La mañana transcurría normal, como cualquier día, cuando recibo una llamada: “Oye, ¿viste mis estados? El Saratoga explotó…”. Pensando que se trataba de una frase metafórica, esperaba encontrar noticias sobre malversación de fondos o directivos detenidos por desvío de recursos. Al abrir WhatsApp las imágenes me dejaron atónito: la nube de polvo, las personas corriendo, por un segundo me costó asimilarlo. En la parada del CicloBus los comentarios eran intensos: “Eso es cuadrao desde Miami”, decían unos; “Fueron los carteles mexicanos pa’ echarse a López Obrador”; algún que otro sensato apoyaba la teoría del depósito de gas licuado.
El fotógrafo Jorge Bonet me acompañaba, caminábamos casi corriendo. Para las 12:30 p.m. era imposible llegar a Prado y Dragones, las autoridades tenían acordonada el área. Decidimos trabajar la zona de Monte y Cárdenas, con mejor vista hacia el lugar del siniestro y mayor concentración de personas. Mientras fotografiaba los portales de la calle Cárdenas se me acerca un desconocido y me comenta de la cercanía de su hogar con el Hotel Saratoga; sin pensarlo Jorge le dice con total naturalidad: “Compadre, llévanos hasta tu casa para sacar algunas fotos”.
Subimos tres pisos y entramos en un apartamento, sus dueños aún nerviosos tenían los ojos atónitos. Desde el balcón podíamos observar la avenida Prado, y la Fuente de la India de espaldas al edificio donde estábamos. Era evidente el daño que había causado la explosión.
“Sonó tan alto que la vieja casi se me queda sorda”, comentó con tono de asombro (Texto y foto: Jordan Issell López).
Maida González nació en el año 1964 en Bejucal, Mayabeque. Fue criada en un ambiente armonioso junto a cuatro hermanos. Desde niña fue la más tímida, pero con el paso del tiempo tuvo que ir creciéndose ante los obstáculos; le resultó de gran ayuda estar becada después del sexto grado.
A los 29 años tuvo una hija que cuidó prácticamente sola porque el padre decidió irse del país. Su niña a los 15 años quedó embarazada de un muchacho del pueblo. Al ser ambos tan jóvenes para enfrentar esta situación, la responsabilidad cayó sobre Maida, que tuvo que asumir la crianza de su nieto, nuevamente sola.
Con el paso del tiempo comienza a ganarse la vida arreglando cejas, gracias a este trabajo ha podido darle el sustento a su nieto, lo necesario para sacarlo adelante. Actualmente el niño tiene 13 años y se ha convertido en una bendición para ella. La familia quedó compuesta entonces por una abuela, su nieto, y el deseo de avanzar.
“No es fácil hoy criar a un niño sola. Tengo 58 años, problemas de depresión y a pesar de todo me he crecido para salir adelante” (Texto y foto: Eldy Ortiz).
Dark Life es un conocido artista del tatuaje y dibujante surrealista que lleva su propio emprendimiento de arte corporal. Frank Aguilera dibujaba de niño en las hojas de los libros que pertenecían a su abuelo, esbozando así el inicio de su camino. No es un creador de academia, aunque tuvo ayuda de diferentes profesores de Artes Plásticas. Años después, un amigo amante de los tatuajes, quien tenía su propia máquina de tatuar casera, hecha con una jeringuilla, agujas de acupuntura amarradas a un vástago y que podía funcionar gracias a un motor de lavadora, le brindó su piel para que la tatuara.
Una vez que se hizo de todos los materiales necesarios nació Volarte, ubicado en la azotea de un antiguo edificio en Centro Habana. El nombre del estudio va perfectamente con las vibras que transmite el lugar. Volarte busca ser un sitio libre de prejuicios, que premie la creatividad e impulse a otros creadores.
Dark Life se encuentra a sí mismo bajo este nombre y añade a su imagen un performance como algo propio de su arte de tatuador.
“En mi vida soy y he sido un aprendiz imparable. Quiero que me enseñen y pasar todo lo que sé. Y así Volarte se encuentra en constante crecimiento” (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Dianne López Cruz tiene 20 años. Es una atleta de alto rendimiento, campeona nacional de Karate-Do en Cuba. La falta de oportunidades en la Isla y la llegada de la COVID-19 han truncado muchos de sus sueños como deportista.
Para afrontar la crisis económica que afecta a su familia tanto como a la gran mayoría de las familias cubanas, alterna sus estudios universitarios con el trabajo en un taller de cerámica. No sé cómo se las arregla para entrenar todos los días y seguir soñando con volver al deporte profesional. El orgullo que siento hacia mi hermana es inevitable, no tengo la menor duda de que es “la más fuerte de la familia” (Texto y foto: David López Cruz).
Fernando Abreu Cervantes tiene 55 años, es capricornio, vive en el mismo barrio donde creció, en Luyanó. Artesano de la madera por oficio pero astrólogo por conexión, ha dedicado gran parte de su vida de forma autodidacta a comprender los mensajes de las estrellas, de esta manera se redescubrió a sí mismo, y hasta hoy desinteresadamente ayuda a quienes solicitan sus conocimientos.
“Conocí la astrología hace más de 20 años, gracias a una amiga que me prestó un libro de magia que hablaba de los astros”, me contaba con gran pasión Fernando, el eventual cambio que surgiría en su vida a partir de ese instante. “Fue un evento maravilloso”.
Para el cálculo de la carta astral es necesario la fecha de nacimiento y también la longitud y latitud de la cuidad natal. La carta astral es única para cada persona, tal como su huella digital. Un análisis de la situación astral revela los puntos fuertes y débiles en la encarnación actual, nos puede ayudar a ver cuándo estaremos en un punto próspero y en qué aspectos debemos tener paciencia y tolerancia para superar con éxito las dificultades y los obstáculos.
“Preparo cada consulta astrológica con entusiasmo especial, es una responsabilidad que va más allá de mis actividades profesionales y una satisfacción de la energía cósmica aplicada”.
No son muchas las personas como él en Cuba, pero el misterio y las creencias forman parte de nuestra ideología, por eso nunca faltan los curiosos que acuden para desvelar su futuro. Al despedirnos me regala mi carta astral, que había estado descodificando durante toda la entrevista, sin olvidar advertirme sobre Sagitario en la casa VI (Texto y foto: Jorge Bonet).
“Ya ni los perros están, hasta ellos se han ido”, me decía Ana Julia Espinosa mientras recordaba la reciente muerte de su esposo después de más de 60 años juntos. “Martín falleció a causa de la COVID-19 a los 81 años, era un año menor que yo, murió besando sus medallas; entre esas la que más adoraba, la que le otorgaron por haber luchado en Angola”, me contaba ella, a la vez que su rostro se ensombrecía.
“Yo no estoy sola pero vivo sola, a los efectos es casi lo mismo”. En aquella humilde casa de Peralta, Holguín, solo estaban ella, su esposo y los perros. “La soledad y el vacío desgastarán los pocos años que me quedan, eso sumado al trabajo”.
Ana vive del dinero que gana planchando; sus hijos apenas pueden ayudarla. Su vida es dura (Texto y foto: Dayana Araujo Cuello).
“Si quisiéramos resumirlo todo hacia la búsqueda de un camino para vivir, soñar y crear, yo he sido un bohemio, un combatiente un poco perdido en el universo, que no es el más dichoso”.
Roberto Ramírez Alpízar graduado de San Alejandro y de Pedagogía e Historia en la Universidad de La Habana, se ha dedicado fundamentalmente a la pintura abstracta. En otros tiempos se le podía ver en La Bodeguita del Medio dibujando a las personas que le llamaban la atención. Sitio en el que se apreciaba un mural de su autoría donde estaban plasmados los rostros de Nicolás Guillén y de Martínez (antiguo propietario del famoso lugar).
