Habrá sido a inicios de la Edad de bronce, más o menos 2000 años A.C., cuando el ser humano asoció por vez primera el sexo a la fecundación. Con ello sobrevino el deseo de la contracepción para discernir entre reproducción y placer. Entonces la mujer antigua estudió sus ciclos fértiles para saber cuándo acercarse o no al hombre en busca de sexo. Este fue el primer método de control, junto al infanticidio, y luego apareció el aborto. Más adelante, con la asociación de la gestación a la eyaculación masculina, comenzaron a usarse espermicidas naturales y métodos de barrera: miel y bicarbonato de sosa, el zumo de las acacias, el tapón de hilaza, la vejiga de cabra o el pulmón del pez, el coito interrumpido, etc. La anticoncepción pasó a formar parte de la más genuina preocupación humana, inaugurando una suerte de ciencia alternativa que se ha transformado con los siglos, muchas veces desde el silencio, para mantener en calma a dioses intransigentes.
La ciencia de la contracepción usualmente señala al cuerpo de la mujer como figura sometida no solo al control sino al dolor. Son las mujeres las que intervienen su cuerpo con inyecciones, parches, incisiones, eventos traumáticos para colocar en su interior una barrita de cobre u hormonas, píldoras para cambiar su metabolismo, para controlar, como hacían las “brujas” medievales, el acto de la gestación. La extensión de dicha ciencia puso a mediados del siglo XX un arma muy poderosa en manos de la mujer occidental: la posibilidad de elegir sobre su propio cuerpo, y la historia le llamó a ese momento “revolución sexual”.
Es la planificación familiar como nueva forma de la medicina preventiva la que cambia la historia del control de la natalidad. Y así, la anticoncepción fue blanco de leyes que priorizaban la natalidad sobre el aborto: multas, arrestos, tipificación en códigos penales no solo a quienes usaban métodos anticonceptivos, sino a quienes divulgaban la información y prescribían. Es por ello que su reconocimiento en los diferentes territorios data de fechas muy recientes: en países como el Reino Unido, por ejemplo, se legalizaron los anticonceptivos en 1958, mientras que en Estados Unidos ocurrió en 1960 y en España en 1978.
En Cuba, durante los años 70 se comenzaron a fabricar píldoras anticonceptivas y dispositivos intrauterinos (DIU), cuya cobertura fue ampliada gracias a la asistencia técnica internacional. Además, comenzaron a aplicarse las Encuestas Nacionales de Fecundidad en las que solo participaban mujeres, por lo tanto, la anticoncepción solo contemplaba su conocimiento y sus cuerpos para trazar estrategias. Es por ello que en la década de los 90, aunque las autoridades declaraban un 88% de cobertura, solo se usaba la esterilización femenina, la píldora o la colocación de un DIU como contracepción. Se fundaron en la isla los servicios de planificación familiar y la disponibilidad de los insumos y las consultas solo se hizo inestable en los años más duros del Período Especial. No fue hasta 1995 cuando la Sociedad Cubana de Estudios de Familia (SOCUDEF) percibió un aumento en el uso del preservativo como respuesta al déficit de píldoras y dispositivos en farmacias, debido a la gran crisis del país, y no fue hasta el año 2009 que la Encuesta Nacional de Fecundidad incorporó a los hombres en sus estudios, para demostrar que la responsabilidad de la contracepción es plural.
Los métodos anticonceptivos pueden ser hormonales o no, orales o no, permanentes o temporales, de barrera, reversibles o irreversibles, preventivos o de emergencia. Se le llama anticoncepción masculina a la usada en el cuerpo masculinizado –no solo cisgénero–, usualmente vinculada a ciertas hormonas y a la producción de esperma.
Aunque los especialistas están de acuerdo en que el mejor método anticonceptivo es el condón, por incluir la protección contra las enfermedades de transmisión sexual, la investigación continúa y el afán por hacer parte a los hombres en el control de la natalidad ha provocado que las opciones sean cada vez más variadas, sobre todo en países con recursos suficientes. Así, tenemos métodos hormonales cuyos resultados en ensayos clínicos no son del todo concluyentes; métodos para anular la producción espermática o inhibir sus funciones, el uso del preservativo y la vasectomía. Los laboratorios y las farmacéuticas limitan sus esfuerzos a la contracepción femenina, sobre todo, pues creen que dichos productos serán de escasa aceptación entre la población masculina. E investigar es muy caro como para despilfarrar recursos.
