Han pasado varios meses desde que la pandemia del coronavirus se instaló en las Américas. Si bien queda lejos algo que pueda llamarse normalidad, y todavía hay quien hace control de daños, muchas compañías, ejecutivos y promotoras musicales transitan hacia las posibles soluciones.
Quizás lo primero sea justamente evaluar el escenario actual y las perspectivas más inmediatas. Hasta el momento, en Cuba han faltado pronósticos de pérdidas económicas, análisis sobre el comportamiento de los públicos, y otros estudios.
¿Cuánto han cambiado los hábitos a la hora de escuchar música? Durante las primeras fases de la recuperación, incluso en La Habana, durante el mes de gracia que tuvimos en julio, ¿cómo funcionaron las salas y lugares que abrieron entonces?
“Al tomar las medidas de distanciamiento tuvimos que quitar más de 20 capacidades, por lo que, incluso en el mejor de los días, no nos fue muy bien”, cuenta Gillen García, propietario de La Casa de la Bombilla Verde, donde la trova ha encontrado refugio.
Si bien las instrucciones son iguales para todos, las características de cada sitio influyen de diferente manera. “Uno tiene que mantenerse vigilante todo el rato ―explica Gillen― y es muy difícil evitar que la gente sentada en diferentes mesas se levante, se salude, interactúe… fundamentalmente en un lugar como el nuestro, un espacio cerrado, donde todo el mundo está acostumbrado a encontrarse”.
Hacia mediados de abril, una encuesta efectuada en Estados Unidos mostraba, por ejemplo, el aumento de consumo de videos musicales en Internet (por encima del audio), y la tendencia de las personas a buscar música que les hiciera feliz o les calmara. Disponer de tales pistas contribuiría a tomar mejores decisiones: saber dónde estamos es lo que permite actuar y proyectarnos con certeza.
A nivel global, los conciertos virtuales resultan una de las salidas por excelencia. Más que eso: algunos expertos comienzan a verlos como un nuevo producto, que permanecerá luego de la pandemia. El director de la agencia OCESA Seitrack, Alex Mizrahi, se ha referido a un “modelo híbrido”, que combine las presentaciones en vivo (cuando se pueda) y el streaming.
Si bien al principio estos conciertos estuvieron marcados por cierto empirismo, y unos cuantos fueron hermosos actos de solidaridad y consuelo mutuo, ahora varias voces se inclinan por “profesionalizarlos”, como el músico y productor argentino Nahuel Briones, pionero en ofrecer shows vía streaming y cobrar por ello.
O sea, por un lado, habría que diseñar espectáculos únicos ―con su respectiva producción, dramaturgia, sonido adecuado―, a fin de trascender el mero hecho de grabarse en casa o en un club vacío; y, por otra parte, idear un modelo de negocios que dé valor a tales presentaciones, para que los artistas puedan cobrar por ellas. Incluso hay quienes hablan de llevar al mundo online festivales completos, y hasta giras, enfocadas en la audiencia de una ciudad o región.
“Esas nuevas formas han ido mutando también ―señala Lilian Triana, productora del festival Varadero Josone Rumba, Jazz & Son―. Hoy se ofrece algo más que música: la exclusividad de un código que permita el acceso a la plataforma en un único dispositivo, interactuar con el artista o enviar souvenirs… Hemos visto muchas combinaciones, y seguiremos trabajando en ello, porque hay que ser muy creativos y reinventarse a altas velocidades para conseguir, de alguna manera, los niveles de satisfacción del público que se logran con eventos en vivo”.
Esto remite, nuevamente, a demandas conocidas en el contexto cubano: mejorar y extender el acceso a Internet, desarrollar el comercio electrónico y las pasarelas de pago para productos y servicios (música incluida). Por lo pronto, las transmisiones de los conciertos online por radio y televisión ayudan a paliar las carencias.
Entretanto, sería muy atinado garantizar la conectividad de los músicos (mediante políticas específicas, como mismo antes se ha priorizado a otros profesionales), de manera que ellos y ellas puedan mantener el nexo vital con sus públicos.
Imaginemos que nuestros intérpretes favoritos pudieran compartir los acordes de un tema que nace, conversar sobre las canciones que les han inspirado, o participar en podcasts y charlas con otros músicos. Aun sin que fueran iniciativas redituables, el sector necesita estos y todos los impulsos posibles.
Además, en un momento de auge creativo, Internet multiplica su valor como herramienta para la colaboración. Compositores de medio planeta trabajan junto a los de la otra mitad para concebir y lanzar nuevas piezas; un rico proceso global del cual los cubanos no deberían quedar fuera.
Existen razones para un poco de optimismo: la cuarentena no disminuyó los lanzamientos discográficos en el mundo, que incluso crecieron en algunas semanas. Como reflejo local de este fenómeno, durante los pocos días que duró la fase 1 en La Habana, Real Project comenzó a grabar su próximo álbum con PM Records.
“La verdad es que se cumple con una serie de medidas: cuando llegas tienes que desinfectar los zapatos, las manos… y es muy reducido el personal dentro del estudio”, describe Ruly Herrera, baterista y uno de los directores de la banda.
