El sargazo se acumula en la costa y ha creado en las playas del sur de Guanahacabibes verdaderas barreras que en ocasiones miden más de metro y medio de altura. Arrastrado por la corriente, llega hasta la orilla y allí se descompone. Con un poco de suerte, una vez podrido y reseco por el sol, el sargazo apestará por un tiempo y luego el mismo mar se encargará de limpiarlo con el oleaje. Con algo de fatalidad, recalará en sitios como Caleta del Chivo, una ensenada en forma de bolsa, de escasísima profundidad y donde las olas no son lo suficientemente fuertes como para arrastrar lo descompuesto. Entonces apestará en más de un kilómetro a la redonda y las islas muertas de sargazo putrefacto nadarán despacio en la ensenada, para más tarde mezclarse con el mar.
Aunque hasta estas playas siempre llegó sargazo, en los últimos cinco años ha registrado un crecimiento desmedido provocado por nutrientes químicos que provienen de la actividad humana. La avalancha de esta macroalga amenaza hoy con desplomar las economías turísticas del Gran Caribe. Además, ha tenido efectos notables sobre los ecosistemas coralinos y costeros.
La basura es harina de otro costal. No apesta, pero al llegar a sitios como Playa La Barca, donde solo existe un campamento rústico para el monitoreo de tortugas marinas, la imagen parece irreal. Por más de 20 kilómetros, las corrientes llevan hasta las playas el plástico que no se genera en Guanahacabibes: zapatos de cualquier talla, mallas plásticas para trampas langosteras, redes de pesca, pomos plásticos y de vidrio, juguetes, pelotas de golf, cubos…
No importa cuántas veces se recoja, o cuántos voluntarios estén dispuestos a limpiar el sitio. Los desechos continúan llegando sin descanso hasta la línea costera curva entre Playa Antonio y Punta El Holandés, que es una especie de trampa natural para la basura.
Hasta la punta más occidental de Cuba llegan, a veces, los integrantes del proyecto Cámara Chica: adolescentes que se unen para limpiar algunos tramos de playa en la península y que tratan de visualizar el problema de la basura en este sitio. Por desgracia, el impacto del trabajo que realizan es reducido, como mucho. Guanahacabibes y sus playas son apenas el efecto: para solucionarlo habría que atacar directamente las causas. Esta zona poco accesible para la gente, poco accesible a la prensa y con pocos recursos para la limpieza sistemática del litoral, casi se ha convertido un vertedero secreto. De los que no duelen porque no se ven.