Hace apenas unos días el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ulises Rosales del Toro, fue liberado de su cargo para que se dedique exclusivamente a “acrecentar el desarrollo del programa de plantas proteicas”, diseñado por Fidel Castro. El cambio de funciones provocó dudas en la ciudadanía, poco familiarizada con este programa. Periodismo de Barrio responde varias preguntas esenciales para comprender el tema.
1. ¿Qué son las plantas proteicas?
Las plantas proteicas como la moringa, la morera y la tithonia se reconocen por el alto valor nutricional de sus follajes para el ganado. Según el libro Mulberry, moringa and tithonia in animal feed, and other uses. Results in Latin America and the Caribbean [Morera, moringa y tithonia en la alimentación animal y otros usos. Resultados en América Latina y el Caribe], en el área de América Latina y el Caribe existen numerosas investigaciones acerca de la obtención de “alta biomasa de follaje” de estas plantas, para la alimentación de animales monogástricos, como cerdos, aves y conejos, y también para las especies rumiantes.
El libro afirma que debido a la alta concentración de proteínas en el follaje de estas plantas, su empleo implica la reducción de otros recursos alimenticios convencionales y costosos como la harina de soya, comunes en la dieta de animales monogástricos. Sus propiedades medicinales inciden de forma positiva en la salud de los animales, por lo que se requieren menos medicamentos. Varios estudios registran una alta productividad animal asociada con la introducción de plantas proteicas en su alimentación y destacan, además, las facilidades para el cultivo de las mismas.
2. ¿En qué consiste el programa cubano de plantas proteicas?
Cuatro proyectos iniciados por Fidel Castro en 2011 conformaron la base de lo que hoy se conoce como el programa de plantas proteicas cubanas: uno dedicado a la moringa “como suplemento nutricional humano”, codirigido por la Dra. Concepción Campa Huergo y con la participación del Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL) y la Unión Agropecuaria Militar (UAM); otro dirigido a “la producción de semilla agámica y botánica” de las plantas proteicas; un tercero orientado a la producción de pasto y forraje para la alimentación animal, que involucró al Grupo Empresarial Ganadero del Ministerio de la Agricultura (GEGAN) y la UAM; y otro para obtener pienso a base de plantas proteicas para animales monogástricos y poligástricos, coordinado por CENPALAB, informaron medios locales.
La Dra. Lourdes Lucía Savón, coeditora del libro Mulberry, moringa and tithonia… y bioquímica de formación, declaró a IPS que la introducción de productos alternativos que abaraten los costos de la producción animal responde a una demanda de sostenibilidad.
Aunque los alimentos tradicionales a partir del maíz y la soya “hacen que los animales crezcan más rápido”, a veces el pienso importado tiene microtoxinas que les causan trastornos, añadió la especialista. Con la alimentación animal a base de productos alternativos “los animales crecen más lento”, pero se asegura su disponibilidad a nivel local y se garantiza la salud de los mismos.
Sin embargo, la científica advirtió a IPS que los alimentos alternativos “son muy difíciles de llevar a nivel industrial”, por ello se aconseja su uso “en las medianas y pequeñas producciones”.
3. ¿Por qué se implementa el programa?
En el año 2011 Cuba gastaba más de 800 millones de dólares en la compra de trigo, soya y maíz, destinados a la alimentación animal, reportaron medios locales. Los precios de estas materias primas se han mantenido en aumento en el mercado internacional y, por otra parte, la productividad agrícola de la soya y el maíz en el país registra niveles inferiores a otras regiones del mundo.
La soya contiene 46 % de proteína, el girasol 30 %, la moringa y la tithonia 27 %, la morera 21 %, la alfalfa 18 % y la soya forrajera 15 %. Sin embargo, en Cuba el rendimiento de la moringa, la morera, la tithonia y la alfalfa es de cinco a seis veces mayor que el de la soya o el girasol, según declaraciones del Dr. Leonardo Cabezas Rodríguez, director general del CENPALAB.
A nivel internacional, las alternativas para la alimentación animal constituyen un asunto de máxima relevancia, pues se pronostica un incremento de dos mil millones de personas en la población mundial para 2050. Ello supondrá un alza significativa en la demanda “de alimento animal en un contexto de tierras degradadas y aumento de la urbanización, por lo cual la búsqueda de nuevas maneras de incrementar la producción de ganado es esencial”, aseguró el Sr. Theodor Friedrich, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Cuba en el año 2017, y actual representante de esa organización en Bolivia.
