Mientras en las calles cubanas el nasobuco —como se le conoce en la Isla a las mascarillas artesanales de tela— se ha convertido en una prenda común en los últimos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS) continúa sin emitir conclusiones sobre la efectividad del uso de estas piezas para prevenir la propagación del nuevo coronavirus Sars-CoV-2 a nivel comunitario.
“Hay un debate en curso sobre el uso de las mascarillas. En estas circunstancias, solo son efectivas cuando se combinan con otras medidas de protección. La OMS continúa reuniendo toda la evidencia disponible y continúa evaluando el uso potencial de mascarillas de manera más amplia para controlar la transmisión de la COVID-19 a nivel comunitario”, dijo en conferencia de prensa este primero de abril Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
La prioridad de este organismo internacional en la actualidad, y ante la falta de consenso científico sobre la efectividad de las mascarillas para detener el avance del virus —agregó el alto funcionario—, son los trabajadores de la salud que están en la primera línea, que puedan acceder a equipos esenciales de protección personal, incluidas las mascarillas clínicas y los respiradores.
“Todavía es un virus muy nuevo y estamos aprendiendo todo el tiempo. A medida que evoluciona la pandemia, también lo hace la evidencia y nuestros consejos”, señaló Tedros Adhanom.
Sin embargo, oficialmente la OMS mantiene la posición publicada el pasado 29 de enero en sus canales oficiales de comunicación. En esa fecha y hasta el 30 de marzo advertían que las mascarillas clínicas solo debían ser usadas por el personal de salud, por los cuidadores de enfermos y por quienes presentaran algún síntoma de infección respiratoria.
Evitar el desabastecimiento de suministros limitados para personal profesional en entornos de atención médica ha sido, según la revista sobre Medicina The Lancet, una de las razones más importantes de planteamientos como los de la OMS que recomiendan exclusivamente el uso de mascarillas para determinadas personas.
Sobre las mascarillas de tela, la indicación de la OMS a finales de enero fue contundente: “no se recomiendan en ninguna circunstancia”. Estas últimas no han sido mencionadas en las recientes declaraciones en las que señalan la existencia de un debate y la ausencia de consenso en la comunidad científica internacional sobre su eficacia ante la propagación del nuevo coronavirus.
Desde la comunidad científica, todavía inmersa en la lucha contra la pandemia, en la búsqueda de mayores evidencias sobre las formas de propagación del virus y de opciones médicas para prevenirlo, han comenzado a llegar recomendaciones sobre la pertinencia del uso generalizado de mascarillas en la población, en muchos casos sin hacer distinción entre las clínicas y las artesanales.
“El gran error en EE. UU. y Europa, en mi opinión, es que las personas no están usando mascarillas. Este virus se transmite por gotículas y contacto cercano. Las gotas juegan un papel muy importante: tienes que usar una mascarilla, porque cuando hablas, siempre salen gotas de tu boca. Muchas personas tienen infecciones asintomáticas o presintomáticas. Si usan mascarillas faciales, pueden evitar que las gotas que transportan el virus escapen e infecten a otros”, declaró a la revista Science el científico chino George Gao, director general del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Bill Hanage, epidemiólogo de Harvard, confesó a The Atlantic que él mismo había desdeñando las mascarillas porque las estaba mirando de manera incorrecta: incluso si no son útiles para evitar que los virus contagien a una persona sana podrían evitar que salgan del cuerpo infectado a través del estornudo o la tos. “No los uses para evitar infectarte, sino para evitar que alguien más se infecte”, dijo. Para Thomas Inglesby, del Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud en Estados Unidos, usar mascarillas en público puede ser un “esfuerzo social adicional para frenar la propagación del virus”.
The Lancet coincide en que el uso generalizado de las mascarillas en espacios públicos puede ser una intervención de Salud Pública que probablemente intercepte el enlace de transmisión por parte de fuentes infecciosas aparentemente sanas, sobre todo en la etapa temprana de la enfermedad, en la cual las cargas virales son más elevadas. Sobre la posición reservada de la OMS en este sentido, ha indicado: “la ausencia de evidencia de efectividad no debe equipararse a la evidencia de ineficacia, especialmente cuando nos enfrentamos a una situación nueva con opciones alternativas limitadas”.
El nasobuco cubano de tela ¿efectivo?
Tras el crecimiento acelerado de casos positivos en el mundo, la reserva de mascarillas clínicas se ha ido agotando y la demanda y necesidad real de hospitales, centros sanitarios y de los infectados en cuarentena domiciliaria supera la capacidad de producción y las cantidades almacenadas.
Según The Lancet, ante el incremento del uso de mascarillas algunas naciones como Alemania y Corea del Sur detuvieron las exportaciones de este producto para priorizar la demanda local.
En especial para el personal profesional, los expertos recomiendan como ideales las mascarillas respiradoras N95, que filtran un 95 % de las partículas del aire, y son certificadas por el Instituto Nacional para la Seguridad Ocupacional y la Salud de Estados Unidos; y las mascarillas FFP3, que filtran el 98 % del aire. Ambas pueden incluir una válvula de exhalación para reducir la humedad en el interior.
Este tipo de implementos, junto a gafas, guantes y sobrebata constituyen el equipo de protección básico del personal que está en contacto directo con los afectados por el virus.
Debido a que las mascarillas clínicas simples (quirúrgicas) y las de mayor eficacia como las N95 son escasas y en algunos lugares inexistentes, varios gobiernos han propuesto como alternativa y respuesta a la crisis la confección de mascarillas de tela.
