La Habana no drenó la lluvia del 29 de abril de 2015. Los 250 milímetros que cayeron en varias zonas durante cerca de tres horas sobresaturaron un sistema de drenaje pluvial diseñado para drenar 63 m3 de agua por segundo en sus mayores cuencas y que ese día colapsó al recibir un volumen estimado en 134 m3.

“Tiene casi un siglo de antigüedad y estaba pensado para una urbanización de 600.000 habitantes”, dice Sergio del Castillo, Jefe del Departamento de Drenaje Pluvial de la Empresa Aguas de La Habana, “además, en mucho tiempo —más de 25 años— no ha recibido todo el mantenimiento que requiere”. La Habana acoge hoy a más de 2 millones de personas según el censo de 2012.

Graduado en 1987, conoce las particularidades de su trabajo como pocos. Sergio ha limpiado tragantes, dirigido brigadas de mantenimiento, construido baterías de tragantes y calculado, una y otra vez, los volúmenes de escurrimiento en las cuencas bajo su tutela.

Los drenajes ubicados en las calles —conocidos como registros— son apenas el inicio del sistema de evacuación pluvial, pues son los encargados de acopiar el agua y verterla en las líneas centrales que luego descargan todo el volumen en los ríos o en el mar.

Estos puntos primarios de evacuación usualmente son construidos en los sitios más bajos de las calles, pues el drenaje pluvial se basa en la gravedad para transportar las precipitaciones. De tal trazado también forman parte los ríos y cauces que atraviesan diferentes partes de la ciudad, así como el escurrimiento natural del terreno.

El diseño de los sistemas de drenaje varía en dependencia del sitio en donde se realicen, son concebidos a partir de las medias históricas de lluvia registradas en la zona y nunca son construidos para evacuar lluvias extremas. “Los costos se elevarían extraordinariamente. Nadie en el mundo construye sistemas de drenaje pluvial pensando en condiciones límites”, dice Sergio.

Estas infraestructuras son complejas y costosas, para entender su magnitud, imaginemos un túnel de tres metros de alto y cuatro de ancho que corra por debajo de nuestras calles, casas, plazas… atravesando kilómetros bajo la ciudad para luego desembocar en el mar. Por supuesto, no todos los conductos poseen las mismas dimensiones y, en dependencia de la región, algunos no superan las 25 pulgadas de diámetro.

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Es importante diferenciar el drenaje pluvial y el sistema de alcantarillado. En Cuba dichos sistemas corren paralelos, pero independientes, evitando que las aguas albañales se mezclen con las lluvias.

Debido a varias causas, entre ellas conexiones ilegales de los hogares, roturas, mala terminación de obras y falta de mantenimiento, tal separación no siempre existe y resulta frecuente hallar zonas donde ambos sistemas se mezclan.

Sergio asume que la empresa no puede delegar toda la responsabilidad, pues en ocasiones sus trabajadores son quienes incumplen estas normas constructivas. Pero, en la gran mayoría de los casos, estas violaciones provienen del sector privado que realiza las conexiones sanitarias directamente al sistema pluvial, el cual no está diseñado para asimilar esta carga extra.

Aun así, estas irregularidades no son hoy el punto más crítico que enfrenta su Departamento, el cual ha identificado las principales causas del deterioro del sistema de drenaje pluvial en la ciudad, entre las que sobresalen la acumulación de raíces en los conductos, así como de desechos sólidos en los tragantes, cables eléctricos en tragantes y conductos, construcciones realizadas sobre las redes, vertimiento de hidrocarburos y grasas en el sistema y acumulación de sedimentos en los drenajes centrales.

José Bienvenido Martínez Rodríguez, docente de la carrera de Ingeniería Hidráulica, es profesor emérito y doctor Honoris Causa de la Cujae. Sentado en su cátedra, comenta que la constante urbanización de la ciudad ha limitado la absorción natural del terreno, por lo cual es necesario contar con un sistema de drenaje capaz de asimilar el volumen de agua que antes escurría naturalmente a través del suelo; además, concede una gran importancia al mantenimiento de las redes, “ese es el primer paso: conseguir que el sistema que tenemos funcione a plena capacidad”.

