Un estudio publicado a finales de 2021 en la Revista de Ingeniería Hidráulica y Ambiental encontró que las muestras de agua recolectadas en 11 puntos de la bahía de Santiago de Cuba, entre julio y septiembre de 2020, no cumplían con los parámetros de calidad requeridos para realizar actividades recreativas como el baño o la pesca.
Los lugares seleccionados para la recolección de las muestras se ubicaban en el litoral este, donde diversas empresas vertían residuos. De ellos, cinco puntos se localizaban en las proximidades de la entrada de la Bahía (playa La Estrella, base de pesca El Níspero, Astilleros DAMEX, Barrio Técnico, y playa Punta Gorda) y los otros siete en su interior (fábrica de cemento José Mercerón, Astillero Fábrica de Harina No. 13, Punta Los Cocos, puerto Guillermón Moncada, muelle Los Cangrejitos y el espigón del muelle Romero).
Para determinar los niveles de contaminación se tomaron en cuenta las concentraciones de metales pesados (aluminio, cadmio, cromo, cobalto, cobre, mercurio, hierro, manganeso, níquel, plomo, estaño y zinc), el potencial de hidrógeno (pH), nitrito, nitrato, amonio, fosfato, demanda bioquímica de oxígeno (DBO5), demanda química de oxígeno (DQO), oxígeno disuelto, sólidos suspendidos y turbiedad.
El análisis realizado determinó que en los puntos de la entrada de la Bahía solo el pH y el nitrito mantenían niveles adecuados; el oxígeno presentaba valores que indicaban una calidad dudosa del agua, mientras que el resto de los parámetros mostraba una mala condición de esta.
Con respecto al interior de la Bahía, el pH, el nitrato y el amonio arrojaron niveles normales de concentración; mientras que, por el contenido de fosfato, DBO5, DQO, sólidos suspendidos y turbiedad, el agua quedó catalogada como de calidad dudosa. En cuanto a la presencia de metales pesados, su contenido se mantuvo dentro de las cantidades establecidas como seguras.
No obstante, los autores del estudio señalan que en 2020 se redujo la productividad de las industrias que vierten sus residuos en la Bahía, como consecuencia de la baja disponibilidad de materias primas, la disminución en la llegada de barcos y cruceros al puerto, y las limitaciones para el acceso a las playas y centros recreativos de la zona, debido a la COVID-19, lo cual puedo haber influido positivamente en las características del agua.
Al mismo tiempo, la actividad de las industrias ubicadas en el área de la Bahía representa el 57.4 % de la producción total del municipio, especifica la investigación. A pesar de que el 75 % de tales industrias poseen algún tipo de sistema de tratamiento para sus residuos, estos afectan la calidad del agua de la zona.
A su vez, sus características geográficas –con un estrecho canal de entrada que limita la renovación del agua– y la actividad marítimo-portuaria contribuyen al problema.
No obstante, la contaminación en la Bahía no es una situación reciente. Un artículo realizado por investigadores del Centro Oriental de Ecosistemas y Biodiversidad, el cual revisaba diferentes reportes acerca de la contaminación en este lugar, exponía que para 1990 las zonas más afectadas eran la desembocadura, el área portuaria y la parte interior. Esta última, debido a la presencia de materia orgánica procedente del río Yarayó y el dren Trocha.
También, durante mucho tiempo, la ciudad no contó con un sistema adecuado de tratamiento de aguas residuales, por lo cual se vertían los desechos sólidos y domésticos en la Bahía, señala el Plan Operativo General del Programa de Mejora de la Gestión Integral del Agua en las Cuencas Tributarias de las Bahías de La Habana y Santiago de Cuba.
Asimismo, el crecimiento de la ciudad ha originado el surgimiento de nuevos repartos no vinculados al sistema de alcantarillado, lo que ha suscitado nuevos vertederos que han contribuido a empeorar la situación, apunta el documento.
La contaminación de las aguas no solo puede conducir a la transmisión de enfermedades por nadar en estas o por el consumo de pescados y mariscos contaminados; también daña los ecosistemas, incrementa el riesgo de criaderos de mosquitos e intensifica la posibilidad de inundaciones, advierte un informe publicado por el Banco Mundial.
El turismo, la pesca, la salud y los desarrollos costeros son los sectores directamente afectados. Al considerar los impactos económicos derivados de las alteraciones que ocasiona la contaminación en estos rubros, los costos para su prevención y manejo resultan menores que los de no actuar, agrega el reporte.
Así, de acuerdo con la Fundación Aquae, los cuatro métodos más comunes para la descontaminación del agua son la energía solar, los microorganismos, las plantas acuáticas y las bacterias.
El primero consiste en aplicar procesos de fotocatálisis, los cuales a través de las radiaciones solares eliminan los organismos contaminantes e impiden su reproducción; mientras que el segundo emplea microorganismos aerobios y anaerobios para “atrapar” los químicos contaminantes que, posteriormente, son tratados y purificados.
El tercero posee el beneficio de generar biomasa, al provocar una interacción entre las plantas acuáticas y las bacterias que eliminan a los agentes contaminantes mediante la biorremediación. El último, por su parte, aísla compuestos y sustancias químicas en depósitos destinados para ello con el fin de evitar que contaminen los cuerpos acuáticos.
Desde 1971 han existido varios planes para el tratamiento de la contaminación en la bahía de Santiago. En 2017, se presentó una propuesta de desarrollo integral de la zona, la cual comprende la inversión en tecnologías de manejo y reducción de residuales, incrementar el monitoreo de la calidad del agua en los laboratorios, evaluar los impactos ambientales de la contaminación, así como hacer efectivo el cobro de los impuestos por vertimiento de residuos.