Mi padre me escribe sobre las nueve de la noche del viernes y me dice que en la terraza de su apartamento no logra ver ni sus manos. Su apartamento queda en El Vedado, cerca del hotel Habana Libre y el Hospital Universitario General Calixto García, una zona donde raras veces cortan la electricidad, pero desde las 11 de la mañana de este 18 de octubre, Cuba entera quedó en apagón.
A las nueve de la noche, mi padre permanece en su terraza, sentado en su sillón de madera y mimbre, no porque tenga calor sino porque quiere ver la oscuridad; si es que la oscuridad se puede ver. Dice que hacía tiempo no veía la ciudad así, que hasta la torre López-Callejas permanece oscura, que lo único encendido es el Habana Libre.
“No te ves las manos”, me insiste, y luego me manda fotos y más fotos para que también yo vea que no se ve nada. Mi padre tiene 72 años. Ha vivido todas las crisis de Cuba, pocas cosas logran impresionarlo, pero esta noche está impresionado. “Esto es la Facultad de Economía, esto es la torre López-Callejas, esto es la sala de mi casa”. Me escribe debajo de tres fotos idénticamente negras.
Intenta pasarme un video y no puede. La conexión a Internet está muy mala. Siempre que hay apagón, el servicio se afecta. Se pone lento o cae por completo. NetBlocks, compañía británica que se dedica a monitorear el acceso mundial a Internet, confirmó en la tarde del viernes un “declive significativo” del tráfico en Cuba.
Incluso, el día antes, el primer ministro Manuel Marrero había tenido que retrasar una intervención sobre la emergencia energética en el país, debido a “dificultades técnicas”. No salió al aire sino al final de la noche, con buena parte de Cuba apagada, y habló durante casi 50 minutos, en compañía de dirigentes del Ministerio de Energía y Minas.
Marrero ya sabía lo que iba a pasar, se notaba inquieto, y para colmo, el retraso no sirvió de mucho para solucionar las dificultades técnicas. En distintos momentos de su comparecencia, su imagen apareció pixelada, se distorsionó, y en lugar de transmitir tranquilidad lo que transmitió fue angustia. Si el primer ministro no podía hablar por televisión nacional durante menos de una hora sin dificultades técnicas, ¿qué quedaba para el resto?
A la mañana siguiente, el país entero se apagó. Una publicación en redes sociales del Ministerio de Energía y Minas confirmó que el Sistema Electroenergético Nacional había quedado desconectado tras la salida de servicio de la central termoeléctrica Antonio Guiteras, en Matanzas, a las 11 de la mañana.
Difícilmente alguien pueda precisar cuántas veces, en los últimos años, la Guiteras ha salido y entrado del Sistema Electroenergético Nacional. En ocasiones, ha salido, entrado y vuelto a salir en menos de 48 horas. Las causas más recientes, desde agosto de 2023 al presente, han sido una falla en las bombas del líquido de regulación de la turbina, un incendio en uno de los dos tanques de petróleo crudo que la alimentan o sobreconsumo de agua.
En este último episodio no se ha revelado qué pasó con la Guiteras. Lázaro Guerra, director general de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas, dijo que el incidente está bajo investigación.
Pero la Guiteras no está sola. Al amanecer del viernes, la Unión Eléctrica había informado que varias unidades de otras centrales termoeléctricas se encontraban en avería o mantenimiento, y 54 centrales de generación distribuida fuera de servicio por falta de combustible. Justo eso había explicado Marrero en la noche del jueves, que la falta de combustible era la razón principal de la emergencia energética, y que el culpable mayor era el bloqueo de Estados Unidos.
Desde su terraza, mi padre me dice que “menos mal que sonó el cañonazo”, y yo le pregunto, sorprendida, si está seguro de que fue el cañonazo. Me cuesta creer que, en medio de un apagón generalizado, todavía en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña quede gente con ganas de cumplir una tradición del siglo XVIII, que permite a los cubanos ajustar sus relojes. ¿Quién va a querer ajustar sus relojes? ¿A quién le importa el tiempo en medio de tanta oscuridad? Pero mi papá me dice que sí, que el cañonazo sonó.