Él considera que su vida es como una novela, se ve como un personaje bohemio lleno de pasión e inspirado por el modo de vida de los artistas parisinos.
Amante de la poética y la narrativa, tiene escritas dos novelas: “La Gloria y el Olvido” y “El laberinto de los espejos”. Siempre ligado a su comunidad, Alpízar cree que las manifestaciones artísticas son una pieza imprescindible en la sociedad y sin ellas, el ser humano puede llegar a perder su sensibilidad y empatía.
En la actualidad se le puede encontrar en su casa-taller ubicada en el solar de los altos de la óptica Almendares, Habana Vieja. Las carencias materiales de estos nuevos tiempos lo han limitado, pero nunca ha dejado de crear y aún sueña con publicar sus novelas y exponer sus pinturas como hizo por 25 años en galerías-talleres de la calle Obispo (Texto y foto: Álvaro Vázquez Olivera).
“Le pedí 25 jabas y cuando vine a ver, tenía la casa llena de barro”. Así me contaba Aurora Couret sobre cómo dio su primer paso en el mundo de la cerámica. Sumida en el agobio de la cuarentena, buscaba una nueva forma de hacer y consolidar su compromiso con el arte. La alfarería la encontró, cuando en ella habitaban un sinnúmero de signos que precisaban adoptar una forma.
Su más reciente proyecto, Keramiké, incluye la creación de utilidades que se derivan del cuerpo y el sentir de una mujer. Elabora cada una, a mano, en su propia casa en el Vedado y a Santiago de las Vegas tiene que llegar para cocerlas en el horno, hasta que pueda tener el suyo propio. La venta de las piezas asegura poder invertir en la creación constante y la evolución de su propio trabajo.
En la búsqueda de su reinvención, Aurora pretende hacer de la cerámica un medio que trascienda su carácter ornamental, sin abandonar la representación artística. Ha pensado en ligar su media década de experiencia como modelo con esta nueva pasión.
Cuenta que todo comenzó con la elaboración de un rostro sin terminar y ya ha llegado a obras como Protoplasma, su visión de la mujer encarnada en un elemento de la naturaleza (Texto y foto: Víctor M. Lefebre Barreto).
El que no tiene de indio, tiene de carabalí. ¿Qué somos, sino una mezcla de culturas y etnias? Todos tenemos de asiáticos, africanos o europeos.
Ellas son las mujeres emprendedoras detrás de BarbarA´s. Deyni Terry y su hija Yurena Manfugás fundan la primera marca de ropa afro en Cuba en junio de 2016, después del fallecimiento de Bárbara, madre de Deyni y costurera y diseñadora empírica. A pesar de que Bárbara no estaba directamente vinculada con el tema afro, Deyni, quien es graduada del Instituto de Antropología, ha guardado durante su vida muchas historias de personas afrodescendientes, y para ella era un compromiso sociohistórico comenzar con el proyecto.
Las BárbarA´s buscan “romper el molde, llevar el aprendizaje sobre que lo afro no es el estereotipo manido de los tambores y lanzas; que no tiene que ver con lo religioso y escapa del color de piel; que todos somos afrodescendientes”. Ellas, además de llevar la tienda de confecciones manufacturadas con telas originales importadas de África, son activistas que desarrollan varios proyectos comunitarios: “si no aportas a la comunidad, te quedas solo en lo comercial”.
Su mayor reto ha sido, además de enfrentarse a las adversidades del país y a temas culturales como desvincularse de las ideas populares y erróneas de que son “la tienda de ropa de santo de la calle Cienfuegos”, ha sido ganarse el respeto y el espacio en una sociedad donde aún están naturalizadas expresiones segregacionistas (Texto y foto: Lucy Gmorell).
La letra uve (V) se encuentra muy vinculada a los cuerpos menstruantes: V de Venus, V de Vagina, V de Vulva. uVe Cuba es un proyecto para educar a la sociedad cubana sobre el uso de la copa menstrual. Sam es el alma emprendedora de esta labor. Con la ayuda de amigos se encarga de gestionar donaciones desde fuera del país. Comparte su experiencia e instruye a los oyentes sobre su uso y selección correcta, desmintiendo mitos existentes. Cada día se suman personas que abogan por nuevas y sanas formas del cuidado íntimo (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Conocí a Marta un día caminando por la Calzada de Monte. Se encontraba sentada en una de las habituales vitrinas de las tiendas industriales con su hija y su nieta, con quienes vive en un “cuarto” de Centro Habana. Marta, de 73 años, es una maestra de primaria retirada que le ha enseñado todo lo que sabe a su hija, una madre soltera de 22 años que no pudo continuar sus estudios. Desde hace algún tiempo acompaña a Marta en “la lucha” del día a día, pues el retiro no alcanza para el sostenimiento de las tres féminas, únicas integrantes de esta familia. Los fines de semana, cuando no va al círculo infantil y nadie más puede cuidarla, las acompaña la pequeña Thais (Texto y foto: Manuel Almenares).
Pudieran parecer una banda de rock and roll, pero son los muchachos de La Tinta, un proyecto que surge en el año 2018 gracias a la inquietud de tres amigos: “Éramos dos diseñadores y una editora, y desde un principio pensamos en hacer algo referente al tatuaje”, me comenta Lourdes Mederos, su directora y fundadora.
La Tinta promueve el body art y la cultura alternativa, pero hace especial énfasis en el tatuaje y todo lo referente a modificaciones corporales; es una revista única de su tipo en Cuba (@latinta_magazine).
Más allá de los números disponibles y las publicaciones en redes, estos chicos planean potenciar La Tinta como una marca, extender su trabajo en diferentes soportes y crear una línea de diseño (Texto y foto: Jordan Issell López).
Apasionado del fisiculturismo y las motos clásicas, especialmente las Harley Davidson y los motores ingleses como el Norton, Eduardo Ravelo Jurqué es alguien que ha moldeado su cuerpo durante toda una vida.
Desde joven fue admirador de la práctica fisiculturista americana y relaciona sus ídolos con la imagen de fuerza, rebeldía, potencia y libertad del definido mundo del “easy rider”.
Emprendió su propio gimnasio, donde transmite lo que ha aprendido durante años de ejercicio y estudio sobre el bodybuilding: el sistema de alimentación y de productos asociados al crecimiento muscular. Todo de forma autodidacta.
“Me gustó el mundo del músculo, de la buena presencia física, de verse bien, de que te admiren las personas en la calle. Cuando era joven, con 30 o 35 años, por donde pasaba me decían Hércules porque no era usual ver a alguien dedicado a esta disciplina. No en aquellos tiempos. Ahora, casi a la puerta de los 60 años, ya no tanto por el físico si no por la salud, mantengo este mundo del hierro”.
Once años con su último Norton y cerca de veinticuatro años de su primer motor, Eduardo ha podido sostener sus pasiones, reparando, sustituyendo piezas de importación, adaptando; siempre con un mismo mecánico. Cuida su clásico como reliquia y tiene la intención de mantenerse saludable para conducirlo sin importar el avance de la edad.
“A pesar de todos los problemas que en este país siempre hay, siento que he sido de los pocos que ha logrado lo que se ha propuesto” (Texto y foto: Felko).