La Habana ha crecido horizontalmente en las últimas décadas. En varios sitios, la ubicación de las edificaciones no ha sido acertada teniendo en cuenta la topografía de la zona. En tal sentido, Sergio ratifica que ello atenta contra la seguridad de los mismos pobladores, “hemos visto cómo se han construido casas en sitios por donde habitualmente escurre el agua, luego con lluvias fuertes estas construcciones llegan, incluso, a funcionar como represas y pueden causar accidentes”.

En el mantenimiento de las redes pluviales intervienen dos partes esenciales: la empresa ejecutora y la comunidad.

Actualmente, Aguas de La Habana es la encargada de realizar todos los trabajos de limpieza, desobstrucción y reparación de ese sistema. Aunque su plantilla está concebida para 20 brigadas de ocho hombres dedicadas a esta tarea, hoy solo cuentan con ocho equipos de trabajo, dos de ellos integrales —participan en todas las acciones constructivas o de mantenimiento— y otros seis cuya principal encomienda es la limpieza de tragantes.

Con ese personal, la empresa, y especialmente el Departamento encabezado por Sergio del Castillo, ha confeccionado un plan que —en teoría— debería asegurar un ciclo de limpieza con una duración cercana a los 40 días, reduciendo el mismo hasta 20 días en las principales zonas de inundación que ascienden a 78 dentro de los límites que atiende la empresa Aguas de La Habana, aunque en el resto de la capital la cifra se incrementa a 178.

Es en la limpieza y desobstrucción de tragantes donde mayores avances han conseguido. “Desde hace 5 años hemos trazado una estrategia de trabajo con el fin de regularizar el mantenimiento del sistema de drenaje pluvial. Cada brigada de trabajo tiene una norma de entre 60 y 64 tragantes por día —ocho por cada hombre del grupo—, lo cual debería ser suficiente para cumplir el plan establecido”, dice Sergio.

Aun cuando el plan está calculado en función de las posibilidades reales de los grupos de trabajo existentes, el ingeniero reconoce que las condiciones para realizar su labor distan mucho de ser idóneas: “Las brigadas no están completas por cuestiones tecnológicas: faltan camiones de alta presión, herramientas, camiones para el transporte. Aunque por otra parte, la fuerza laboral no ha sido compleja de encontrar. En ocasiones tenemos fluctuaciones en la plantilla de las brigadas, porque este es un trabajo duro y difícil que no todo el mundo quiere hacer, pero cuando tenemos alguna baja siempre aparece alguien que solicita el puesto”.

Sobre la regularidad del mantenimiento existen discrepancias, pues en dos de las zonas inundadas del municipio Cerro (Consejos Populares Las Cañas y Cerro), sus Presidentes confirmaron que en muchas ocasiones las limpiezas de los tragantes son realizadas bajo demanda —e insistencia— de los gobiernos locales.

Lester Calderón, Presidente del Consejo Popular Las Cañas desde el año 2015, dijo que “las limpiezas se hacen cuando son reportadas tupiciones. Entonces ellos (Aguas de La Habana) vienen y limpian, pero no existe un seguimiento en cuanto al mantenimiento de los drenajes y las alcantarillas”.

En el caso del Consejo Popular Cerro sucede algo similar, a pesar de que son zonas bajas que sufren inundaciones frecuentes con lluvias de mediana magnitud. Específicamente, en las calles Domínguez, San Pablo y Auditor la situación llega a ser crítica, pues además de la falta de mantenimiento se suma que estas vías son atravesadas por la Zanja Real (también carente de la limpieza requerida).

