Las fotos no son suficientes. Hay que estar en el lugar y oler. Cerrar los ojos y aspirar profundo. Dulce, húmedo, acuoso. Huele a beso. Huele a tierra, a fruta madura, a corteza de árbol, a bosta seca, a madera vieja y descompuesta, a los hongos semicirculares, aplanados y duros que nacen en ella. Al abrir los ojos, sobre la bruma que lo envuelve, el valle se sublimará ante nosotros.
Tiene nombre de aborigen taíno, nombre de río.
El río Guamá es la principal fuente de agua de la comunidad montañosa Hoyo del Guamá, en la provincia de Pinar del Río. El agua de su cauce es cristalina, pura, nace a pocos kilómetros del valle, y lo atraviesa; sin embargo, al pasar por la ciudad de Pinar del Río a 8 kilómetros de allí, se transforma, se enquista, oscurece, se tiñe del color de la contaminación (Foto: Lázaro Lemus).
Todos los días a 6:50 a.m., desde la ciudad de Pinar del Río, sale la “lata de sardinas”, el único transporte estatal hacia Hoyo del Guamá; le dicen así por el espacio tan estrecho que posee esta guagua y la cantidad desproporcionada de personas que suele llevar en su interior (Foto: Lázaro Lemus).
Dos jinetes de la comunidad se encuentran y conversan en el único camino que lleva hacia el poblado (Foto: Lázaro Lemus).
La tierra en el valle es fértil, pero no es ideal para el cultivo de arroz, ya que no retiene la humedad. Aun así, los campesinos construyen diques cerca de los arroyos donde siembran el preciado alimento (Foto: Lázaro Lemus).
Juan González Martínez (El niño), habla del río Guamá, de su temperamento voluble, de sus crecidas, y de cómo estas pueden destruir los cultivos cercanos a su cauce (Foto: Lázaro Lemus).
La mayoría de las casas de la comunidad Hoyo del Guamá están hechas de madera de pino y de palma. Sus techos están cubiertos de sacos de arena para afianzarlos, y evitar que salgan volando por algún posible ciclón o tormenta, que suelen ser frecuentes en la zona más occidental de Cuba (Foto: Lázaro Lemus).
Un joven cruza uno de los tantos arroyos de aguas cristalinas que serpentean el valle (Foto: Lázaro Lemus).
Dos habitantes de Hoyo de Guamá recorren un camino hacia el centro de la comunidad (Foto: Lázaro Lemus).
Iván Rivera Chirino, ingeniero industrial y fotógrafo aficionado, habla de un libro que leyó recientemente y que le causó una profunda impresión, La muerte de Iván Ilich, del escritor ruso León Tolstói. Comenta Iván, que se sintió muy identificado con el personaje del libro. Pues, su vida, estaba encaminada a ser similar a la de este, programada, común, vacía, hasta que decidió abandonar su trabajo en una empresa estatal, para intentar dedicarse solo a las cosas que le apasiona, y para las que antes tenía poco tiempo (Foto: Lázaro Lemus).
En el valle, el clima puede transformarse en cuestión de minutos. Donde antes había un cielo despejado, aparecerá la peor de las tormentas (Foto: Lázaro Lemus).
Alejandro Valdés Roy es un campesino de 83 años de edad. Vive en una casa alejada a varios kilómetros de la comunidad, con su esposa y uno de sus nietos. Dice Alejandro, que nunca desearía irse de su casa. Cuando pasó la última tormenta tropical por Pinar del Río, sus hijos, que hace tiempo emigraron hacia el pueblo (así nombran los habitantes del Hoyo a la ciudad de Pinar del Río), le pidieron que saliera del Hoyo, pero él se negó (Foto: Lázaro Lemus).
Por su avanzada edad, Alejandro, no puede trabajar la tierra. En cambio, se dedica a pastorear carneros en los campos verdes de las lomas. Habla de lo doloroso que es para él caminar o permanecer mucho tiempo de pie, a causa del avanzado desgaste de las articulaciones de sus rodillas (Foto: Lázaro Lemus).
A las 12 del mediodía, Juan, uno de los hijos de Alejandro, toma un breve descanso. Cada día viaja desde la ciudad de Pinar del Río para trabajar el campo en la vega de su padre (Foto: Lázaro Lemus).
Las ruedas de una carreta envejecen en un jardín que la hierba cubre (Foto: Lázaro Lemus).
“Los japoneses tienen una definición para lo que tú haces”, le comento a Iván. Cuando respiras el aire puro del bosque, tocas un árbol, caminas descalzo sobre la hierba o te bañas en un río, prácticas, sin saberlo, shinrin-yoku, que significa literalmente “absorber la atmósfera del bosque”. A Iván le gusta lo que escucha, y me dice que sí, que eso mismo hace (Foto: Lázaro Lemus).
Colgada en un árbol, el cráneo de una vaca con dibujos sobre él, tres cruces, un rayo, marca la mitad del único camino desde la ciudad de Pinar del Río hacia Hoyo del Guamá (Foto: Lázaro Lemus).