Los vecinos del único edificio de doce plantas en Sancti Spíritus no recuerdan con exactitud casi nada de aquello que ocurrió en 2009. Han elegido olvidar. Pero nadie los juzga. Hay quien dice que fueron días raros. Unos ocho o diez días. Y hay quien dice que la cosa duró meses. Que desde que la peste comenzó a salir por las llaves y las cañerías e inundó los 138 apartamentos del edificio, hasta que se acordó limpiar la cisterna, pasaron cerca de seis meses. Seis.
Primero subieron a revisar los tanques –cuenta Edel Rodríguez, que vive en el décimo–, aunque toda la suciedad que pudieran haber acumulado estos no justificaba tan mal olor. Y luego, solo luego, un grupo de vecinos observó cómo dos muchachos se sumergían en la cisterna y tropezaban con un palo, una rama colada por la boca de la misma. Rama que resultó ser, como inmediatamente reconocerían, un brazo humano y la respuesta a todo lo demás.
El resto del cuerpo fue extraído por Salud Pública y el Ministerio del Interior a la vista de los vecinos curiosos, de los vecinos incrédulos, de los vecinos profundamente asqueados que pedían, que suplicaban por la posibilidad de devolverlo todo, de vomitar hasta la última gota de agua que habían bebido durante ese tiempo, de rasparse la piel que habían aseado con el agua en la que flotaban aún los restos de un hombre.
Dicen que la cisterna siempre está tapada. Que los accidentes son poco probables allí. Que quizás alguien metió a Antonio Iglesias en la cisterna a la fuerza, y que llevaba ya días desaparecido de su casa cuando el agua comenzó a heder. Dicen que el muchacho padecía alguna enfermedad. Que no estaba en sus cabales, dicen. Que no trabajaba y que gustaba de deambular por ahí.
Blanquita González vive en el cuarto. Pero no bebió nunca de esa agua, afirma. Ella no bebió de Antonio porque aunque la gente decía que el pozo no era seguro, ella buscaba el agua allá y la cargaba hasta su casa. Otros vecinos dirán lo mismo. Y solo unos pocos reconocerán haber usado esa agua para todo. “Era la única que teníamos”, explicarán.
Sobre el muchacho nadie contará mucho más. Al fin y al cabo era un vecino. Y ya hemos dicho que allí la gente ha preferido borrar ciertas cosas.
“Ah, sí, algo más: él había dicho, una vez, que iba a morir ahogado. Eso”.
*En una versión previa aparecía, por error, Alberto Iglesias. El nombre real es Antonio Iglesias.
Hola Diana. Tremenda historia esta. Conozco muy bien esta historia. Es parte de la historia de mi familia. El muerto era primo segundo mío. No me sabía su nombre oficial, le decíamos Tony, el hijo de Elsa. Tony traumado por habier sido violado a los 14 años por otro hombre, y su madre de tanto que quiso protegerlo, escondió su afrenta. dijo que estaba enfermo de los nervios. Trato de ocultar su homosexualidad, su violación. Lo sobreprotegió tanto, que Tony se volvió más que dependiente de su madre. y fue como si tuviera el cordón umblical aún pegado a la placenta de su madre. Asi pasaro más de 40 años. En una relación enfermiza de Tony con su madre y el mundo. Deprimido, marginado, traumado. Y dijo, más bien prometió, matarse si su madre moría. Y lo cumplió, aunque el día que pensó que su madre moría, no fue así. Ella sólo tuvo un infarto, y lo superó. Pero él la vio partir moribunda, y pensó que era su último día. El descendió hasta la cistena, y allí se ahogó. Elsa se recuperó de su infarto, y empezó la búsqueda de su hijo. Estuvo desaparecio muchos meses, hasta que alguien encontró sus restos en la cisterna del 12 plantas. Tony tuvo una mala vida. No porque fuera un díscolo. Al contrario, fue víctima de los prejuicios, que lo condenaron y lo sumergieron en esa cisterna, donde finalmente, imagino, haya encontrado algo de sosiego, de paz. Su madre murió poco después. Tony, quizá sin saberlo, encontró una forma de cobrarle a la sociedad, todo el asco con que fue tratato. Su dolor se hizo peste, y muchos se lo bebieron, se lo untaro. imagino que se fue limpio de toda culpa.
Hola Di FH. Tremenda historia esta. La conozco muy bien. Es parte de la historia de mi familia. El muerto era primo mío. Aunque ” sobre el muchacho nadie contará mucho más. Al fin y al cabo era un vecino. Y ya hemos dicho que allí la gente ha preferido borrar ciertas cosas”. Nuestra familia no olvida. Yo me atrevo a contar mucho más. Podría hacer hasta un libro. Por ahora te dejo estos elementos del “muchacho”, que ya tenía más de 50 cuando se suicidó. No recordaba su nombre oficial, le decíamos Tony, el hijo de Elsa. Tony traumado por haber sido violado a los 14 años por otro hombre, y su madre de tanto que quiso protegerlo, escondió su afrenta. Dijo que estaba enfermo de los nervios. Trató de ocultar su homosexualidad, su violación. Lo sobreprotegió tanto, que Tony se volvió más que dependiente de su madre. Y fue como si tuviera el cordón umblical aún pegado a la placenta. Así pasaron más de 40 años. En una relación enfermiza de Tony con su madre y el mundo. Deprimido, marginado, traumado. Y dijo, más bien prometió, matarse si su madre moría. Y lo cumplió, aunque el día que pensó que ella fallecía, no fue así. Superó el infarto que tuvo. Pero él la vio partir moribunda, y pensó que era su último día. Él descendió hasta la cistena, y allí se ahogó. Elsa se recuperó, y empezó la búsqueda de su hijo. Fue dado por desaparecido durante muchos meses, hasta que alguien encontró sus restos en la cisterna del 12 plantas, que cuentas. Tony tuvo una mala vida. No porque fuera un díscolo. Al contrario, fue víctima de los prejuicios que lo condenaron y lo sumergieron en esa cisterna, donde finalmente, imagino, haya encontrado algo de sosiego, de paz. Su madre murió poco después. Tony, quizá sin saberlo, encontró una forma de cobrarle a la sociedad, todo el asco con que fue tratato. Su dolor se hizo peste, y muchos se lo bebieron, se lo untaro. imagino que se fue limpio de toda culpa.
Tarde, ¿no? Pero ahora encuentro este pedazo de historia y me acaba de llegar como un arponazo!!! Bien,Diana!