Colindantes con la Zanja Real del Cerro existen hoy casi 600 viviendas (Foto: Julio Batista)

Colindantes con la Zanja Real del Cerro existen hoy casi 600 viviendas (Foto: Julio Batista)

Lo que en algún momento de la historia fue una de las fuentes de abasto de agua para los vecinos del Cerro, se ha convertido desde hace décadas en un vertedero donde se acumulan escombros, basura, ratas…

Colindantes con la Zanja Real del Cerro existen hoy casi 600 viviendas, varias de ellas ilegales, pero todas afectadas por la insalubridad de las aguas y los frecuentes desbordamientos que sufre el cauce cuando las lluvias son de mediana intensidad.

Según explicó Manuel Fernández Abad, expresidente del Consejo Popular Cerro y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la zona fueron damnificados más de 300 núcleos familiares el 29 de abril, cuando las aguas sobrepasaron la baranda de hierro que sirve de barrera a los peatones en las calles Domínguez y San Pablo.

“Sin embargo, el número de casas a las que les entró el agua es mucho mayor. Solo a los lados de la Zanja hay casi 600. Esas viviendas no deberían estar ahí, pero el Estado no tiene hoy la manera de responder a esto. ¿Cómo se mueven 600 casas aledañas a la Zanja?”, se pregunta Fernández.

Un foco de atención, tanto para Aguas de La Habana como para las Presidencias de los Consejos Populares, es la incidencia de las indisciplinas sociales en el mal estado de las redes de drenaje pluvial. El vertimiento de desechos sólidos en los tragantes se ha convertido en rutina común y uno de los principales motivos de obstrucción.

Ello coincide con el diagnóstico realizado por Sergio del Castillo, al incluir dicha situación entre los problemas que encuentra su Departamento en el trabajo diario. A lo cual se suma la alarma de Odalys Collado, Vicepresidente del Consejo Popular Las Cañas: “la población comete muchas indisciplinas sociales, y eso es fundamental a la hora de entender este fenómeno. Tenemos que perfeccionar el sistema de exigencia, si bien el ciclo de limpieza no funciona como debería, el factor fundamental en la tupición de los tragantes es la indisciplina social, pues en ellos arrojan basuras, escombros, desperdicios…”

Sin embargo, también existen problemas con la recogida de basura y la creación de vertederos en cualquier esquina una vez que los tanques están llenos.

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A seis meses de las inundaciones del 29 de abril, la situación en las zonas bajas de la capital cubana no ha cambiado. De las 78 declaradas con peligro —comprendidas en los municipios que atiende Aguas de La Habana— se prevé que para el año 2016 pueda completarse la inversión en el área de la Tribuna Antimperialista, aunque se trabaja en varias de ellas para limitar el efecto de las lluvias. Por el momento las principales zonas de labor son El Platanito (Cerro), Tribuna Antimperialista (Plaza), Cueva del Indio (Lisa) y Pontón (Centro Habana). En todas ellas se busca la ampliación del sistema de drenaje pluvial por diferentes vías.

Zonas de inundación en el Municipio Cerro (Mapa creado con datos provistos por Aguas de La Habana)

Zonas de inundación en el Municipio Cerro (Mapa creado con datos provistos por Aguas de La Habana)

Al tocar el tema de las inversiones, Sergio no habla de eliminación, sino de la reducción de riesgos en las zonas bajas. “Esos sitios siempre serán considerados zonas de inundación, pues el riesgo nunca se elimina totalmente —salvo con obras gigantescas— y sus condiciones topográficas indican que el escurrimiento por gravedad del agua llevará hasta allí mayores volúmenes. Por esa razón no podemos decir que con las acciones que estamos realizando garantizamos eliminar los riesgos en las zonas bajas”.

Ello significa que las actuales inversiones en estas áreas no son la respuesta final a los problemas de las comunidades. “Las soluciones definitivas, vistas como la ampliación del sistema de drenaje o la construcción de nuevos conductos, tienen un costo e intervención urbanística tan altos que la empresa Aguas de La Habana no puede asumirlos ahora”, concluyó.

En algunos casos – como la Tribuna Antimperialista – los tramos de ejecución de las obras son más cortos, pero en otros estaríamos hablando de varios kilómetros de conductos bajo las calles y el trabajo en ellos implicaría la paralización total de la zona: calles destrozadas, excavaciones profundas en vías de gran importancia, maquinaria pesada operando mientras se realizan obras que podrían extenderse por meses.

