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El hogar de Luisa

Antes de que se aprobara una Ley de Bienestar Animal, ya Luisa rescataba gatos y perros. A sus manos milagrosas han llegado cachorros con lesiones graves, víctimas de la crueldad humana, el descuido y el abandono de una sociedad que no tiene cultura de respeto hacia la vida animal.

En su camino se han cruzado casos que van desde animales utilizados en rituales religiosos, abandonados por imperfecciones físicas, llenos de enfermedades por el descuido de sus dueños, hasta víctimas de la violencia humana, como un integrante de la manada que perdió uno de sus ojos por el golpe de un bodeguero airado.

Los animales con traumas y cicatrices abundan.

Las condiciones limitadas en las que habita Luisa, en un reducido espacio de una ciudadela de Centro Habana, no le han impedido llevar adelante su labor de rescate. Labor que gestiona de manera independiente, sin ayudas oficiales, pero con la mano generosa de varios amigos y amigas determinantes, que viven fuera de la Isla y donan medicinas, artículos, recursos de primera necesidad, etc.; y con el apoyo de grupos de rescate y protección animal, que buscan hogares de tránsito y de adopción. Aunque Luisa no deja en adopción ningún miembro de su manada.

Visitar a Luisa es un reto. La gran manada no tiene reparo en recibirte como parte de su familia. Ella conoce de memoria cada nombre y cada detalle de la historia de cómo llegaron a su vida. Todos parecen felices en su nuevo hogar. Viven llenos de cariño. Son tomados en cuenta. Cuidados y queridos por igual, con todo el amor y la atención que se merecen, con o sin Ley.

El recibimiento de Turna, víctima de un golpe de machete en el cráneo por seguir a casa a un bicicletero (Foto: Lucy Gmorell).

El momento de saludar. Cuando notan a los recién llegados, su meta es lograr ser acariciados (Foto: Lucy Gmorell).

La manada buscando el cariño de su dueña (Foto: Lucy Gmorell).

Lloroncito, el mayor de todos, recibiendo afecto (Foto: Lucy Gmorell).

Negra observando el lente. Es una de las rescatadas de la calle y la desnutrición (Foto: Lucy Gmorell).

Mientras Luisa se arregla su pañuelo, la manada demanda atención (Foto: Lucy Gmorell).

Luisa acomodada en su sofá, mientras sostiene a Maggy, una perrita adoptada de una amiga que no pudo llevarla consigo en su viaje (Foto: Lucy Gmorell).

Mili, recogida del tanque de la basura una noche, nacida con una malformación en su pata derecha. Momento de cortarle las uñas (Foto: Lucy Gmorell).

Todos buscando las manos afectivas de Luisa (Foto: Lucy Gmorell).

Luisa sosteniendo a cuantos integrantes pudo (Foto: Lucy Gmorell).

Niña recibiendo afecto. Estaba escondida esperando a que los demás estuvieran calmados. Fue salvada de un accidente en la vía; tiene una de sus patas amputadas (Foto: Lucy Gmorell).

La manada revuelta de nuevo (Foto: Lucy Gmorell).

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