En otros países, como Cuba, cuya actual crisis sanitaria es devastadora, la situación es bastante más compleja (y reducida). La última Encuesta Nacional de Fecundidad fue lanzada en 2022 y ofrece datos interesantes como, por ejemplo, que alrededor del 12% de las mujeres y el 14,5% de los hombres entre 15 y 54 años, que alguna vez tuvieron relaciones sexuales, nunca ha usado, al menos, un método anticonceptivo o no respondieron a esa pregunta. También valida el uso extendido de algunos métodos en particular: el más empleado es el condón con una frecuencia del 45% entre las mujeres y del 59,6% entre los hombres. Otros métodos utilizados con frecuencia son la píldora (35,6%) y los DIU (24,7%). El 13,9% de las mujeres en relaciones estables están esterilizadas por ligadura de trompas. Los hombres, por su parte, usan más como anticonceptivos el condón 48,7% y solo el 0,09% se ha practicado una vasectomía.
“El condón es básicamente el único método [anticonceptivo] que uso. En la pareja ambos tomamos la iniciativa, no es cuestión de uno solo, pero igual, yo ‘sin globo no entro a la fiesta’. Aunque al hombre ese asunto suele preocuparle menos, yo siempre [he tenido] ese cuidado”, dice Lachy, de 34 años, desde La Habana.
“En mi entorno lo más usado es el condón, las chicas algún DIU. Estos temas últimamente se han complicado bastante, entonces uno recurre a ‘menos eventos’ o a la típica ‘sacarla antes’, aunque no siempre surta efecto por otros asuntos precoces que no vienen al caso”, añade.
Amanda cuenta, desde Pinar del Río, que ha podido mantener el uso del condón como método más asequible en el último año, pero que no considera que sea accesible para las personas que viven solamente de su salario (sobre todo si su salario es estatal). “Un condón está a 50 pesos, pero es muy difícil [hallar] otras formas de anticoncepción. Sabemos que para los [anticonceptivos] hormonales, como las pastillas, hace falta estabilidad [en la relación], y no vas a arriesgarte a comprar a 500 pesos el blíster de Etinor para que te las manden de La Habana y luego quedarte a medias, imagina lo que eso le hace a tu cuerpo”.
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Las pastillas anticonceptivas Etinor, fabricadas en Cuba, han desaparecido de las farmacias y se venden en el mercado informal a precios elevados. Un blíster puede costar hasta 900 CUP, haciendo inaccesible su compra para muchas mujeres.
En Revolico las pastillas Etinor, tabletas revestidas que Levonorgestrel y Etinilestradiol cuyo registro sanitario está a nombre de la unidad empresarial cubana Laboratorios MEDSOL, oscilan entre 700 y 900 pesos el blíster. Cada caja contiene tres blísters y cada blíster 21 tabletas. Eso significa que para estar cubierta, por ejemplo, seis meses, el gasto asciende a los 3000 pesos. Sin embargo, muchas mujeres las toman por años. Hay que tener en cuenta que estas pastillas tienen advertencias especiales, indicaciones para su uso, contraindicaciones. Es por ello que en las cajas que venden –sin prescripción ni precauciones–, se puede leer en letras verdes y mayúsculas “Venta por receta médica”.
Las últimas noticias de las que se tiene constancia en la prensa estatal sobre la reactivación de la producción de anticonceptivos orales data de 2022. En el 2023 BioCubaFarma volvió a informar sobre la fabricación de las píldoras (Aminor y Estracip) con cobertura para 30 días. Desde entonces no se tienen noticias oficiales de la fabricación de los anticonceptivos orales en empresas cubanas. Esto ha sido complementado con donaciones de la Oficina cubana del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que para apoyar los servicios de salud sexual y reproductiva del país, ha donado cada año toneladas de insumos que incluyen anticonceptivos orales y otras formas de contracepción.
Pero nada es suficiente.
