Los tiempos que corren en nuestra Isla parecen haber superado toda lógica, o quizás son solo la continuación de lo que lamentablemente aceptamos como destino. A menudo (me) pregunto esto, y cada vez que me sumerjo en el laberinto de posibles respuestas, me encuentro con el vacío y el silencio, tan oscuros como las eternas noches que cubren el país.

Techos y colinas de Santiago, evidenciando la precariedad de las viviendas en el contexto de crisis migratoria. Foto: Frank L. O’Callaghan.
Letícia es una de mis más cercanas personas. Sola, y con ciertos miedos, busca enfrentar todo (o casi todo) lo que se le interpone. Es madre de dos hijos (5 y 6 años), a quienes ha decidido dotarles de un mejor futuro.
“Ser madre soltera en Cuba en estos momentos es un reto enorme porque existen muchas carencias y todo gira fundamentalmente en torno a lo económico”, comparte vía WhatsApp.
Nació en 1993. Cinco años de diferencia entre nosotros creciendo en Santiago de Cuba, una ciudad exageradamente tradicional que carga el peso de la historia. Se especializó en Medicina General Integral en 2017. Hija de una máster en Enfermería, especialista en Cuidados Intensivos y con misiones médicas en Venezuela, y un obrero que se jubiló con las manos agrietadas de tanto trabajar. Ha tenido que enfrentar su rol de mamá, estudiante, doctora y cubana de a pie prácticamente sola. El padre de los pequeños brilla por su ausencia.
A diferencia de muchas personas, no se ha marchado a la capital. Sobretodo por su familia. Su madre, con más de 45 años de servicio, está adaptada a su centro y compañeros de trabajo —a pesar de todo— mientras espera su jubilación. Letícia sabe que marcharse a otro lugar sería tener que rentar una vivienda a precios ridículos, perder la “comodidad” de su hogar y alejarse de sus hijos, tal vez, para un nulo resultado.
Igual que otros, hace poco abandonó su profesión para ofrecer servicios en una cafetería improvisada para poder costear los gastos de su familia.
“Desde niña siempre jugaba a ser doctora y me gustaba ese rol. Por supuesto, la familia también influyó en mi vocación, mi madre es enfermera al igual que lo fue mi abuela, y mi abuelo fue doctor. Siempre estuve rodeada de ese ambiente donde se desarrollaba la empatía y la solidaridad hacia el prójimo, pero tuve que dejar mi carrera hace cinco meses, ya que los precios aumentan considerablemente, y mi salario no alcanzaba para todas las necesidades. Es frustrante y difícil porque toda mi vida me dediqué a estudiar y a darle aliento a mis pacientes, y darme cuenta de que como profesional soy una esclava… es más que doloroso”, cuenta.

La falta de espacio es uno de los principales problemas que enfrenta Letícia para criar a sus hijos en la ciudad. Foto: Frank L. O’Callaghan.
Actualmente, los sueldos de los profesionales de su categoría rondan los 6.500 pesos cubanos (CUP), de los cuales ella emplea unos 5.600 CUP al mes en dos kilogramos de leche en polvo para sus hijos. El ocio, por supuesto, no existe. La vida actual se resume en mal comer. Para vivir decentemente calcula que necesitaría unos 30.000 CUP como mínimo, solo comiendo picadillo como plato fuerte y viandas para alargar lo poco que “ofrece” la canasta básica. Entre su sueldo y el de su madre no sobrepasaban los 17.000 CUP.
Este y otros factores provocaron que solamente en el período comprendido entre 2022 y el 2023, según cifras de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), se retiraran del sector unos 32.586 profesionales, de los cuales 13.303 eran médicos, 3.125 estomatólogos y 6.258 enfermeros. En el período anterior se habían perdido 12.065. Algunos sin llegar a graduarse. En 2022, por ejemplo, varios estudiantes de 5to y 6to año de Medicina en Sancti Spíritus decidieron abandonar su carrera ante impedimentos de emigrar una vez graduados, según reportó el Instituto Cubano de Libertad de Expresión y Prensa en ese momento.

El día a día en una calle de Santiago de Cuba, una ciudad «exageradamente tradicional». Foto: Frank L. O’Callaghan.
Al principio, trabajaba de dependienta los fines de semana, alternando con los turnos en el consultorio. Poco a poco fue consciente de que recaudaba más que su salario. Abrió entonces una cafetería y decidió dedicarle el tiempo completo. Tras varios trámites legales para alquilar un local —algunos gestionados “detrás del telón” para acelerar los procesos— se vio obligada a seguir adelante sin contar con todos los permisos requeridos, pero finalmente tuvo que cerrar por el constante acoso de los inspectores estatales. Solo funcionó unos pocos meses.
“Acá es muy difícil tener negocios [sin] entrada de algún familiar que viva en el extranjero, pues los inspectores siempre están buscando motivos para aplicar multas o sobornos; ellos también reciben un salario inexistente. Cuando le pagas a uno, el resto viene a buscar su parte, y no podía sostenerlo. Ahora lo hago en casa [la cafetería], donde vendo café y algunos dulces que confecciono, principalmente por encargo. Al menos tengo un poco de tiempo para estar con mi familia”, explica.
Cuando llega la noche, duerme en una estrecha habitación agrietada y apenas ventilada, espacio que intercala su papel de almacén casero con el de recinto para el descanso. La casa en su totalidad no es mucho más grande, con un pequeño baño, una salita y la cocina.