Estas restricciones, desde luego, agregan estrés al flujo de trabajo: “A lo que antes hacías con mucho más desenfado y tranquilidad, porque solamente debías preocuparte por dar el máximo, ahora se suma la preocupación de tener el nasobuco, de no saludar a nadie con un abrazo… Todo el tiempo hay que estar pensando en la higiene, en la distancia”.
Se ha vuelto común que diferentes revistas internacionales publiquen sus listas de “recursos para músicos” en tiempos de la COVID-19, las cuales abarcan desde asesoría legal hasta el pago de impuestos.
Por estos lares, bien que vendrían compendios y actualizaciones de las medidas tomadas hasta ahora en el sector, recomendaciones específicas de salud mental, tips para mantenerse creativos, buenas prácticas en redes sociales… Dicho de otro modo, las respuestas deberían pensarse en un sentido integral, más allá de las precauciones sanitarias y la cobertura de salario.
Asumamos que para la mayoría de los músicos y trabajadores de la industria el paso a la normalidad será más lento. Acostumbrados a dinámicas intensas, padecen sobremanera la pausa prolongada.
En este instante todo el mundo se plantea las mismas preguntas y se enfrenta a situaciones parecidas. Por eso resulta altamente recomendable monitorear las soluciones que otros han ido implementando.
Amalia Rojas, productora del festival Havana World Music, comenta que algunos grandes eventos han buscado alternativas como delimitar espacios en el suelo o colocar palcos donde caben pocas personas. “Creo que pintar círculos en el césped podría funcionar, pero luego sería muy compleja la logística que eso requiere, teniendo en cuenta también la cultura del cubano de estar ‘cuerpo a cuerpo’…. Habría que ver si tenemos tanto personal de seguridad disponible para eso”.
Establecer fondos de ayuda y mecanismos para donaciones ha sido una estrategia socorrida y su aplicación en el caso cubano debería al menos valorarse. El festival Rock al Parque, de Bogotá, por ejemplo, redireccionó sus recursos hacia una bolsa de estímulos y premios para músicos, con el objetivo de reeditar grabaciones, encargar portadas de discos y, en general, fomentar la creación de canciones y repertorios. También algunas entidades de gestión de derechos de autor organizaron fondos de ayuda para autores miembros que pudieron aplicar siempre que demostraran que sus giras se habían cancelado a causa de la pandemia. Así fue como, a través del Fondo Corona, la Fundación SGAE colaboró con más de una decena de compositores cubanos.
Octubre inició con menos restricciones en la capital, aunque todo parece indicar que en el futuro inmediato la inventiva irá de mano con la cautela.
“Hemos pensado varias ideas sobre la apertura de Fábrica de Arte Cubano, las cuales se han desvanecido por los constantes cambios en el transcurso de los meses, debido a la pandemia. Hasta que no exista una estabilidad real y un control sobre la situación no podemos hacer planes”, reconoce X Alfonso, músico y director de FAC.
Amalia destaca asimismo la incertidumbre del momento actual y el lastre que suponen los retrasos tecnológicos. “No obstante, los productores estamos planificando lo que se pueda, en busca de soluciones a mediano y largo plazo, de conjunto con las instituciones… Creo que es lo fundamental que tiene que pasar ahora, para, en función de las experiencias de los gestores culturales, y los conceptos de las instituciones, intentar salvar y realizar lo más pronto que se pueda ese tipo de eventos en Cuba”.
Si entendemos que las crisis tienen algo de oportunidades, la pospandemia abre una puerta para corregir problemas previos: la burocracia, la negociación de los pagos y los términos de representación con las empresas, los límites a la capacidad de autogestión por parte de los creadores… Puesto a punto, el tejido institucional podría ser otra potencial fortaleza para capear los meses difíciles que todavía quedan por delante.
“Creo que en la cuesta arriba de vuelta a la ‘normalidad’ transitaremos por un período de organizar eventos pequeños y medianos, en lugares donde se garanticen las condiciones necesarias, hasta que se pueda regresar a la masividad”, avizora Lilian.
En La Casa de la Bombilla Verde quisieran hacer cena-conciertos (por reservación) o alguna modalidad similar, “para no perder las presentaciones y que sea rentable tanto para los músicos como para el lugar”, subraya Guillén.
Maikel Paz, dueño del bar PaZillo, aboga por incluir música más reposada, en contraste con los géneros populares y bailables, que implican proximidad entre las personas. “La propuesta no va a ser quitar la música en vivo, sino simplemente esperar que las condiciones sanitarias de alguna manera lo permitan”.
Cuando todo recuerda aquella máxima de “el cambio es la única constante”, evolucionar es sinónimo de sobrevivir. Quizás haya otra constante: un público deseoso de que el show continúe. David Bernardo, ejecutivo de Tidal España, afirma: “Si pueden tener éxito o no los conciertos virtuales, es muy relativo, pero yo me quedo con las ganas de la gente, porque no han disminuido nada las ganas por escuchar música”.
*Este texto es resultado de una alianza entre Magazine AM:PM y el Servicio de Información de elTOQUE y Periodismo de Barrio.