Darío pasó gritando los nombres de sus amigos difuntos Plácido y Clotildo. Fue quizás en ese momento cuando comencé a pensar en Los Bermejales como un pueblo fantasma. En la veintena de casas de madera que allí existen, no vive nadie. Las casas permanecen deshabitas casi todo el año, y tan solo son ocupadas por sus dueños durante la temporada alta, que acontece en los meses de abril y noviembre, atraídos por las propiedades medicinales del agua sulfurosa del manantial.
La historia del negro Bermejo la escuché sumergido en una fuente, mientras veía como mi piel enrojecía al contacto del agua. En Pinar del Río, durante la etapa colonial, vivió un negro esclavo llamado Bermejo que padecía una horrible enfermedad de la piel. Su amo, ya sea por temor al contagio o por misericordia, lo abandona a su suerte en las montañas de la Sierra de la Güira. Al verse libre y solo, Bermejo se enterró en una choza de guano y fango que construyó sobre su cuerpo a modo de tumba, con un hueco por donde salía solo para bañarse en un manantial de un agua caliente y fétida. Según la historia que me contó Darío, y que cambia de forma según quien la narre, Bermejo regresó rejuvenecido, sano, con la piel como la de un niño. Otros dicen que se quedó en el monte, se hizo cimarrón y nadie jamás lo volvió a ver.
Tomé nota mental para un posible fotorreportaje, y salí de la fuente. Hubo algo en el agua que me hizo desvanecer. Darío me dijo que eso era normal, que estar mucho tiempo dentro del agua sulfurosa puede bajar la presión.
Una familia espera un transporte que los lleve desde el Entronque de Herradura hacia El Abra, o hacia Caiguanabo (Foto: Lázaro Lemus).
Al llegar a Caiguanabo, es el riquimbili, una adaptación de una moto Ural con un motor de regadío, el único transporte al que se puede recurrir para ir a Los Bermejales. Al fondo, la Sierra de la Güira (Foto: Lázaro Lemus).
Algunas casas en Bermejales han sido abandonadas y, sus partes, se encuentran dispersas entre los árboles (Foto: Lázaro Lemus).
Darío Jesús Farrat Pita, médico de 24 años. Es uno de los bañistas que más visita Los Bermejales (Foto: Lázaro Lemus).
Román Iglesias tiene 78 años y hace más de cuarenta que visita Los Bermejales. Sus baños son en la mañana y en la tarde, por un tiempo de 15 minutos nada más. Dice que estar más tiempo puede ser malo para el cuerpo (Foto: Lázaro Lemus).
Sumergirse en los baños de aguas medicinales es también un motivo para contar y escuchar historias (Foto: Lázaro Lemus).
Quien visite Los Bermejales en los meses de marzo y mayo, podrá encontrar frondosos árboles frutales (Foto: Lázaro Lemus).
Unos jóvenes se bañan en el río San Diego, cuyo cauce rodea el manantial de aguas termales (Foto: Lázaro Lemus).
Plácido Hernández Cruz, una de las personas que más amó Los Bermejales, pidió que incineraran su cuerpo al morir, y que sus cenizas fuesen arrojadas en su patio, sobre las raíces de las guayabitas del pinar que él cultivó. Una lápida en la entrada de su casa contiene un epitafio escrito en décimas. Homenaje de sus seres queridos (Foto: Lázaro Lemus).
Román aprovecha los días en Los Bermejales haciendo carbón de un árbol caído frente a su casa (Foto: Lázaro Lemus).
El heliógrafo es un instrumento meteorológico que mide la duración de la insolación diaria. Forma parte de un grupo de instrumentos que componen una estación climática, dentro de la Estación Hidrológica “Amistad”, ubicada a la entrada de Los Bermejales (Foto: Lázaro Lemus).
Darío le pide a Luis Manuel, hijo de Román, que le ayude a arreglar el techo de su casa (Foto: Lázaro Lemus).
El agua de lluvia suele aprovecharse en Los Bermejales, ya que en las casas no hay agua corriente ni pozos (Foto: Lázaro Lemus).
Darío cruza un puente de troncos de pino sobre el río San Diego, que comunica el poblado con las tierras de la única familia que vive en Los Bermejales (Foto: Lázaro Lemus).
Osniel Martínez (El Pollo) y su familia, son los únicos habitantes de Los Bermejales. Osniel sufre de escoliosis, enfermedad que dificulta su vida como campesino (Foto: Lázaro Lemus).
Yanieski Martínez, de 15 años de edad, es el hijo mayor de Osniel. Yanieski abandonó la escuela en la que estudiaba en el Pueblo de San Andrés, a 20 kilómetros de distancia de Los Bermejales, para llevar una vida de campesino (Foto: Lázaro Lemus).
Yanieski tiene un esguince en su pie izquierdo. Darío le vendó el pie con un retazo de tela, y le mandó reposo absoluto durante siete días (Foto: Lázaro Lemus).
Lo que más disfruta Darío en Los Bermejales es descansar durante horas dentro del manantial. Allí puede desayunar, bañarse o dormir… hasta que algún bañista (como ocurrió en una ocasión) lo despierte y lo regañe por pasarse tanto tiempo dentro del agua (Foto: Lázaro Lemus).