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Tecnologías resilientes para esta y otras crisis

Foto: Copincha.

En 2016 Jorge Luis de la Fuente y su esposa diseñaron varios prototipos de gafas y protectores faciales utilizando botellas de plástico. “Lo concebimos como un experimento con el material, para uso de mecánicos o makers como nosotros mismos, no pensamos en médicos; pero llegó la pandemia y retomamos la idea con este enfoque”, dice. Hasta el momento han confeccionado y entregado gratuitamente más de 200 gafas y máscaras, principalmente en La Habana.

“Dentro de la comunidad maker se estaban usando impresoras 3D para confeccionar el soporte de la careta”, explica Jorge Luis. Pero la poca disponibilidad de materiales los hizo volver al reciclaje: “Podemos utilizar productos que están a la mano, no hay que esperar por importaciones”.

Jorge Luis decidió entregar 50 máscaras y gafas a médicos que conocía para que las probaran. “En función de lo que nos dijeron después, adaptamos el diseño”. El criterio fundamental ha sido la facilidad de producirlas con pocos recursos para que la experiencia se extienda: “Más que entregar, lo que queremos es que cada cual las aprenda a hacer. Del lado de acá lo que hay es un inventor –dice el diseñador–, pero el invento sin comunicación no tenía mucho sentido”.

Ahí entra Copincha, una comunidad tecnológica de colaboración abierta que surgió hace dos años y está integrada por innovadores, desarrolladores, artistas… “Lo que nos distingue de otros grupos con la misma filosofía es que tenemos, a la vez, dinámicas de trabajo virtuales y un espacio de socialización física que nos permite colectivizar recursos, fabricar en un lugar específico, trabajar juntos con materiales concretos”, explica Maurice Haedo, uno de los fundadores de lo que él describe como “un grupo de apoyo, un entorno de encuentro”.

Alrededor de la fabricación de medios de protección “se fue tejiendo una red”, dice el diseñador industrial, contratado por la empresa estatal Moncar, que ayudó a perfeccionar el diseño de las máscaras y a articular una estrategia de promoción.

Una parte fuerte de la alianza es CNA ATRES, cooperativa de Matanzas con experiencia en el reciclaje de plástico. También han tomado diseños de Precious Plastic, una comunidad de la cual Copincha quiere convertirse en “un nodo, tratando de hacer la iniciativa Habana de esa red internacional”.

Otros proyectos o instituciones participan como puntos de colecta de plásticos o centros de fabricación. Es el caso de Clandestina, Newmen Studio, la Facultad de Psicología, Mi rinconcito en San Miguel, ArteCorte, Ciclo EcoPapel en La Habana Vieja… VeloCuba y Citycleta colaboran con la transportación. “Prácticamente hay un colector en cada municipio”, asegura Patricia Díaz, de Newmen Studio. En Estudio50 instalaron un molino que tritura el plástico para someterlo luego a un proceso y reutilizarlo en máscaras. Los moldes son hechos con tecnología 3D.

Para el futuro quieren trabajar la inyección de plástico reciclado, no solamente a partir de botellas, sino usando cualquier producto del material que se pueda reciclar. La idea es continuar haciéndolo con métodos compartidos, donde los inventores no son propiamente “autores” sino “iniciadores”. “Ese ‘hardware abierto’ es la dinámica en que están Copincha y esas comunidades. Son tecnologías muy propicias para Cuba, porque permiten que la gente pueda crear y compartir con mucha más facilidad”, explica Maurice.

Por eso han publicado en sus redes sociales infografías y tutoriales promoviendo una forma “fácil, intuitiva, sencilla” para que cualquiera pueda atender una necesidad y resolver un problema valiéndose de sus propios medios.

Imagen de un tutorial publicado por Copincha para confeccionar protectores faciales, a partir de botellas de plástico recicladas.

Israel Morales, anestesiólogo del hospital pediátrico Juan Manuel Márquez en La Habana ha recibido decenas de estos medios de protección. “Tenemos poco acceso a máscaras profesionales por encontrarnos en un país con pocos recursos. Afortunadamente, no hemos tenido ningún caso de COVID-19 en el salón de operaciones; pero estos protectores faciales, de muchísima calidad, no solamente nos sirven para esta nueva enfermedad, sino para prevenir el contagio de cualquier otra de tipo respiratorio”, dice.

El trabajo suyo y de su equipo implica procedimientos como “ventilar con máscara, intubar, estar en contacto con saliva, secreciones, etcétera”, de manera que los medios de protección son indispensables.

Para Jorge Luis “trabajar con materiales reciclados supone una velocidad de producción baja”. Patricia Díaz de Newmen explica que existe una capacidad limitada para acopiar y transportar botellas plásticas. “La propia lógica de usar bicicletas como medio de transporte limita la cantidad, pero no es nada que no se pueda solucionar con más ciclistas interesados”. El hecho de que el proyecto reutilice desechos sólidos es considerado uno de sus aciertos, al promover un uso eficiente de los recursos y practicar la sostenibilidad.

Copincha tiene un sitio web “para documentar colaborativamente el conocimiento y las experiencias colectivas de creación e innovación tecnológicas que suceden en la comunidad”. Copinchapedia funcionaba antes de la crisis, pero el teletrabajo y el tiempo en casa han permitido desarrollarla y sistematizar esta y otras experiencias para situaciones de normalidad y extraordinarias por venir.

“Más allá de este momento, vamos a seguir teniendo necesidades. Creemos que la colaboración abierta puede ser una gran herramienta para aprender y enfocar los recursos de una manera socialmente útil”, dice Haedo. “Tenemos que tener tecnologías capaces de adaptarse a las crisis, que constantemente habrá. En pocas palabras: construir formas de trabajo con resiliencia, para sacar el máximo provecho a los recursos y encauzar el entusiasmo por hacer”.

 

Este proyecto fue apoyado a través del programa de Microgrants Check Global COVID-19. 

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