De familia paterna acomodada, Teresa de Jesús Borges Muñiz, Telli, es una mujer que ha dedicado su vida al cuidado de su hijo y al hogar. Nacida en posición económica favorable, oriunda del reparto Monterrey, San Miguel del Padrón, pasó a formar parte de lo que en la nueva construcción social se nombró pueblo. Fueron expropiadas por el Gobierno revolucionario, entre otras propiedades, las casas familiares de Monterrey y el Vedado (A y 15) a mediados de los años 60. De parentesco cercano con el cardenal presbítero Manuel Arteaga, quien bendijo personalmente a la familia, Telli mantuvo su religiosidad y fe.
La actual casa que habita en la barriada de Buenavista, Playa, era de su tía abuela Dolóres Arteaga.
Es una mujer que en los años del Periodo Especial se reinventó. Motivada por su pareja de entonces, comenzó a trabajar en la calle. Su dedicación a las labores domésticas la llevó a laborar en el servicio de limpieza de dos casas vecinas. “Me duele no haber tenido percepción de lo que venía”, es una expresión que sobrevuela en sus conversaciones íntimas.
Una tarde de encuentro le tomé este retrato entre su antiguo reloj de pared y su Virgen de madera de más de 100 años: únicos tesoros de una vida pasada que no olvida (Texto y foto: Felko).
Desde hace aproximadamente tres años, Jorge Eduardo Pérez Río labora como enterrador en el cementerio chino. Según nos cuenta, llevaba alrededor de trece años trabajando en otros cementerios de la cuidad hasta que decidió que este sería su lugar de trabajo hasta el retiro. Eduardo, como todos le conocen, es también una especie de historiador de este lugar y conoce cada uno de los nichos de valor histórico. Ama su trabajo, se esfuerza cada día con su servicio y dedicación: “Es mi deber no solo como enterrador, sino también como ser humano, apoyar y dar un buen servicio a los familiares que vienen con su dolor”, comenta.
Su principal labor es el entierro y la exhumación de los fallecidos, pero su espíritu de trabajo no lo deja descansar. “Nunca estoy ocioso, siempre estoy haciendo algo para embellecer el lugar. Eso los familiares lo agradecen cuando vienen y muchas veces elogian la limpieza y orden del cementerio” (Texto y foto: Fabio Tomé Pestana).
Una tarde de viernes pude presenciar el entrenamiento de Fénix Fútbol Club, equipo de fútbol sala (futsal) femenino. Las jóvenes se preparaban para la Liga Amazonas, primer torneo de futsal para mujeres en Cuba, a desarrollarse en Ciudad Libertad. Cautivó mi atención que ninguna de las integrantes del equipo ejerce el deporte como actividad principal o como sustento; la mayoría son estudiantes; otras graduadas o trabajan por cuenta propia. Algunas solo habían participado antes en juegos universitarios. Las Fénix se reúnen por voluntad propia y muchas veces son sus propias entrenadoras. Son fuertes. El fútbol es su pasión (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Catalina Andrade tiene 102 años. Ella es la ecuación entre un cimarrón y una partera asentados en la península de Guanahacabibes luego de la invasión a Occidente. En 1984, una decisión de las autoridades trasladó a los habitantes originarios de las comunidades de la zona del Cabo de San Antonio hacia edificios de microbrigadas, a 100 kilómetros de distancia de ahí. Esta mujer, a pedido de sus antepasados, prefirió continuar residiendo en su casa natal de tablas ubicada cerca del sitio donde están los edificios de la migración forzada de la que fue testigo. No fue más que una heredera de memorias. Hoy, desde su casita en “El Vallecito”, ya lejos del lugar donde se archivaron los verdaderos recuerdos, convierte en hijos y nietos a los que pasan por su puerta (Texto y foto: María Lucía Expósito).
Casi todos los meses el Cabo de San Antonio, Pinar del Río, alberga en naves de alojamiento improvisadas a un grupo de carboneros que pernoctan allí en plazos de 15 días. Muchos son jóvenes que no han encontrado trabajo; otros alegan ganar dinero relativamente rápido.
Luis Borrego es un carbonero que pasados sus 40 años tiene ya unos cuantos cumplidos haciendo hornos de carbón de marabú. De la madera cortada y movida al lugar donde estará la estructura montada con tierra, van par de noches más donde hay que usar combustible para encender el horno como un gran microondas. Ser carbonero implica conocer también los trucos del clima: un día lluvioso puede ser fatal. Después, sellará los sacos llenos de carbón con hojas de guano seco, otra maña del oficio. Luis también es un amante de Guanahacabibes, sitio del que no ha salido nunca. Volverá, como siempre, a escoger junto a otros el mejor espacio para nuevos hornos; algo que ya es un ritual en esa y otras zonas de Cuba (Texto y foto: María Lucía Expósito).
Edelio Vivas trae en sus orígenes la matriz del rezo y las hierbas medicinales. Él, como otros tantos, fue parte de un gran movimiento (el mayor) de personas “colaboradoras con los alzados” en las montañas. Vive actualmente en Sandino, un pueblo situado en el extremo oeste de Cuba y erigido en 1964 desde la gestión del Gobierno cubano para el desarrollo agrícola.
Su ritual consta de un ensalmo a la santísima Trinidad acompañado de remedios tradicionales. Se mueve de casa en casa, a la altura de sus casi setenta años. Uno de los padecimientos que más asiste es la culebrilla (Herpes zóster). Llega bien temprano siempre, antes del sol del mediodía. Habla despacio, bajito. Alza las hojas de hierba a la luz. Es un señor de leyenda por esa región de occidente, migrante y trasplantado (Texto y foto: María Lucía Expósito).
Durante la realización de un proyecto fotográfico llamado Cuba vive encontré en las afueras de la ciudad de Camagüey a esta familia descendiente de japoneses. Ellos me contaron su historia: sus padres estuvieron en el campo de concentración de Isla de Pinos, después del ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt autorizó el internamiento en campos de concentración de unos 120 000 japoneses-estadounidenses por dudas a su lealtad, considerándolos una amenaza a la seguridad nacional. En Cuba, Fulgencio Batista siguiendo órdenes de Estados Unidos, detuvo a cerca de 350 hombres japoneses-cubanos mayores de 18 años, de los 420 hombres residentes en el país, trasladándolos a una cárcel en la Isla de Pinos. Las mujeres y los niños menores de 18 años fueron exentos del internamiento, excepto tres mujeres sospechosas de tener conexiones con oficiales japoneses. Ellas fueron detenidas y enviadas a una cárcel en las afueras de La Habana. Todos permanecieron en prisión hasta marzo de 1946, mucho después de terminada la guerra, algunos murieron durante el internamiento por vivir en condiciones abominables en dichos campamentos.
Algo que llamó mi atención fue no ver en ninguno rasgos de mezcla con personas que no fueran asiáticas. Me contaron que en los campos de concentración y después de su internamiento la familia decidió unirse solo con japoneses, por lo que ninguno se mezcló con cubanos. Así surgió la familia Kaida Adachi, compuesta por Enrique Kaida Kaida, el padre; Elena Adachi Adachi, la madre; Marleny Kaida Adachi, la hija, y Luis Kaida Adachi, el hijo.
Gracias a ellos por su amabilidad, su historia y aquel rico café cubano japonés (Texto y foto: Carlos Otero).
En mis viajes por la isla voy buscando personas y casas; son los protagonistas de mis series fotográficas Dormir con… y Cuba vive. A veces una persona me lleva a una casa; otras la casa me lleva a la persona. Recuerdo hace unos años ir por un camino rural en la provincia de Camagüey; a lo lejos se podía ver una casa dentro de una arboleda, parecía un pequeño oasis. Según me iba acercando aquella construcción me parecía más atípica. Esa fue la razón que me hizo detenerme y conocer aquella peculiar casa y a su dueño, Néstor Cabrera Veloz, el campesino que la había diseñado y construido. Decía ser arquitecto. La limpieza y el orden de aquella finca eran de admirar. Intenté dejar en una fotografía la armonía y la paz de aquel acogedor lugar (Texto y foto: Carlos Otero).