En República Checa —que junto a Eslovenia han sido los dos únicos países que en Europa impusieron el uso obligatorio de mascarillas en el espacio público por mandato gubernamental—, tanto personas en sus casas como algunas industrias locales comenzaron a confeccionar estos productos. Tres científicos checos explican los argumentos a favor del uso de mascarillas artesanales en un video patrocinado por el gobierno.
Actualmente en Cuba, el nasobuco (mascarilla de tela) es el accesorio de protección más asequible.
José Angel Portal Miranda, ministro de Salud Pública cubano, afirmó en la Mesa Redonda del 26 de marzo que había muchas personas preguntando si ya era la hora de usar los nasobucos. “Nosotros hemos estado explicando cuáles son los grupos que no pueden dejar de usar el nasobuco. Todas las personas que trabajan en áreas de riesgo tienen que utilizarlo. Seguimos protegiendo el personal de la salud. El nasobuco es una protección física. Lo pueden hacer en la familia, lo puede hacer en su casa y utilizarlo; sobre todo aquellas personas que usan transporte público, que están en lugares públicos por obligaciones propias de su trabajo. Por lo tanto, no hay ninguna barrera que diga que una persona no puede usarlo”.
El vice primer ministro y ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, informó un día después en la Mesa Redonda del 27 de marzo que en Cuba es “obligatorio el uso del nasobuco en el transporte público para proteger la salud de las personas”.
En reuniones de gobierno y conferencias de prensa se ha visto a funcionarios de alto nivel, incluido el presidente Miguel Díaz-Canel, utilizando este tipo de mascarillas.
En plataformas como Instagram, Facebook y Youtube los usuarios han compartido videos de DIY (do it yourself o hazlo tú mismo) sobre cómo hacer mascarillas caseras.
El sitio oficial del Ministerio de Salud Pública cubano contiene, igualmente, un video instructivo para la fabricación y correcto empleo de los nasobucos. Aunque no se especifica qué tipo de tela es recomendable ni cuán efectivos estos pueden ser, sí se hace hincapié en la importancia de que tengan tres capas de tela.
Varios medios especializados en la temática afirman que los hechos en casa, en dependencia del material, pueden tener una efectividad cercana a la de una mascarilla clínica desechable.
Un estudio de 2013 publicado por la Universidad de Cambridge sobre la eficacia de las mascarillas hechas en casa en la prevención de la influenza encontró que tanto estas como las usadas para cirugías reducen significativamente el número de microorganismos expulsados al exterior por las personas infectadas.
La máscara quirúrgica funcionó mejor, capturando el 97 % de los microorganismos. Sin embargo, descubrieron que cada material filtraba al menos el 50 % de las partículas. Los mejores resultados los encontraron en las elaboradas con bolsas de aspiradora, con paños de cocina utilizados en el Reino Unido y con la tela de mezcla de algodón.
Hallaron también que las mascarillas menos eficaces frente a los virus eran aquellas confeccionadas con bufandas, camisetas de algodón, tejido de seda y funda de almohadas.
Otra investigación sobre la eficacia de mascarillas profesionales y artesanales en la prevención de enfermedades respiratorias, realizada en 2008, concluyó: “Es probable que el uso general de cualquier tipo de mascarilla disminuya la exposición viral y el riesgo de infección a nivel de la población”.
Pero si no se usa el tejido correcto combinado con buenos hábitos de higiene —lavarse las manos frecuentemente y evitar tocarse la cara—, el uso de cualquier mascarilla puede ser contraproducente al ofrecer una falsa sensación de seguridad.
Un estudio de 2015 de la revista médica BMJ Open llama también la atención sobre el uso de mascarillas de tela; explica que “la retención de humedad, el reúso de mascarillas de tela y la filtración pobre puede resultar en un mayor riesgo de infección”.
Sobre la base de esa misma investigación, una comunicación de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins de Estados Unidos concluye que las mascarillas de tela pueden reducir la propagación de gotas grandes expulsadas por personas infectadas al toser o estornudar, pero no brindan toda la protección necesaria al personal médico. En el caso de los profesionales de la salud —advierten—, las de tela solo deben usarse como último recurso si no se dispone de las clínicas.
El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos publicó el 4 de abril una nueva guía con recomendaciones específicas para la elaboración en casa de mascarillas de tela y aconsejó su uso en espacios públicos, sobre todo en aquellos donde es difícil mantener el distanciamiento social (farmacias, supermercados) y especialmente en áreas donde la transmisión comunitaria es significativa.
“No deben ser usadas en niños pequeños menores de 2 años, ni en personas con problemas para respirar, o que estén inconscientes o incapacitadas, o que de otra forma no puedan quitárselas sin ayuda. Las cubiertas de tela para la cara recomendadas no son mascarillas quirúrgicas ni respiradores N95. Esos son suministros esenciales que se deben seguir reservando para los trabajadores de la salud y otros miembros del personal médico de respuesta a emergencias”, especifican.
El debate sigue bien activo, con científicos a favor y en contra del uso de las mascarillas en general, y de las de tela en particular. Mientras continúen las investigaciones sobre las formas de propagación del virus y no se logren estudios más recientes sobre la eficacia de usarlas, el uso de cualquier mascarilla (para quien decida llevarla) debe ser un complemento al lavado constante de manos y al distanciamiento social, tal y como aconsejan los especialistas.