Santo Tomás es uno de los tres bateyes inicialmente fundados en la región de la Ciénaga de Zapata (junto a Maniadero y El Vínculo). Es el único que se niega a desaparecer. Sus habitantes, mezclados entre las mismas familias, no quieren abandonar sus costumbres, su hábitat, ni emigrar frente a la tentación primaria del desarrollo urbano o pertenecer a una administración social mayor.
Cuarenta personas aproximadamente pueblan este batey, entre la precariedad y la naturaleza. El hacer del carbón, la cacería, la pesca y la crianza de animales se mantienen como legítimas fuentes de vida.
Llegué a Santo Tomás por primera vez en agosto de 2018 y por su forma de vida, paisajes e historia lo convertí en un proyecto personal. He estado allí en cinco ocasiones, cada una con una duración de una semana, y en cada viaje me he mezclado con la gente, con sus dinámicas y tradiciones, que no dejan de sorprenderme. En esencia, pretendo documentar esta comunidad, entender y contar los motivos por los que se resisten a perder sus costumbres.
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