Una fiesta religiosa en el municipio Bauta, a 29 km de La Habana, fue noticia durante el primer rebrote de la COVID-19 en Cuba, en el verano de 2020.
La paciente índice, una señora de 53 años, había celebrado un bembé en su casa, al cual asistieron 24 personas y 13 resultaron contagiadas. Luego, los enfermos, algunos asintomáticos, esparcieron el virus en bares de la ciudad artemiseña, también visitados por habaneros.
Durante los meses de pandemia en Cuba, otras celebraciones religiosas han estado vinculadas a eventos de transmisión local de COVID-19. Según se conoció en una reunión del Consejo de Defensa Provincial de La Habana, en agosto de 2020, los responsables de uno de estos episodios fueron llevados a los tribunales.
Ni toque de tambores ni saludo de la paz entre besos y abrazos ni noches de aglomeraciones para dar testimonio ni peregrinaciones el día de algún santo… Misas y celebraciones religiosas en Cuba han sido suspendidas, reducidas o modificadas desde marzo de 2020 para prevenir el contagio del coronavirus. Sin embargo, los cubanos no han dejado de practicar su fe… y lo han hecho de diversas formas.
La casa es una iglesia
Victoria Reyes ha estado pagando las facturas telefónicas más caras de su vida en los últimos meses. Aunque las llamadas no salen de La Habana, pasa largas horas hablando con sus “hermanas de iglesia”.
“Tengo 78 años y trato de no salir de la casa porque soy vulnerable a la COVID-19”, cuenta. “A veces oramos por teléfono o leemos el Nuevo Testamento. Extraño las misas de domingo”.
En la sala de su casa en Playa, Victoria cierra los ojos mientras invoca a Dios. Al otro lado del teléfono, su amiga Ana Clara lee el Salmo 91 del Nuevo Testamento: “No te sobrevendrá el mal, ni ninguna plaga se acercará a tu morada. Porque él dará a sus ángeles la carga sobre ti, para que te guarde en todos tus caminos. Te sostendrán en sus manos, para que no golpees tu pie contra una piedra”.
A Victoria este salmo la hace sentirse a salvo de la pandemia. “Este es un salmo de protección, de llamado a Dios para que nos saque del peligro. Lo leemos a diario”.
En Artemisa, Mercedes Vega, perteneciente al movimiento pentecostal desde los 18 años, reconoce que durante los momentos más difíciles en este año de pandemia “algunos hermanos sí se enfriaron en la fe”.
“No se congregaban, no buscaban a Dios, no leían la Biblia… pero como ya estamos en el fuego del Espíritu Santo, están volviendo”, asegura. “Como no podemos desobedecer a las autoridades, se mandó a cerrar la iglesia durante la cuarentena. Luego nos dieron permiso para poder congregarnos, pero se volvió a cerrar ante otro rebrote”, recuerda.
Desde 2003 en la casa de Mercedes se reúne dos veces por semana una “cédula” –pequeño grupo de oración–, donde algunos vecinos se encuentran para alabar juntos a Dios. “Pero como es de suponer, estas reuniones exigen ahora un cuidado extremo”, advierte.
Marianela Dávila, miembro de la Iglesia Bautista Reformada (IBF) del municipio cienfueguero de Palmira, explicó que tienen un grupo de WhatsApp con casi 100 personas, al cual los pastores envían las clases en audio, meditaciones devocionales, reflexiones, avisos, necesidades de la comunidad, etc.
“Hemos tenido cultos físicos –con las medidas para evitar la COVID-19– y aún así mantenemos el grupo de WhatsApp, que nos mantiene unidos”.
Ariandys Aguiar del Sol, pastor de la IBF asegura que en este tiempo de pandemia la prioridad no es la comunidad, sino la iglesia.
“Hemos entendido que la mejor forma de amar al prójimo en este tiempo ha sido precisamente regulando nuestros contactos”, explica Aguiar del Sol. Por las características propias del virus, y los procedimientos rigurosos que las autoridades gubernamentales aplican para su contención, lo más amoroso que podemos hacer por la comunidad durante estos días es precisamente moderar nuestros contactos físicos o presenciales. Llegará el momento en el que volveremos a pensar más de cerca en la comunidad, pero por el momento no es nuestra prioridad”.
