A diario vemos innumerables perros y gatos abandonados en las calles, muchos de ellos con historias dramáticas y en condiciones críticas de salud. Son minoría los que encuentran un hogar con las condiciones de vida requeridas. Sin embargo, existen quienes se dedican a rescatar y salvar la existencia de estos animales, aunque sea un estilo de vida difícil de llevar. Es una comunidad de personas que se ha incrementado con el tiempo, compartiendo la dedicación.
Taimí siempre sintió amor por aquellos seres que no pueden defenderse ante el maltrato humano. Hace 9 años comenzó su vida como rescatista, combinada con la de madre y pareja. Un camino nada sencillo, que requiere de compromiso real y profundo, enfrentándose a la escasez de medicinas, agua, alimentos y productos de primera necesidad.
La mayor parte de su apartamento en Santo Suárez está ocupado por su familia interespecie, con alrededor de 50 vidas entre caninas y felinas, quienes han encontrado allí un hogar. Todos viven compartiendo muebles, horarios y alimentos. La gran mayoría han sido encontrados en malas condiciones, otros son descendientes de integrantes de la manada. Taimí guarda historias que van desde maltratos de parte de infantes que no han sido educados en el respeto a la vida animal, hasta abandono en lugares públicos, en vertederos y fosas.
Ser rescatista, a pesar de la difícil labor, te hace perder el sentimiento de soledad. El cariño hacia los animales siempre es retribuido y más cuando se brinda una oportunidad a aquellos que han sufrido el abandono humano.