A los cubanos, si algo no podrá quitarnos ningún virus —con corona o sin ella—, es la capacidad de reír, de reírnos a diestra y siniestra de todo lo que pueda relajearse, es decir, de todo. Porque hasta los asuntos más serios, tristes o dramáticos (como esta pandemia), tienen su lado jocoso.

Ahí está, para demostrarlo, la fábrica incesante de memes, esa especie de caricatura sin necesidad de habilidades de dibujante, que no cierra su producción ni en la peor cuarentena.

Pero como no vivimos solo de memes y la cuarentena invita a revisar nuestras bibliotecas personales, me puse a buscar “vacunas” humorísticas para tiempos de crisis. Todas producidas por cubanos: para que nadie se antoje después de la patente. Con estos tipos, científicos de la humoranga, cualquier reclusión pandémica se hace más llevadera.

¡Aquí está Zumbado!

Con selección, palabras introductorias, edición y corrección de Ana María Muñoz Bachs e ilustraciones de Lázaro Miranda (LAZ), ¡Aquí está Zumbado! (Letras Cubanas, 2012) rescata una amplia muestra de la obra de Héctor Zumbado (1932-2016), incisivas creaciones de aquel maestro de la ironía, que le valieron ser el primer Premio Nacional del Humor en Cuba, en el año 2000. Periodista, publicista y narrador, este habanero es autor, entre otras joyas, de Amor a primer añejo, Riflexiones, Limonada, ¡Esto le zumba! y Kitsch, kitsch, ¡bang! ¡bang!

Aquí va un sorbo:

Ser o no ser; he ahí el problema […]. Cuando Shakespeare puso eso en boca de Hamlet, por allá por 1599, el viejo bardo no sabía, ni remotamente se imaginaba que se estaría refiriendo también a Consultoso, un tipo que tendría plena vigencia en pleno siglo XX. […] Consultar o no consultar: he ahí el problema […]. ¿Consulto o no consulto? ¿Decido o no decido? Porque Consultoso sabe que decidir es una de las cosas más difíciles que hay en la vida.

Consultoso, sin embargo, tiene una ventaja sobre Hamlet. El príncipe de Dinamarca, ante la duda, se angustiaba, se devanaba los sesos, se trituraba la conciencia, pensaba, cogía una calavera, filosofaba.

Consultoso no; él está por encima de eso. Porque ha descubierto un secreto, una frase mágica, el abracadabra infalible. Ante cada situación, Consultoso —con el rostro serio, grave, responsable— siempre responde:

—Eso hay que consultarlo, compañero.

Y acto seguido, con elegancia de basquetbolista, le pasa la calavera al superior jerárquico más cercano.

(“Consultoso”, pp. 95-96).

Portada del libro ¡Aquí está Zumbado! (Cortesía del autor).

El vecino de los bajos. 99 “nuevas” crónicas

Si Zumbado es el rey cubano del filo mordaz, Enrique Núñez Rodríguez (1923-2002) es sin duda el monarca del humor costumbrista. En El vecino de los bajos. 99 “nuevas” crónicas (Ediciones Unión, 2014), su nieto Tupac Pinilla (compilador y editor, recientemente fallecido) salva de los archivos de Juventud Rebelde textos que no habían sido incluidos en libros anteriores. A Enrique, malabarista de la anécdota ingeniosa, que podía ir de lo hilarante a lo intensamente dramático con una gracia inimitable, se deben obras como: Yo vendí mi bicicleta y A guasa a garsín. Públicos de varias generaciones recuerdan además sus guiones para radio y televisión en la Isla.

Un trago de prueba:

Me gusta jugar con los niños. Provocarlos, en el buen sentido de la palabra, para disfrutar de sus reacciones, frescas, inesperadas, llenas de esa gracia sin estrenar que tanta falta nos está haciendo, en nuestros escenarios y pantallas. […]

Llena de gracia, fue la respuesta que me dio en Cárdenas, Matanzas, un chiquillo adorablemente feo que, metido hasta la cintura en una cuneta, disfrutaba de una de las inundaciones habituales en esa zona. Cárdenas estaba bajo el agua. Yo venía del Circuito Norte hacia La Habana y mi carro apenas podía avanzar en aquel mar como de café con leche que eran las calles de la bella ciudad de las bicicletas. De pronto vi al niño, disfrutando. Me encantó aquella cara fea y sucia y las greñas negras que chorreaban, impregnadas de lluvia. Me acerqué lentamente y, fingiendo total ingenuidad, le pregunté:

—Por favor, ¿ha llovido mucho por aquí hoy?

