Cerca de la comunidad de Río Hondo, en el municipio de Bejucal, hay un pequeño riachuelo considerado de aguas sagradas para muchos de sus visitantes. Llamado El Mamoncillo, desde los años noventa este lugar recibe a los bañistas bejucaleños. Pero no es el baño, quizás, su más relevante valor, sino la inmersión dentro de una naturaleza copiosa y cargada, como pocas en las llanuras de Mayabeque.
El bosque que lo rodea tiene una amplia variedad de especies: algarrobo africano, músico, palo blanco, palma real, caña brava, tulipán africano, jaboncillo, guásima, ocuje, flamboyán, almácigo, piñón florido, júpiter, yagruma, piñón francés, cedro, caoba, almendra, infinidades de enredaderas, musgos, hongos, yerbas y pequeños árboles que esperan su turno de crecer. Abundan también los grillos, avispas comunes y tarantuleras, arañas, hormigas de variadas especies, libélulas y ranas.
Entre las especies de aves podemos avistar la tojosa, el carpintero, la rabiche, el pitirre, el sinsonte, el querequeté –a partir del atardecer–, la garza, el gorrión, el tomeguín tierrero, el zorzal y el arriero, así como el azulejo. Además de otras especies migratorias que en momentos determinados del año anidan en este ecosistema.
En algunas de las pocetas se encuentran peces como la trucha, el carpo, la biajaca y la claria.
A pesar de esta variedad, es raro encontrar cazadores, pescadores o leñadores. Si bien el área no está protegida, se respeta por intuición la vida y la limpieza del lugar. La contaminación no pasa de algunas cajas de cigarro y botellas aisladas. Durante más de treinta años, El Mamoncillo ha sido un lugar fundamental de esparcimiento para la juventud y las familias de la localidad, que caminan más de cuatro kilómetros por la carretera soleada solo para llegar a este paraíso natural.
Bejucal tiene su que se yo que no se qué que te engancha, para los infiltrados es como si hubieramos nacido en este pueblo o como si ya lo hubiesemos conocido alguna vez. De todas las maravillas bejucaleñas, ese rio y ese lugar se quedan grabados en la información de la conciencia. El amor y el respeto con que cada persona trasmite de generación a generación sus costumbres y sus tradiciones, en este lugar, no creo que tenga comparación; lo llevan en su ADN pero lo contagian a cualquier individuo que se atreva a pisar esta tierra, en este caso esta muy bien que la curiosidad mate al gato…pueblo chico sin infierno.