La Cuevita es una de las zonas comerciales más visitadas y conocidas del país, se ubica en el municipio San Miguel del Padrón, en La Habana. En los años 1940, el barrio San Juan de los Pinos, adopta de manera coloquial el apodo de La Cuevita, precisamente por la precariedad de las viviendas, la presencia de aguas albañales y áreas boscosas que daban una imagen de marginalidad. Posteriormente, en 1956 pasa a llamarse Monterrey y en la década de 1990 surge de manera progresiva La Candonga como un mercado negro en la calle Segunda, donde también se encuentra el antiguo cine Yaiti, punto de referencia en la zona. Muchos de los vecinos empezaron a trabajar de manera artesanal el plástico y el aluminio para luego, junto con muchos otros vendedores que se fueron sumando, comercializar piezas de bisutería, artículos para el hogar, juguetes, equipos electrodomésticos, ropa, elementos para la construcción y alimentos.
La reinauguración de la feria de Monterrey en la Calzada de San Miguel, hace cinco años, marcó un punto de inflexión en la vida comercial del reparto. Con alrededor de 240 puestos de venta, esta feria se convirtió en un punto ordenado para los cuentapropistas. Los vendedores de la calle Segunda se trasladaron a los pasillos de la feria, la entrada principal y sus alrededores, específicamente entre las calles 106 y 110, con la calle 108 concentrando la mayor cantidad de vendedores. El ambiente de la zona es bullicioso y vibrante, con la constante competencia entre los que gritan: “¡Ven y compra más barato aquí!”, “¿Qué andas buscando?”, “¡Acércate! Tengo buenas prendas!”, “¡Los mejores ventiladores los tengo yo!”, “¡No te pierdas las rebajas!”, “¡No camines tanto, aquí lo tengo todo!”, “¿Para qué vas a entrar a la feria si yo tengo eso que buscas?”.
La feria tiene un horario entre las 7:00 a.m. y las 3:00 p.m.; su vitalidad es palpable en la gran cantidad de personas que la visitan diariamente, incluyendo compradores de otras provincias como Pinar del Río, Villa Clara, Camagüey, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, que llegan en ómnibus o camiones arrendados para abastecerse de grandes cantidades de productos. La demanda de espacio para guardar la mercancía durante corto tiempo de los visitantes del interior del país ha impulsado a muchos residentes a rentar parte de sus casas como guardabolsos, mientras que los triciclos eléctricos se han convertido en el medio de transporte ideal para mover los maletines hasta los puntos de recogida. Al final del día la basura acumulada es enorme, desde náilones de empaques hasta cajas de cartón de diferentes tamaños; residuos que se pueden emplear como materia prima para reciclaje.
Hoy día, en medio de la música urbana que retumba desde las cafeterías, el sonido constante de los cláxones por causa del congestionado tráfico y el inmenso frenesí del mercado, La Cuevita se consolida como un hervidero comercial alternativo donde se puede encontrar todo, o casi todo, lo que se busca.
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