2022 ha sido un año de Muestra Joven. Un año de duelo, remembranza, nostalgia, recuento y resurrección. Abril rebosó de la ausencia del evento que durante casi dos décadas fuera epicentro de las imágenes independientes, paganas, heréticas, incómodas, marginales que componían el variopinto espectro de las más nuevas generaciones de artistas cubanos, de intelectuales cubanos, de cubanos a secas.
Era un territorio breve, constreñido, celado, pero de cierta manera libre donde exhibir películas gestadas por realizadores y realizadoras desde la honestidad, la curiosidad, la consecuencia; también desde la ingenuidad, la pretensión, la ilusión y la alucinación. La Muestra era una imposibilidad posible, casi una feliz aberración; un fenómeno al que se le permitió vivir mucho más de lo que se le pronosticara al nacer en los albores del siglo XXI. Gritaba futuro e invitaba a todos a creerle cuando lo hacía, y feneció bruscamente entre la enfermedad y la censura, pero aún gritando futuro. El futuro fue lo último que vieron sus múltiples ojos al cerrarse. Su último pensamiento.
La Muestra murió, aunque todavía no se haya emitido certificado legal de defunción, y todos se percataron tres años después. La realidad sin Muestra golpeó a muchos que tenían con ella una relación emotiva, o nostálgica, o profesional, dado que a muchos realizadores no les es dado promocionar y exhibir sus obras en espacios internacionales, como afortunadamente está sucediendo con otra gran parte de los independientes. Aquellos no pueden ser profetas ni en su tierra, ni fuera de ella. Estos, al menos, claman fuera de Cuba sus verdades y son apreciados en su justa medida. Los primeros, al quedarse sin Muestra, se quedaron sin voz.
La Muestra, dentro de los límites fijados por la institución patrocinadora, se atrevió a florecer, y sus raíces, como las de los árboles que crecen en las aceras, comenzaron a levantar y quebrar las losas que restringían con artificialidad conservadora su desarrollo natural. Hasta que fueron sajadas con una violencia esperada, de la que se era consciente, aunque no por eso fue menos traumática.
2022 provocó una catarata de sentimientos, ideas, razonamientos, críticas y análisis que, una vez más de manera plural y hasta saludablemente divergente, se unieron en una voz vindicatoria. En gran medida, todo comenzó con el hashtag “LaMuestraEmpiezaHoy”, que el realizador, guionista y promotor Juan Carlos Sáenz de Calahorra, uno de los mayores dolientes del evento, largó con melancólica evocación a las redes sociales, fabulando —haciendo valer su inalienable derecho al delirio— una realidad alternativa en la que la Muestra continuaría viva, seguiría comenzando cada abril, reuniendo a realizadores y películas mejores o peores, profundas, superficiales, complejas, sencillas, desafiantes, calmadas, felices o tristes que compondrían un siempre incompleto pero multidimensional y sintomático mapa de Cuba. Una cartografía de imágenes, sonidos e ideas que por breves momentos alcanzaría dimensiones inquietantes para bien de unos, para mal de otros, siempre en beneficio de la historia y el arte.
Con su muerte, la Muestra quizás terminó alcanzando su dimensión más alarmante y fértil, pues de una vez se multiplicó. Cercenada su cabeza, del tronco brotaron —y espero que sigan haciéndolo incluso en las horas más oscuras por venir— varias testas mucho más incontrolables, ariscas, autónomas. Y en medio del invierno ceniciento que cubre a Cuba, la Muestra se consagró, tal vez más que la primavera, revelándose como ente genésico, seminal; como principio generador, cosmogónico y no como entidad cerrada en sí misma, estéril, tautológica. Tuvo que morir para florecer, para mudar el exoesqueleto agobiante que la atrofiaba.
Varias iniciativas se expandieron entonces en espacios de La Habana que ya de manera regular están exhibiendo cine independiente cubano —salas de teatro, acciones comunitarias, viviendas—. Nuestro cine independiente gozó de la “muestra” más prolija de su historia en la Documenta 15, en Kassel, curada por José Luis Aparicio; la revista Hypermedia acogió un dosier de textos analíticos sobre el evento que ayudarán a fijarlo en la historia nacional y, sobre todo, podrán servir de punto de partida para estudios más amplios y minuciosos. El Festival de Cine INSTAR, aunque no derivado directamente de la Muestra, se proyecta con sus dos ediciones como legatario y nueva simiente que pudiera a su vez provocar la fundación de proyectos análogos.