La comunidad también es virtual
Según la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, más de la mitad de la población cubana está bautizada en la fe católica, pero solo el 2 % acude a misas. Durante la Semana Santa o las visitas papales, algunas liturgias y celebraciones han sido transmitidas en la radio y la televisión cubanas.
Con la llegada de la pandemia a Cuba y a partir de la suspensión de las misas, la comunidad católica fue autorizada a transmitir contenido religioso a través de medios masivos de comunicación. Estas “concesiones” solo han sido otorgadas a la Iglesia católica, otras denominaciones religiosas no tienen acceso a los medios de comunicación oficiales.
En las emisoras provinciales Radio Angulo de Holguín y Victoria de Las Tunas, durante varios domingos salió al aire un programa radial de la Oficina de Comunicación de la Diócesis de Holguín.
Yuniel Cepena, musicalizador de las 15 entregas del programa, asegura que a muchas personas, creyentes o no, les llamó la atención. “Se sentía una paz en el éter. El lenguaje, la manera de decir, de comunicar es totalmente distinto a lo que estamos habituados. Quizá eso llamó la atención e hizo que gustara a los oyentes”, especula.
Cepena, que no es de tradición católica, pensaba que el programa sería más solemne y serio y, sin embargo, “fue todo lo contrario, con un equipo de personas muy inteligentes y con un excelente sentido del humor”.
Manuel Alejandro Rodríguez, uno de los realizadores involucrados, cuenta que los miembros del equipo a veces se reunían presencialmente para preparar la emisión; en otras ocasiones, se comunicaban por WhatsApp.
“Encargábamos el texto principal a un sacerdote y lo íbamos rotando entre nosotros para leerlo”, cuenta Manuel. “Luego, en el equipo nos reuníamos y editábamos el contenido entre cuatro personas solamente”.
Proyectos audiovisuales, programas de radio online, boletines digitales y aumento de las publicaciones en redes sociales han sido alternativas que los creyentes han encontrado para continuar practicando su fe en medio del distanciamiento físico y el confinamiento.
En mayo de 2020 se publicó en YouTube la primera emisión de la revista informativa Perijoreo, de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de La Habana, y en la cual se visibiliza la labor y vida de la Iglesia católica en la capital, desde una perspectiva juvenil.
“La idea no surgió con la pandemia, estaba ahí desde hace tiempo y sentíamos que la Iglesia necesitaba ganar espacio en las comunicaciones”, destaca Adrián Martínez, director del proyecto.
Adrián califica como “rústica” la forma en que filman, dado que usan sus propios recursos para hacer las filmaciones: celulares, micrófonos, hojas impresas o laptops como teleprónteres, etc.
“Contamos historias de vida, el quehacer de las iglesias a través de la mirada de los jóvenes católicos”, explica Yandry Fernández, periodista y miembro del equipo. “Este es un proyecto desinteresado que hacemos con amor y fe y que además se vincula a nuestras profesiones”.
Yandry cuenta que se reúnen de manera virtual y que las grabaciones han sido un reto dadas las medidas restrictivas que impiden los encuentros y la celebración de misas en las iglesias.
“También la visualización de los programas se afecta considerablemente debido a las limitaciones con el acceso a Internet”, dice Yandry. “Sabíamos que iba a suceder porque no todos tienen el dinero para conectarse a YouTube y por eso a veces lo publicamos en Facebook y, cuando alguien lo pide, se lo copiamos en una memoria USB, o lo incluimos en una carpeta con varios contenidos en el Paquete semanal”.
Sin embargo, luego de las declaraciones de algunos sacerdotes y los mensajes de obispos en los que, entre otras cuestiones, abogan por la creación de mejores marcos legales, el reconocimiento de todos los derechos de los cubanos residentes en el exterior y la reconciliación nacional, les fue imposible continuar incluyendo allí sus contenidos.