“Desde hace unos cinco años, tal vez más, el asunto de los métodos anticonceptivos se ha complicado bastante, una vez que dejaron de venderse en farmacias. Incluso recuerdo que en cualquier cafetería de mala muerte encontrabas a los tres mosqueteros: ron mafuco, cigarros Criollos y condones Vigor. Pero eso es borrosa postal del pasado. En puestos estatales no existe esa oferta. Antes hasta te los daban gratis en los consultorios del Médico de la Familia, casi como acto promocional de la salud sexual. Tampoco. Ahí ya casi no te dan ni los buenos días”, comenta Lachy.
“Ante esa situación, casi todo el mundo se ha visto obligado a recurrir al ‘mercado negro’. Los he visto por el mercado de Tulipán en portales y aceras donde se sientan unas señoras mayores con el producto, a veces condones nacionales, pero en redes más privadas ves condones y pastillas de importación. Los precios resultan bastantes costosos. Digamos 50 pesos la unidad o las cajas a 150. Quizás en algún lugar esté más caro si es más sofisticado: entiéndase saborizados o con colores o relieves”, explica.

El precio de los preservativos en el mercado informal ha aumentado significativamente en Cuba. Una caja de tres condones Vigor cuesta 150 CUP, lo que dificulta su acceso para muchas personas (Foto: El Yerro Menú).
El tema de la fabricación de condones en Cuba ha sido ampliamente cubierto tanto por la prensa estatal como independiente. Sabiendo que en Cuba el número aproximado de condones que se necesitarían es de 6 millones anuales, según datos oficiales, la cobertura siempre queda muy por debajo de la demanda, lo que constituye un problema de salud pública. El anuario estadístico de salud más reciente que reportó el porcentaje de cobertura fue el de 2019, el cual reveló que la cobertura total de anticonceptivos fue de 76.8%, la cifra más baja registrada desde 2004.
El déficit de condones, sobre todo, es anterior a la pandemia. Sin embargo, el coordinador de la línea de condones de Prosalud, Rafael Pérez De la Iglesia le dijo a Cubadebate que la pandemia les había obligado a redistribuir recursos financieros para la compra de insumos más urgentes y que ello, junto al “recrudecimiento del bloqueo norteamericano a Cuba”, era la causa principal del desabastecimiento. Los proveedores son habitualmente chinos, malayos e indios, y el MINSAP es el principal cliente cubano. Todo se importa y, por lo tanto, es más caro y propenso al incumplimiento de su fabricación, ciclo de arribo y distribución.
“Yo solo uso píldoras, vacunas o DIU. No tengo pareja estable y prefiero controlarlo yo que esperar a que la persona con la que me vaya a encontrar tenga o no tenga condones. Muy probablemente no los tendrá, así que prefiero agenciármelas, –explica Laura, enfermera camagüeyana de 32 años–. En mi entorno los más usados son el DIU y las píldoras. En las farmacias no hay hace años y si hay ni nos enteramos porque nadie va en busca de eso a ellas. Hasta el momento nunca he tenido que pagar mis pastillas porque me las resuelven ‘por fuera’, pero sé que están a 800 el blíster”.
Para este trabajo, se realizó una encuesta a 20 personas de diversas localidades de La Habana, Pinar del Río, Camaguey y Holguín, que difieren en sexo e identidad sexual, pero cuya totalidad se reconoce como cisgénero. Las preguntas trataban tres temas fundamentales: uso y conocimiento de métodos anticonceptivos, accesibilidad y disponibilidad, y anticoncepción masculina.
En las respuestas, los precios referidos por las personas fueron bastante certeros al compararlos con los disponibles en el mercado alternativo actualmente: el implante subcutáneo a 5000 pesos, las vacunas de medroxyprogesterona entre 1500 y 2000 pesos, y los condones por unidad, que se pueden encontrar hasta en 150 pesos.
“Yo conozco como métodos anticonceptivos el condón, claro, las pastillas diarias, la pastilla del día después, los dispositivos que se insertan en el brazo y los intrauterinos. Solo utilizo el condón y la pastilla del día después. Suelo ser yo la que lleva la iniciativa en la anticoncepción”, –comenta Eli Benítez, habanera, de 36 años–. En nuestro ambiente lo que más se usa es el condón, pero mis amigas en Estados Unidos y Europa lo que más usan es el dispositivo en el brazo”.
