El ímpetu creador que se respira en la Universidad de las Artes (ISA) no proviene precisamente de un salón de clases, sino de las paredes de concreto de la Beca. En ese edificio azul estilo “Girón”, que nada tiene que ver con la emblemática arquitectura del ISA, se hace más arte de lo que me atrevo a reconocer. Sus residentes, enfrentándose a las responsabilidades que su cualidad les exige, han llegado a instaurar un nuevo estilo de vida.
Ser becado no es fácil y ser becado en una universidad cubana, lo es menos. La vida en la residencia estudiantil no es ajena a la situación por la que atraviesa el país. Cuando a tus padres no les alcanza el dinero para ayudarte y el estipendio no cubre ninguna necesidad básica, no queda más opción que trabajar.
En la Beca conviven pintores por encargo, diseñadores, dulceros, productores musicales, tatuadores, etc. Conocí hasta un muchacho que no solo ha encontrado su propio estilo de arte corporal, sino que ha sabido burlarse de los implacables “apagones” adquiriendo una máquina inalámbrica para tatuar. La necesidad se ratifica como la verdadera madre de la enseñanza. Ese edificio prefabricado, distante del patrimonio nacional que le rodea, es la auténtica Universidad de las Artes.
Exterior de los cuartos de la Beca (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Las áreas comunes solo constan de pocos muebles y un bebedero de agua fría y caliente (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
En uno de los cuartos, dos estudiantes se ponen al día con las tareas de clase (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Una estudiante termina un cuadro a pedido (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Estudiante recién graduado que ha hecho de su cuarto un taller de artesanía y artes plásticas (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Ernesto aprovechando la caña brava que crece en los campos del ISA (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Son muy comunes los tatuadores que tienen a sus amigos como primeros clientes (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Una estudiante se pone al día con los pedidos pendientes de su negocio de bisutería (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
En su cuarto, un estudiante ha improvisado su propio estudio de tatuajes (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Un tatuador organiza sus utensilios para comenzar a trabajar (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
Estudiante que depila a su compañera en el área común de su piso, donde recibe suficiente luz natural (Foto: Víctor Manuel Lefebre).
En la puerta de un cuarto un cartel da constancia de algún producto agotado (Foto: Víctor Manuel Lefebre).