Mario Castillo, nacido en El Pilar, Municipio Cerro, siempre ha mostrado vocación para los proyectos comunitarios. Actualmente se empeña en el reciclaje de plástico. El vínculo con Copincha, un grupo de ingenieros y diseñadores especializados en procesamiento material, lo ha llevado a soñar con la posibilidad de hacer estructuras para la construcción de techos en casas de personas con problemas de bajos ingresos (Texto y foto: Eldy Ortiz).
Hace algunos años tuve la oportunidad de coincidir con la banda Coco Solo Social Club (CSSC) en una de sus excéntricas presentaciones en la Casa del Alba Cultural. Decidí acercarme a los pocos integrantes que se mantienen del proyecto original para contar su historia. Yamilka y Manuel me recibieron en el humilde barrio de Coco Solo, Marianao. Su casa está llena de arte: grafitis, dibujos y textos adornan las paredes; instrumentos musicales yacen sobre los muebles y una biblioteca clasificada por géneros ocupa gran parte del espacio.
Manuel me cuenta sobre los inicios de CSSC, proyecto que surge en 2009, a partir de su cumpleaños 36. La fiesta fue el pretexto para presentar performances y tocar música. Por primera vez el barrio entra al patio de la casa, la comunidad se afianza y emerge la aspiración de planear un próximo evento. En ese espacio nacen canciones surgidas de descargas experimentales, donde la mayoría de los músicos no tenían formación académica, eran amigos del ISA y de la ENA, o simplemente personas de la localidad, ávidos por aprender algún instrumento musical.
En el 2013, Manuel fue requerido en diferentes momentos en nombre de “la comunidad”, interviene la policía y le suspenden la presentación. A raíz de esto, el barrio comenzó a sentirse ajeno, los amigos dejaron de venir y los vecinos se alejaron del proyecto.
Tiempo después Manuel y Yamilka fundan un nuevo grupo musical: Musarañas, una banda “sin manchas en el expediente” (Texto y foto: Eldy Ortiz).
Ariel y Orly crearon la marca 8.25, que es la medida estándar de las tablas de skate. Uno se encarga de cortar el plywood, mientras otro se ocupa del encolado y el lijado. En cuestión de días lo que alguna vez fue una patineta, termina convertido en coloridos anillos que puedes escoger desde un catálogo. La idea surge a partir de colaboraciones con CubaSkate, organización que desde el año 2010 ha sido de gran ayuda para el circuito del skateboard en Cuba. Utilizando las redes sociales como plataforma, 8.25 promueve sus productos, así como el estilo de vida sostenible y ecológico, dándole suma importancia al reciclaje (Texto y foto: Jordan Issell López Martínez).
Laila Chaaban es diseñadora de moda, graduada del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI) en la especialidad de Diseño de vestuario. Su interés por la moda nace de la necesidad de diferenciarse, de hacerse única, de llamar la atención. “Lo he dicho muchas veces, quiero ser vista, no pasar desapercibida; diseño para mí, desde lo más personal de mi ser”. Su objetivo no es lucir bella, sino rara. “Lo veo como una forma de experimentación conmigo misma”. En 2019 Laila funda Capicúa, su marca, “bajo el concepto de cero desperdicios, con un ciclo productivo sustentable”. Capicúa se encuentra situada en la calle San Lázaro 55, en Centro Habana. Su objetivo como marca es “reflejar la idiosincrasia y los valores transculturales de la sociedad cubana con un enfoque sostenible y local”. Según Laila: “Capicúa es una invitación a salirte del estándar” (Texto y foto: Evelyn Sosa).
Dador es una marca cubana de moda y estilo de vida fundada en 2018 por Lauren Fajardo, Ilse Antón y Raquel Janero. Amigas desde la universidad, donde estudiaron Diseño de vestuario en el Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), desarrollaron este proyecto con la misión de dar vida a una marca cubana ética, con una visión de vanguardia, centrada en sus mayores pasiones: la moda, el arte y el diseño. “Nuestras prendas, cuidadosamente diseñadas, hechas a mano y producidas localmente, capturan la esencia de La Habana contemporánea. Nos esforzamos porque nuestros diseños sean inclusivos y funcionen para todos los géneros y tipos de cuerpo”. La tienda se encuentra situada en Amargura 253, Habana Vieja (Texto y foto: Evelyn Sosa).
Con gran expectativa se produjo la reapertura de los escenarios teatrales en la capital el pasado fin de semana, después de casi dos años de confinamiento. A pesar de las medidas sanitarias, los espectadores del prestigioso grupo de teatro El Público disfrutaron una vez más del desdoblamiento y la naturalidad de sus jóvenes talentos en la escena. De la mano de un guion barroco y a veces surrealista, cargado de humor y buena crítica, el teatro nos lleva a reflexionar sobre temas de gran actualidad (Texto y foto: Alberto Morales).
Yohan García y Gabriela Pedraga son dos jóvenes talentos creativos de la danza neoflamenca en Cuba. Graduados de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y del Centro de Arte Flamenco y Danzas Españolas “Amor de Dios”, respectivamente, impulsan juntos el Proyecto Flamantes: un sueño hecho realidad nacido de arduo empeño y disciplina. Un proyecto que pretende mediante este bello arte danzario, concientizar sobre temas tan urgentes y actuales como la violencia de género y la identidad de género, las adicciones y los prejuicios.
Aunque aún no cuentan con sede fija y con las condiciones mínimas, persisten en la preparación y enseñanza de las nuevas generaciones. Este año fueron galardonados con el Primer lugar del concurso Dance Coreo International, reafirmando sus deseos de seguir creando y defendiendo las raíces hispánicas de la cultura cubana (Texto y foto: Alberto Morales).
Después de tantos meses de incertidumbre y de una compleja situación –que aún persiste en el país–, las familias cubanas ya disfrutan de la añorada estancia frente al mar (Texto y foto: Lucy Gmorell).
El lunes 4 de octubre los estudiantes de duodécimo grado retornaron a las aulas luego de una retirada de nueve meses debido a la situación epidemiológica. Tras haber recibido las tres dosis de Abdala, se vuelve a la docencia presencial. Después de una prolongada etapa de distanciamiento social, donde el aislamiento era parte de la rutina diaria, retomar el horario fijo para ir a la escuela y volver a compartir con las personas puede convertirse en un reto. Son la primera generación en ponerle fin a la época de enseñanza media casi un año más tarde de lo que se tenía previsto (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Los Sitios es un barrio seguro y amigable, pero sus residentes provienen de entornos modestos. La COVID-19 ha limitado las oportunidades de trabajo para muchos y ha obligado a más de uno a reinventar su vida. Así lo ha hecho Isabel Vega García, una costurera jubilada que confecciona nasobucos para vender. Isabel ayuda a las personas con el fruto de su trabajo y, además, garantiza sus propias finanzas. Ella es otra fuerza femenina importante en su comunidad (Texto y foto: Leysis Quesada Vera).
Hace ya casi dos años, durante una visita de trabajo a la comunidad Los Pocitos, en el municipio habanero de Marianao, conocí a Reinaldo Verrier.
Reinaldo es sastre, pero no un sastre cualquiera, el confeccionaba trajes de diablitos: los íremes de la Sociedad Secreta Abakuá.
Me contó que había aprendido mirando y que desde Matanzas venían a comprarle sus trajes. Su máquina de coser se convirtió en su medio de subsistencia, en ella le da vida a los distintos diseños que imagina y luego cose.