Un niño duerme en el cuarto que sirve de «almacén casero» y recinto para el descanso de toda la familia. Foto: Frank L. O’Callaghan.
“Es cierto, es muy difícil vivir en un lugar muy pequeño. Dormimos hacinados mi mamá, los niños y yo en un solo cuarto. En una cama duermo yo con mis bebes, y en la otra mi madre. No tengo patio, por lo que los niños no cuentan con espacio para jugar, de ahí que trato de llevarlos de vez en cuando a un parque, y como apenas hay corriente eléctrica, ni siquiera pueden ver la televisión. Hago lo posible por comprarles algunos juguetes o, en última instancia, se los hago con cartón, de forma que con su imaginación los transformen como deseen. A los cubanos nos han obligado a conformarnos con tan poco…”, dice.
Actualmente se encuentra en medio del proceso para adquirir la ciudadanía española por Ley de Memoria Democrática, a pesar de las muchas barreras en forma de documentos, colas, sobornos, retrasos e incomprensiones que ha debido enfrentar. Aún falta mucho hasta que puedan pisar tierras de sus abuelos paternos. Había comenzado el proceso en el 2011 por la Ley 36 de menores, pero no pudo continuarlo ya que exigía tener que dedicarle su tiempo de estudio, lo que se le hacía imposible.

La dificultad para cocinar y la dependencia de ollas eléctricas, en medio de los prolongados apagones en Santiago. Foto: Frank L. O’Callaghan.
Ella también, al igual que muchos cubanos —la mayoría jóvenes— ha tenido que renunciar a caminos labrados con entrega, pasión, humanidad, y también agradecimiento, al descubrir que son piezas de un engranaje que no avanza (y que no hace nada por avanzar). Según la ONEI, la presencia de jóvenes en el país ha tenido una tendencia a la baja, de 1.272.190 en el 2021 a 1.124.085 en el 2023. Grupo poblacional que va pasando a ser cifras en la estadística del exilio, las migraciones, distancias, separaciones y decepciones. Una Cuba que se distancia de sí misma al ver que no van quedando alternativas. La web de Global Affairs and Strategic Studies de la Universidad de Navarra publicó el texto “Cuba se vacía: Éxodo de más de un millón de personas que deja una población envejecida”, de Agustina Rodríguez Granja, donde se señala que “Cuba se queda sin jóvenes”, al estimar que el 77% de la población cubana emigrante tiene entre 15 y 49 años, y que el 56% de este grupo son mujeres.
Mientras tanto, Letícia espera que los tiempos sean diferentes, para ella, para sus hijos y para su madre. Cada día, en la oscuridad de los apagones que exceden las 12 horas, reúne a su familia en la salita e intenta dormir entre los mosquitos, la falta de espacio y el calor abrasador. Unas colchonetas o ropas usadas sirven para improvisar en el suelo ese descanso que no llega. Ya sabe que al día siguiente solo tendrá dos o tres horas para cocinar y realizar algunas necesidades; faenas que realizará entre el agotamiento, la falta de sueño y el estrés constante. Su madre solo consigue dormir un poco al mediodía, cuando la temperatura mengua levemente.

La madre de Letícia, agotada, solo consigue dormir un poco al mediodía, cuando la temperatura mengua. Foto: Frank L. O’Callaghan.
Muchos hacen hasta lo imposible por continuar con sus vidas. “Santiago es Santiago” y deben seguir firmes a pesar de las oscuridades, la falta de alimentos y de recursos como el gas licuado y el agua. Aún cuando la provincia continúa siendo la más afectada del país en cuanto a este último, con 400.000 habitantes sin acceso regular a agua potable, seguida por Holguín y Ciego de Ávila.
Letícia reza en medio de una Cuba que sufre y se desmantenla. Donde la primera ambición ahora es escapar:
“Es difícil, pero no imposible. No me quejo de ser madre y padre al mismo tiempo, cuido a mis bebés y a mi mamá. ¡Deseo tanto que los cubanos seamos tratados como seres humanos en nuestro país! Amo a Cuba, pero tendré que seguir queriéndola desde fuera”.

Las faenas domésticas que Letícia debe realizar entre el agotamiento, la falta de sueño y el estrés constante. Foto: Frank L. O’Callaghan.

Dos miembros de la familia de Letícia duermen hacinados en el pequeño cuarto que comparten, en Santiago de Cuba. Foto: Frank L. O’Callaghan.

La figura religiosa, un símbolo de la esperanza de Letícia: «Letícia reza en medio de una Cuba que sufre y se desmantenla». Foto: Frank L. O’Callaghan.
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