramientas psicológicas para afrontar esa reinvención no son universales. Toca a cada persona encontrar sus propios modos de reconfigurar la cotidianidad emergente, comprendiendo lo reparador en cada caso. Este tiempo de pandemia ha sido útil no solo para reconocer los malestares psicológicos resultantes de la crisis, sino también para identificar fortalezas y desarrollar iniciativas individuales y colectivas para sobrevivir.

Tras experimentar privaciones que han limitado el acercamiento físico, una parte de la sociedad ha utilizado la virtualidad como esa dimensión –con muchas limitaciones en nuestro contexto– que permite el teletrabajo, obtener noticias frescas sobre la pandemia, participar en eventos culturales y foros científicos, hacer activismo social, recibir atención psicológica a distancia, hacer grupos de meditación, realizar compras online, crear grupos de solidaridad para gestionar productos básicos o promover la literatura, socializar y mantener el acercamiento emocional con parejas y personas queridas. La vida virtual, especialmente WhatsApp para la población cubana que puede acceder, ha sido un pilar esencial para compensar y sostener una situación social histórica e inédita.

El momento nos invita a repensarnos y reinventarnos. Este impasse puede ser una oportunidad favorable para resignificar y redireccionar la vida que veníamos viviendo. Podremos hacer los duelos pertinentes respecto a los planes que no pudimos cumplir en los últimos meses, pero también pongamos la mirada en los aprendizajes y logros. Apostemos también por aquellos cambios y proyectos posibles. Como escribió Eduardo Galeano: “¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”.

 

Este proyecto fue apoyado a través del programa de Microgrants Check Global COVID-19. 

Sobre el autor

Lilian Rosa Burgos Martínez

Psicóloga. Especialista en Psicología Clínica en el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

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