El lunes 13 de abril, a la farmacia de turno especial de Calzada del Cerro entre Peñón y San Cristóbal entró metformina, fármaco empleado en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 (DMT2). Raúl Jiménez Rodríguez, de 66 años, después de confirmar la información por vía telefónica, salió de su casa a las cinco de la tarde y marcó en la cola para el medicamento, que se dispensaría al día siguiente. Encontró 25 personas delante de él.
“Antes, la metformina y el enalapril –utilizado para controlar la hipertensión arterial– llegaban el mismo día”, explica Raúl. “Ahora mandan uno a mediados de mes y el otro a finales. Tengo que hacer dos terribles colas”.
Raúl padece enfermedad pulmonar de obstrucción crónica, diabetes e hipertensión. Está jubilado y reincorporado como custodio en una secundaria básica. Su esposa Bárbara Mayedo, de 65 años, atiende el control interno de la Dirección Municipal de Educación del Cerro y sobrelleva también la diabetes y la hipertensión. Son los únicos ancianos en una ciudadela de diez apartamentos.
—Nuestra historia clínica está en el consultorio médico –aclara Bárbara–. Se supone que en estas circunstancias, con la pandemia, vinieran a ver cómo nos sentimos, qué necesitamos. Pero solo vienen a visitarnos los estudiantes de medicina.
Raúl añade:
—Por mis patologías soy vulnerable al coronavirus. Pero en el próximo despacho de medicamentos tengo que volver al mismo fenómeno: el ciclo de la cola, la tarde-noche, la frialdad de la mañana…
La situación de la Empresa Provincial de Farmacias fue tratada el 19 de abril durante una reunión presidida por Luis Antonio Torres Iríbar y Reinaldo García Zapata, presidente y vicepresidente del Consejo de Defensa de La Habana, señala un reporte del semanario Tribuna.
En el encuentro se analizaron variantes para organizar mejor las colas: multiplicar la venta en las unidades, marcar las aceras para el distanciamiento e introducir el uso de Porter@, una aplicación informática con la que se pretende asegurar que cada cliente marque solo una vez. También acordaron perfeccionar la distribución de medicamentos e identificar a los más vulnerables, para que reciban las medicinas a través de mensajeros a domicilio.
La más reciente Encuesta Nacional sobre Envejecimiento dio a conocer que en 2017, el 20,4 % de la población cubana era mayor de 60 años (2 289 100 personas, aproximadamente). En el contexto actual, la cifra de núcleos vulnerables es de 606 945. Esto incluye a adultos mayores sin alguien que los ayude, quienes deben ser supervisados por el trabajador social de la comunidad.
El lunes 20 de abril, Cuba reportó 50 casos positivos a la COVID-19, para un total de 1 137. Dieciocho de estos nuevos casos tenían entre 40 y 60 años. El martes 21, María Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), dijo en la Mesa Redonda que aún no se había logrado “llegar a todas las familias vulnerables. A nivel nacional se alcanza a más del 95 %, pero no es una tarea que se puede dar por concluida. La entrega de medicamentos controlados es un servicio que no se ha logrado organizar”, puntualizó.
Oralio Mederos lleva tres años postrado en una cama, como resultado de una demencia senil. No es capaz de realizar ninguna actividad por sí solo. Su esposa Neraida, de 80 años, es quien lo viste, lo baña, lo alimenta. Ella, que es hipertensa, diabética y tiene un solo riñón. Viven solos en San Antonio de Cabezas, poblado rural de la provincia Matanzas. Subsisten con 284 pesos del retiro de él y con una ayuda del gobierno.
Por su enfermedad, Oralio pertenece al grupo IV de dispensarización de Salud Pública, que incluye a personas con deficiencia, incapacidad o secuelas. Desde 2018, el departamento de trabajo social de su policlínico le entrega un módulo dos veces al año: dos metros de tela antiséptica, una lona, una toalla y 12 jabones. No culeros, no sábanas. En 2019 le facilitaron dos balitas de gas. Mientras dure la pandemia, por las nuevas medidas del Ministerio de Comercio Interior, recibirán tres jabones de olor, uno de lavar y un pomo de detergente líquido a través de la libreta de abastecimiento.
