La historia de los hebreos se ha visto marcada por el éxodo. Se dice que el primer judío que pisó nuestra tierra llegó junto a Cristóbal Colón. Ese fue solo el comienzo de una larga historia de asentamientos en la Isla; incluso algunos judíos lucharon en la Guerra de Independencia.
Tras el fin del colonialismo español se formó una sociedad judía o Yichuv, siendo reconocidos finalmente como comunidad por la sociedad cubana. En 1906 la United Hebrew Congregation, primera Asociación Judía en la Isla, compra los terrenos para lo que en 1910 se inaugurara como el primer cementerio judío de La Habana, ubicado casi al límite y en lo alto de una colina en el municipio de Guanabacoa.
Al adentrarnos en este camposanto no podemos más que deleitarnos con la belleza de una cultura llena de simbolismos propios. Encontramos, por ejemplo, túmulos de rocas comunes sobre las lápidas como símbolo de la eternidad. No puede tampoco faltar la conocida estrella de David como alegoría de la paz y el equilibrio; o la menorá, considerado el símbolo nacional hebreo, un candelabro o lámpara de aceite de siete brazos que representa la luz de Dios que se extiende hacia la humanidad a través de la llama que brilla.
El cementerio es un lugar apacible, con unas vistas hermosas debido a su elevada ubicación. Restaurado recientemente por la Oficina del Historiador de la Ciudad, en honor a los 500 años de La Habana, se yergue imperturbable este lugar mágico, parte de nuestra cultura y patrimonio. Una muestra más del gran mestizaje que exhibimos ante el mundo y nos hace sentir orgullosos.