Una revisión interna y secreta del manejo del llamado “síndrome de La Habana”, realizado por el Departamento de Estado, fue publicada el pasado 10 de febrero en el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
El informe, compilado por una Junta de Revisión de Responsabilidad (ARB) interna, revela una investigación de cuatro meses realizada en 2018 sobre los episodios de salud experimentados por el personal de inteligencia y diplomático estadounidense en La Habana, Cuba, a fines de 2016 y 2017.
Periodismo de Barrio entrevistó en exclusiva a Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Cuba del National Security Archive estadounidense, una agencia de investigación no gubernamental especializada en lograr la desclasificación de documentos secretos.
¿Cuáles son los elementos más importantes del reporte recién revelado?
Desde la perspectiva de los intereses cubanos, creo que hay varios elementos importantes:
Primero, el informe establece que cuando el entonces Secretario de Estado, Rex Tillerson, cerró el Consulado de los Estados Unidos en La Habana y redujo drásticamente el número de personal estadounidense en la embajada, eludió los procedimientos operativos habituales del Departamento de Estado que evalúan los riesgos reales de la embajada para la comunidad de nuestro país, frente a los beneficios de mantener la sede abierta y en pleno funcionamiento para los intereses estadounidenses. Esto es de gran importancia para el pueblo cubano, porque el cierre del consulado ha creado dificultades y gastos extremos para quienes intentan viajar a Estados Unidos con el objetivo de visitar a sus familiares.
Muchas personas piensan que, si se hubieran seguido los procedimientos adecuados, no habría duda alguna de que para los intereses de la política exterior de Estados Unidos los beneficios de una embajada en pleno funcionamiento superaban los riesgos de la comunidad diplomática estadounidense que trabajaba allí.
De hecho, en el momento en que la embajada redujo aproximadamente un 75 % del personal, varios diplomáticos expresaron públicamente su deseo de quedarse para mantener las relaciones bilaterales normalizadas que se habían establecido en 2015, cuando las embajadas en La Habana y Washington fueron reabiertas en virtud del histórico acuerdo entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, el 17 de diciembre de 2014.
En segundo lugar, el informe de la Junta de Revisión de Responsabilidad del Departamento de Estado admite claramente que, a pesar de los grandes esfuerzos para determinar qué causó la amplia variedad de síntomas neurológicos, el gobierno de Estados Unidos simplemente no tiene ninguna respuesta. “Actualmente se desconoce la causa de las lesiones”, afirma el informe. “Sabemos que miembros de la comunidad diplomática de Canadá y Estados Unidos resultaron lesionados, pero no sabemos cómo”, añade.
Es significativo que en ninguna parte de las secciones desclasificadas del informe haya indicios de que los investigadores responsabilizan a Cuba. Esto se corresponde con lo que me han dicho ex altos funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional de la administración Trump: que no vieron evidencia de participación cubana.
En tercer lugar, y sin dudas lo más controvertido, el informe ofrece la rara admisión de que la CIA retiró a sus agentes de Cuba en septiembre de 2017 “for the forseasable future”. Eso significa que el informe, indirectamente, contiene una admisión aún más rara: que había agentes de la CIA en la Isla. Dada la larga y oscura historia de las operaciones encubiertas de Estados Unidos dirigidas a Cuba después de la Revolución, el pueblo cubano ciertamente tiene derecho a preguntarse qué diablos estaban haciendo esos operativos en su país.
¿Se puede establecer por los documentos que se han desclasificado qué hacía la CIA en Cuba?
No, claro que no. Por eso las llaman “operaciones encubiertas”.
Uno de los estudios científicos realizados en Canadá sugiere que las enfermedades se pudieron desarrollar por el uso de pesticidas en las casas de los diplomáticos. Dos de los agentes de la CIA citados en el informe recientemente revelado, dan cuenta de que se estaban hospedando en el Hotel Nacional de Cuba, donde es raro que usen pesticidas de fumigación contra mosquitos. ¿En alguna de las investigaciones publicadas hasta la fecha se mantiene esta hipótesis o estamos en un punto donde no se sabe nada todavía?
El estudio sobre la intoxicación por plaguicidas al que haces referencia fue realizado por un equipo de médicos de la Universidad de Dalhousie en Halifax; fue encargado por Canada Global Affairs, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno de Canadá. Se centró en los casos de los diplomáticos canadienses y sus familias, no en el personal estadounidense. En Estados Unidos, un estudio realizado por un comité especial de médicos, científicos y analistas de las Academias Nacionales de Ciencias, encargado por el Departamento de Estado, descartó la aplicabilidad de la evaluación canadiense de que la fumigación contra virus Zika podría haber causado el rango de los síntomas informados por el personal diplomático y de inteligencia a fines de 2016 y 2017.
Cuatro años después de surgida esta situación, no estamos más cerca de una explicación concluyente de los síntomas neurológicos que se reportaron en Cuba. Sabemos que el personal diplomático y de inteligencia de los Estados Unidos ha informado de experiencias similares en otros países, lo que sugiere que esta no es una situación exclusiva de Cuba; sabemos que los equipos médicos de Estados Unidos y Canadá creen que hubo algún tipo de lesión o alteración cerebral en varias de las personas que informaron síntomas. Sabemos que el FBI, por invitación de Cuba y con la cooperación de Cuba, envió equipos de investigación a La Habana y no encontró evidencia de lo que los medios inicialmente llamaron un “ataque sónico”, es decir, un uso de la acústica como arma para atacar al personal estadounidense. La teoría del “ataque sónico” ahora ha sido descartada.