“En la matriz Omega del Paquete semanal teníamos la carpeta “Mundo Católico” en la que colocábamos aplicaciones, documentales, videos y el Perijoreo, pero los que conforman el Paquete nos dijeron que por “razones ajenas a su voluntad” no podíamos seguir incluyendo nuestros materiales. Evidentemente, hubo una prohibición por parte del Gobierno y perdimos ese espacio que era muy importante”.
En junio de 2020 comenzó sus transmisiones RCJ Radio El Sonido de la Esperanza, la primera emisora católica cubana que funciona las 24 horas por Internet.
Sus fundadores y colaboradores han contado que con la llegada de la pandemia al país, en la Red Católica Juvenil Cubana (RCJ) –una comunidad virtual que conecta a los jóvenes a través de redes sociales y medios de comunicación– sintieron la necesidad de hacer llegar su mensaje a más personas e intentar romper las barreras del aislamiento físico.
Jorge Luis Nodal, director de El Sonido de la Esperanza, explicó a IPS que así surgió la idea de transmitir por Internet la Santa Misa cada domingo y crear una programación bien activa durante la Semana Santa de 2020. Enseguida surgieron propuestas que ampliaron y enriquecieron las existentes.
La parrilla de la “emisora” incluye programas informativos, musicales, variados, trasmisión de las misas dominicales y espacios internacionales del Vatican News.
También en sus cuentas en Facebook, WhatsApp o Telegram, la Pastoral Juvenil de La Habana, la publicación Vida Cristiana –que no ha podido publicarse otra vez en papel desde el inicio de la Tarea Ordenamiento– y de varias diócesis y comunidades católicas, han mantenido el intercambio con sus comunidades y la publicación de mensajes.
Sacudirse lo malo
En el municipio Guanajay, Artemisa, Nadir Rodríguez se dedica desde hace ocho años al espiritismo, “base fundamental de toda religión africana y una de las más seguidas en este poblado”.
Nadir es nuevo en estos caminos –aún no está jurado (ni fundamentado) en un cuarto–, lo que no le impide consultar a sus ahijados. Su empresa consiste en que cada quien logre encontrar los “21 escudos”, entre ellos, fe y amor. Pero ante la COVID-19, debió realizar determinados ajustes en los que la tecnología es fundamental.
“Antes nos reuníamos todos los ahijados con los ‘mayores’ y estudiábamos, pero tuvimos que reducir el grupo y tomar las medidas indicadas para poder seguir. Vía WhatsApp y teléfono se recomendaban los ebboses (trabajos de santería): baños, limpiezas…; y cuando se precisa la consulta, siempre tomamos distancia dentro del cuarto de fundamento, en la mesa…”, asegura.
Dice Nadir que entre los pedidos de los creyentes sobresale el deseo de que llegue el fin de esta situación. “Las súplicas, en general, van dirigidas a Obbatalá, a San Lázaro… siempre con vasos de agua, velas y confianza”, enfatiza.
A más de diez kilómetros vive Luis Enrique Díaz, de 32 años, “religioso desde pequeño”, aunque hace menos de un año se coronó Obbatalá. En tiempos de coronavirus él tampoco se ha podido reunir “porque todas las actividades se hacen con varias personas y hay mucho roce entre nosotros, ya sea para la matanza, el lavatorio”.
Luis cuenta que son comunes las cadenas de oraciones en Cuba en las que todos los santeros escogen un día y hora específicos para convocar su ángel de la guarda por todas las muertes por la pandemia, y a favor de las familias que perdieron a sus seres queridos.
Yadira Flaxman, seguidora de Elegguá e iniciada en los cultos de Osha-Ifá, dice que en su templo tomaron medidas de prevención desde el inicio de la pandemia.
“Nos preocupamos por nuestros miembros y los llamamos por teléfono”, cuenta. “También creamos un grupo de ‘respuesta rápida’ por si alguien necesita que nos movamos hacia su casa. Claro, cumpliendo con todas las medidas, pero sin dejar de acompañarlos”.
“En las grandes crisis es que debemos aferrarnos más a la fe”, asegura Flaxman. “Debemos tener fe en que llegará la calma, y todos los religiosos cubanos, independientemente del nombre de nuestros dioses, debemos realizar nuestros rituales, nuestras oraciones y pedir en un solo pensamiento la sanidad de Cuba y del mundo”.
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