Durante la primera semana de abril, Neraida compró todas las pastillas que necesitan ella y su esposo. Le despacharon sin hacer cola. La tercera semana recibieron la visita de dos trabajadoras sociales que, de lunes a viernes, les compraron la medicación y se brindaron para hacer mandados.
Según la titular del MTSS, hay “más de 4 640 trabajadores sociales en el terreno, mientras que otros laboran en centros de aislamientos y en instituciones para la atención a personas con conducta deambulante”.
—Nos preocupa mucho la escasez de agua –dice–. Antes de la pandemia venía tres veces por semana. Ahora cada 15 o 20 días. El que puede compra pipas a 250 pesos, pero yo no puedo. A veces hasta lloro cuando tengo que bañar a mi esposo. Tengo que estar ahorrando más el agua que la comida.
El pozo de Seferino López y Margarita Trujillo está seco. En Juan Gualberto Gómez, pueblo sin acueducto de Matanzas, hace meses que no llueve. El 15 de abril, el Estado dispuso una pipa para que el CDR #5, al que pertenecen, tuviera algún suministro. Tocaron cinco cubetas por casa.
Seferino tiene 79 años y Margarita 72. No padecen de enfermedad alguna. Sin embargo, les asignaron una mensajera que les compra los productos de la libreta, incluidos el módulo de aseo y el pan diario.
—Este mes dieron las siete libras de arroz por persona y una libra de pollo adicional. Cogimos 40 libras de papa y teníamos piña, tomate, malanga y frijoles. Con eso vamos tirando.
Cobran 280 pesos de jubilación, él por haber sido operador de equipos pesados y ella por haber sido bodeguera. Margarita pasa la mayor parte del tiempo frente al televisor mientras Seferino adelanta encargos en la pequeña carpintería que tiene en el patio. Seferino trabaja solo. No reciben visitas.
El mayor evento de transmisión local de COVID-19 en Cuba, hasta la fecha, ocurrió en el Hogar de Ancianos No. 3 de la ciudad de Santa Clara. La Agencia Cubana de Noticias (ACN) reportó el pasado 24 de abril 61 casos positivos en ese lugar: 43 abuelos y 18 trabajadores.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que en el grupo de alto riesgo ante la COVID-19 figuran los mayores de 60 años. Oney Ortega, microbiólogo cubano y especialista en virología molecular, explicó a elTOQUE y Periodismo de Barrio que, aunque la edad avanzada constituye un factor de riesgo declarado, las condiciones de salud son las que realmente conllevan a la susceptibilidad ante este virus.
De los 67 fallecidos que reportó Cuba hasta el 3 de mayo, solo 11 eran menores de 60 años.
El Consejo de Defensa de La Habana decretó el cierre de El Carmelo cuando este presentaba ocho pacientes positivos a la COVID-19, “el mayor número de contagiados por contactos con extranjeros y cubanos que llegaron del exterior en la provincia”, precisó el diario Granma. Este consejo popular abarca desde calle 6 hasta 28 y de 21 a Malecón, en El Vedado.
Dalia y Nidia Quintero, de 75 y 76 años, viven en 15 entre 8 y 10. Cuando decretaron la cuarentena llevaban días sin salir de casa. En la bodega les habían dado la libra de pollo extra a cada una y los productos normados. También el módulo de aseo: un litro de detergente, tres jabones de baño, uno de lavar y un paquete de cuatro rollos de papel higiénico por un costo de 57 pesos.
Durante una reunión del Consejo de Defensa Provincial fue aprobada la estrategia para el incremento de las medidas de aislamiento en esa zona. Se estableció que se garantizaría el aseguramiento de los servicios básicos de comercio, gastronomía, industria alimentaria, agua potable, ofertas de CIMEX, Tiendas Caribe y Palmares. También la atención a personas vulnerables por parte de trabajadores sociales.
Nadie fue a preguntar a las hermanas si necesitaban un mensajero. Un vecino solidario les compra los mandados y los medicamentos. Ambas padecen de hipertensión arterial y apenas salen a botar la basura. El único dinero que reciben es la jubilación: Nidia 500 pesos por haber sido enfermera, y Dalia, costurera, 430 pesos.
Después de varias semanas en cuarentena han construido una rutina.
