Durante un mes estuve persiguiendo a los trabajadores de la caña por los alrededores del Ingenio Manuelita, ahora Central 14 de Julio, en Cienfuegos. Cámara en mano, salía a buscarlos por los cañaverales y los encontraba manejando con habilidad enormes aparatos, cortando a mano malezas, arbustos, y la caña que dejan las máquinas, o limpiando las vías por donde pasan los vagones cargados.
Los cortadores son personas simples, sinceras y reales. No tienen “pelos en la lengua” y te hablan como si fueran tus amigos de toda la vida. Algunos me miraban con recelo y desconfianza, pero luego de un rato se acostumbraban a mi presencia y continuaban en sus labores mientras los seguía de cerca.
El trabajo es duro, pero las manos callosas están habituadas al machete y la guataca. Las ropas y sombreros no los protegen lo suficiente del sol y los insectos, pues la mayoría carecen de los medios de protección adecuados para estas labores. Es por ello que trabajan rápido, para culminar antes de que los alcance el irresistible sol del mediodía. En el descanso se afilan los precarios instrumentos, se toma agua y nos reímos de anécdotas graciosas, siempre hay una historia para contar.
La escasez de recursos como herbicidas y combustible hace que el trabajo sea más pesado y lento, pues tienen que hacer estos procesos de manera manual. Las plantaciones de caña no son las de antaño, la falta de fertilizantes hace que la caña sea de baja calidad lo que conlleva bajos rendimientos cañeros. Los caminos en mal estado y la utilización de maquinarias de más de 20 años de explotación hace que el trabajo se detenga en ocasiones por averías en los equipos, que son reparados gracias a la pericia de trabajadores innovadores y de larga experiencia.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan es la aparición de plantas invasoras en los cultivos. Por causa de un mal manejo de la reforestación, las semillas de ciertos árboles son movidas con facilidad por el viento y germinan dentro de los campos cultivados, estas dificultan el cortado de la caña por las máquinas de corte y son derribadas y extraídas a mano, o utilizando animales de tracción.
En dependencia del tipo de trabajo y de las maquinarias que usan es el tiempo que transcurren en los surcos. Los maquinistas trabajan en turnos de 24 horas, otros 12 horas, y los trabajos manuales se realizan 8 horas al día.
No encontré mujeres en estas labores, solo a Elizabeth Mejías –Eli, como todos la llaman–, haciendo la comida para los trabajadores, pues la labor es demasiado fuerte y las mujeres de la zona prefieren trabajar en las oficinas del central, en la cabecera municipal, o como amas de casa.
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