27 de enero de 2021
Tocaron la puerta de mi casa y me informaron del cierre de la cuadra y del barrio.
“Hay muchos casos de Covid-19 y mucha indisciplina”, dijeron.
En ese momento mi presión arterial bajó y subió instantáneamente, me sentí fatal y pensé en todos los posibles contratiempos por venir. Cuando te encierran solo tienes acceso a lo que te traen; había escuchado comentarios de experiencias positivas, pero también negativas.
Al día siguiente, me levanté temprano y fui de compras. Traté de abastecerme, pero casi pierdo los pies de tanta caminata: conseguir comida en La Habana es muy difícil.
28 de enero
A las 6:00 p.m. nos encerraron. Colocaron rejas y policías; nadie podía salir, salvo por algo muy justificado. Por suerte mi barrio, a pesar de todos los lamentos, es uno de los barrios más felices de La Habana. Entonces, en la cuarentena el ambiente parecía una fiesta, los vecinos se asomaban a los balcones y a las puertas de sus casas, tocaban música y bailaban; incluso conocí a vecinos que nunca había visto.
Mantuve la sensación de estar en una película surrealista durante todo el encierro.
29 de enero
Ya nos habían informado de la próxima llegada de productos al barrio; en concreto: pollo. Los vecinos estaban muy contentos, las abuelas se prepararon desde la noche anterior, y hasta los niños notaron toda la expectativa de los padres. De esa forma no tenían que hacer cola durante 8 o 9 horas para comprar comida. Así que, desde la madrugada, la llegada del camión se convirtió en el atractivo del día.
Nos dijeron que el camión cargado de pollo llegaría a las 9:00 a.m., por lo que cada vez que se escuchaba el ruido de un camión todos los vecinos salían a los balcones y puertas y gritaban: “¡El camión del pollo, caballero! ¡El pollo, camión, gente!”.
La primera vez fue el camión de cigarrillos, y así pasaron las 12 del mediodía, 3:00 p.m., 5:00 p.m., 7:00 p.m. y 9:00 p.m.; ya a las 11 de la noche, después de una larga jornada de espera, llegó el camión del pollo.
¡Cuánta alegría! Toda la gente empezó a gritar y a reunirse alrededor del camión para empezar a comprar los productos.
Pollo, detergente, aceite, jabón, papel higiénico… Casi a las 12 de la noche entré a mi casa con todos los productos y con una sonrisa en la cara.
El encierro duró más de 30 días, por lo que tuvimos que esperar muchos camiones.
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