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Teletrabajo en Cuba: contingencias y desarrollo

Desde los inicios de la COVID-19, las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertaban sobre la crisis económica y laboral, el aumento del desempleo y el subempleo, la pérdida de ingresos para los trabajadores y el incremento de la pobreza laboral.

Durante el segundo trimestre del 2020 la disminución de horas de trabajo a escala mundial alcanzó el 17,3 %, lo que equivale a 495 millones de empleos a tiempo completo, algo superior al conjunto de la población de Canadá, Estados Unidos y México.

La región de las Américas figura entre las más afectadas por la pérdida de empleos. El teletrabajo ha sido una estrategia impulsada por organismos internacionales, gobiernos y sectores productivos para amortizar el impacto de la crisis. Sin embargo, en América Latina y el Caribe se estima que solo el 21,3 % de los ocupados podría teletrabajar.

Cuba también ha promovido esta estrategia como parte de las medidas adoptadas por el gobierno para evitar la paralización de la producción y de los servicios y tributar al aislamiento social. Días después de que se detectara el primer caso positivo a la COVID-19 en el país, Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social, insistía en la necesidad de fomentar el teletrabajo.

El teletrabajo se define como el “trabajo a distancia (incluido el trabajo a domicilio) efectuado con auxilio de medios de telecomunicación y/o de una computadora”, según el Tesauro de la OIT. En correspondencia con esta definición, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en Cuba precisa que el teletrabajo es una de las modalidades del trabajo a distancia. Para su aplicación se requiere contar con medios que faciliten laborar desde el domicilio del trabajador, utilizando las tecnologías informáticas y la conectividad.

Esta modalidad, impulsada también durante la crisis energética de 2019, ha tenido un carácter coyuntural en la Isla. Aunque ha formado parte de la agenda pública, mediática y gubernamental cubanas de los últimos meses, no ha estado acompañada de una política integral para su fomento.

Fuente: Elaborado a partir de datos publicados en Granma y Cubadebate.

Ante la novedad del trabajo a distancia en Cuba, y en específico del teletrabajo, analizamos algunos de sus beneficios, desventajas y limitaciones, a partir de un ejercicio de “escucha social” que incluyó las experiencias de la ciudadanía en esta modalidad y las publicaciones sobre el tema en medios de comunicación como Cubadebate, Cubahora, IPS Cuba, Juventud Rebelde, Prensa Latina, y Trabajadores.

Estructuras productivas y mercado laboral

Los sectores de los servicios profesionales, científicos y técnicos, la educación, las finanzas y los seguros tienen mayores probabilidades de teletrabajar (Foto: Yailín Alfaro).

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las estructuras de los mercados laborales, las estructuras productivas y los niveles de informalidad juegan un papel esencial en el teletrabajo.

En relación con la estructura de los mercados laborales, CEPAL otorga relevancia a los elevados niveles de informalidad. Más de la mitad del empleo total de la región en 2018 era informal y se concentraba en sectores que necesitan interacción física. Aunque las estadísticas oficiales de Cuba no ofrecen datos al respecto, la experiencia como consumidores revela la importancia del mercado informal en el acceso a artículos de consumo, servicios técnicos y profesionales.

Asimismo, de acuerdo con la CEPAL, “las características de la estructura productiva de la región limitan el porcentaje de ocupaciones que pueden migrar al teletrabajo debido a la alta concentración de trabajadores en actividades que necesitan interacción social y presencia física”.

Los sectores de los servicios profesionales, científicos y técnicos, la educación, las finanzas y los seguros tienen mayores probabilidades de teletrabajar (mayor al 80 %), pero en los países de América Latina y el Caribe, estos representan menos del 20 % de los ocupados.

En Cuba, las personas empleadas en sectores como la Educación, la Intermediación Financiera y la Ciencia e Innovación Tecnológica (equivalentes a la clasificación de la CEPAL), eran 536 700 trabajadores en el año 2019 según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), lo que representaba el 11,71 % de la población ocupada en el país. Sin embargo, la mayor parte del teletrabajo desarrollado en la Isla se concentró en servicios profesionales, científicos y técnicos como la informática, la edición, la comunicación, la consultoría, el diseño de proyectos y la investigación.

Fuente: Elaboración a partir de los datos de Cubadebate.

Calidad de la infraestructura digital

En Cuba, el 64,3 % de la población tenía algún tipo de acceso a Internet en el año 2019.

