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El batey Manuelita y los sueños de azúcar

Vivir en un batey tiene sus ventajas: todos se conocen. Manuelita es como una familia grande. Sus habitantes se ayudan y apoyan en los momentos difíciles, ríen y celebran cuando se puede. La vida no es fácil; los días comienzan temprano, cada cual a sus tareas: en los campos de caña, en la escuela, las oficinas o dentro del Central 14 de Julio. El olor a melao de caña y los sonidos estridentes quedan impregnados en la memoria como algo visceral, así como la alegría de la gente en su bullicio diario.

Los años pasan y el batey sigue igual, como detenido en el tiempo. Los viejos barracones de esclavos convertidos en casas; los animales que vagabundean por las calles como parte del paisaje; los niños descalzos corriendo y comiendo guayabas. Con el paso del tiempo los caminos se han vuelto casi intransitables y la atención a la población ha decrecido. En los tiempos libres hay muy poco que hacer. Los centros de recreación ya no funcionan o no existen, y las ofertas culturales y gastronómicas no llegan a estos parajes.

Los niños y los ancianos no tienen suficientes espacios para su atención y cuidado, además de sitios recreativos o deportivos para su esparcimiento. Los jóvenes y adultos, por falta de mejores ofertas, ocupan su tiempo libre con juegos ilícitos y alcohol.

El ánimo de los pobladores no es el de antaño, pero sus deseos y sueños de mejorar el espacio común se mantienen, para que las generaciones pasen y continúen la misma tradición de convertir la caña en azúcar.

Los antiguos barracones de esclavos han sido reparados y adaptados por los propios pobladores (Foto: Yarelis González Collado).

Rigoberto Torres trabajando desde el amanecer (Foto: Yarelis González Collado).

Pobladores del batey salen a sus rutinas diarias (Foto: Yarelis González Collado).

Silvina y su nieto sentados en el portal de su casa, antiguamente un barracón de esclavos (Foto: Yarelis González Collado).

Omar Bauta, después de 60 años de trabajo, aún continúa laborando en el central (Foto: Yarelis González Collado).

Trabajadores en su horario de almuerzo (Foto: Yarelis González Collado).

Cafetería del batey. Además, brinda servicio de comida para ancianos y retirados (Foto: Yarelis González Collado).

Michel muestra la antigüedad de las paredes de su casa. Falleció recientemente (Foto: Yarelis González Collado).

Varias familias viven en los antiguos barracones de esclavos (Foto: Yarelis González Collado).

Omar Bauta (hijo) se asoma a la ventana de su vivienda (Foto: Yarelis González Collado).

Camino a la escuela primaria. Parque infantil con sus moradores más habituales (Foto: Yarelis González Collado).

El coche tirado por caballo es un medio de transporte muy usado en los caminos del batey. Detrás se observan las chimeneas del central (Foto: Yarelis González Collado).

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