La respuesta que me dio puede lucir irrespetuosa a la luz de la educación formal. Pero es tan cubana, tan nuestra, que no puedo resistir la tentación de reproducirla. Me dijo:

—¿Usted es comemierda? ¿No ve cómo está la calle? Tenía, entonces, solo cinco años.

(“¿Crisis del humor?”, p. 50).

20 cuentos de humor & Otto autor desesperado

Nacido en Quemado de Güines, Villa Clara, al igual que Núñez Rodríguez, Carlos Fundora Hernández (1961) es fundador del grupo La Leña del Humor, de relevante trayectoria en predios humorísticos criollos; es decir, que ha dado bastante “leña”. En 20 cuentos de humor & Otto autor desesperado. Antología del Premio Aquelarre de cuento (Ediciones La Luz, 2016), reunió las firmas de Eduardo del Llano, Antonio Berazaín, Jorge Alberto Piñeiro (Jape), Jorge Bacallao, Otto Ortiz, entre otros, a razón de dos cuentos por cada creador.       

Ahí les va un texto de Luis Alexis Pérez (Nwito):

Para ese entonces, ya había escampado en su parque. De manera inexplicable, todo parecía diferente. Las figuras de los que pasaban por su lado no eran las de siempre, lucían más opacas, con contornos como los de una nube, indefinidos. Reconocía las voces que le saludaban, pero no a las personas. Como le decían soñador, creyó que vivía otra de sus fantasías. Decidió sentarse bajo la sombra. Cruzó las piernas, tranquilamente. El agua que escurría del árbol le hizo mirar arriba. Una nueva gota, directamente en su ojo, le hizo caer en la realidad. No era un sueño lo que veía: le habían robado los espejuelos.

(“Soñador II”, p. 57).

¿Quién le pone el cascabel al látigo?

Cuentos, crónicas, comentarios y artículos jocosos, centrados en la vida universitaria nacional se han publicado durante lustros en la sección homónima de la revista Alma Mater. Desde 2008, el columnista a cargo del espacio es el joven periodista y profesor Rodolfo Romero Reyes (1987), quien se decidió a compilar sus bromas en ¿Quién le pone el cascabel al látigo? (Editorial Abril, 2017), que tan grata acogida tuvo entre los lectores del país. Buen “chucho” entre estudiantes, con las dosis de picardía, doble sentido e irreverencia típicos de esta etapa de utopías y cuestionamientos.

Les dejo un botón de muestra:

El tema de hoy conceptualiza las relaciones actuales. […] Aclaramos, es una propuesta subjetiva, tiene su regla: antes de catalogar, debes distanciarte de la relación, así no median sentimientos pasionales. […] REVERBERO. En esta categoría él estuvo puesto para ti, tú para él, pero nunca ocurrió nada, quedaste un poco frustrada […]. CHICLE. Te dejó un buen sabor. Se caracterizó por un tiraencoge; lo congelas durante un tiempo para luego echarle azúcar y seguir disfrutándolo. Eso sí, como todo buen chicle, al botarlo, no lo recoges […]. CAFETERA UTÓPICA. Relación corta, intensa, se evaporó por motivos ajenos a ambos: ella es de otra provincia, él se fue del país; en fin, se quedaron con ganas de aquello y sin esperanza de nada […]. OSITO DE PELUCHE. Generalmente es un amigo con quien tienes sexo; lo quieres, está contigo, en él te refugias cuando surge un problema, su amistad te acompaña durante toda la vida; sin embargo, nunca saldrían juntos a la calle […]. NESTLÉ. […] Es la más grande, la insuperable, “la tipa” de las relaciones, la que siempre se recuerda.

(“Diez tipos de relaciones modernas”, pp. 17-19).

Portada del libro ¿Quién le pone el cascabel al látigo? (Cortesía del autor).

Los epigramas malditos

Uno de los autores más versátiles de las últimas décadas en la literatura cubana es el tunero Carlos Esquivel (1968). Poeta, narrador, ensayista, en sus textos el sarcasmo tiene una abundante cosecha. Con Los epigramas malditos (Editorial Sanlope, 2017) lanzó una prueba rotunda de su capacidad para desacralizarlo todo.

