Las historias de vida de las personas suelen ser también las de sus animales cercanos.
A Idalmis la encontramos con Chencha entre los brazos, dándole de beber con una jeringuilla: “Me puede faltar mi marido, pero no Chencha, ni mis otros gatos”, asegura ella. Ese día Idalmis regresaba del hospital, donde trató de encontrar sin suerte Fenobarbital para las convulsiones de su gata epiléptica, cuando la sorprendió un golpe de calor. Una joven madre la socorrió con el agua de sus dos hijos pequeños; así pudo rebasar Chencha el repentino sofocón. Idalmis no bebió una gota.
Rita tiene 82 años y hace de todo en su casa desde el amanecer. Las pocas veces que Rita cae en cama, Coffee, su gato negro, se pone en la cabecera de su lecho y ella se repone. Con cualquier otro enfermo de la casa este gato médico practica la curación poniéndose a los pies del paciente.
Cuidar de los animales no es solo un placer, es también una responsabilidad para con ellos, un compromiso social y una hermosa tarea humana, como aseveró Gandhi una vez: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados según la forma en que tratan a sus animales”.
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