Sobre la accesibilidad a estos métodos, Eli dice: “Yo tengo la posibilidad de salir de Cuba con frecuencia y los compro fuera, pero sé que la gente en Cuba los compra en el ‘mercado negro’. No tengo idea del precio. Me han contado que los reutilizan, pero no sé si sea verdad”.
A las preguntas sobre la anticoncepción masculina, Lachy responde: “Hace tiempo hubo más información sobre el uso del condón, pero como aquí todo se asume como propaganda, no se hizo ni caso. Conozco a promotores de salud que daban charlas en barrios y se hacían ferias donde te regalaban pasquines educativos y el condoncito. En general, el tema para los hombres sigue siendo tabú, algunos todavía tenían pena de ir a la farmacia y pedir una cajita de condones, quizás porque sentían que eso disminuye su hombría o no sé qué. Aquí a uno no le gusta hablar de sus intimidades así abiertamente”.
¿Conoces otros anticonceptivos masculinos, además del condón?, pregunto.
“La vasectomía, pero no estaría dispuesto a someterme a ella bajo ningún caso. Quizás tomaría píldoras, estaría en duda con las inyecciones, tengo buen brazo pero me dan miedo las agujas”, dice.
Sobre la accesibilidad a la información y formas de prevención Eli comenta: “Durante la universidad había muchos programas y regalaban condones (de muy buena calidad, por cierto), hacían charlas, nos dejaban sueltos con información muy útil. Recuerdo especialmente el Carrito Amarillo, porque la gráfica era muy buena y tenía condones de chocolate. Entonces nos enteramos del uso de otros métodos igual de saludables. Uno de mis actuales amantes, por ejemplo, tiene hecha la vasectomía hace años, por él la conocí, pero se la hizo en España, no en Cuba. Creo que muchos hombres se la harían, sobre todo para evitar el uso del condón, cosa que debe entenderse como un riesgo para la transmisión de enfermedades, claro”.
Por su parte, Marialina, médica pinareña de 27 años, cree que hay formas menos radicales para protegerse sexualmente: “La vasectomía te excluye de ser progenitor pero no te hace inmune a enfermedades de transmisión sexual. Si hubiese en Cuba anticonceptivos masculinos novedosos como píldoras o vacunas, los usaría con una pareja estable, pero creo que preferiría el condón igualmente”.
De las personas que respondieron a la encuesta elaborada para este trabajo, el 100% dijo que tenía dificultad para adquirir anticonceptivos por vías estatales, el 37,5% admite que no ha usado ninguna forma de contracepción en los últimos doce meses, y el 75% ha tenido que recurrir al mercado alternativo en busca de los insumos. El 100% de los encuestados considera que no son accesibles en ninguna de sus formas comerciales, tanto por el precio (en referencia al mercado alternativo no estatal) como por la disponibilidad de ofertas.
La solución a esta forma muy particular de carencia es no usar ninguna protección, o atenerse al método del ritmo y/o al coito interrumpido. Así, tal vez y con suerte, se pueda evitar un embarazo no deseado pero, ¿y las ITS?
Sin dudas, hay un problema que al menos tiene diez años de recorrido, y el tema de las enfermedades de transmisión en Cuba mereciera otro texto, pero algunos datos muestran luces sobre la situación: la sífilis, por ejemplo, ha duplicado su cifra con respecto al cercano 2021; la blenorragia mantiene sus números sobre los mil casos, el VIH/SIDA se muestra en los anuarios bastante controlada, pero ¿cómo se está diagnosticando?, ¿cómo se trata? ¿Qué consecuencias tiene la poca accesibilidad a anticonceptivos sobre la salud reproductiva de les adolescentes?, ¿cuál es la cifra actual de embarazos no deseados?, ¿qué ocurrió con las consultas de planificación familiar?
Como siempre, muchas preguntas, pocas respuestas y menos transparencia, poco acceso a datos útiles y, en consecuencia, una insalubridad creciente en el país, como muestra infalible de su permanente crisis.
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