Sirvan de ácida evidencia las siguientes gotas:

Fornica y sé feliz./ Lo demás es literatura (“Lo que dice Aristóteles a un discípulo”, p. 25).

Como ilustre bandolero/ hice igual que todos los bandoleros/ ilustres:/ ser amigo de los policías (“Testimonio de Robin Hood”, p. 41).

Que tire la primera piedra/ quien no haya robado jamás, dijo./ Al momento descubrió que también/ se habían robado las piedras (“Deporte Nacional”, p. 58).

Tu verdadero problema ideológico es el silencio (“Dictamen”, p. 60).

Denme una consigna/ y moveré el mundo (“Arquímedes Pérez”, p. 77).

Hoy habrá un ciclón de carne, arroz/ jamones y cervezas por doquier./ Pero no se preocupen,/ no ofrece peligro para Cuba (“Informe de meteorología”, p. 80).

Decimerón. Decimario con pimienta para mayores de treinta

Estrofa de la identidad cubana, la décima —oral o escrita— pasa de generación en generación en la Isla como uno de los lenguajes singulares para condensar cualquier emoción. Por años las que se dedicaron al “relajo” (temas eróticos, sexuales, escatológicos), tuvieron cerradas las puertas de las imprentas institucionales. Sin embargo, la incombustible perseverancia del poeta y cronista Yamil Díaz Gómez (1971) logró compilar y que viera la luz en papel Decimerón. Decimario con pimienta para mayores de treinta (Ediciones Sed de Belleza, 2018), una sabrosa selección de estas ocurrencias rimadas y subidas de tono.

Juzguen ustedes si no valía la pena el esfuerzo:

Un campesino llegó/ a una farmacia en Navajas/ y de viagra cuatro cajas/ al punto solicitó. La mujer le preguntó: “¿Tiene la receta ahí?”. Y el hombre le dijo así/ con su típico lenguaje: “La receta no la traje,/ pero el enfermo está aquí”.

(Orestes Pérez: “Una farmacia en Navajas”, p. 75).

Yo fui dentista en La Habana/ de mucha reputación/ y saqué más de un millón de muelas a la semana./ Se me presentó una anciana,/ la senté en el aparato,/ la inyecté y esperé un rato:/ la anestesia no cogía./ Y la vieja me decía:/ “Si me la sacas te mato”.

 (Chanito Isidrón: “Dentista en La Habana”, p. 67).

Ayer fui a comprar boniatos,/ Y me dijo el bodeguero:/ “Tienes que traer primero/ la inscripción y dos retratos,/ carné de los sindicatos/ que también es necesario”./ Bien me lo dijo Olegario/ con el mayor disimulo:/ “Lleva dos fotos del culo/ para el papel sanitario.

(Chanito Isidrón: “En la bodega”, p. 143).

Y, para terminar, traigo a cuento un chiste sombrío de la Parca: se llevó juntos, de un golpe, el 24 de marzo, a dos genios del humor del siglo XX: el cubano Juan Padrón (Elpidio Valdés, Vampiros en La Habana) y el francés Albert Uderzo (Astérix, Oumpah-pah). Garrincha, otro agudísimo caricaturista de Cuba, radicado fuera del país, extractó en una imagen la honda tristeza y la capacidad de reírse de ella. Un maltrecho y cariacontecido Elpidio Valdés comenta: “De ping…, Compay”; a su lado, otro cabizbajo y consternado Astérix responde: “Oui, de pingué”.

¿Podrá el nuevo coronavirus con estos anticuerpos?

Sobre el autor

Jesús Arencibia Lorenzo

Pinar del Río (1982). Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2006-2018). Columnista del periódico 'Juventud Rebelde' (2007-2018). Ha recibido premios periodísticos y literarios en concursos cubanos. Compiló, junto a Miriam Rodríguez Betancourt, el libro 'Pablo de la Torriente Brau. Pasión de contar' (2014). En 2018 publicó el volumen de crónicas 'A la vuelta de la esquina' (Ediciones Loynaz) y en 2019 el libro de entrevistas 'La culpa es del que no enamora. Claves de Periodismo y Comunicación desde América Latina' (Ocean Sur).

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