Investigaciones realizadas por el Instituto de Ciencia Animal (ICA) y la Estación de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, afirman que la morera es una de las plantas con mayor potencial para la alimentación de los rumiantes, por sus elevados niveles de “proteína cruda y digestibilidad”, y también por su capacidad de rebrote.
La tithonia es nativa de México y se ha expandido por todo el mundo. Se caracteriza por su “rápida producción de biomasa” y por la concentración de nutrientes en sus tallos y follajes, además de que favorece la restauración de los suelos degradados.
Mientras la moringa, que es la más conocida en Cuba, sobresale por su adaptabilidad a suelos y climas muy variados, y por la posibilidad de aprovechamiento de sus hojas, vainas y flores, que “contienen nutrientes importantes tanto para los humanos como para los animales”.
4. ¿Cuánto invierte Cuba en las importaciones de alimentos para animales?
Al cierre de 2018 Cuba había invertido más de 152 millones de dólares en la compra de tortas de soya, 82 millones para preparados y casi dos millones en harina animal para pienso. Estos no son los únicos gastos que se hacen en alimento animal. El maíz importado, aunque no aparece desagregado en las estadísticas de la ONEI, también se destina para el consumo humano y para la producción de piensos dedicados al ganado vacuno, bovino, porcino y la cría de pollos.
Las estadísticas muestran un significativo aumento en los últimos 7 años. Aunque las cifras de harina animal para pienso han permanecido discretas, el resto de los rubros ha tendido a crecer.
Entre 2006 y 2009 la compra de tortas de soya fue igual a cero, una anomalía estadística que no ha sido explicada.
5. ¿Se ha producido en Cuba moringa como suplemento nutricional humano?
Sí.
En abril de 2018, la Empresa Laboratorio Farmacéutico Oriente, de Santiago de Cuba, presentó un suplemento nutricional de tabletas de moringa en la Feria Comercial Salud Para Todos. El producto, elaborado con el polvo de las hojas secas de la especie oleífera, comenzó a desarrollarse en 2016.
El Ministerio de Finanzas y Precios aprobó en 2018 el precio del frasco de 180 tabletas en $14,20 pesos para su venta a la población en las farmacias comunitarias.
6. ¿Las plantas proteicas funcionarían igual en las empresas estatales que en el sector privado?
Esta pregunta la sugiere el economista cubano Pedro Monreal a través de la red social Twitter y ofrece algunos elementos fundamentales para responderla.
En primer lugar, el especialista señala que el tema de las plantas proteicas presenta muchas aristas, pero la experiencia internacional sugiere que su empleo para la alimentación animal es adecuado en pequeñas fincas “mixtas”, que combinan agricultura y ganadería, con un enfoque de ceba “lenta”. Mientras que el modelo económico de sistemas “industriales” de ganadería en grandes empresas especializadas, con un enfoque de ceba “rápida”, está diseñado, en alto grado, para piensos basados en cereales y soya.
En segundo lugar, el doctor en Economía por la Universidad de la Habana menciona que la mayor parte de la tierra ganadera de Cuba es gestionada por usufructuarios, por campesinos privados y por cooperativistas (CPA), y representa el 58,6 %. El resto es operado por empresas estatales de mayor escala y ocupa el otro 41,4 %.
Lo anterior se relaciona con la “reducción de escalas productivas en la ganadería cubana”, que ha sido notable debido a la entrega por parte del Estado de la mitad de su tierra ganadera a usufructuarios (más de 1,5 millones de hectáreas). Ese cambio en la escala de operación tiene un impacto “mixto”.
Por tanto, ese incremento de fincas ganaderas pequeñas, observa Monreal, pudiera reducir la productividad, lo cual tiende a incrementar costos, pero a la vez, una escala menor pudiera ayudar a reducir costos mediante el reemplazo del alimento animal importado, con altos precios en el mercado y en divisas, por alimento animal local a base de alternativas como las de las plantas proteicas.
¿Se intenta consolidar en Cuba un modelo dual de ganadería con unidades estatales de gran escala que utilizan un sistema “industrial”, basado en la importación de pienso, en cohabitación con pequeñas fincas menos productivas, pero rentables gracias a la utilización de alimento local?, se pregunta por último el economista cubano.