Ayer, 17 de marzo, hubo manifestaciones en Santiago de Cuba, en El Cobre, en Bayamo y Cárdenas. Cientos de personas salieron a la calle a exigir derechos y vida digna. En los videos que vi, mayormente, eran las mujeres quienes encabezaban las protestas: madres, abuelas, con hijos en brazos. Mujeres que llevan sus hogares encima. “Corriente y comida piden, sobre todo, las madres, las mujeres que llevan la carga familiar. Ni se atrevan a exigirles más. Suficiente tienen con cuidar en medio de tanta precariedad”, escribí en mi cuenta de X (Twitter) tras verlas encarando a la policía y a las autoridades que llegaron a las concentraciones. Imaginaba que, entre los otros reclamos, este no sería validado y sí calificado como “migajas”.
Exigir recursos que nos permitan cuidar dignamente viene también desde el deseo de ser libres. Quienes más sufren por la crisis que se vive en el país tienen necesidades muy urgentes que resolver. Exigir “corriente y comida” es, también, un grito de Libertad en Cuba. Si no entiendes eso, la carga doméstica no la llevas tú. Y me cuesta tener que explicarlo, pero estoy cansada de que el trabajo doméstico no remunerado sea invisible. Porque te pasas la vida haciéndolo todo, en la retaguardia, mientras el resto piensa que no haces nada.
¿Qué tiene que ver la exigencia de “corriente y comida” con la Libertad?
Primero, debemos entender que es injusto cuestionar reclamos tan específicos. Pedir que griten o exijan otra cosa demuestra, una vez más, que las tareas de cuidado se dan por sentado y que la sociedad cubana sigue siendo machista como resultado de un Estado que maquilla y/o retrasa sus políticas de género. Con una Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que responde a los intereses de quienes dirigen el país y no a las miles de mujeres que cuidamos precariamente y somos víctimas de constantes violencias. Por poner un ejemplo que lo reafirma, durante las protestas, la cuenta oficial de la FMC tuiteó: “Ningún intento de desestabilización amedrenta al pueblo de cubanas y cubanos dignos que sabemos muy bien que la causa fundamental de nuestras dificultades es el bloqueo inhumano del gobierno de EEUU desde hace más de 60 años. #MujeresEnRevolución” (sic). Otra palmadita en la espalda a los que han provocado la crisis en la Isla con su administración ineficiente. En otro momento pudiéramos hablar de quiénes son las verdaderas “Mujeres en Revolución”.
Segundo, parafraseando la reflexión que hacía una amiga ayer, puede que muchas de esas mujeres hayan sufrido violencia machista al interior de sus casas por no poder proveer los cuidados “que le tocan”, y puede que en la colectividad de exigirle al Estado “corriente y comida”, aunque también conlleve riesgos, vean una salida a lo que viven individualmente. A eso le agregaría que en un país donde las mujeres realizamos el doble de horas de trabajo doméstico no remunerado que los hombres —según datos de la Encuesta Nacional de Igualdad de Género en 2016—, donde muchas han tenido que renunciar a sus puestos de trabajo para cuidar y, encima, esos cuidados se ejercen sin recursos; la violencia machista que viven las cuidadoras no es solo doméstica y personal, también viene del Estado. Y exigirle a quien te oprime que resuelva tus demandas (aunque sepamos cómo operan las estrategias de manipulación de los opresores), también es exigir libertad. O, yendo más a lo sentimental: ver que no estás sola, sino que eres parte de una multitud de mujeres que tampoco sabe qué cocinar tras 12 o 16 horas sin electricidad; con hijos camino a la escuela sin desayunar o sin dormir; que el reclamo no es de una, sino de muchas; te vuelve un poco más libre.
Tercero, lo evidente: el miedo. Con un 11J como precedente, las personas temen el castigo que ha venido tras la protesta pacífica. Ahí están las cárceles cubanas llenas de presos políticos con condenas injustas, entre ellos más de 50 mujeres. En el caso de estas, el miedo a ser condenadas tiene un trasfondo: “¿quién cuida de los míos si yo no estoy?”. Hace poco leía un tuit que explicaba por qué las estadísticas de suicidio son más alta en hombres y cómo las mujeres suelen recurrir a métodos, digamos, “menos efectivos”; otra cuenta citaba el tuit original y “abría el melón” de los cuidados como contención de las mujeres ante el deseo de suicidarse. En ese sentido, es más razonable exigir, al menos, las necesidades básicas para enfrentar la crisis: resolver lo urgente y conservar la libertad para seguir cuidando. Habrá quienes digan, incluso, que no vale la pena pedir “corriente y comida”, si todo va a seguir igual. Y, aunque entiendo el punto, no tiene por qué ser así si vemos cada manifestación como una enseñanza para el pueblo cubano, que cada vez aprende más cómo cuidarse.
Por último, tenemos que acabar de asumir el trabajo doméstico no remunerado como sostén de la sociedad. Quienes salen a trabajar cada mañana y regresan a las tantas de la noche no podrían hacerlo, de manera constante, si en casa no hubiera alguien “adelantando”. La logística de los cuidados, estar pendiente de qué hace falta para tenerlo todo listo y, en muchos casos, también llevar un trabajo remunerado fuera de casa en paralelo, es el día a día de muchas mujeres cubanas. Exigir a las autoridades pertinentes la resolución de las afectaciones electro energéticas y que aumente el abastecimiento de alimentos reivindica, sobre todo, los derechos más básicos de las personas cuidadoras dentro de un sistema que las vulnera. Un sistema que, además, mantienen en pie. Si no hay quien cocine, lave la ropa, cuide hijos, ancianos o enfermos de manera gratuita, la estructura político-económico-social tiembla, eso lo sabe el Estado. Pero las cuidadoras, entre apagón y apagón, la leche que no alcanza y la comida que se descompone en el refrigerador, tienen muchas más cargas y, por tanto, son menos libres.
Deje un comentario