El pasado 5 de agosto decidí dar un paseo con mi pareja bordeando la bahía habanera. En nuestro recorrido nos alarmó el alto grado de contaminación del mar, provocado tanto por desechos de basura como por residuos de petróleo. Resulta doloroso y triste que una ciudad que acaba de cumplir sus 500 años, cuyo surgimiento y desarrollo se debió en gran medida a su magnífica bahía de bolsa, se encuentre actualmente en estas condiciones.
La Bahía ha sido un territorio de vital importancia desde la colonia como centro y corazón del comercio. Su valor histórico y cultural es indiscutible. El establecimiento de un sistema defensivo de fortificaciones durante el período colonial le otorgan una identidad y una belleza singular. Fue uno de los conjuntos defensivos más importantes de Hispanoamérica. Sin embargo, su bello rostro se está oscureciendo.
La indisciplina social de la población cubana es una de las principales causas que provoca esta contaminación por residuos arrojados al mar o a los afluentes cercanos a este. Lo más preocupante es que predomina el plástico, un material hecho a partir de residuos de petróleo con una alta resistencia a corromperse.
La actividad industrial del sector estatal genera la contaminación de residuales líquidos que se observa en todos los desechos sólidos manchados de petróleo y en la coloración negra de las aguas. A su vez, muchas personas que pescan a lo largo de toda la bahía desconocen el grado de contaminación que tiene este ecosistema. Los mismos pescadores citan que ha disminuido la actividad pues varias clases de peces han desaparecido en la zona.
Las consecuencias de todo este desenfreno e indisciplina, tanto desde la población como desde las autoridades estatales encargadas en solucionar estos temas, está afectando también los océanos.