El yute, las sogas, los distintos tejidos, los ojos bordados, toman forma entre sus manos hasta lograr vistosos trajes. Naldo, como se le conoce en el barrio, es un artista de la confección.
Para Reinaldo fue la divina providencia quien le dio este oficio. Entre telas se inicia en su hogar la trayectoria de los íremes, portados más tarde por un danzante en el ritual de los Ñáñigos.
No he vuelto a la comunidad, solo espero que siga allí este hacedor de trajes, de cultura, de folclore y, por qué no, de cubanía (Texto y foto: Hansel Leyva Fanego).
Armando Torres Ávila, original de Puerto Padre, Las Tunas, lleva los últimos 14 años de su vida intentando vivir en La Habana. Condicionado por la muerte de su padre y la mala retribución de los trabajos en el Central Antonio Guiteras, prueba en la agricultura por un tiempo hasta llegar a la conclusión de que “la vida era irse para La Habana”. Pero la suerte en la capital no le corresponde. Armando trabaja como custodio y vive en una fábrica de ron abandonada. Duerme en el piso desde hace aproximadamente 4 años; tiene electricidad, pero no alumbrado. Los vecinos lo apedrean a cada rato, solo por diversión. La vida de Armando puede resultar un largo viaje (Texto y foto: Pepe Valderrama).
Foto: Claudia Padrón Gómez.
Manuela es un ser de luz, ella se hace llamar la Virgen del Camino. Yo la veo como un ángel guardián. Cuando era niña su madre la tomó de la mano y le dijo que ella sería enfermera, que su misión en la vida era sanar. Y así fue, dedicó 40 años a esta profesión en la sala de neonatología en el Hospital Docente Territorial Julio M. Aristegui, en la ciudad de Cárdenas. Cumplió misión internacionalista en Venezuela por tres años y regresó a su país a continuar con su carrera.
Manuela Claribel Dueña Sáez también nació con el don de curar a través de la espiritualidad y la medicina alternativa, todos la buscan en el barrio cuando no existen remedios científicos, sus fórmulas alivian hasta el corazón. Sus tratamientos han curado a muchísimas personas, incluso hasta vienen de lejos buscando una solución inmediata a sus males. Me ha contado que a veces se siente apenada porque no recuerda las caras de todos los que ha ayudado, y a veces la saludan con cariño familiar y le dan su bendición.
Solo basta con que Manuela te tome de la mano, o se siente en su sillón a conversar contigo. Aunque esté jubilada le queda mucho trabajo por hacer, siempre dispuesta a ayudar, asistir, aconsejar. Ella no sabe decir que no. A veces puede estar agotada del día, de los achaques de la vejez. Intenta siempre brindar su mano sin esperar nada a cambio, esa es su fórmula (Texto y foto: Claudia Padrón Gómez).
Tita es de esas personas que necesitas tener cerca, es un remolino de emociones, y tiene un alma tan grande que no le cabe en el pecho. Su energía la puedes sentir desde que entra por la puerta de la Casa de Cultura Gonzalo Roig, en Matanzas. Se ha quitado lo que no tiene con tal de que sus alumnos, de cualquier generación, entiendan, interpreten el sentido de sus obras teatrales y composiciones musicales, y lo principal, que aprendan a disfrutar. Ella es capaz de organizar una obra de teatro con pocos recursos, sin promoción, ni apoyo mediático de las instituciones, pero prepara un elenco de primera categoría y siempre se sorprende con la cantidad de espectadores que acuden el día de la premier de sus obras. La primera pieza la estrenó por los 80: Vuela la imaginación; años después terminó el guion y la música de Solar y Fabela, Alicia en la ciudad de las primicias y la última hace menos de dos años, El Mago de Oz.
Aida María Phinney, conocida por Tita, es fundadora y presidenta del Movimiento de la Nueva Trova en Cárdenas, miembro de la Sociedad General de Autores de España y de la Asociación de Artistas, Intérpetes y Ejecutantes de este país. Fue directora musical de la Sala de Concierto El Fausto, de Madrid. Fundó el primer grupo de Teatro Musical de Matanzas Arte Urbano con jóvenes aficionados, ofreciendo actuaciones por toda la provincia, incluyendo las escuelas Latinoamericanas de Medicina, y en el Festival de Teatro organizado por Teatro del Sur. Nadie se imagina que la profe Tita, ha compartido escenarios con importantes figuras de la música como Ana Belén, Ketama, Chavela Vargas, Paquito de Rivera, Joaquín Sabina, Raimundo Amador, Pancho Céspedes. Ha tenido actuaciones como vocalista e instrumentista en numerosas giras por Canadá, Turquía, Hungría, Portugal, Marruecos. Hoy continúa luchando por la cultura y el buen arte en la ciudad de las primicias, es una de las voces más reconocidas del jazz en Matanzas. Actualmente es instructora y productora musical en la Casa de Cultura de Cárdenas y continúa desarrollando el Teatro Musical en su ciudad, para niños y jóvenes, logrando rescatar este movimiento casi perdido en la provincia.
La instrucción musical y su carrera como artista están totalmente fusionadas en su vida, ambas la obligan a superarse constantemente: “Como profesora tengo que transmitir desde las raíces más tradicionales hasta lo más actual de la música, la influencia de las tradiciones africanas, o el buen gusto en las composiciones musicales…”.
“En la docencia, focalizo áreas específicas como la escucha activa, busco desarrollar la colaboración y el compañerismo, sensibilizarlos en el cuidado al medio ambiente de nuestra ciudad al extremo de lograr ir a limpiar toda la basura de Playa Larga”.
En cada obra Tita ha encontrado una familia, es muy difícil no contagiarse con su alegría, su musicalidad, su humanismo, su lucidez, su naturalidad (Texto y foto: Claudia Padrón Gómez).
Cierto es que en Cuba existe una demanda de espacios literarios donde lectores de todas las edades puedan acceder a literatura variada. A pesar de que se ha incrementado en los últimos años la búsqueda de libros digitales, la gran mayoría prefiere el arte de los libros físicos. Así surge La Tertulia, por la necesidad de un sitio diferente (o más sitios) para la literatura. Fundada hace cinco años en la ciudad de Cárdenas, donde solo había una librería, este espacio es reubicado luego en La Habana.
Alejandro Mainegra y Yoan Rivero, una pareja de jóvenes libreros, se basaron en tales ausencias y buscaron cubrirlas con esa “tertulia para el alma, un lugar para el Libro en todos los sentidos”. El nombre es un homenaje, una remembranza, un sueño de rescatar y una aspiración a ser lo que fue la librería y editorial La Tertulia, creada bajo la mirada sensible de Fayad Jamís a finales de los años cincuenta, de donde salieron los primeros libros de los poetas de esa generación y sus contemporáneos latinoamericanos.
“Buscamos ser algo parecido a La Tertulia de Fayad, incluso de ser posible en el mismo sitio y con aquellas ediciones. Aspiramos a que el público se sienta cómodo, que encuentre ese libro que buscaba, y que las personas conozcan de los escritores que admiran”.
Al día de hoy, están situados en la calle J entre 25 y 27, Vedado, muy cerca del lugar originario de Fayad (Texto y foto: Lucy Gmorell).
