En una de sus paredes, reza: “Dueño de este lugar es la humanidad”, así de grande era el sentir de su creador, Salvador González Escalona, recientemente fallecido.
Cuando supe que en La Habana existía un lugar tan característico, encaminé mis pasos hacia allí y encontré un mundo lleno de magia y ensueños. Domingo tras domingo comencé a registrar cada rincón del lugar. Me encantaba conversar con su creador, con sus vecinos. Ser testigo silenciosa de su actividad cultural: sonidos de tambores, ritmos acompasados elevando la vibra espiritual, danzas colectivas o bailarines en solitario dibujando con el cuerpo los bailes traídos de tierras lejanas, variados colores, cantos a los orishas, deidades africanas que forman parte de nuestra religión, de la religión de muchos cubanos.
Me llamaban “la fotógrafa del Callejón”. En cada recorrido registraba con mi cámara cada rincón del lugar, lleno de mensajes escritos en sus paredes, mensajes de los orishas a los humanos, citas, códigos, emblemas que son consejos de los santos a los humanos para su mejor actuar en la vida, sentencias importantes para el buen hacer.
El Callejón de Hamel se encuentra ubicado en el muy popular barrio de Cayo Hueso, en el mismo corazón de Centro Habana y es considerado el mayor mural dedicado a la cultura afrocubana en la vía pública. La entrega de Salvador fue absoluta al lugar. Con mucha devoción y desinterés, creó un sitio para todos y del que sus vecinos se sienten altamente orgullosos; donde cada piedra es alegórica al culto yoruba.
Se denominó Hamel en honor al conocido personaje norteamericano, de origen franco alemán, que un día del siglo XIX llegó a Cuba, compró ese terreno y creó empleos para muchos vecinos de ese entorno, sobre todo negros y chinos.
El callejón ahora es un acogedor lugar donde se dan cita muchas personas y turistas atraídos por tanto colorido, los cantos y el sonido de los tambores que hacen vibrar y nos recuerdan que somos parte también de esas raíces.
Hamel nos hace recordar al gran Fernando Ortiz. También Salvador González Escalona, el autor intelectual y material de este rincón con magia, aglutinó el sincretismo de un país al que le nació una simbiosis de dos religiones que se unieron entre el explotador y el explotado.
Yo siempre trataba de pasar inadvertida para posesionarme en un sitio adecuado y registrar todas las escenas. Mi cámara, mis ojos y mi alma se regocijan ante el caudal de fotogramas que aglutino de esa etapa.