Jorge Almenares es de esos hombres que no le temen al trabajo. Nació en Oriente, entre lomas, arroyos y matas de mango; con su padre aprendió a trabajar la tierra. Hace 10 años decidió emigrar a La Habana. “Era otro tiempo, las cosas no estaban tan malas”, dice con nostalgia, pero su hogar ya está en la capital.
Cuando llegó a Guanabacoa, municipio habanero donde reside, la tierra donde levantó su casa con tablas de palma era una tierra infértil para muchos, pero Jorge no se dio por vencido. Primero hizo un pozo, luego comenzó a sembrar. Sus técnicas de cultivo no son tradicionales: el siembra con el corazón; su tenacidad le devolvió la vida al terreno inerte.
Almenares utiliza su cosecha para autosustentarse; comparte lo que recoge con sus vecinos. Sus ojos humildes contemplan con orgullo el verdor y la riqueza de un pedazo de tierra que parecía condenada a ser estéril.
No es común ver a un verdadero guajiro trabajando el campo de short, como tampoco son comunes esas matas de frijoles tan altas (aunque me imagino que ha sido él quien las ha puesto a trepar)… Por cierto, me quedé con ganas de saber más de la vida de este hombre: vive solo? es él quien echa a andar esa máquina de coser en la sala de su casa?
Me gustan estas fotos en color más que en blanco y negro. El color aumenta el realismo y su belleza. Conmueve el trabajo duro de la gente pobre que usa sus manos para mejorar sin esperar la ayuda de nadie.