República Records es un estudio que se ha ganado un lugar en la música cubana actual, siendo testigo de grabaciones de influyentes figuras, emergentes y consagrados. Todo comenzó cuando el grupo The Waiting, en el año 2015, tuvo que afrontar el reto de producir y grabar su propia música. Daniel, antiguo estudiante de Ingeniería Mecánica, y David, de Química Industrial, unidos por el deseo de modificar y organizar sonidos, empezaron a indagar en cada detalle de lo que se convertiría en su profesión actual. Lo que comenzó como un trabajo que realizaban para su banda y ocasionalmente para el proyecto de algún que otro amigo, creció hasta lograr ser un estudio de referencia en La Habana. Lo iniciado como un sueño de dos chiquillos aspirantes a rockstars que grababan su propia música entre la cama y la pared, es hoy República Records, un espacio independiente de alta demanda (Texto y foto: Lucy Gmorell).
En sus manos muchas cámaras dadas por obsoletas han cobrado vida: “No pude esperar a que alguien tuviese tiempo de reparar mi FED2 y lo hice yo mismo…”, me comenta mientras repara un obturador Graflex.
Asbel Paz tiene 26 años y estudia Artes Visuales en la Universidad de las Artes (ISA). Su curiosidad por la maquinaria de precisión lo ha llevado a ser el técnico por excelencia de todo aquel que practica fotografía química.
Su apartamento, ubicado en La Víbora, ofrece servicios de revelado, escaneado de negativos, limpieza de objetivos, mantenimiento general a cámaras de cualquier formato, etc.; lo que comenzó por pura necesidad y curiosidad se convirtió en un potencial negocio.
Actualmente Asbel está enfocado en su proyecto PHOTO-E con la ambición de convertirlo en el soporte que necesita la fotografía tradicional en Cuba. Piensa en una gran empresa que provea servicios y eventos de todo tipo, asociados con la fotografía analógica (Texto y foto: Jordan Issell López Martínez).
Félix Román es un joven de 23 años que estudia para ser cantante lírico. Desde niño tuvo dotes excepcionales para la música. A los 7 años su madre lo introdujo en el mundo del arte como corista; desde entonces ha ido en una espiral ascendente: de aprendiz a cabaretero reconocido en los ambientes hípsters de toda La Habana. Félix es no binario, en su casa luce con orgullo el clóset con todas las ropas que emplea cuando sale al escenario. Ser desinhibido con respecto a la forma en que construye su género le ha costado muchas desavenencias y discusiones en casa. Por eso cada vez que posa en su cuarto, lo hace a puerta cerrada. En ocasiones debe salir a la calle con una muda de ropa extra para no ser mirado con escepticismo o desdén por su familia y vecinos. La personalidad de Félix es magnética; resulta casi inevitable que sea el alma de las fiestas. Desde hace tres años realiza un performance en el bar Pazillo, un negocio LGITBIQ+ friendly en una de las zonas más opulentas de la capital de Cuba. Su show es un guiño a los grandes cantantes cubanos de décadas pasadas: La Lupe, Olga Guillot, Elena Burke y Bola de Nieve. Félix tiene un poco de ellos, pero también tiene algo completamente genuino resultado de este siglo. Es el típico millenials citadino, libre de estigmas y construcciones sociales acerca de quién o qué quiere ser (Texto y foto: Ismario Rodríguez Pérez).
Bailarina contemporánea de profesión, Aymara Vila Rodríguez tenía pensado incorporarse al entrenamiento y retomar su trabajo después de concluida la licencia de maternidad, pero su contrato se vio afectado debido a la Covid-19. Aymara decide entonces buscar alternativas laborales para mantener a su familia, pero no solo aspiraba a resolver la situación económica, ella buscaba sentirse útil y a gusto con un nuevo proyecto de vida.
Hace ya casi un año organiza la venta de ropa de segunda mano en un garaje del Vedado; adquiere ropa de uso para reparar, remodelar y luego vender a precios asequibles. Para Aymara todo esto tiene un sentido especial: ayuda a personas que no pueden adquirir estas prendas en las tiendas y, a su vez, pone un granito más en la lucha por un planeta libre de la contaminación creada por la industria textil y su elevado consumismo. Aymara es una mujer en experimentación constante, sin pompas ni propaganda (Texto y foto: Marirosa Beltrán).
Tejer ya no es cosa de abuelas. Es lo que se descubre cuando se habla de Laura González Laffita o más bien, Becca Crochet. Con solo 24 años, su trabajo parece salido de manos con mucha historia. Durante la cuarentena explora el tejido por impulso propio, como ella misma dice: “fue algo que se le metió en la cabeza”. Sin ninguna herencia familiar hacia este arte, comienza sus primeros intentos con una aguja de alambre artesanal y una media para deshilar, de ahí sale un modelo y luego otro con el mismo hilo.
Laura dejó sus estudios universitarios de Historia del Arte en el tercer año, en busca de sostenibilidad e independencia. A pesar de los muchos obstáculos, pues cada vez se hace más difícil conseguir el hilo y las materias primas, muchas veces el hilo se encuentra fuera de La Habana, hoy Becca Crochet es una marca surgida de la curiosidad de esta muchacha que está marcando tendencia dentro de la comunidad femenina y el tejido por estos tiempos (Texto y foto: Lisandra Álvarez).
Schnauzer es una raza canina oriunda de Alemania. En Cuba existe una comunidad bastante reducida de los barbudos más conocidos del mundo. Son poco frecuentes y singulares. Cinco años atrás, la gran mayoría de estos perros estaban registrados como importados, ahora cada vez hay más nativos. Así llegué a conocer a la manada que acompaña a Ixmucané, criadora de esta raza en La Habana. Hace seis años, en uno de sus viajes a Guatemala, su país natal, tuvo su primer contacto con los schnauzers. En una visita a familiares descubrió a Julieta, quien la acompañó en su viaje de regreso a la Isla. El resto de la manada está formada por descendientes de Julieta y su compañero, quienes han poblado al país con 24 “nietos” nativos, los schnauzers cubanos. El mayor reto desde su voz de mando es que son muy territoriales, defienden a los que están a su alrededor con habilidades cazadoras. Se adaptan fácilmente al medio en que viven y tienen una destacada capacidad cognoscitiva e inteligencia (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Carmen Barrueco y Gabriela Padrón, conocidas como Fulana y Azul, respectivamente, comenzaron estudiando por su propia cuenta. Desde 2015 trabajan codo a codo, presentándose en exposiciones como ‘Cuba Grafiti’, y proyectos como Arte 92, en el municipio 10 de Octubre.
El contenido de sus trabajos suele variar con el tiempo, aunque la línea común sea mostrar lo cotidiano desde una perspectiva graciosa e irreverente. “Trato de trasmitir mi ‘frecuencia’ y mis intereses personales, lo que me gusta y lo que no me gusta…”, explica Carmen. Mientras que Gabriela menciona que su trabajo va de tocar el tema de la mujer desnuda, la autopercepción femenina, la liberación de estereotipos patriarcales, todo esto desde varios soportes, no solo el grafiti, también desde el campo del diseño y la ilustración. No tienen prejuicios a la hora de utilizar distintos soportes o materiales.
Durante este tiempo de pandemia, la actividad grafitera y artística presencial ha decaído, ya que muchas veces trabajan de noche y por las restricciones de movilidad se ven impedidas de realizar sus acciones. Las pocas intervenciones realizadas han sido en lugares permitidos, orientadas hacia un concepto más muralístico.
Ellas siguen creando desde las plataformas digitales. Ambas ocupan un espacio importante en el medio artístico alternativo (Texto y foto: Rolando Cabrera).