—Nos levantamos temprano, desayunamos y oramos –explica Nidia–. Luego vemos la conferencia de prensa a las 9:00 a.m., donde actualizan la situación con el virus. Todos los días limpiamos, cosemos, leemos y hacemos ejercicio. Antes caminábamos por el pasillo pero en este momento el aislamiento es la única vacuna.
“La distribución de desayunos, almuerzos y comidas por el Servicio de Atención a la Familia constituye una de las orientaciones que con gusto se llevan a cabo en El Carmelo. Las ofertas gastronómicas son variadas: incluyen elaboraciones como frijoles, arroz, mortadela, pollo, picadillo, pan y dulce”, dijo Orestes Fabelo Ayala, presidente de ese consejo popular.
Carlos Rafael Miranda Martínez, coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), afirmó que esa organización de masas, la mayor del país, brinda atención a más de 78 000 ancianos que viven solos. Cerca de 8 000 trabajadores sociales y activistas han ayudado a la higienización de hogares de ancianos y en el cobro de las chequeras, dijo.
Elena Fundora, hasta cierto punto, tiene privilegios. No ha tenido que hacer colas para comprar comida; la paga a sobreprecio. Llega gente a su puerta que le propone pollo, picadillo, puré de tomate, aceite. Ella puede pagarlos por sus hijos, que le envían dinero mensualmente. El que vive en Estados Unidos, desocupado por la pandemia, le envía 200 dólares de la ayuda que recibe del gobierno. Su otro hijo, camarero, también desempleado, le recarga desde España el servicio de Nauta Hogar y el teléfono móvil.
Elena solo ha salido a comprar el módulo de aseo que dieron en su bodega: jabón de tocador y de lavar. Ni detergente ni pasta dental. Donde vive, en Buenavista, Playa, trabajadores estatales interruptos y cuentapropistas que han sido convocados para estas labores, llevan comida a los ancianos solos o con bajos recursos. Ella, de 62 años, sola, hipertensa y con un soplo en el corazón, no accedió al servicio. “No se lo iba a quitar alguien que lo necesitara más que yo”.
La presidenta del CDR al que pertenece pasó un listado con la oferta por las casas de familias vulnerables. Caridad, de 80 años, vecina de Elena, aceptó. Ahora, por un peso almuerza y por otro come. Picadillo, albóndiga, arroz, ensalada.
“Pretendemos acercar cada vez más los servicios a las personas de la tercera edad. Tenemos 1 434 unidades dedicadas a la venta de comida a domicilio o listas para llevar. Aún nos quedan reservas que tenemos que explotar”, expresó Betsy Díaz Velázquez, ministra de Comercio Interior en la Mesa Redonda del 27 de marzo.
El 23 de abril comenzó en La Habana la distribución normada de un módulo de alimentos para mayores de 65 años. Idalmis Martínez Pérez, directora general de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de la provincia, informó que contendrá “un tipo de proteína, harina de maíz, y una jaba con viandas y hortalizas con un peso de hasta cinco libras”.
Los productos se venderán al precio que tienen en su venta liberada –explicó Martínez Pérez– y este podrá variar en dependencia de lo que contenga el módulo. La medida abarca 400 000 personas. A las personas mayores de 65 años que vivan solas, se van a crear todas condiciones para llevarles el módulo hasta su vivienda. Hasta el momento solo se realizará en el mes de abril, señaló.
La bodega de Lombillo y Panorama, Nuevo Vedado, el sábado 25 de abril despachó el siguiente módulo:
Fideos (200 gramos): 2,50 pesos (más 0,50 por la jaba).
Harina de maíz (1 kilogramo): 4,80 pesos (más 0,50 por la jaba).
Huevos (cuatro unidades): 0,90 pesos, para un total de 3,60 (más 0,50 por la jaba).
Viandas (siete libras): 12 pesos.
Precio total: 24,40 pesos.
Elena fuma demasiado. La ansiedad de estar encerrada la hace caminar como loca de la sala a la cocina, entrar a Internet, acariciar al perro, encender el televisor cada dos minutos, acariciar al perro.
—Me dolió que el paquete de pollo de siete dólares me lo cobraran a 12 –dice–. Pero lo pagué, porque no tengo fuerza ni valor para estar tres horas en una cola.
* En la reportería para este trabajo colaboró Yailín Alfaro.