Pero el informe de investigación del FBI permanece clasificado, al igual que la mayoría de las investigaciones y análisis en el Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado. El secreto impregna este conjunto de episodios y claramente ha impedido la capacidad de los investigadores y del público, e incluso de las personas afectadas, para comprender lo sucedido. Quedan otras posibles teorías, incluida la que los médicos cubanos han denominado “trastorno psicógeno colectivo”. Pero ninguna de esas teorías ha sido probada de manera concluyente.
En este punto, algunas personas que han seguido de cerca este tema creen que es posible que nunca sepamos lo que pasó.
¿Hay comunicación entre los equipos de investigación de Cuba y Canadá?
La hubo, pero no está claro si todavía existe. En marzo del año pasado, el Centro Cubano de Neurociencias en La Habana realizó un foro de dos días titulado “¿Existe un síndrome de La Habana?”. En esa conferencia, el Dr. Alon Friedman, que es el científico principal del estudio canadiense, presentó los hallazgos médicos sobre su teoría de que el envenenamiento por pesticidas utilizados en la fumigación del virus Zika causó los síntomas en las enfermedades de los diplomáticos canadienses. El anfitrión cubano de la reunión, el Dr. Mitchell Valdés-Sosa, anunció públicamente que Cuba había emprendido un “enfoque serio para un estudio conjunto” con el equipo médico canadiense para abordar su teoría. “Ahora estamos llevando a cabo una investigación con científicos canadienses, dirigida por el profesor Alon Friedman de la Universidad Dalhousie de Halifax”, afirmó.
Pero solo unos días después de esa conferencia internacional, un virus diferente y más peligroso descendió sobre Cuba y el mundo, perturbando y amenazando la vida tal como la conocemos. La investigación conjunta con Canadá, me dijeron, fue suspendida. No está claro si podría reiniciarse ni cuándo.
Ciertamente espero que sea después de que Cuba, Canadá y el resto del mundo emerjan de la oscura sombra de la COVID-19.
Usted mencionó que “la administración de Biden considera restaurar el personal de la embajada y ponerla en pleno funcionamiento”. ¿Hay alguna declaración oficial sobre este tema, un timeline?
En la actualidad, la administración Biden apenas está comenzando a abordar sus prioridades de política exterior y a corregir las numerosas políticas abusivas y contraproducentes de su predecesor en todo el mundo.
Parece que los primeros pasos de la nueva administración en la política hacia Cuba serán levantar las restricciones impuestas por Trump al flujo de remesas y reabrir las oportunidades para que los viajeros estadounidenses visiten Cuba. Una afluencia de viajeros presionará al Departamento de Estado para que, al menos, comience a reubicar el personal del consulado, porque los viajeros suelen necesitar servicios consulares.
Tengo entendido que el nuevo Secretario de Estado, Anthony Blinken, está llevando a cabo una revisión de los problemas anteriores en la embajada. Mi esperanza y expectativa es que su revisión conduzca al entendimiento de que no solo es seguro, sino también favorable para los intereses de los Estados Unidos y del pueblo cubano, que la embajada reanude sus operaciones plenas.
El reporte dice que “la decisión de retirar al personal en La Habana no parece haber seguido los procedimientos estándar del Departamento de Estado y no fue precedida ni seguida por ningún análisis formal de los riesgos y beneficios de la presencia física continua de empleados del gobierno de Estados Unidos en La Habana”, ¿cuál hubiera sido un plan más razonable, o cuáles son los estándares del Departamento de Estado para estos casos?
El Departamento de Estado tradicionalmente lleva a cabo lo que se llama una “evaluación de riesgos y beneficios” antes de cambiar significativamente la cantidad de personal estadounidense en una embajada.
En el caso de Cuba, Tillerson no lo hizo.
La Junta de Revisión de Responsabilidad intentó y no pudo averiguar por qué no se realizó esa evaluación. En “Análisis de riesgo-beneficio o falta del mismo”, una sección fuertemente censurada del informe, se lee: “El Departamento de Estado ha tenido un proceso de este tipo durante varios años. Sin embargo, hasta la fecha no se ha realizado dicho análisis (7 de junio de 2018) para Cuba. De los muchos líderes de Departamento entrevistados por la Junta, nadie pudo explicar por qué esto no ha sucedido…”.
Es posible que tal evaluación se haya realizado después de que este informe secreto fuera entregado al sucesor de Tillerson, Mike Pompeo, en junio de 2018. Si es así, permanece clasificado y no sabemos qué dice. Ese es uno de los muchos documentos que buscamos ahora bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA) en los Estados Unidos.
El Archivo de Seguridad Nacional planea usar la FOIA para buscar otros registros identificados en el informe de la ARB. ¿Tiene idea de cuándo habrá nuevos documentos públicos? ¿Hay esfuerzos combinados entre los medios de comunicación y las distintas partes que solicitan estos documentos mediante FOIA?
Hay reporteros en Estados Unidos de publicaciones como BuzzFeed News que están usando FOIA para documentos relacionados con el llamado síndrome de La Habana. Y un grupo de funcionarios del Departamento de Estado que experimentaron síntomas presentó una demanda ante la FOIA para obligar a su agencia a divulgar los documentos pertinentes.
Mi proyecto de Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional ha identificado y solicitado decenas de documentos importantes del FBI, el Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA que, de ser desclasificados, sin duda arrojarían más luz sobre las conclusiones de las investigaciones que varias agencias estadounidenses han realizado durante los últimos cuatro años.
Debido a que la CIA estuvo involucrada, existe una densa y oscura nube de secreto que continúa ocultando este tema; es difícil conseguir que se publiquen estos registros. Pero como hemos hecho en otros episodios dramáticos en la larga historia de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba –Playa Girón, la Crisis de Octubre, la diplomacia secreta con Fidel–, continuaremos tratando de traer la luz del escrutinio público sobre esta historia más reciente para contribuir a la progresión positiva de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.