En 2016 recorrí por primera vez y a conciencia casi todos los puentes y pasadizos que se extienden sobre los 18 km de cauce del Quibú, un río habanero que atraviesa los municipios de Playa, Marianao y La Lisa. Comencé por El Náutico y vi la playa tan sucia, llena de basura y contaminada que me pregunté de dónde y por qué salía tanto desperdicio.
Durante el viaje, encontré historias hermosas, conocí a personas insensibles y a otras que crecieron jugando y correteando en la ribera y en las aguas del río. Me adentré en una comunidad, Indaya, que creció al lado de un manantial que en los noventa brotaba límpido y que hoy ya no existe. Y más o menos por aquí marqué el límite en mi mapa, porque una vez en este sitio comencé la reportería para un trabajo sobre barrios insalubres en La Habana.
De estos andares por el río salieron hace tres años los reportajes “El Quibú, orgullo del Tercer Mundo” y “Donde acaba el río”. En ambos se presenta la relación entre el deterioro de la calidad del agua y el bienestar de los vecindarios colindantes. El río se lleva la basura, pero a un precio alto: hedor constante, crecidas súbitas y un ecosistema estéril.
Pocos meses después de haber publicado en aquel 2016, la felicidad vino cuando especialistas de la Empresa de Saneamiento Básico de La Habana llamaron para anunciar las limpiezas que se hicieron en las laderas del río y el trabajo con los buldóceres en las proximidades del Instituto Superior de Arte y en El Náutico.
Este 2019 volví a caminar con optimismo por aquellos sitios. Llevé conmigo las fotos de hace tres años para evaluar la evolución del Quibú y no fiarme solo de la memoria. Aquí está el resultado.
Los vecinos dicen que sobre este árbol ya no se crucifican animales, que ahora los tiran al río. Según ellos, a veces es difícil distinguir las ofrendas religiosas de los restos sin vida de perros y gatos.
En la orilla de la playa El Náutico los desperdicios más comunes son bolsas de plástico, botellas de cristal y neumáticos. Los olores de la descomposición y el del mar contaminado se juntan en la costa.
La basura que se ha acumulado en la arena llega a alcanzar en algunas zonas desde 50 centímetros hasta un metro de profundidad.
Los hombres que vienen a buscar calandracas y algas para pescar revuelven la orilla y desentierran la basura más vieja.
Los equipos mecánicos de los Servicios Comunales han ido retirando en estos tres años parte de la basura, pero con ella se han llevado también la arena.
En la desembocadura del Quibú no solo se acumulan los desechos que bajan por el río sino también los que trae la marea.
Las casas en las laderas del Quibú continúan vertiendo sus aguas negras al río. Los habitantes de El Náutico han perdido la esperanza de volver a ver este pedazo de costa convertido en un balneario.
Aquí nada cambió. No hay tanques de basura y las personas continúan arrojando los desechos en el mismo sitio.
Casi tres años después, la basura que no se ve desde la calle, la que el ojo humano ignora, continúa amenazando con ir a parar al río. Puente de la calle 29 en Marianao.
Este puente es una especie de frontera entre los municipios La Lisa y Marianao. Es, además, el vertedero del barrio Cocosolo.
En esta zona la población paró de arrojar basura al río y ahora el agua puede circular más fácilmente.
Los almendros, uvas caletas y semillas de mangle que luchaban por sobrevivir en El Náutico y que ayudan a combatir la erosión del suelo del litoral fueron igualmente arrasados por la maquinaria de limpieza.
Excelente trabajo, Geisy! Gracias y felicidades.
Gracias por leer!!!!