Gabriela y Clara son hermanas con muy poca diferencia de edad. Gabriela se reencontró con la técnica del grabado después de sus clases en la Universidad de las Artes (ISA); en el taller de grabado de la escuela, que está casi inutilizado. Clara es arquitecta. Juntas crearon el proyecto NAWE en el año 2019. Su nombre proviene de la expresión popular cubana nacida en el oriente del país. En su trabajo combinan la técnica del grabado en madera probando los diferentes diseños, que van desde íconos dentro del mundo del grabado y de la Historia del Arte –como el rinoceronte de Durero–, o simplemente inspirados en peculiaridades de otras culturas –como en la leyenda rusa del gato de Kazán y el crisantemo japonés–; otros patrones son producto de su imaginación, puestos todos sobre textil, bambú y papel. Ellas dos son los rostros detrás de la producción, los diseños, las entregas y la promoción en redes sociales. La aceptación que tuvieron como mujeres emprendedoras fue casi inmediata (Texto y foto: Lucy Gmorell).
En su infancia, cada vez que Bárbara Castillo veía una barbería se paraba en la puerta a mirar y su mamá la requería: “Ahí no se entra, eso es de hombres”. Cuando estudiaba en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) había una barbería donde pasaba horas conversando con el barbero, un señor mayor que transmitía saberes del oficio. Apenas tuvo oportunidad matriculó en un curso de Barbería profesional y hasta hoy no ha dejado de ejercerla. “Disfruto y me gusta mucho lo que hago. Es algo que tiene que gustarte, porque estás jugando con la imagen de las personas”, expresa. “No cambio mi trabajo por nada”.
Baby, como también se le conoce, lleva 16 años en el mismo sillón de la misma barbería en La Copa, municipio Playa (Texto y foto: Felko).
La Niña, natural de Playa Larga, Matanzas, ha criado a sus hijos en vínculo directo con la naturaleza. A pesar de la dureza propia del monte profundo, Dayamí Bello García tomó la decisión de llevar a sus hijos para un batey, a crecer en la libertad de la naturaleza. Con sus estudios de noveno grado y tres niños, se trasladó a la comunidad de Santo Tomás, a 32 kilómetros aproximadamente del pueblo de Playa Larga, Ciénaga de Zapata. Pasó a formar parte de esta pequeña comunidad cenaguera, donde la mujer trabaja principalmente en las labores domésticas y en la cría de animales. Hoy, con los hijos crecidos, retorna a Playa Larga y confieza la gran añoranza por todo lo que Santo Tomás y la naturaleza le proporcionaron (Texto y foto: Felko).
Yeoani Besada D’Estevan, natural de Buenavista, barrio de La Habana, es abogada. Graduada desde el año 1995 en Derecho, ejerció la profesión como asesora jurídica en algunas instituciones estatales. En 2018 se queda sin trabajo y comienza a vender marmolina.
Para ella ningún trabajo es indigno. Inició su negocio sin tener la menor idea de cuánto la ayudaría en la economía de la casa. Su trabajo también le posibilita relacionarse con las personas, interactuar con los proveedores, etc. Sumergida de la mejor manera en ello para no tener pérdidas.
No se ha sentido frustrada, pues vio la parte positiva de no subordinarse a nadie, manejar y administrar su trabajo, el tiempo y su economía. La autonomía para ella es invaluable (Texto y foto: Felko).
Natural de Santiago de Cuba, Karelis Palacio González trabaja en La Habana, en un punto de venta de artículos útiles para el hogar. Comenzó sus estudios de Enfermería, pero los abandonó para convertirse en madre. Luego encontró trabajo como merolico, vendiendo en un portal. Al principio le costó aceptarlo, pero con el tiempo y las prestaciones económicas que brinda el cuentapropismo, comenzó a gustarle.
Estos puntos de venta de útiles para el hogar existen aproximadamente desde finales de los sesenta, por la carencia de artículos para la sustitución de piezas en equipos como fogones, utensilios para la elaboración de alimentos en la cocina, pozuelos plásticos y de metal para la conservación de los mismo, y hasta cafeteras. Todo de elaboración artesanal. También duchas comunes y eléctricas, rejillas para desagües y otros. Productos que son reproducciones de los originales diseñados en grandes industrias. Estas pequeñas “fábricas” artesanales privadas, que se forman en los patios de las casas o espacios rentados y hoy día aparecen como cooperativas, utilizan recursos precarios para la elaboración de moldes y el reciclaje de productos desechados, transformándolos en materia prima autorizada (Texto y foto: Felko).
Dany Pérez Pedroso comenzó a la temprana edad de 4 años en el coro de Alina Orraca. Comenzó ese día cantando y terminó salida de su fila, dirigiendo junto con la maestra coral. Se había dejado llevar por la música antes, en los ensayos del Grupo Manguaré del cual sus abuelos y madre son miembros. Su padre, trovador, le enseñó sus primeros pasos en la guitarra. Entró a la escuela de música decidida por el piano, pero encontró mejores habilidades con el violín y poco a poco se fue enamorando del proceso creativo con este instrumento. Daniela escribe inspirada en los sentimientos hacia las personas que le rodean; el oxígeno de sus canciones son las ideas, la necesidad de convertirlas en sonidos… Su mayor reto ha sido incorporar el violín en el jazz.
Hace dos años decidió ser parte de un grupo de rap, motivada por el hecho de compartir escena con sus mejores amigos y de volver a defender su voz. En Rapzodia es la única mujer. Se considera a sí misma como una violinista que solo canta cuando se enamora de la vida (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Siria de nacionalidad, llega a Cuba con su familia a mediados de 2018, y es parte de esos millones de refugiados que cruzan las fronteras marítimas o terrestres en busca de acogida, atención básica y un lugar donde establecerse en sus próximos años de vida. Huye de una cruenta guerra civil, que este año, precisamente, cumple una década.
La Isla es el primer país hispanohablante donde viven. Antes de Cuba, estuvieron en países vecinos de su zona natal: Turquía y Arabia Saudita. Traen consigo sus costumbres, su religión (musulmana) y su estilo de vida a un país donde no son comunes. Decide continuar sus estudios, aunque como no domina el idioma español pierde un año escolar. Es la única alumna de la institución que reemplaza su uniforme por la hiyab, lo que la convierte en centro de atención, de miradas que apuntan a la marcada diferencia.
Una vez me dijo: “They call me refugiada, I don´t know how can I say that word in English” (Texto y foto: Lucy Gmorell).
Filóloga de profesión, graduada de la Universidad de La Habana, en 2017 Marié Álvarez decide experimentar con la moda y funda la marca Marié, involucrada en procesos creativos comprometidos con la artesanía para llevar la técnica de la costura a niveles parcialmente desconocidos en la Cuba actual.
Con varias colecciones en el mercado y una comunidad cada vez más extensa, Marié se posiciona en la primera fila de las nuevas marcas locales; emprendimientos que han transformado la escena actual del formato creativo-comercial (Texto y foto: Chris Erland).
Entre los grafiteros reconocidos de La Habana está la firma de Mr Myl. Artista urbano, graduado de la Universidad de las Artes (ISA), que escogió para mostrar su obra las paredes de la cuidad. Podemos encontrar en su gráfica máscaras, mujeres criollas con cabezas de monstruos, y seres acolmillados. Todo esto conformando una auténtica iconografía urbana, una especie “Ciudad caníbal” (Texto y foto: Felko).
Yojany es un deportista urbano extremo. Un apasionado que te encuentras sobre las olas furiosas del mar, o colgado de sogas para pintar edificios altos. Siempre en riesgo. Superando obstáculos como estilo de vida.