Ahora, cual suerte de epílogo para el año-Muestra 2022, Periodismo de Barrio lanza el evento “La Muestra Empieza Hoy”, concebido y curado por el periodista, escritor, guionista y realizador Carlos Melián Moreno y por el propio Calahorra. Un espacio que sin dudas tiene algo de nostalgia, pero nostalgia proactiva, que ayudará también a expandir la Muestra Joven como legado y experiencia.
Concebido de manera virtual, su estructura bebe directamente de la sección Moviendo Ideas, una bella redundancia que servía de título al principal momento de diálogo y discusión acogido por la Muestra. Pues las ideas son movimiento. Como el cine, no pueden existir fuera del movimiento continuo, so pena de convertirse en las estatuas de sal del dogma, la reacción y el atavismo. Las ideas hay que agitarlas constantemente antes de usarlas, y mucho más cuando se están usando, pues son entes en perenne transmutación.
Las sesiones de Moviendo Ideas transcurrían casi siempre en la sala de cine del Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, donde cada tarde se exhibían varias películas en concurso o fuera de este, bajo la égida de un tópico, un motivo, una actitud, un modo o un estilo que las asociaban y permitían su deconstrucción entre autores y público asistente —otros realizadores, críticos, intelectuales, cinéfilos, interesados, curiosos—, en una suerte de redescubrimiento y enriquecimiento, como jalones problémicos del cine cubano y mundial, de Cuba y del mundo. Tales sesiones eran cajas de resonancias que ahora pasan al redil digital, gran refugio de la libertad de expresión para muchos —aunque no se les deje de mirar desde la sospecha—.
Otra de las particularidades de esta iniciativa respecto a su “versión original” es su intención más antológica, historiográfica, pues hace confluir películas realizadas en años diferentes, como expresiones de las disímiles épocas que conforman la heterogénea contemporaneidad fílmica cubana. Lo que permite analizar la variación y complejización del abordaje cinematográfico de varios tópicos y nociones a lo largo de dos décadas.
“Naturaleza y Estado protector” aúna los documentales Las camas solas (Sandra Gómez, 2006) y Buscándote Havana (Alina Rodríguez, 2006), obras epocalmente paralelas que develan dos aristas de tragedias invisibles, invisibilizadas y oficialmente negadas, cuyos protagonistas son una suerte de nómadas en un éxodo sin otro rumbo que el de la subsistencia bajo un techo mínimo.
En “El laberinto del subalterno”, tercer espacio programado, convergen En el iglú (Emmanuel Martín, 2008) y El Secadero (José Luis Aparicio, 2018), filmes de ficción que se avocan a los estratos ctónicos de la existencia desde perspectivas muy diferentes, desde espacios vitales y experiencias totalmente desemejantes, lo que enriquecerá el contrastante (casi antitético) diálogo entre ambas.
El conversatorio “Cuba rural: fracaso y desencanto” propiciará la confluencia y la confrontación entre el documental deMoler (Alejandro Ramírez Anderson, 2004) y el ensayo fílmico El Proyecto (Alejandro Alonso, 2017), separados por más de un decenio y por sus muy diferentes modos de discursar, pero que se complementan en una mirada aguda hacia la fractura del cosmos rural cubano.
“Marginación y conciencia crítica” empareja un documental, Revolution (Mayckell Pedrero, 2010), con una ficción, El hormiguero (Alán González, 2017), bajo un enunciado que los define de muchas maneras, aunque diverjan de otras tantas. Ambos abordan una marginalidad diferente a la de En el iglú y El Secadero, pues apuntan a la distopía, en el caso de la película de González a la desilusión, mientras que a la colisión directa con el poder y el disenso de sus estamentos en el caso de la obra de Pedrero.
Estos espacios contarán con una mesa introductoria, necesaria y justa, intitulada “La Muestra en resistencia”, que reunirá a fundadores y organizadores de varias edades del evento: el investigador Juan Antonio García Borrero, el cineasta Fernando Pérez, el guionista Mijail Rodríguez, la productora Claudia Calviño y el también realizador Pedro Luis Rodríguez. Todos rostros visibles de la Muestra, testigos de su nacimiento, su vida y su muerte.
“La Muestra Empieza Hoy” es otra de las cabezas que emergen del tronco cercenado de la Muestra Joven originaria. De su éxito y calidad dependerá una posible sistematización en años venideros, que garantizaría otro espacio estable de análisis y pensamiento sobre el cine cubano todo, más allá de las etiquetas convenientes y fatalistas. Por lo pronto, es otra semilla que germina, otro eco materializado de un evento indiscutiblemente fundacional que, a pesar de mucho y de muchos, siempre miró al futuro, apeló a este, oteó más allá de las barreras, los espejismos y las estupideces. Cuya muerte parece ser de las más fértiles.
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