El alcance de las tecnologías digitales en la región, se ha visto limitado por las brechas en el acceso y uso y las velocidades de conexión. Con esto, se frenan las potencialidades de estas tecnologías para el funcionamiento de la economía y la sociedad durante la pandemia: la baja conectividad reduce el porcentaje de ocupados que podrían teletrabajar.

En Cuba, el 64,3 % de la población tenía algún tipo de acceso a Internet en el año 2019. Pero la posibilidad de teletrabajar, además, está relacionada con el servicio de banda ancha que permita una velocidad adecuada y la tenencia de dispositivos de acceso que faciliten una experiencia más completa.

Las bajas velocidades de conexión inhabilitan el uso de soluciones digitales de teletrabajo. Para entender esta situación en el caso de Cuba, vale referir que en el año 2018 las suscripciones de banda ancha fija (cableada) representaban el 0,87 % por cada 100 habitantes; mientras para las Américas era del 21,19 %, de acuerdo con las estadísticas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).

Fuente: Informe “Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar los efectos del COVID-19”, de CEPAL.

Según el usuario que se identificó como Hugo, en el caso cubano incide también la ausencia de una ley de neutralidad de la red, lo que “facilita que ETECSA le aplique limitación de tráfico a lo que estime pertinente, (…), y esto afecta los servicios de sus clientes”.

En cuanto a la tenencia de dispositivos, en los últimos cinco años se registra un incremento en la cantidad de usuarios de servicio de Internet y de abonados de telefonía celular. Al tiempo que la cantidad de computadoras, y de estas, las que se encuentran conectadas en red, disminuyó ligeramente. Tales datos indican que la conexión a Internet en la Isla se realiza fundamentalmente a través de dispositivos que no habilitan todas las potencialidades asociadas al teletrabajo.

Fuente: Elaboración propia a partir del capítulo “Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones”, del Anuario Estadístico de Cuba 2019.

Adicionalmente, ni los precios de Internet, que siguen siendo altos para el salario medio en Cuba, ni los tipos de acceso predominantes (datos telefónicos, zonas públicas de conexión, salas de navegación) favorecen la conexión de calidad a la Red de redes.

La necesidad de garantías infraestructurales por parte de los empleadores y las dificultades en el acceso a los medios para trabajar, subyace a la mayor parte de las experiencias compartidas por la ciudadanía. El usuario Enrique, por ejemplo, considera que “deben dar más beneficios a los trabajadores para poder realizar el teletrabajo. Dígase facilitar las conexiones y que no todo dependa del bolsillo”; mientras la usuaria Loren expresa que “hace años en las tiendas no se venden (…) computadoras, mercado acaparado por los particulares y con precios inflados con 100 y 150 CUC por encima del precio del mercado”.

La infraestructura es una condición necesaria, pero no suficiente. La capacitación también resulta imprescindible para que la ciudadanía pueda “apropiarse del valor que generan las tecnologías digitales”. Como comenta el usuario identificado como DNF, resulta importante capacitar “a los menos avezados [para] aprovechar las condiciones que tenemos. La mayoría por desconocimiento en vez de navegar, naufragamos en Internet”.

Condiciones familiares y características del hogar

De acuerdo con varias de las personas que compartieron sus vivencias, la flexibilidad en la organización del tiempo de esta modalidad permite atender a las necesidades familiares y el abastecimiento de productos de primera necesidad, sin dejar de cumplir con las obligaciones profesionales.

El usuario Holos, por ejemplo, califica su experiencia como muy buena: “comenzaba mis labores mientras oía la conferencia de prensa”, otras veces hacía “colas para medicamentos y alimentos y regresaba a las 11:00 o 12:00 a.m. Almorzaba y a las 2:00 p.m. reanudaba hasta las 7:00 p.m. Si me atrasaba en algo, tiraba hasta las 9:00 o 10:00 p.m. Pude combinar muy bien las cosas del hogar y el trabajo. El que es eficiente y cumplidor(a) no importa el lugar donde esté. Incluso a veces me levantaba a las 6:00 a.m., adelantaba algo y después desayunaba. Aquí puedes jugar con la necesidad y el deseo y la motivación en cualquier horario del día o la noche”.

Sin embargo, en las posibilidades para el teletrabajo también inciden la composición de los hogares y las características de las viviendas. Allí donde conviven familias numerosas y no existan espacios físicos previamente creados para esta labor, resulta más difícil la organización de horarios y la atención en el trabajo.