El país se ha paralizado casi completamente. Las escuelas y universidades suspendieron sus clases. Los trabajadores, con excepción de los indispensables, permanecen en sus casas. Solo los hospitales y algunos centros de elaboración de alimentos continúan sus funciones. Cero actividades culturales y recreativas para la población. No se puede gastar energía, la vida debe estar en pausa hasta nuevo aviso.
“Contingencia energética de alta sensibilidad para la nación”: así definió la crisis el presidente Miguel Díaz-Canel en una publicación en X, en la tarde de este viernes. Y aseguró que no habrá descanso hasta el restablecimiento del servicio.
El economista cubano Pedro Monreal fue más preciso al describir en sus redes sociales lo que está ocurriendo: “es ruina energética como componente de la fallida planificación centralizada impuesta desde el poder político. Es crisis estructural acelerada por fracaso del ‘ordenamiento’, y complicada por parches ineficaces. Es una bancarrota causada por decisiones internas”.
Ya en 2022, el experto en energía Jorge Piñón, director del Programa de Energía para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad de Texas, en entrevista con Radio Martí, había pronosticado un “colapso total del sistema eléctrico cubano” y cuestionado la “política de curitas” del gobierno para enfrentar los problemas en los servicios. “Hace falta una recapitalización estructural”, dijo entonces.
Para Piñón, no era el embargo lo que estaba provocando los apagones sino “la mala gestión del Estado del sector energético”, y refirió varios proyectos de inversión con terceros países que hubieran podido contribuir a evitar un colapso y que el gobierno cubano desaprovechó.
Pero no en todas partes ha habido “contingencia energética de alta sensibilidad”. En Holguín, una de las provincias más golpeadas por los apagones, el grupo turístico Gaviota, perteneciente al conglomerado militar Gaesa, ha estado celebrando por todo lo alto la sexta edición de su evento Bolsa Turística Destinos Gaviota, en el Hotel Playa Pesquero. Las actividades han incluido banquetes, espectáculos artísticos y fuegos artificiales. Arrancaron el miércoles y concluirán este domingo.
La periodista Annarella Grimal, residente en Irlanda, tiene buena parte de su familia en Holguín. Dice que desde el jueves allí hay interrupciones prolongadas del servicio eléctrico. El sábado en la tarde, su familia llevaba más de 30 horas consecutivas en apagón.
“Esto significa que ya se les ha echado a perder una parte de los alimentos y que han tenido que cocinar [otra parte] gracias a la ayuda de vecinos por falta de gas licuado. Te hablo de niños y personas de la tercera edad”, dice Grimal.
Le preocupa además la amenaza del huracán Oscar, que se aproxima a la zona oriental, con vientos máximos sostenidos de unos 130 kilómetros por hora, que lo ubican en la categoría uno de la escala Saffir-Simpson. “Es realmente angustiante”, dice Grimal, “porque la falta de fluido eléctrico impide que las personas se preparen y se informen sobre la trayectoria del huracán, y esto puede poner en peligro sus vidas”.
Desde Houston, Texas, la escritora y académica Mabel Cuesta intenta ayudar a sus familiares en Matanzas y a personas de la tercera edad. Ha comprado en Amazon unos bombillos recargables que pueden permanecer encendidos hasta seis horas cuando se va la corriente. “Esto no soluciona que se rompan los electrodomésticos ni el calor ni la crisis humanitaria más brutal que atraviesa nuestro pueblo gracias a un gobierno inepto y deshumanizante, pero un anciano menos lleno de miedo en la oscuridad, una cadera menos rota sin sosiego sí alivia”, comentó en su perfil en Facebook.
Ya es sábado, comienza a caer la noche, y mi padre vuelve a su terraza. Vuelve a su encuentro con la oscuridad. Algunos barrios del país se han encendido y se han vuelto a apagar en menos de una hora. El de mi padre no ha sido uno de ellos. Tampoco el de mi madre, en el municipio Playa, en La Habana. Pero, a pesar de ello, todavía son parte de los hogares privilegiados que cuentan con agua y gas para cocinar.