Para disminuir las posibles inundaciones se construyen nuevas baterías de tragantes en sitios como la calle Pizarro, en El Beauty (parte más baja del Consejo Popular Las Cañas). Estos nuevos puntos de evacuación son conectados directamente a las líneas centrales con el fin de que el agua pueda bajar más rápido. Sin embargo, Luis Blanco, jefe de la Brigada 5 de Saneamiento de Aguas de La Habana encargada de la construcción de las nuevas baterías, asevera que se trata solo de un paliativo para que “sea menor el tiempo de estancamiento del agua en la zona, pues si el sistema central se colapsa, estos registros no servirán de nada, es solo para que cuando termine de llover el agua se vaya más rápido”.

El Jefe del Departamento de Drenaje Pluvial aseguró que ya se han completado estudios de inversión en 25 de las zonas de inundación ubicadas en la capital, algunos de los cuales deberán ser actualizados. De ellos se ha derivado la búsqueda de soluciones en las áreas más complejas. Por ejemplo, “en la zona del Pontón la solución real sería realizar la construcción de un sistema de drenaje paralelo al existente, pero por el nivel de inversión e intervención urbanística que se precisa podríamos decir que ahora mismo es imposible ejecutarlo. Sin embargo se han buscado otras soluciones como son los pozos de infiltración”, explica Sergio.

Similar situación vive el Drenaje de El Beauty, línea principal que atraviesa Las Cañas y que no remediará sus problemas con las baterías de tragantes recién construidas por la Brigada 5. En este sitio se buscan alternativas como los pozos de infiltración.

José Bienvenido propone entender estas redes en su totalidad, y no con soluciones dispersas. “Los proyectos de drenaje pluvial en La Habana se han construido de manera aislada. Pero como la ciudad ya es tan grande e interconectada, lo que sucede es que muchas veces el drenaje de un lugar descarga en el de otro, y ese último no está diseñado para soportar las dos cargas y entonces se inunda. Por eso los problemas del drenaje pluvial de la capital hay que empezar a verlos a escala de gran ciudad, y no localmente”.

El profesor añade que más que dedicar amplios recursos a la construcción de obras de gran magnitud, lo más importante, en estos momentos, sería “dedicar esfuerzos para conseguir que los drenajes pluviales existentes funcionen como deberían. Dedicar más atención al mantenimiento del sistema que tenemos”.

Por su parte, Sergio comenta que si bien la limpieza de los tragantes podría reducir el riesgo de las inundaciones, “el sistema con que contamos actualmente no está diseñado para asimilar tales volúmenes de lluvia en tan corto tiempo. Si volviese a llover así, probablemente sucedería lo mismo…”.

Sobre el autor

Julio Batista Rodríguez

Melena del Sur, La Habana (1989). Periodista cubano, 29 años de edad. Desde 2015 forma parte del equipo fundador de 'Periodismo de Barrio', donde integra el Consejo Editorial y se desempeña como periodista. Recibió el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España 2017 en la categoría de Periodismo Ambiental y Desarrollo Sostenible. Graduado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2013). Cursó estudios en los postagrado internacional de Periodismo Deportivo (2014) y el de Periodismo Hipermedia (2015) en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha participado en eventos académicos y profesionales como el Foro de Periodismo Centroamericano (El Salvador, 2016), Taller para Periodistas Cubanos (Alemania, 2017) y el Congreso Internacional de Comunicación (La Habana, 2015). Como profesional laboró en el periódico 'Trabajadores' (Cuba, 2009-2016) y como asesor de programación del canal nacional de televisión Tele Rebelde (Cuba, 2014-2016). Además, ha publicado en las revistas 'Cubahora', 'OnCuba', 'Progreso Semanal', 'elTOQUE', 'Cuba Contemporánea', 'Postdata', 'Cuba Posible', el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, el periódico alemán 'Taz'. Actualmente se mantiene como colaborador de 'Radio Francia Internacional'.

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