El usuario Jorge considera que “nadie puede decir que trabaja (…) con los niños pequeños corriendo y brincando en casa, con la mente puesta en las colas de los abastecimientos necesarios y en la pandemia”. La usuaria Omaida, por su parte, prefiere las condiciones de su oficina: “soy de las que se sienta en una silla dura de mi comedor desde las 8:00 a.m. y me mantengo ahí hasta las 5:00 p.m., lidiando con el ventilador y las moscas, en short y chancletas todo el día”.

Por otra parte, la convergencia de actividades de cuidado, educación, trabajo remunerado y no remunerado impuesta por la pandemia, profundizan las brechas de desigualdad laboral, sobre todo para las mujeres, quienes se han visto en la necesidad de conciliar la jornada laboral y el trabajo de cuidados, en detrimento de su bienestar.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en América Latina las mujeres dedican más del triple del tiempo que los hombres a labores de cuidados, y generalmente lo hacen sin remuneración y en condiciones precarias. A este factor están vinculados varios indicadores que muestran la mayor vulnerabilidad del empleo femenino: mayor informalidad, mayor incidencia del trabajo a tiempo parcial, menores salarios, menor protección social y mayor volatilidad frente a fluctuaciones en la economía.

Para la usuaria Betina, por ejemplo, ha sido muy complicado “llevar de conjunto el teletrabajo y las labores domésticas”, pues tiene a su cuidado a su abuelo de 93 años y “dos niños que han estado todos estos meses en casa”. Para trabajar emplea las madrugadas, por lo que sus horarios de sueño se han acortado a “tres horas la mayor parte del tiempo”. Sin embargo, considera que ha sido una buena decisión para mantenerse activa y “con garantías laborales”.

Regulación legal y protección de los derechos de los trabajadores

El carácter coyuntural del teletrabajo se explicita en prácticas que, generalmente, no son resultado de una proyección estratégica de las empresas e instituciones. De acuerdo con Reynaldo Jorge Lam Peña, profesor de Derecho del Trabajo de la Seguridad Social de la Universidad de La Habana, la adopción del teletrabajo debe estar acompañada de un análisis que comprenda “las necesidades de la actividad empresarial, la garantía de las condiciones tecnológicas de conectividad, medios y condiciones de trabajo para un desempeño eficiente en ambas partes”.

Según Lam, esta modalidad no exime al empleador de su obligación de garantizar “las condiciones de seguridad y salud en el trabajo de sus empleados, cubrir los gastos y riesgos profesionales en que puede incurrir y a respetar el horario de trabajo”. En este sentido, las obligaciones económicas derivadas de gastos como electricidad, teléfono, e Internet utilizados para trabajar no pueden ser una carga para el trabajador, como tampoco deberá descansar en el empleado los costos del deterioro de medios personales como computadoras o teléfonos usados para actividades labores.

Asimismo, Lam advierte sobre la necesidad de respetar “los horarios de descanso de los trabajadores” y evitar “e-mails, llamadas a deshora, o tareas que irrespetan los límites del trabajo extraordinario”.

Sin embargo, numerosas experiencias dan cuenta de la vulneración de los derechos laborales. El usuario identificado como YN ha teletrabajado por más de una década y su empresa nunca ha cubierto los gastos de electricidad y telefonía. Según cuenta, ha sufrido del exceso de carga de trabajo, y de asignaciones “fuera del horario laboral”.

Para el usuario Lr las condiciones del hogar no son las ideales. “Trabajo con mi laptop, sentada en una silla de madera y tengo que pagar, como ya lo hice, por cambiar la pantalla de mi laptop, fueron 100 CUC que salieron del sudor de la familia, porque en mi trabajo no se ha hecho contrato entre empleado y empleador, y qué decir de los megas que gasto para enviar el trabajo”.

Fuente: Ley No. 116 del Código de Trabajo y Decreto-Ley No. 370 “Sobre la Informatización de la Sociedad en Cuba”.

Con todo, el teletrabajo en el contexto de la pandemia ha permitido a muchos trabajadores contar con ingresos por la vía del salario, y les ha posibilitado mantenerse activos y motivados.

Cambio cultural, organizacional y en los estilos de dirección

Más allá de la inversión en telecomunicaciones, la racionalidad productiva y un enfoque de derechos basado en el bienestar de los trabajadores, los desafíos del trabajo a distancia pasan también por la necesidad de cambiar paradigmas organizacionales.