Cuando “montar patinetas” o skater en Cuba era un desafío, Yojany, también conocido como Mamerto, y sus amigos encontraron áreas donde patinar y reunirse; lugares donde invertían no solo horas de prácticas, sino también sus ahorros para crear las condiciones, los escenarios propicios…
“Se trató de trabajar con el INDER, pero no se logró nada. Fuimos rodando de parque en parque. Construimos detrás del Clínico de 26 y al final nos sacaron. No importaba el skate… Cuando yo empecé a patinar en Ciudad Libertad, casi nadie lo sabía. Esto era un gimnasio, pero creamos un circuito. Teníamos un parque bajo techo underground para nosotros. La meta era convertir Ciudad Libertad en un skate park, pero también en un sitio cultural que funcionara tipo escuela, donde todos los jóvenes artistas, grafiteros, Djs, encontraran un lugar ambientado, seguro”.
Antes de la llegada de estos jóvenes skaters, el espacio semidestruido albergaba elementos antisociales. Ellos los fueron desplazando y recibieron la gratitud de los organismos colindantes. Yojany como líder e impulsor de estos adolescentes y amigos que le siguieron, convirtieron un local destruido en un centro de cultura y deporte urbano (Texto y foto: Felko).
En mi trayecto hacia las montañas que se alzan en la Cordillera de Guaniguanico y sobre las cuevas de Santo Tomás, en Pinar del Río, una casa de tabaco se interpuso. No era la única vía para llegar hasta allí, pude haberla bordeado, pero, ¿cómo evitar introducirse en ella, si cuando se sale con una cámara a la búsqueda de imágenes, y se cree haberlas hallado, desaparece la conciencia del espacio? ¿Cómo dejar de avanzar hacia la imagen luminosa, enmarcada al final del camino? (Texto y foto: Lázaro Lemus).
Augusto es desmochador de palmas y chapeador de patios. Vive solo en una casa de madera al borde de un camino forestal en los límites del poblado de Bermejales y el comienzo del trayecto hacia la comunidad serrana Las Catalinas, en la provincia de Pinar del Río.
Quien pase por allí, puede llamarlo por su nombre y preguntarle dónde queda El Empate, lugar donde confluyen los cauces de dos ríos (Texto y foto: Lázaro Lemus).
Los Altos del Palmarito, Sierra del Plurial, Guantánamo, es una zona intrincada y poco accesible. En el bohío de este campesino se podía leer desde el camino un cartel: “Que triste preocupación para aquel que está ocupado, que venga un desocupado a darle conversación”. Sin embargo, al preguntar por las naranjas agrias “dulcísimas” de la Sierra, que crecen silvestres, el hombre las brindó con toda alegría. Gesto que genera bienestar para continuar viaje (Texto y foto: Felko).
Entre Ligornio y Semillero corre un tramo del Jojó, río que nace en los Lechugos de Jobo Arriba y desemboca en Cajobabo, después de recorrer 75 km aproximadamente, al sureste de Guantánamo. Para estos asentamientos poblacionales, el río funciona como fuente de abasto de agua y medio de enlace. Los lugareños miden las distancias por los pasos del río que cruzan.
Una madre con sus hijos camina en dirección a Las Guásimas, a 12 pasos de río de Ligornio. Las Guásimas es punto de referencia en esta región, pues allí se encuentran la escuela, el puesto médico, el centro de Acopio, la tienda de víveres y la sala de video. La madre recorre este trayecto a diario (Texto y foto: Felko).
Bajando “la recia loma de Pavano”, como la describiera José Martí en su Diario, camino en dirección a Los Calderos en la región de Imías, provincia de Guantánamo, Cuba. Los lugareños reciben al “invasor” urbano con afabilidad y confianza. Desde niños tienen el instinto de criar y convivir con gallos criollos como mascotas, compañeros del día a día, con quienes llegan a caminar largas distancias. La cría de gallos criollos es tradición en el campesinado cubano (Texto y foto: Felko).
En el extremo oeste del tramo costero de la Bahía de Santa Clara se localizan varios lugares emblemáticos como Playa La Teja, Punta Lavín y la Ensenada de Las Barrancas, sitios que forman parte de la Ruta del Esclavo. En estos espacios naturales, la pesca artesanal fue sostén de los aborígenes asentados al interior de la Ciénaga de Jorajuría, en la época precolombina.
En los tiempos que corren, habitantes de comunidades rurales-costeras, después de realizadas las faenas del día, buscan completar el menú con unas exquisitas minutas de pescados, y de paso, siguiendo una antigua costumbre, intentan pescar un excedente para el intercambio con otros pobladores por productos del campo. El pescador anónimo de la imagen captada en Punta Lavín es una muestra fehaciente de la sostenida práctica de pescar para comer (Texto y foto: Erlán Morell Hernández).
Javier Agudo muestra las fotos del sótano de la Casa de la Cultura de 10 de Octubre y él mismo no cree el cambio que han obrado el esfuerzo y la ilusión, además de una cantidad considerable de pintura, en ese espacio donde tiene su “cuartel general” el proyecto Arte.92.
Este joven artista y director de proyectos socioculturales no solo ha restaurado un espacio patrimonial, sino que ha sentado las bases para la recuperación de la identidad y el desarrollo del arte urbano de 10 de Octubre, principalmente.
Con Arte.92, Javier ha organizado eventos que reúnen a artistas jóvenes para decorar con murales las paredes de escuelas y barrios de 10 de Octubre y otros municipios. En estos murales se pueden ver temas como el llamado a la paz y a la no violencia, la defensa de la equidad de género y el rescate de personalidades de la historia local. El resultado final de estas intervenciones en espacios públicos va más allá de lo estético, no solo se transforma un muro olvidado en una obra de arte, sino que se le da voz a una cultura que peligra ante el olvido de la propia comunidad.
La ruta cultural que Javier Agudo muestra está llena de historia: campeones olímpicos, nobles, artistas de fama mundial; iglesias, mansiones y casas humildes; todos conviviendo en un espacio que, aunque es amplio, no deja de ser local. La Historia y la Cultura necesitan de la participación de más proyectos y personas que se comprometan con la preservación del pasado y la invención del presente, pues es la única forma de asegurar un futuro sano para la comunidad (Texto y foto: Mari Pérez).
A través de caminatas por barrios desconocidos recopilo imágenes y memorias. Siempre me cuesta adaptarme a cada nueva ciudad. Pero en las calles de La Habana, tan polvorientas y demacradas como otras arterias latinoamericanas, me siento diferente. En casa.
Camino hacia una esquina soleada. Es 2016. Una mujer, vestida solo con un pañuelo Gucci, se posa en la entrada de lo que aparenta ser una barra.
“Quieres una fría?”, me dice, después de pillar la facha de turista latino que tengo.
Entro al establecimiento y me siento en la barra. Hay seis mesas y todas están vacías, menos la de un chico que estudia la pantalla de un teléfono.
La mujer me da una carta, manchada por las esquinas de tanto manoseo.
“No pienses que puedes elegir, no tengo mucho que ofrecer”, me advierte.
“Entonces dime lo que tienes para tomar”, le sugiero.
“Solo tengo jugos de mango o guayaba, agua mineral y cerveza fría”.
“Dame una cerveza entonces…, y algo para picar”.
“Solo te puedo hacer un sándwich de guayaba con queso, no tengo nada más.
Mirando con detalle el triste entorno, deduzco que estoy en un bar-cafetería estatal. Con la apertura de establecimientos cooperativos y de intereses privados, estos lugares van perdiendo importancia y popularidad.
La mujer me trae la cerveza y el sándwich, el cual me como solo porque tengo muchísima hambre. Por la forma en que le habla al joven de la mesa, me percato de que es su hijo; lo tiene ahí para que no esté deambulando por las calles (Texto y foto: Orestes González).
Increible! Me da tanta tristeza ver todo esto…
Una imagen dice mas que mil palabras!
Excelente trabajo. Alpizar, un artista que tiene mucho que decir todavía.