Para Reynaldo Jorge Lam Peña “se trata de romper los esquemas de una presencialidad constante que ha anclado a los trabajadores en los centros laborales durante una jornada estricta e inamovible de ocho horas, aun cuando las funciones de trabajo no requieran de ese máximo de tiempo”.

La orientación hacia relaciones laborales por resultados supone numerosos obstáculos. Al respecto, el usuario Jorge identifica “la falta de capacitación en los directivos para evaluar y controlar este tipo de empleo”. Desde su perspectiva, las improvisaciones y emergencias coyunturales que surgen en la práctica, impactan en que los directivos prefieran la presencia física, “para apagar el fuego según se presente”.

El usuario Enrique, que ha tenido la experiencia de organizar teletrabajo y trabajo a distancia por años, considera esencial la “organización integral del trabajo con objetivos claros y compartidos entre todos los trabajadores implicados”, el establecimiento de “metas precisas a alcanzar por cada trabajador y (…) resultados esperados con la consecuente evaluación en tiempos fijados”, el fomento de la “disciplina (…) con la consecuente creación y adopción de hábitos de trabajo en la casa e incluso de espacio físico para trabajar”, y la “creación de un ʽclima laboral a distanciaʼ, participativo, solidario y humano”.

La capacidad de los directivos para planificar, organizar, dirigir y controlar el teletrabajo constituye un factor definitorio para la mayoría de las personas que compartieron sus experiencias. La usuaria Marta considera que tanto el teletrabajo como el trabajo a distancia son excelentes opciones “cuando los jefes conocen cómo controlarlo y medir el rendimiento de sus trabajadores”.

Los entornos organizacionales también inciden en la calidad y eficiencia de esta modalidad de trabajo. Para el usuario Osvaldo, el teletrabajo “requiere tecnología que permita ese nivel de ubicuidad sin perder la integración de los procesos (…). Se trata de que la empresa pueda ser administrada (…) a distancia”, donde cada actor pueda “acceder desde su hogar a su oficina virtual, pero su oficina virtual no puede estar aislada de las otras con las cuales interactúa”.

Habilitar estas condiciones supone, además, atender a cuestiones de seguridad informática y gestión de la información como la asignación de permisos, roles y flujos de trabajo que garanticen el acceso remoto a los recursos, informaciones y documentos necesarios.

Para el usuario Justo, por ejemplo, el cumplimiento de sus tareas se ha visto entorpecido por las limitaciones en el acceso a los datos e informaciones necesarios para su labor; al tiempo que para el usuario Hugo “la OSRI [Oficina de Seguridad de Redes Informática] no suele ver con buenos ojos que un administrador de redes acceda remotamente a servidores desde redes públicas, incluso aunque existen formas razonablemente seguras de hacerlo, como el uso de comunicaciones con llaves criptográficas en adición a la clave de acceso”.

Beneficios, desventajas y limitaciones del teletrabajo

El teletrabajo es un cambio cultural y organizacional que requiere la orientación hacia objetivos cuantificables, herramientas de seguimiento y control, capacitación de los trabajadores, generación de plataformas de comunicación y de una infraestructura laboral adecuada. Demanda planificación, gestión y conducción activa por parte de los directivos y la participación sustantiva de los trabajadores y sus familias.

En las condiciones atípicas en la que se desarrolla la economía cubana, el teletrabajo puede constituir una oportunidad para generar exportaciones e ingresos en divisas, diversificar los sistemas productivos y propiciar la autonomía sociotecnológica.

Las ventajas, desventajas, riesgos y limitaciones del teletrabajo para las personas, las instituciones y la sociedad cubana se traducen en múltiples dimensiones que incluyen indicadores relativos al desempeño, las aspiraciones profesionales y la vida personal del trabajador, el desarrollo de las instituciones y la integración de la sociedad.

 

Fuente: Elaborado con base en las experiencias de la ciudadanía en esta modalidad y en los textos “El teletrabajo” y “Gestión del Cambio y el Teletrabajo”.

La COVID-19 aceleró el consenso social en torno a las oportunidades, beneficios y aprendizajes del teletrabajo, y ha servido de entrenamiento para directivos, trabajadores y familias. Para su implementación a futuro, parece necesario poner énfasis tanto en la productividad económica como en el bienestar de las personas, las organizaciones y la sociedad; y junto con ello, transitar de una concepción contingencial a otra que lo incorpore en la estrategia de desarrollo del país.

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